APOSENTO ALTO

viernes, 13 de abril de 2018

LECTURA BÍBLICA 13 DE ABRIL

LECTURA PARA LA MAÑANA

MARCOS    5:21-43

Mar 5:21 Jesús entró de nuevo en la barca y regresó al otro lado del lago, donde una gran multitud se juntó alrededor de él en la orilla.
Mar 5:22 Entonces llegó uno de los líderes de la sinagoga local, llamado Jairo. Cuando vio a Jesús, cayó a sus pies
Mar 5:23 y le rogó con fervor: «Mi hijita se está muriendo —dijo —. Por favor, ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva».
Mar 5:24 Jesús fue con él, y toda la gente lo siguió, apretujada a su alrededor.
Mar 5:25 Una mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia continua.
Mar 5:26 Había sufrido mucho con varios médicos y, a lo largo de los años, había gastado todo lo que tenía para poder pagarles, pero nunca mejoró. De hecho, se puso peor.
Mar 5:27 Ella había oído de Jesús, así que se le acercó por detrás entre la multitud y tocó su túnica.
Mar 5:28 Pues pensó: «Si tan sólo tocara su túnica, quedaré sana».
Mar 5:29 Al instante, la hemorragia se detuvo, y ella pudo sentir en su cuerpo que había sido sanada de su terrible condición.
Mar 5:30 Jesús se dio cuenta de inmediato de que había salido poder sanador de él, así que se dio vuelta y preguntó a la multitud: «¿Quién tocó mi túnica?».
Mar 5:31 Sus discípulos le dijeron: «Mira a la multitud que te apretuja por todos lados. Cómo puedes preguntar: “¿Quién me tocó?”».
Mar 5:32 Pero él siguió mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho.
Mar 5:33 Entonces la mujer, asustada y temblando al darse cuenta de lo que le había pasado, se le acercó y se arrodilló delante de él y le confesó lo que había hecho.
Mar 5:34 Y él le dijo: «Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz. Se acabó tu sufrimiento».
Mar 5:35 Mientras él todavía hablaba con ella, llegaron mensajeros de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro».
Mar 5:36 Pero Jesús, oyó* lo que decían y le dijo a Jairo: «No tengas miedo. Sólo ten fe».
Mar 5:37 Jesús detuvo a la multitud y no dejó que nadie fuera con él excepto Pedro, Santiago y Juan (el hermano de Santiago).
Mar 5:38 Cuando llegaron a la casa del líder de la sinagoga, Jesús vio el alboroto y que había muchos llantos y lamentos.
Mar 5:39 Entró y preguntó: «¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta; sólo duerme».
Mar 5:40 La gente se rió de él. Pero él hizo que todos salieran y llevó al padre y a la madre de la muchacha y a sus tres discípulos a la habitación donde estaba la niña.
Mar 5:41 La tomó de la mano y le dijo: «Talita cum» (que significa «¡niña, levántate!»).
Mar 5:42 Y la niña, que tenía doce años, ¡enseguida se puso de pie y caminó! Los presentes quedaron conmovidos y totalmente asombrados.
Mar 5:43 Jesús dio órdenes estrictas de que no le dijeran a nadie lo que había sucedido y entonces les dijo que le dieran de comer a la niña.




1 CORINTIOS 9:13-27

1Co 9:13 ¿No se dan cuenta de que los que trabajan en el templo obtienen sus alimentos de las ofrendas que se llevan al templo? Y los que sirven en el altar reciben una porción de lo que se ofrece como sacrificio.
1Co 9:14 Del mismo modo, el Señor ordenó que los que predican la Buena Noticia sean sostenidos por los que reciben el beneficio del mensaje.
1Co 9:15 Sin embargo, yo jamás me he valido de ninguno de esos derechos. Y no escribo esto para sugerir que es mi deseo comenzar a hacerlo ahora. De hecho, preferiría morir antes que perder mi derecho a jactarme de predicar sin cobrar.
1Co 9:16 Sin embargo, predicar la Buena Noticia no es algo de lo que pueda jactarme. Estoy obligado por Dios a hacerlo. ¡Qué terrible sería para mí si no predicara la Buena Noticia!
1Co 9:17 Si lo hiciera por mi propia iniciativa, merecería que me paguen. Pero no tengo opción, porque Dios me ha encomendado este deber sagrado.
1Co 9:18 ¿Cuál es, entonces, mi paga? Es la oportunidad de predicar la Buena Noticia sin cobrarle a nadie. Por esa razón, nunca reclamo mis derechos cuando predico la Buena Noticia.
1Co 9:19 A pesar de que soy un hombre libre y sin amo, me he hecho esclavo de todos para llevar a muchos a Cristo.
1Co 9:20 Cuando estaba con los judíos, vivía como un judío para llevar a los judíos a Cristo. Cuando estaba con los que siguen la ley judía, yo también vivía bajo esa ley. A pesar de que no estoy sujeto a la ley, me sujetaba a ella para poder llevar a Cristo a los que están bajo la ley.
1Co 9:21 Cuando estoy con los gentiles,* quienes no siguen la ley judía,* yo también vivo independiente de esa ley para poder llevarlos a Cristo. Pero no ignoro la ley de Dios; obedezco la ley de Cristo.
1Co 9:22 Cuando estoy con los que son débiles, me hago débil con ellos, porque deseo llevar a los débiles a Cristo. Sí, con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo posible para salvar a algunos.
1Co 9:23 Hago lo que sea para difundir la Buena Noticia y participar de sus bendiciones.
1Co 9:24 ¿No se dan cuenta de que en una carrera todos corren, pero sólo una persona se lleva el premio? ¡Así que corran para ganar!
1Co 9:25 Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno.
1Co 9:26 Por eso yo corro cada paso con propósito. No sólo doy golpes al aire.
1Co 9:27 Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado.


SALMO 83

Sal 83:1 
Un cántico. Salmo de Asaf.
¡Oh Dios, no guardes silencio! No cierres tus oídos; no te quedes callado, oh Dios.
Sal 83:2 ¿No oyes el alboroto que hacen tus enemigos? ¿No ves que tus arrogantes adversarios se levantan?
Sal 83:3 Inventan intrigas astutas contra tu pueblo; conspiran en contra de tus seres preciados.
Sal 83:4 «Vengan —dicen—, exterminemos a Israel como nación; destruiremos hasta el más mínimo recuerdo de su existencia».
Sal 83:5 Efectivamente, ésta fue su decisión unánime. Firmaron un tratado de alianza en tu contra:
Sal 83:6 los edomitas y los ismaelitas; los moabitas y los agarenos;
Sal 83:7 los giblitas, los amonitas y los amalecitas; y los habitantes de Filistea y de Tiro.
Sal 83:8 Asiria también se unió a ellos y se alió con los descendientes de Lot. Interludio
Sal 83:9 Haz con ellos lo mismo que hiciste con los madianitas y como hiciste también con Sísara y con Jabín en el río Quisón.
Sal 83:10 Fueron destruidos en Endor, y sus cadáveres en descomposición fertilizaron la tierra.
Sal 83:11 Que sus poderosos nobles mueran como murieron Oreb y Zeb; que todos sus príncipes mueran como Zeba y Zalmuna,
Sal 83:12 porque dijeron: «¡Vamos a apoderarnos de estos pastizales de Dios y a usarlos para nuestro beneficio!»
Sal 83:13 ¡Oh mi Dios, espárcelos como a arbustos que ruedan, como a paja que se lleva el viento!
Sal 83:14 Así como el fuego quema un bosque y una llama incendia las montañas,
Sal 83:15 persíguelos con tu tormenta feroz, atérralos con tu tempestad.
Sal 83:16 Desacredítalos por completo hasta que se sometan a tu nombre, oh SEÑOR.
Sal 83:17 Que sean avergonzados y aterrorizados para siempre; que mueran en deshonra.
Sal 83:18 Entonces aprenderán que sólo tú te llamas el SEÑOR, que sólo tú eres el Altísimo, supremo sobre toda la tierra.

LECTURA PARA LA NOCHE

JUECES 4-5

Jue 4:1 Muerto Aod, los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del SEÑOR.
Jue 4:2 Entonces el SEÑOR los entregó a Jabín, un rey cananeo de Hazor. El comandante de su ejército era Sísara, que vivía en Haroset-goim.
Jue 4:3 Sísara, quien tenía novecientos carros de combate hechos de hierro, oprimió a los israelitas sin piedad durante veinte años, hasta que el pueblo de Israel clamó al SEÑOR por ayuda.
Jue 4:4 Débora, la esposa de Lapidot, era una profetisa que en ese tiempo juzgaba a Israel.
Jue 4:5 Solía sentarse bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la zona montañosa de Efraín, y los israelitas acudían a ella para que los juzgara.
Jue 4:6 Un día Débora mandó a buscar a Barac, hijo de Abinoam, quien vivía en Cedes, en el territorio de Neftalí y le dijo: —El SEÑOR, Dios de Israel, te ordena: reúne en el monte Tabor a diez mil guerreros de las tribus de Neftalí y de Zabulón.
Jue 4:7 Y yo haré que Sísara, el comandante del ejército de Jabín, vaya al río Cisón junto con sus carros de combate y sus guerreros. Allí te daré la victoria sobre él.
Jue 4:8 Barac le dijo: —Yo iré, pero sólo si tú vienes conmigo.
Jue 4:9 —Muy bien —dijo ella—, iré contigo. Pero tú no recibirás honra en esta misión, porque la victoria del SEÑOR sobre Sísara quedará en manos de una mujer. Así que Débora fue con Barac a Cedes.
Jue 4:10 En Cedes, Barac reunió a las tribus de Zabulón y de Neftalí, y diez mil guerreros subieron con él. Débora también lo acompañó.
Jue 4:11 Ahora bien, Heber el ceneo, un descendiente de Hobab, cuñado* de Moisés, se había separado de los demás miembros de su tribu y armó su carpa junto al roble de Zaanaim, cerca de Cedes.
Jue 4:12 Cuando le dijeron a Sísara que Barac, hijo de Abinoam, había subido al monte Tabor,
Jue 4:13 mandó llamar a sus novecientos carros de combate hechos de hierro y a todos sus guerreros, y marcharon desde Haroset-goim hasta el río Cisón.
Jue 4:14 Entonces Débora le dijo a Barac: «¡Prepárate! Hoy es el día en que el SEÑOR te dará la victoria sobre Sísara, porque el SEÑOR marcha delante de ti». Así que Barac descendió las laderas del monte Tabor al frente de sus diez mil guerreros para entrar en batalla.
Jue 4:15 Cuando Barac atacó, el SEÑOR llenó de pánico a Sísara y a todos sus carros de combate y a sus guerreros. Sísara saltó de su carro de guerra y escapó a pie.
Jue 4:16 Entonces Barac persiguió a los carros y al ejército enemigo hasta Haroset-goim, y mató a todos los guerreros de Sísara. Ni uno solo quedó con vida.
Jue 4:17 Mientras tanto, Sísara corrió hasta la carpa de Jael, la esposa de Heber, el ceneo, porque la familia de Heber tenía amistad con el rey Jabín, de Hazor.
Jue 4:18 Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo: —Entre en mi carpa, señor. Venga. No tenga miedo. Así que él entró en la carpa, y ella lo cubrió con una manta.
Jue 4:19 —Dame un poco de agua, por favor —le dijo él—. Tengo sed. Así que ella le dio leche de una bolsa de cuero y volvió a cubrirlo.
Jue 4:20 —Párate en la puerta de la carpa —le dijo a ella—. Si alguien viene y pregunta si hay alguien adentro, dile que no.
Jue 4:21 Pero cuando Sísara se durmió por tanto agotamiento, Jael se le acercó en silencio con un martillo y una estaca en la mano. Entonces le clavó la estaca en la sien hasta que quedó clavada en el suelo, y así murió.
Jue 4:22 Cuando Barac llegó en busca de Sísara, Jael salió a su encuentro y le dijo: «Ven, te mostraré al hombre que buscas». Entonces él entró en la carpa tras ella, y allí encontró a Sísara muerto, tendido en el suelo con la estaca atravesada en la sien.
Jue 4:23 Por lo tanto, ese día Israel vio a Dios derrotar a Jabín, el rey cananeo.
Jue 4:24 Y a partir de entonces, Israel se hizo cada vez más fuerte contra el rey Jabín hasta que finalmente lo destruyó.
Jue 5:2 «Los líderes de Israel tomaron el mando, y el pueblo los siguió con gusto. ¡Alabado sea el SEÑOR!
Jue 5:3 »¡Escuchen, ustedes reyes! ¡Presten atención, ustedes gobernantes poderosos! Pues cantaré al SEÑOR; tocaré música para el SEÑOR, Dios de Israel.
Jue 5:4 »SEÑOR, cuando saliste de Seir y marchaste por los campos de Edom, la tierra tembló, y los cielos nublados derramaron lluvias torrenciales.
Jue 5:5 Las montañas temblaron ante la presencia del SEÑOR, Dios del monte Sinaí, ante la presencia del SEÑOR, Dios de Israel.
Jue 5:6 »En los días de Samgar, hijo de Anat, y en los días de Jael, la gente evitaba las rutas principales y los viajeros no salían de los caminos sinuosos.
Jue 5:7 Ya quedaba poca gente en las aldeas de Israel,* hasta que Débora surgió como una madre para Israel.
Jue 5:8 Cuando Israel escogió nuevos dioses, la guerra estalló a las puertas de la ciudad. ¡Sin embargo, no se veía ni un escudo ni una lanza entre cuarenta mil guerreros de Israel!
Jue 5:9 Mi corazón está con los comandantes de Israel, con los que se ofrecieron para la guerra. ¡Alabado sea el SEÑOR!
Jue 5:10 »Piensen en esto, ustedes que cabalgan en burros selectos, ustedes que se sientan sobre elaboradas mantas de caballo y ustedes que andan por el camino.
Jue 5:11 Escuchen a los músicos de las aldeas,* que están reunidos junto a los abrevaderos. Relatan las justas victorias del SEÑOR y los triunfos de sus aldeanos en Israel. Entonces el pueblo del SEÑOR descendió a las puertas de la ciudad.
Jue 5:12 »¡Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta, despierta y entona un cántico! ¡Levántate, Barac! ¡Llévate a tus cautivos, hijo de Abinoam!
Jue 5:13 »De Tabor descendieron los pocos para juntarse con los nobles; el pueblo del SEÑOR marchó colina abajo contra poderosos guerreros.
Jue 5:14 Descendieron de Efraín, tierra que antes pertenecía a los amalecitas; te siguieron a ti, Benjamín, con tus tropas. De Maquir los comandantes descendieron a paso de marcha; desde Zabulón llegaron los que llevan el bastón de mando.
Jue 5:15 Los príncipes de Isacar estuvieron con Débora y Barac; siguieron a Barac a toda prisa hasta el valle. Pero en la tribu de Rubén hubo gran indecisión.
Jue 5:16 ¿Por qué se quedaron sentados en su casa entre los rediles, para oír a los pastores silbar a sus rebaños? Así es, en la tribu de Rubén hubo gran indecisión.
Jue 5:17 Galaad permaneció al oriente del Jordán. Y ¿por qué Dan se quedó en su casa? Aser se sentó sin moverse a la orilla del mar, y permaneció en sus puertos.
Jue 5:18 Pero Zabulón arriesgó la vida, igual que Neftalí, en las alturas del campo de batalla.
Jue 5:19 »Los reyes de Canaán llegaron y pelearon en Taanac, cerca de los manantiales de Meguido, pero no se llevaron tesoros de plata.
Jue 5:20 Desde el cielo lucharon las estrellas; las estrellas en sus órbitas pelearon contra Sísara.
Jue 5:21 El río Cisón arrasó con ellos, ese antiguo torrente llamado Cisón. ¡Marcha hacia adelante con valor, alma mía!
Jue 5:22 Luego los cascos de los caballos martillaron el suelo: el galope resonante de los poderosos corceles de Sísara.
Jue 5:23 “Que sean malditos los habitantes de Meroz —dijo el ángel del SEÑOR—. Que sean completamente malditos, porque no vinieron para ayudar al SEÑOR, para ayudar al SEÑOR contra los poderosos guerreros”.
Jue 5:24 »La más bendita entre las mujeres es Jael, la esposa de Heber, el ceneo. Bendita sea más que todas las mujeres que viven en carpas.
Jue 5:25 Sísara le pidió agua, y ella le dio leche. En un tazón digno de nobles, le trajo yogur.*
Jue 5:26 Después tomó una estaca con la mano izquierda, y con la derecha, el martillo del trabajador. Golpeó a Sísara con el martillo y le aplastó la cabeza; con un terrible golpe le atravesó las sienes.
Jue 5:27 Él se desplomó, cayó, quedó inmóvil, tendido a sus pies; y allí donde cayó, quedó muerto.
Jue 5:28 »Por la ventana se asomó la madre de Sísara. Desde la ventana esperaba su regreso mientras decía: “¿Por qué tarda tanto en llegar su carro? ¿Por qué no oímos el sonido de las ruedas del carro?”.
Jue 5:29 »Sus sabias mujeres le responden, y ella se repite estas palabras a sí misma:
Jue 5:30 “Seguramente están repartiendo el botín que capturaron, que tendrá una o dos mujeres para cada hombre. Habrá túnicas llenas de todos los colores para Sísara, y para mí, coloridas túnicas con bordados. Seguro que en el botín hay túnicas de colores y bordadas de ambos lados”.
Jue 5:31 »¡SEÑOR, que todos tus enemigos mueran como Sísara; pero los que te aman, que se levanten como el sol cuando brilla con toda su fuerza!». Después hubo paz en la tierra durante cuarenta años.

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