APOSENTO ALTO

jueves, 25 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 25 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    10:1-20

Mat 10:1 Jesús reunió a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus malignos* y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias.
Mat 10:2 Los nombres de los doce apóstoles son los siguientes: Primero, Simón (también llamado Pedro), luego Andrés (el hermano de Pedro), Santiago (hijo de Zebedeo), Juan (el hermano de Santiago),
Mat 10:3 Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo (el cobrador de impuestos), Santiago (hijo de Alfeo), Tadeo,*
Mat 10:4 Simón (el zelote),* Judas Iscariote (quien después lo traicionó).
Mat 10:5 Jesús envió a los doce apóstoles con las siguientes instrucciones: «No vayan a los gentiles* ni a los samaritanos,
Mat 10:6 sino sólo al pueblo de Israel, las ovejas perdidas de Dios.
Mat 10:7 Vayan y anúncienles que el reino del cielo está cerca.*
Mat 10:8 Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, curen a los leprosos y expulsen a los demonios. ¡Den tan gratuitamente como han recibido!
Mat 10:9 »No lleven nada de dinero en el cinturón, ni monedas de oro, ni de plata, ni siquiera de cobre.
Mat 10:10 No lleven bolso de viaje con una muda de ropa ni con sandalias, ni siquiera lleven un bastón. No duden en aceptar la hospitalidad, porque los que trabajan merecen que se les dé alimento.
Mat 10:11 »Cada vez que entren en una ciudad o una aldea, busquen a una persona digna y quédense en su casa hasta que salgan de ese lugar.
Mat 10:12 Cuando entren en el hogar, bendíganlo.
Mat 10:13 Si resulta ser un hogar digno, dejen que su bendición siga allí; si no lo es, retiren la bendición.
Mat 10:14 Si cualquier casa o ciudad se niega a darles la bienvenida o a escuchar su mensaje, sacúdanse el polvo de los pies al salir.
Mat 10:15 Les digo la verdad, el día del juicio les irá mejor a las ciudades perversas de Sodoma y Gomorra que a esa ciudad.
Mat 10:16 »Miren, los envío como ovejas en medio de lobos. Por lo tanto, sean astutos como serpientes e inofensivos como palomas.
Mat 10:17 Pero tengan cuidado, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán con látigos en las sinagogas.
Mat 10:18 Serán sometidos a juicio delante de gobernantes y reyes por ser mis seguidores. Pero ésa será una oportunidad para que les hablen a los gobernantes y a otros incrédulos acerca de mí.*
Mat 10:19 Cuando los arresten, no se preocupen por cómo responder o qué decir. Dios les dará las palabras apropiadas en el momento preciso.
Mat 10:20 Pues no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes.


HECHOS 15:1-21

Hch 15:1 Cuando Pablo y Bernabé estaban en Antioquía de Siria, llegaron unos hombres de Judea y comenzaron a enseñarles a los creyentes:* «A menos que se circunciden como exige la ley de Moisés, no podrán ser salvos».
Hch 15:2 Pablo y Bernabé no estaban de acuerdo con ellos y discutieron con vehemencia. Finalmente, la iglesia decidió enviar a Pablo y a Bernabé a Jerusalén, junto con algunos creyentes del lugar, para que hablaran con los apóstoles y con los ancianos sobre esta cuestión.
Hch 15:3 La iglesia envió a los delegados a Jerusalén, quienes de camino se detuvieron en Fenicia y Samaria para visitar a los creyentes. Les contaron —para alegría de todos —que los gentiles* también se convertían.
Hch 15:4 Cuando llegaron a Jerusalén, toda la iglesia —incluidos los apóstoles y los ancianos —dio la bienvenida a Pablo y a Bernabé, quienes les informaron acerca de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos.
Hch 15:5 Pero después algunos creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos se pusieron de pie e insistieron: «Los convertidos gentiles deben ser circuncidados y exigirles que sigan la ley de Moisés».
Hch 15:6 Así que los apóstoles y los ancianos se reunieron para resolver este asunto.
Hch 15:7 En la reunión, después de una larga discusión, Pedro se puso de pie y se dirigió a ellos de la siguiente manera: «Hermanos, todos ustedes saben que hace tiempo Dios me eligió de entre ustedes para que predicara a los gentiles a fin de que pudieran oír la Buena Noticia y creer.
Hch 15:8 Dios conoce el corazón humano y él confirmó que acepta a los gentiles al darles el Espíritu Santo, tal como lo hizo con nosotros.
Hch 15:9 Él no hizo ninguna distinción entre nosotros y ellos, pues les limpió el corazón por medio de la fe.
Hch 15:10 Entonces, ¿por qué ahora desafían a Dios al poner cargas sobre los creyentes* gentiles con un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados pudimos llevar?
Hch 15:11 Nosotros creemos que todos somos salvos de la misma manera, por la gracia no merecida que proviene del Señor Jesús».
Hch 15:12 Todos escucharon en silencio mientras Bernabé y Pablo les contaron de las señales milagrosas y maravillas que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
Hch 15:13 Cuando terminaron, Santiago se puso de pie y dijo: «Hermanos, escúchenme.
Hch 15:14 Pedro* les ha contado de cuando Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de entre ellos un pueblo para sí mismo.
Hch 15:15 Y la conversión de los gentiles es precisamente lo que los profetas predijeron. Como está escrito:
Hch 15:16 “Después yo volveré y restauraré la casa* caída de David. Reconstruiré sus ruinas y la restauraré,
Hch 15:17 para que el resto de la humanidad busque al SEÑOR, incluidos todos los gentiles, todos los que he llamado para que sean míos. El SEÑOR ha hablado,
Hch 15:18 Aquel que hizo que estas cosas se dieran a conocer desde hace mucho”*.
Hch 15:19 »Y mi opinión entonces es que no debemos ponerles obstáculos a los gentiles que se convierten a Dios.
Hch 15:20 Al contrario, deberíamos escribirles y decirles que se abstengan de comer alimentos ofrecidos a ídolos, de inmoralidad sexual, de comer carne de animales estrangulados y de consumir sangre.
Hch 15:21 Pues esas leyes de Moisés se han predicado todos los días de descanso en las sinagogas judías de cada ciudad durante muchas generaciones».

SALMO 23

Sal 23:1 El SEÑOR es mi pastor; tengo todo lo que necesito.
Sal 23:2 En verdes prados me deja descansar; me conduce junto a arroyos tranquilos.
Sal 23:3 Él renueva mis fuerzas. Me guía por sendas correctas, y así da honra a su nombre.
Sal 23:4 Aun cuando yo pase por el valle más oscuro,* no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu vara y tu cayado me protegen y me confortan.
Sal 23:5 Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones.
Sal 23:6 Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del SEÑOR viviré por siempre.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 50

Gén 50:1 José se abrazó al cuerpo de su padre, y lloró y lo besó.
Gén 50:2 Después ordenó a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre, y Jacob* fue embalsamado.
Gén 50:3 El proceso para embalsamarlo llevó cuarenta días, que es el tiempo habitual. Y los egipcios guardaron luto por Jacob durante setenta días.
Gén 50:4 Cumplido el periodo del luto, José se acercó a los consejeros del faraón y les dijo: «Les ruego que me hagan el favor de hablar al faraón por mí.
Gén 50:5 Díganle que mi padre me hizo pronunciar un juramento. Me dijo: “Escucha, yo estoy a punto de morir. Lleva mi cuerpo de regreso a la tierra de Canaán y entiérrame en la tumba que preparé para mí mismo”. Por lo tanto, le ruego que me permita ir a enterrar a mi padre. Y después del entierro, regresaré sin demora».
Gén 50:6 El faraón concedió la petición de José y le dijo: «Ve y entierra a tu padre, tal como él te hizo prometer».
Gén 50:7 Entonces José partió para enterrar a su padre. Lo acompañaron todos los funcionarios del faraón, todos los ancianos de la casa del faraón, y todos los oficiales de alto rango de Egipto.
Gén 50:8 José llevó a los de su propia casa y a sus hermanos y a los de sus casas, pero dejó en la tierra de Gosén a los niños pequeños y a los rebaños y a las manadas.
Gén 50:9 Una gran cantidad de carros de guerra con sus conductores acompañaron a José.
Gén 50:10 Cuando llegaron al campo de trillar de Atad, cerca del río Jordán, llevaron a cabo un gran servicio conmemorativo muy solemne, con un período de siete días de luto por el padre de José.
Gén 50:11 Los cananeos que vivían en ese lugar los observaron lamentarse en el campo de trillar de Atad, y luego cambiaron el nombre del lugar (situado cerca del Jordán); lo llamaron Abel-mizraim,* porque dijeron: «Este es un lugar de gran lamento para estos egipcios».
Gén 50:12 Así que los hijos de Jacob hicieron tal como él les había ordenado.
Gén 50:13 Llevaron su cuerpo a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva que está en el campo de Macpela, cerca de Mamre. Esa es la cueva que Abraham le había comprado a Efrón el hitita como lugar de sepultura permanente.
Gén 50:14 Después de haber enterrado a Jacob, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y todos los que lo habían acompañado al entierro de su padre.
Gén 50:15 Pero ahora que su padre había muerto, los hermanos de José tuvieron temor, y se decían: «Ahora José mostrará su enojo y se vengará por todo el mal que le hicimos».
Gén 50:16 Entonces enviaron a José un mensaje que decía: «Antes de morir, tu padre nos mandó que
Gén 50:17 te dijéramos: “Por favor, perdona a tus hermanos por el gran mal que te hicieron, por el pecado de haberte tratado con tanta crueldad”. Por eso nosotros, los siervos del Dios de tu padre, te suplicamos que perdones nuestro pecado». Cuando José recibió el mensaje, perdió el control y se echó a llorar.
Gén 50:18 Entonces sus hermanos llegaron, y se arrojaron al suelo delante de José y dijeron: —Mira, ¡somos tus esclavos!
Gén 50:19 Pero José les respondió: —No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos?
Gén 50:20 Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas.
Gén 50:21 No, no tengan miedo. Yo seguiré cuidando de ustedes y de sus hijos. Así que hablándoles con ternura y bondad, los reconfortó.
Gén 50:22 José y sus hermanos con sus familias siguieron viviendo en Egipto. José vivió hasta los ciento diez años de edad.
Gén 50:23 Alcanzó a ver a tres generaciones de los descendientes de su hijo Efraín, y vivió lo suficiente para ver el nacimiento de los hijos de Maquir, el hijo de Manasés, a quienes recibió como suyos.*
Gén 50:24 José les dijo a sus hermanos: «Yo pronto moriré pero ciertamente Dios los ayudará y los sacará de esta tierra de Egipto. Él los hará volver a la tierra que solemnemente prometió dar a Abraham, a Isaac y a Jacob».
Gén 50:25 Entonces José hizo jurar a los hijos de Israel y les dijo: «Cuando Dios venga a ayudarlos y los lleve de regreso, deben llevarse mis huesos con ustedes».
Gén 50:26 José murió a los ciento diez años de edad y los egipcios lo embalsamaron, y pusieron su cuerpo en un ataúd en Egipto.

miércoles, 24 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 24 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    9:27-38

Mat 9:27 Cuando Jesús salió de la casa de la niña, lo siguieron dos hombres ciegos, quienes gritaban: «¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!».
Mat 9:28 Entraron directamente a la casa donde Jesús se hospedaba, y él les preguntó: —¿Creen que puedo darles la vista? —Sí, Señor —le dijeron—, lo creemos.
Mat 9:29 Entonces él les tocó los ojos y dijo: —Debido a su fe, así se hará.
Mat 9:30 Entonces sus ojos se abrieron, ¡y pudieron ver! Jesús les advirtió severamente: «No se lo cuenten a nadie».
Mat 9:31 Pero ellos, en cambio, salieron e hicieron correr su fama por toda la región.
Mat 9:32 Cuando se fueron, un hombre que no podía hablar poseído por un demonio fue llevado a Jesús.
Mat 9:33 Entonces Jesús expulsó al demonio y después el hombre comenzó a hablar. Las multitudes quedaron asombradas. «¡Jamás sucedió algo así en Israel!», exclamaron.
Mat 9:34 Pero los fariseos dijeron: «Puede expulsar demonios porque el príncipe de los demonios le da poder».
Mat 9:35 Jesús recorrió todas las ciudades y aldeas de esa región, enseñando en las sinagogas y anunciando la Buena Noticia acerca del reino. Y sanaba toda clase de enfermedades y dolencias.
Mat 9:36 Cuando vio a las multitudes, les tuvo compasión, porque estaban confundidas y desamparadas, como ovejas sin pastor.
Mat 9:37 A sus discípulos les dijo: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos.
Mat 9:38 Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos».

HECHOS 14

Hch 14:1 Lo mismo sucedió en Iconio.* Pablo y Bernabé fueron a la sinagoga judía y predicaron con tanto poder que un gran número de judíos y griegos se hicieron creyentes.
Hch 14:2 Sin embargo, algunos de los judíos rechazaron el mensaje de Dios y envenenaron la mente de los gentiles* en contra de Pablo y Bernabé.
Hch 14:3 Pero los apóstoles se quedaron allí por mucho tiempo, predicando con valentía acerca de la gracia del Señor. Y el Señor demostraba que el mensaje era verdadero al darles poder para hacer señales milagrosas y maravillas.
Hch 14:4 Pero la gente de la ciudad estaba dividida en cuanto a su opinión sobre ellos. Algunos estaban del lado de los judíos, y otros apoyaban a los apóstoles.
Hch 14:5 Entonces una turba de gentiles y judíos, junto con sus líderes, decidieron atacarlos y apedrearlos.
Hch 14:6 Cuando los apóstoles se enteraron, huyeron a la región de Licaonia, a las ciudades de Listra y Derbe y sus alrededores.
Hch 14:7 Y allí predicaron la Buena Noticia.
Hch 14:8 Mientras estaban en Listra, Pablo y Bernabé se toparon con un hombre lisiado de los pies. Como había nacido así, jamás había caminado. Estaba sentado,
Hch 14:9 escuchando mientras Pablo predicaba. Pablo lo miró fijamente y se dio cuenta de que el hombre tenía fe para ser sanado.
Hch 14:10 Así que Pablo lo llamó con voz alta: «¡Levántate!». Y el hombre se puso de pie de un salto y comenzó a caminar.
Hch 14:11 Cuando la multitud vio lo que Pablo había hecho, gritó en su dialecto local: «¡Estos hombres son dioses en forma humana!».
Hch 14:12 Decidieron que Bernabé era el dios griego Zeus y que Pablo era Hermes por ser el orador principal.
Hch 14:13 El templo de Zeus estaba situado justo fuera de la ciudad. Así que el sacerdote del templo y la multitud llevaron toros y coronas de flores a las puertas de la ciudad, y se prepararon para ofrecerles sacrificios a los apóstoles.
Hch 14:14 Pero, cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron lo que pasaba, horrorizados se rasgaron la ropa y salieron corriendo entre la gente, mientras gritaban:
Hch 14:15 «Amigos,* ¿por qué hacen esto? ¡Nosotros somos simples seres humanos, tal como ustedes! Hemos venido a traerles la Buena Noticia de que deben apartarse de estas cosas inútiles y volverse al Dios viviente, quien hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.
Hch 14:16 En el pasado, él permitió que todas las naciones siguieran su propio camino,
Hch 14:17 pero nunca las dejó sin pruebas de sí mismo y de su bondad. Por ejemplo, les envía lluvia y buenas cosechas, y les da alimento y corazones alegres».
Hch 14:18 Pero, aun con estas palabras, a duras penas Pablo y Bernabé pudieron contener a la gente para que no les ofreciera sacrificios.
Hch 14:19 Luego unos judíos llegaron de Antioquía e Iconio, y lograron poner a la multitud de su lado. Apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.
Hch 14:20 Pero los creyentes* lo rodearon, y él se levantó y regresó a la ciudad. Al día siguiente, salió junto con Bernabé hacia Derbe.
Hch 14:21 Después de predicar la Buena Noticia en Derbe y de hacer muchos discípulos, Pablo y Bernabé regresaron a Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia,
Hch 14:22 donde fortalecieron a los creyentes. Los animaron a continuar en la fe, y les recordaron que debemos sufrir muchas privaciones para entrar en el reino de Dios.
Hch 14:23 Pablo y Bernabé también nombraron ancianos en cada iglesia. Con oración y ayuno, encomendaron a los ancianos al cuidado del Señor, en quien habían puesto su confianza.
Hch 14:24 Luego atravesaron nuevamente Pisidia y llegaron a Panfilia.
Hch 14:25 Predicaron la palabra en Perge y después descendieron hasta Atalia.
Hch 14:26 Por último, regresaron en barco a Antioquía de Siria, donde habían iniciado su viaje. Los creyentes de allí los habían encomendado a la gracia de Dios para que hicieran el trabajo que ahora habían terminado.
Hch 14:27 Una vez que llegaron a Antioquía, reunieron a la iglesia y le informaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo él también había abierto la puerta de la fe a los gentiles.
Hch 14:28 Y se quedaron allí con los creyentes por mucho tiempo.

SALMO 22:12-31

Sal 22:12 Mis enemigos me rodean como una manada de toros; ¡toros feroces de Basán me tienen cercado!
Sal 22:13 Como leones abren sus fauces contra mí; rugen y despedazan a su presa.
Sal 22:14 Mi vida se derrama como el agua, y todos mis huesos se han dislocado. Mi corazón es como cera que se derrite dentro de mí.
Sal 22:15 Mi fuerza se ha secado como barro cocido; la lengua se me pega al paladar. Me acostaste en el polvo y me diste por muerto.
Sal 22:16 Mis enemigos me rodean como una jauría de perros; una pandilla de malvados me acorrala; han atravesado mis manos y mis pies.
Sal 22:17 Puedo contar cada uno de mis huesos; mis enemigos me miran fijamente y se regodean.
Sal 22:18 Se reparten mi vestimenta entre ellos y tiran los dados* por mi ropa.
Sal 22:19 ¡Oh SEÑOR, no te quedes lejos! Tú eres mi fuerza, ¡ven pronto en mi auxilio!
Sal 22:20 Sálvame de la espada; libra mi preciosa vida de estos perros.
Sal 22:21 Arrebátame de las fauces del león y de los cuernos de estos bueyes salvajes.
Sal 22:22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos; entre tu pueblo reunido te alabaré.
Sal 22:23 ¡Alaben al SEÑOR, todos los que le temen! ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob! ¡Muéstrenle reverencia, descendientes de Israel!
Sal 22:24 Pues no ha pasado por alto ni tenido en menos el sufrimiento de los necesitados; no les dio la espalda, sino que ha escuchado sus gritos de auxilio.
Sal 22:25 Te alabaré en la gran asamblea; cumpliré mis promesas en presencia de los que te adoran.
Sal 22:26 Los pobres comerán y quedarán satisfechos; todos los que buscan al SEÑOR lo alabarán; se alegrará el corazón con gozo eterno.
Sal 22:27 Toda la tierra reconocerá al SEÑOR y regresará a él; todas las familias de las naciones se inclinarán ante él.
Sal 22:28 Pues el poder de la realeza pertenece al SEÑOR; él gobierna a todas las naciones.
Sal 22:29 Que los ricos de la tierra hagan fiesta y adoren; inclínense ante él todos los mortales, aquellos cuya vida terminará como polvo.
Sal 22:30 Nuestros hijos también lo servirán; las generaciones futuras oirán de las maravillas del Señor.
Sal 22:31 A los que aún no han nacido les contarán de sus actos de justicia; ellos oirán de todo lo que él ha hecho.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 49

Gén 49:1 Entonces Jacob hizo llamar a todos sus hijos y les dijo: «Júntense alrededor de mí, y les diré lo que le ocurrirá a cada uno de ustedes en los días venideros.
Gén 49:2 »Acérquense y escuchen, hijos de Jacob; escuchen a Israel, su padre.
Gén 49:3 »Rubén, tú eres mi hijo mayor, mi fuerza, el hijo de mi juventud vigorosa. Tú eres el primero en rango y el primero en potencia.
Gén 49:4 Pero eres tan impetuoso como una inundación, y ya no serás más el primero. Pues te acostaste con mi esposa; deshonraste mi cama matrimonial.
Gén 49:5 »Simeón y Leví son tal para cual; sus armas son instrumentos de violencia.
Gén 49:6 Que jamás tome parte yo en sus reuniones; que nunca tenga nada que ver con sus planes. Pues en su enojo asesinaron hombres, y por diversión mutilaron bueyes.
Gén 49:7 Maldito sea su enojo, porque es feroz; maldita sea su ira, porque es cruel. Los esparciré entre los descendientes de Jacob; los dispersaré por todo Israel.
Gén 49:8 »Judá, tus hermanos te alabarán. Agarrarás a tus enemigos por el cuello. Todos tus parientes se inclinarán ante ti.
Gén 49:9 Judá, mi hijo, es un león joven que ha terminado de comerse a su presa. Se agazapa como un león y se tiende; como una leona, ¿quién se atreverá a despertarlo?
Gén 49:10 El cetro no se apartará de Judá, ni la vara de mando de sus descendientes,* hasta que venga aquel a quien le pertenece,* aquel a quien todas las naciones honrarán.
Gén 49:11 Él ata su potro a una vid, la cría de su burro a una vid escogida. Lava sus ropas en vino, sus vestidos, con el jugo de las uvas.
Gén 49:12 Sus ojos son más oscuros que el vino, y sus dientes, más blancos que la leche.
Gén 49:13 »Zabulón se asentará junto a la costa y será un puerto para los barcos; sus fronteras se extenderán hasta Sidón.
Gén 49:14 »Isacar es un burro robusto que descansa entre dos alforjas.*
Gén 49:15 Cuando vea lo bueno que es el campo y lo agradable del terreno, doblará su hombro para llevar la carga y se someterá al arduo trabajo.
Gén 49:16 »Dan gobernará a su pueblo como cualquier otra tribu de Israel.
Gén 49:17 Dan será una serpiente junto al camino, una víbora venenosa en el sendero, que muerde los talones del caballo para que caiga el jinete.
Gén 49:18 ¡Oh SEÑOR, confío en ti para la salvación!
Gén 49:19 »Gad será atacado por bandas saqueadoras, pero él las atacará cuando ellas se batan en retirada.
Gén 49:20 »Aser cenará manjares deliciosos y producirá comida digna de reyes.
Gén 49:21 »Neftalí es una cierva en libertad que tiene hermosos cervatillos.
Gén 49:22 »José es la cría de un burro salvaje, la cría de un burro salvaje junto a un manantial, uno de los burros salvajes sobre la cresta de la tierra.*
Gén 49:23 Los arqueros lo atacaron ferozmente; le dispararon y lo hostigaron.
Gén 49:24 Pero su arco permaneció tenso, y sus brazos fueron fortalecidos por las manos del Poderoso de Jacob, por el Pastor, la Roca de Israel.
Gén 49:25 Que el Dios de tu padre te ayude; que el Todopoderoso te bendiga con bendiciones de los cielos de arriba, y con bendiciones de las aguas profundas de abajo, y con bendiciones de los pechos y del vientre.
Gén 49:26 Que mis bendiciones paternas sobre ti superen las bendiciones de mis antepasados,* y alcancen las alturas de los montes eternos. Que estas bendiciones descansen sobre la cabeza de José, quien es príncipe entre sus hermanos.
Gén 49:27 »Benjamín es un lobo rapaz, que devora a sus enemigos por la mañana y reparte su botín por la tarde».
Gén 49:28 Estas son las doce tribus de Israel, y esto es lo que su padre dijo a sus hijos al despedirse de ellos. Los bendijo con un mensaje apropiado para cada uno.
Gén 49:29 Entonces Jacob les dio las siguientes instrucciones: «Yo moriré pronto y me uniré con mis antepasados. Entiérrenme junto con mi padre y mi abuelo en la cueva que está en el campo de Efrón el hitita.
Gén 49:30 Es la cueva del campo de Macpela, cerca de Mamre, en Canaán, la cual Abraham compró a Efrón el hitita como lugar de sepultura permanente.
Gén 49:31 Allí están enterrados Abraham y su esposa Sara; allí también están enterrados Isaac y su esposa Rebeca; y allí enterré a Lea.
Gén 49:32 Es la parcela de tierra y la cueva que mi abuelo Abraham les compró a los hititas».
Gén 49:33 Cuando Jacob terminó de dar este encargo a sus hijos, metió los pies en la cama, dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir.

martes, 23 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 23 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    9:14-26

Mat 9:14 Un día los discípulos de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron: —¿Por qué tus discípulos no ayunan,* como lo hacemos nosotros y los fariseos?
Mat 9:15 Jesús respondió: —¿Acaso los invitados de una boda están de luto mientras festejan con el novio? Por supuesto que no. Pero un día el novio será llevado, y entonces sí ayunarán.
Mat 9:16 »Además, ¿a quién se le ocurriría remendar una prenda vieja con tela nueva? Pues el remiendo nuevo encogería y se desprendería de la tela vieja, lo cual dejaría una rotura aún mayor que la anterior.
Mat 9:17 »Y nadie pone vino nuevo en cueros viejos. Pues los cueros viejos se reventarían por la presión y el vino se derramaría, y los cueros quedarían arruinados. El vino nuevo se guarda en cueros nuevos para preservar a ambos.
Mat 9:18 Mientras Jesús decía esas cosas, el líder de una sinagoga se le acercó y se arrodilló delante de él. «Mi hija acaba de morir —le dijo—, pero tú puedes traerla nuevamente a la vida sólo con venir y poner tu mano sobre ella».
Mat 9:19 Entonces Jesús y sus discípulos se levantaron y fueron con él.
Mat 9:20 Justo en ese momento, una mujer quien hacía doce años que sufría de una hemorragia continua se le acercó por detrás. Tocó el fleco de la túnica de Jesús
Mat 9:21 porque pensó: «Si tan sólo toco su túnica, quedaré sana».
Mat 9:22 Jesús se dio vuelta y, cuando la vio, le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado». Y la mujer quedó sana en ese instante.
Mat 9:23 Cuando Jesús llegó a la casa del oficial, vio a una ruidosa multitud y escuchó la música del funeral.
Mat 9:24 «¡Salgan de aquí! —les dijo —. La niña no está muerta; sólo duerme». Pero la gente se rió de él.
Mat 9:25 Sin embargo, una vez que hicieron salir a todos, Jesús entró y tomó la mano de la niña, ¡y ella se puso de pie!
Mat 9:26 La noticia de este milagro corrió por toda la región.

HECHOS 13:26-52

Hch 13:26 »Hermanos —ustedes, hijos de Abraham, y también ustedes, gentiles temerosos de Dios—, ¡este mensaje de salvación ha sido enviado a nosotros!
Hch 13:27 La gente de Jerusalén y sus líderes no reconocieron a Jesús como la persona de quien hablaron los profetas. En cambio, lo condenaron y, al hacerlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los días de descanso.
Hch 13:28 No encontraron ninguna razón legal para ejecutarlo, pero de cualquier forma le pidieron a Pilato que lo matara.
Hch 13:29 »Una vez que llevaron a cabo todo lo que las profecías decían acerca de él, lo bajaron de la cruz* y lo pusieron en una tumba.
Hch 13:30 ¡Pero Dios lo levantó de los muertos!
Hch 13:31 Y, durante varios días, se apareció a los que habían ido con él de Galilea a Jerusalén. Actualmente ellos son sus testigos al pueblo de Israel.
Hch 13:32 »Y ahora nosotros estamos aquí para traerles la Buena Noticia. La promesa fue dirigida a nuestros antepasados.
Hch 13:33 Y ahora Dios nos la cumplió a nosotros, los descendientes, al resucitar a Jesús. Esto es lo que el segundo salmo dice sobre Jesús: “Tú eres mi Hijo. El día de hoy he llegado a ser tu Padre”*.
Hch 13:34 »Pues Dios había prometido levantarlo de los muertos, no dejarlo que se pudriera en la tumba. Dijo: “Yo te daré las bendiciones sagradas que le prometí a David”*.
Hch 13:35 Otro salmo lo explica con más detalle: “No permitirás que tu Santo se pudra en la tumba”*.
Hch 13:36 Este salmo no hace referencia a David, pues, después de haber hecho la voluntad de Dios en su propia generación, David murió, fue enterrado con sus antepasados y su cuerpo se descompuso.
Hch 13:37 No, el salmo se refería a otra persona, a alguien a quien Dios resucitó y cuyo cuerpo no se descompuso.
Hch 13:38 »Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de sus pecados.
Hch 13:39 Todo el que cree en él es declarado justo ante Dios, algo que la ley de Moisés nunca pudo hacer.
Hch 13:40 ¡Tengan cuidado! No dejen que las palabras de los profetas se apliquen a ustedes. Pues ellos dijeron:
Hch 13:41 “Miren, ustedes burlones, ¡asómbrense y mueran! Pues estoy haciendo algo en sus días, algo que no creerían aun si alguien les dijera”»*.
Hch 13:42 Cuando Pablo y Bernabé salieron de la sinagoga ese día, la gente les suplicó que volvieran a hablar sobre esas cosas la semana siguiente.
Hch 13:43 Muchos judíos y devotos convertidos al judaísmo siguieron a Pablo y a Bernabé, y ambos hombres los instaban a que continuaran confiando en la gracia de Dios.
Hch 13:44 A la semana siguiente, casi toda la ciudad fue a oírlos predicar la palabra del Señor.
Hch 13:45 Pero, cuando algunos judíos vieron las multitudes tuvieron envidia; entonces calumniaban a Pablo y debatían contra todo lo que él decía.
Hch 13:46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valentía y declararon: «Era necesario que primero les predicáramos la palabra de Dios a ustedes, los judíos. Pero, ya que ustedes la han rechazado y se consideran indignos de la vida eterna, se la ofreceremos a los gentiles.
Hch 13:47 Pues el Señor nos dio este mandato cuando dijo: “Yo te he hecho luz para los gentiles, a fin de llevar salvación a los rincones más lejanos de la tierra”»*.
Hch 13:48 Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y le dieron las gracias al Señor por su mensaje, y todos los que fueron elegidos para la vida eterna se convirtieron en creyentes.
Hch 13:49 Así que el mensaje del Señor se extendió por toda esa región.
Hch 13:50 Luego los judíos provocaron a las mujeres religiosas influyentes y a los líderes de la ciudad, e incitaron a una turba contra Pablo y Bernabé, y los echaron de la ciudad.
Hch 13:51 Así que ellos se sacudieron el polvo de sus pies en señal de rechazo y se dirigieron a la ciudad de Iconio.
Hch 13:52 Y los creyentes* se llenaron de alegría y del Espíritu Santo.


SALMO 22:1-11

Sal 22:1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos cuando gimo por ayuda?
Sal 22:2 Cada día clamo a ti, mi Dios, pero no respondes; cada noche oyes mi voz, pero no encuentro alivio.
Sal 22:3 Sin embargo, tú eres santo, estás entronizado en las alabanzas de Israel.
Sal 22:4 Nuestros antepasados confiaron en ti, y los rescataste.
Sal 22:5 Clamaron a ti, y los salvaste; confiaron en ti y nunca fueron avergonzados.
Sal 22:6 Pero yo soy un gusano, no un hombre; ¡todos me desprecian y me tratan con desdén!
Sal 22:7 Todos los que me ven se burlan de mí; sonríen con malicia y menean la cabeza mientras dicen:
Sal 22:8 «¿Éste es el que confía en el SEÑOR? Entonces ¡que el SEÑOR lo salve! Si el SEÑOR lo ama tanto, ¡que lo rescate él!».
Sal 22:9 Sin embargo, me sacaste a salvo del vientre de mi madre y, desde que ella me amamantaba, me hiciste confiar en ti.
Sal 22:10 Me arrojaron en tus brazos al nacer; desde mi nacimiento, tú has sido mi Dios.
Sal 22:11 No te quedes tan lejos de mí, porque se acercan dificultades, y nadie más puede ayudarme.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 48

Gén 48:1 Cierto día, no mucho tiempo después, le avisaron a José: «A tu padre ya le queda muy poco tiempo de vida». Entonces José fue a visitarlo, y llevó con él a sus dos hijos, Manasés y Efraín.
Gén 48:2 Cuando José llegó, le dijeron a Jacob que su hijo José había venido a verlo. Entonces Jacob* cobró fuerzas y se incorporó en su cama.
Gén 48:3 Jacob le dijo a José: —El Dios Todopoderoso* se me apareció en la aldea de Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo
Gén 48:4 con estas palabras: “Te haré fructífero y multiplicaré tu descendencia. Haré de ti una multitud de naciones, y daré esta tierra de Canaán a tus descendientes* como posesión perpetua”.
Gén 48:5 »Ahora reclamo como hijos míos a estos dos muchachos tuyos, Efraín y Manasés, quienes nacieron aquí en la tierra de Egipto antes de que yo llegara. Ellos serán mis hijos, como lo son Rubén y Simeón.
Gén 48:6 Pero cualquier otro hijo que te nazca en el futuro será tuyo, y heredará tierra dentro de los límites de los territorios de sus hermanos Efraín y Manasés.
Gén 48:7 »Hace mucho tiempo, cuando yo regresaba de Padán-aram, Raquel murió en la tierra de Canaán. Todavía íbamos en viaje y bastante lejos de Efrata (es decir, Belén). Con mucha tristeza, la enterré allí, junto al camino que va a Efrata.
Gén 48:8 Entonces Jacob miró a los dos muchachos. —¿Son éstos tus hijos? —preguntó.
Gén 48:9 —Sí —le dijo José—, estos son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto. Y Jacob dijo: —Acércalos más a mí, para que pueda bendecirlos.
Gén 48:10 Jacob casi había perdido la vista debido a su avanzada edad y apenas podía ver. Entonces José le acercó a los muchachos, y Jacob los besó y los abrazó.
Gén 48:11 Entonces Jacob le dijo a José: —Nunca pensé que volvería a ver tu rostro, ¡pero ahora Dios me ha permitido ver también a tus hijos!
Gén 48:12 José retiró a los muchachos de las rodillas de su abuelo, y se inclinó con el rostro hacia el suelo.
Gén 48:13 Después puso a los muchachos delante de Jacob. Con su mano derecha dirigió a Efraín hacia la mano izquierda de Jacob, y con su mano izquierda puso a Manasés a la mano derecha de Jacob.
Gén 48:14 Pero Jacob cruzó sus brazos cuando los extendió para poner sus manos sobre la cabeza de los muchachos: es decir, puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín —aunque él era el menor— y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, que era el hijo mayor.
Gén 48:15 Luego bendijo a José con las siguientes palabras: «Que el Dios delante del cual caminaron mi abuelo Abraham y mi padre Isaac —el Dios que ha sido mi pastor toda mi vida, hasta el día de hoy,
Gén 48:16 el Ángel que me ha salvado de todo mal— bendiga a estos muchachos. Que ellos preserven mi nombre y el nombre de Abraham y de Isaac. Y que su descendencia se multiplique en gran manera por toda la tierra».
Gén 48:17 Pero José se molestó cuando vio que su padre puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín. Entonces José se la levantó para pasarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés.
Gén 48:18 —No, padre mío —le dijo—. Este es el hijo mayor; pon tu mano derecha sobre su cabeza.
Gén 48:19 Pero su padre se negó a hacerlo. —Ya lo sé, hijo mío, lo sé —respondió él—. Manasés también llegará a ser un gran pueblo, pero su hermano menor será aún más grande y de su descendencia se formarán una multitud de naciones.
Gén 48:20 Así que, aquel día, Jacob bendijo a los muchachos con esta bendición: «El pueblo de Israel usará el nombre de ustedes cuando impartan una bendición. Dirán: “Que Dios los haga tan prósperos como a Efraín y a Manasés”». De esta manera, Jacob puso a Efraín antes de Manasés.
Gén 48:21 Entonces Jacob le dijo a José: —Mira, yo estoy a punto de morir, pero Dios estará contigo y te llevará de regreso a Canaán, la tierra de tus antepasados.
Gén 48:22 Y además de lo que les he dado a tus hermanos, te doy a ti una porción adicional de la tierra* que tomé de los amorreos con mi espada y con mi arco. 

lunes, 22 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 22 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    9:1-13

Mat 9:1 Jesús subió a una barca y regresó al otro lado del lago, a su propia ciudad.
Mat 9:2 Unos hombres le llevaron a un paralítico en una camilla. Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo mío! Tus pecados son perdonados».
Mat 9:3 Pero algunos de los maestros de la ley religiosa decían en su interior: «¡Es una blasfemia! ¿Acaso se cree que es Dios?».
Mat 9:4 Jesús sabía* lo que ellos estaban pensando, así que les preguntó: «¿Por qué tienen pensamientos tan malvados en el corazón?
Mat 9:5 ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados son perdonados” o “Ponte de pie y camina”?
Mat 9:6 Así que les demostraré que el Hijo del Hombre* tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados». Entonces Jesús miró al paralítico y dijo: «¡Ponte de pie, toma tu camilla y vete a tu casa!».
Mat 9:7 ¡El hombre se levantó de un salto y se fue a su casa!
Mat 9:8 Al ver esto, el temor se apoderó de la multitud. Y alababan a Dios por enviar a un hombre con tanta autoridad.*
Mat 9:9 Mientras caminaba, Jesús vio a un hombre llamado Mateo sentado en su cabina de cobrador de impuestos. «Sígueme y sé mi discípulo», le dijo Jesús. Entonces Mateo se levantó y lo siguió.
Mat 9:10 Más tarde, Mateo invitó a Jesús y a sus discípulos a una cena en su casa, junto con muchos cobradores de impuestos y otros pecadores de mala fama.
Mat 9:11 Pero, cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a los discípulos: «¿Por qué su maestro come con semejante escoria*?».
Mat 9:12 Cuando Jesús los oyó, les dijo: «La gente sana no necesita médico, los enfermos sí».
Mat 9:13 Luego añadió: «Ahora vayan y aprendan el significado de la siguiente Escritura: “Quiero que tengan compasión, no que ofrezcan sacrificios”*. Pues no he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores».



HECHOS 13:1-25

Hch 13:1 Entre los profetas y maestros de la iglesia de Antioquía de Siria se encontraban Bernabé, Simeón (llamado «el Negro»*), Lucio (de Cirene), Manaén (compañero de infancia del rey Herodes Antipas*) y Saulo.
Hch 13:2 Cierto día, mientras estos hombres adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Consagren a Bernabé y a Saulo para el trabajo especial al cual los he llamado».
Hch 13:3 Así que, después de pasar más tiempo en ayuno y oración, les impusieron las manos y los enviaron.
Hch 13:4 Entonces Bernabé y Saulo fueron enviados por el Espíritu Santo. Descendieron hasta el puerto de Seleucia y después navegaron hacia la isla de Chipre.
Hch 13:5 Allí, en la ciudad de Salamina, fueron a las sinagogas judías y predicaron la palabra de Dios. Juan Marcos fue con ellos como su asistente.
Hch 13:6 Después viajaron de ciudad en ciudad por toda la isla hasta que finalmente llegaron a Pafos, donde conocieron a un hechicero judío, un falso profeta llamado Barjesús.
Hch 13:7 El tal se había apegado al gobernador, Sergio Paulo, quien era un hombre inteligente. El gobernador invitó a Bernabé y a Saulo para que fueran a verlo, porque quería oír la palabra de Dios.
Hch 13:8 Pero Elimas, el hechicero (eso es lo que significa su nombre en griego), se entrometió e instó al gobernador a que no prestara atención a lo que Bernabé y Saulo decían. Trataba de impedir que el gobernador creyera.
Hch 13:9 Saulo, también conocido como Pablo, fue lleno del Espíritu Santo y miró al hechicero a los ojos.
Hch 13:10 Luego dijo: «¡Tú, hijo del diablo, lleno de toda clase de engaño y fraude, y enemigo de todo lo bueno! ¿Nunca dejarás de distorsionar los caminos verdaderos del Señor?
Hch 13:11 Ahora mira, el Señor ha puesto su mano de castigo sobre ti, y quedarás ciego. No verás la luz del sol por un tiempo». Al instante, neblina y oscuridad cubrieron los ojos del hombre, y comenzó a andar a tientas, mientras suplicaba que alguien lo tomara de la mano y lo guiara.
Hch 13:12 Cuando el gobernador vio lo que había sucedido, se convirtió, pues quedó asombrado de la enseñanza acerca del Señor.
Hch 13:13 Luego Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco rumbo a Panfilia y desembarcaron en la ciudad portuaria de Perge. Allí Juan Marcos los dejó y regresó a Jerusalén.
Hch 13:14 Pero Pablo y Bernabé siguieron su viaje por tierra adentro hasta Antioquía de Pisidia.* El día de descanso fueron a las reuniones de la sinagoga.
Hch 13:15 Después de las lecturas acostumbradas de los libros de Moisés* y de los profetas, los que estaban a cargo del servicio les mandaron el siguiente mensaje: «Hermanos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, ¡pasen a decirla!».
Hch 13:16 Entonces Pablo se puso de pie, levantó la mano para hacerlos que se callaran y comenzó a hablar: «Hombres de Israel —dijo —y ustedes, gentiles* temerosos de Dios, escúchenme.
Hch 13:17 »El Dios de esta nación de Israel eligió a nuestros antepasados e hizo que se multiplicaran y se hicieran fuertes durante el tiempo que pasaron en Egipto. Luego, con brazo poderoso los sacó de la esclavitud.
Hch 13:18 Tuvo que soportarlos* durante los cuarenta años que anduvieron vagando por el desierto.
Hch 13:19 Luego destruyó a siete naciones en Canaán y le dio su tierra a Israel como herencia.
Hch 13:20 Todo esto llevó cerca de cuatrocientos cincuenta años. »Después de eso, Dios les dio jueces para que gobernaran hasta los días del profeta Samuel.
Hch 13:21 Luego el pueblo suplicó por un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, un hombre de la tribu de Benjamín que reinó durante cuarenta años.
Hch 13:22 Pero Dios quitó a Saúl y lo reemplazó con David, un hombre de quien Dios dijo: “He encontrado en David, hijo de Isaí, a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”*.
Hch 13:23 »Y es precisamente uno de los descendientes del rey David, Jesús, ¡el Salvador de Israel prometido por Dios!
Hch 13:24 Antes de que él viniera, Juan el Bautista predicaba que todo el pueblo de Israel tenía que arrepentirse de sus pecados, convertirse a Dios y bautizarse.
Hch 13:25 Cuando estaba en los últimos días de su ministerio, Juan preguntó: “¿Creen ustedes que yo soy el Mesías? No, ¡no lo soy! Pero él pronto viene, y yo ni siquiera soy digno de ser su esclavo ni de desatarle las sandalias de sus pies”.


SALMO 21

Sal 21:1 ¡Cuánto se alegra el rey en tu fuerza, oh SEÑOR! Grita de alegría porque tú le das la victoria.
Sal 21:2 Pues le diste el deseo de su corazón; no le has negado nada de lo que te ha pedido. Interludio
Sal 21:3 Le das la bienvenida con éxito y prosperidad; le colocaste una corona del oro más puro sobre la cabeza.
Sal 21:4 Te pidió que le preservaras la vida, y le concediste su petición; los días de su vida se alargan para siempre.
Sal 21:5 Tu victoria le da mucha honra, y lo has vestido de esplendor y majestad.
Sal 21:6 Lo has dotado de bendiciones eternas y le has dado la alegría de tu presencia.
Sal 21:7 Pues el rey confía en el SEÑOR; el amor inagotable del Altísimo cuidará que no tropiece.
Sal 21:8 Capturarás a todos tus enemigos; con tu poderosa mano derecha atraparás a todos los que te odian.
Sal 21:9 Cuando te manifiestes, los arrojarás a un horno en llamas. En su enojo el SEÑOR los consumirá; el fuego los devorará.
Sal 21:10 Borrarás a sus hijos de la faz de la tierra; nunca tendrán descendientes.
Sal 21:11 Aunque conspiren contra ti, sus maquinaciones malignas jamás prosperarán.
Sal 21:12 Pues se darán vuelta y saldrán corriendo cuando vean que tus flechas apuntan hacia ellos.
Sal 21:13 Levántate, oh SEÑOR, en tu poder; con música y cánticos celebramos tus poderosos actos.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 46-47

Gén 46:1 Entonces Jacob* emprendió el viaje a Egipto con todas sus posesiones. Y cuando llegó a Beerseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
Gén 46:2 Durante la noche, Dios le habló en una visión. —¡Jacob! ¡Jacob! —lo llamó. —Aquí estoy —respondió Jacob.
Gén 46:3 —Yo soy Dios,* el Dios de tu padre —dijo la voz—. No tengas temor de descender a Egipto, porque allí haré de tu familia una gran nación.
Gén 46:4 Yo descenderé contigo a Egipto y te volveré a traer. Morirás en Egipto, pero José estará contigo para cerrar tus ojos.
Gén 46:5 Entonces Jacob salió de Beerseba, y sus hijos lo llevaron a Egipto. Lo transportaron a él, junto con los pequeños y las esposas en los carros que el faraón les había provisto.
Gén 46:6 También se llevaron todos los animales y los bienes personales que habían adquirido en la tierra de Canaán. Así que Jacob partió hacia Egipto con toda su familia
Gén 46:7 —hijos y nietos, hijas y nietas—; se fue con todos sus descendientes.
Gén 46:8 Estos son los nombres de los descendientes de Israel —los hijos de Jacob— que fueron a Egipto: Rubén fue el hijo mayor de Jacob.
Gén 46:9 Los hijos de Rubén fueron: Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi.
Gén 46:10 Los hijos de Simeón fueron: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar y Saúl. (La madre de Saúl fue una mujer cananea).
Gén 46:11 Los hijos de Leví fueron:Gersón, Coat y Merari.
Gén 46:12 Los hijos de Judá fueron: Er, Onán, Sela, Fares y Zara (aunque Er y Onán habían muerto en la tierra de Canaán). Los hijos de Fares fueron: Hezrón y Hamul.
Gén 46:13 Los hijos de Isacar fueron: Tola, Fúa,* Jasub* y Simrón.
Gén 46:14 Los hijos de Zabulón fueron: Sered, Elón y Jahleel.
Gén 46:15 Esos fueron los hijos de Lea y Jacob que nacieron en Padán-aram, además de su hija Dina. Los descendientes de Jacob por medio de Lea (tanto hombres como mujeres) fueron treinta y tres.
Gén 46:16 Los hijos de Gad fueron: Zifón,* Hagui, Suni, Ezbón, Eri, Arodi y Areli.
Gén 46:17 Los hijos de Aser fueron: Imna, Isúa, Isúi y Bería. La hermana de ellos se llamaba Sera. Los hijos de Bería fueron: Heber y Malquiel.
Gén 46:18 Esos fueron los hijos de Zilpa, la sierva que Lea recibió de su padre Labán. Los descendientes de Jacob por medio de Zilpa fueron dieciséis.
Gén 46:19 Los hijos de Raquel, esposa de Jacob, fueron: José y Benjamín.
Gén 46:20 Los hijos de José que nacieron en la tierra de Egipto fueron: Manasés y Efraín. La madre de ellos fue Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.*
Gén 46:21 Los hijos de Benjamín fueron: Bela, Bequer, Asbel, Gera, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard.
Gén 46:22 Esos fueron los hijos de Raquel y Jacob. Los descendientes de Jacob por medio de Raquel fueron catorce.
Gén 46:23 El hijo de Dan fue Husim.
Gén 46:24 Los hijos de Neftalí fueron: Jahzeel, Guni, Jezer y Silem.
Gén 46:25 Esos fueron los hijos de Bilha, la sierva que Raquel recibió de su padre Labán. Los descendientes de Jacob por medio de Bilha fueron siete.
Gén 46:26 Todos los descendientes directos de Jacob que partieron con él a Egipto, sin contar a las esposas de sus hijos, fueron sesenta y seis.
Gén 46:27 Además, José tuvo dos hijos* que nacieron en Egipto. Así que, en total, había setenta* miembros de la familia de Jacob en la tierra de Egipto.
Gén 46:28 Cuando ya estaban cerca de llegar, Jacob mandó que Judá se adelantara a fin de encontrarse con José y averiguar el camino a la región de Gosén. Cuando por fin llegaron,
Gén 46:29 José preparó su carro de guerra y viajó hasta Gosén para recibir a su padre Jacob. Cuando José llegó, corrió a los brazos de su padre y lloró sobre su hombro un largo rato.
Gén 46:30 Finalmente, Jacob le dijo a José: «Ahora estoy listo para morir porque he vuelto a ver tu rostro y sé que aún vives».
Gén 46:31 Entonces José dijo a sus hermanos y a toda la familia de su padre: «Iré al faraón y le diré: “Mis hermanos y toda la familia de mi padre han venido a verme desde la tierra de Canaán.
Gén 46:32 Son pastores y crían animales. Han traído sus rebaños y sus manadas y todo lo que poseen”».
Gén 46:33 Después dijo: «Cuando el faraón los llame y les pregunte a qué se dedican,
Gén 46:34 ustedes deben decirle: “Nosotros, sus siervos, hemos criado ganado toda nuestra vida, igual que nuestros antepasados”. Cuando le digan eso, él los dejará vivir aquí en la región de Gosén, porque los egipcios desprecian a los pastores»..
Gén 47:1 Entonces José fue a ver al faraón y le dijo: «Mi padre y mis hermanos han llegado desde la tierra de Canaán. Vinieron con todos sus rebaños, sus manadas y sus posesiones, y ahora están en la región de Gosén».
Gén 47:2 José llevó con él a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón.
Gén 47:3 El faraón preguntó a los hermanos: —¿A qué se dedican? —Nosotros, sus siervos —contestaron ellos—, somos pastores, al igual que nuestros antepasados.
Gén 47:4 Hemos venido a vivir a Egipto por un tiempo, debido a que en Canaán no hay pastos para nuestros rebaños, porque el hambre es muy intensa allí. Por lo tanto, le rogamos que nos permita vivir en la región de Gosén.
Gén 47:5 Entonces el faraón le dijo a José: «Ahora que tu padre y tus hermanos han venido a estar aquí contigo,
Gén 47:6 escoge el lugar que quieras en toda la tierra de Egipto para que ellos vivan. Dales la mejor tierra de Egipto. Que vivan en la región de Gosén, y si alguno de ellos tiene alguna destreza especial, ponlo a cargo de mis rebaños también».
Gén 47:7 Entonces José hizo entrar a su padre Jacob y se lo presentó al faraón. Entonces Jacob bendijo al faraón.
Gén 47:8 —¿Cuántos años tienes? —le preguntó el faraón.
Gén 47:9 Jacob respondió: —He andado por este mundo ya ciento treinta arduos años; pero mi vida ha sido corta en comparación con la de mis antepasados.
Gén 47:10 Entonces Jacob volvió a bendecir al faraón antes de salir del palacio.
Gén 47:11 Por lo tanto, José asignó la mejor tierra de Egipto —la región de Ramsés— a su padre y a sus hermanos, y los estableció allí, tal como el faraón había ordenado.
Gén 47:12 Y José proveyó alimentos a su padre y a sus hermanos en cantidades proporcionadas al número de familiares, incluidos los niños más pequeños.
Gén 47:13 Mientras tanto, el hambre se hizo tan intensa que se acabó todo el alimento, y la gente por toda la tierra de Egipto y la de Canaán se moría de hambre.
Gén 47:14 José, al vender el grano a la población, con el tiempo, obtuvo todo el dinero que había en Egipto y en Canaán, y lo depositó en la tesorería del faraón.
Gén 47:15 Cuando los habitantes de Egipto y de Canaán se quedaron sin dinero, todos los egipcios acudieron a José. —¡Ya no tenemos dinero! —clamaron—. Por favor, dénos alimentos, ¡o moriremos ante sus propios ojos!
Gén 47:16 José respondió: —Ya que no tienen dinero, tráiganme sus animales. Yo les daré alimentos a cambio de sus animales.
Gén 47:17 Entonces llevaron sus animales a José a cambio de alimentos. A cambio de sus caballos, rebaños de ovejas y cabras, manadas de ganado y burros, José les proveyó alimentos para un año más.
Gén 47:18 Entonces ese año llegó a su fin. Al año siguiente, ellos acudieron nuevamente a José y le dijeron: «No podemos ocultarle la verdad, señor. Se nos acabó el dinero, y todas nuestras manadas de animales son suyas. Ya no nos queda nada para entregarle, excepto nuestro cuerpo y nuestras tierras.
Gén 47:19 ¿Por qué morir delante de sus propios ojos? Cómprenos a nosotros y también a nuestras tierras a cambio de alimentos; ofrecemos nuestras tierras y nos ofrecemos nosotros mismos como esclavos para el faraón. Solamente provéanos de grano para que podamos vivir y no muramos, y para que la tierra no quede vacía y desolada».
Gén 47:20 José, pues, compró toda la tierra de Egipto para el faraón. Todos los egipcios le vendieron sus campos debido a que el hambre era severa. Así que pronto toda la tierra pasó a ser posesión del faraón.
Gén 47:21 Y en cuanto a los habitantes, los hizo esclavos a todos,* desde un extremo de Egipto hasta el otro.
Gén 47:22 Las únicas tierras que no compró fueron las que pertenecían a los sacerdotes. Ellos recibían una ración de alimentos directamente del faraón, por lo cual no tuvieron que vender sus tierras.
Gén 47:23 Entonces José le dijo al pueblo: —Miren, hoy los he comprado a ustedes y a sus tierras para el faraón. Les proporcionaré semillas para que puedan sembrar los campos.
Gén 47:24 Después, cuando llegue el tiempo de la cosecha, una quinta parte de los cultivos será del faraón. Ustedes podrán quedarse con las otras cuatro quintas partes como semilla para sus campos y alimento para ustedes, los de su casa y sus niños.
Gén 47:25 —¡Usted nos ha salvado la vida! —exclamaron ellos—. Permítanos, señor nuestro, ser los esclavos del faraón.
Gén 47:26 Entonces José emitió un decreto, aún vigente en la tierra de Egipto, según el cual el faraón recibiría una quinta parte de todas las cosechas cultivadas en su tierra. Sólo la región perteneciente a los sacerdotes no fue entregada al faraón.
Gén 47:27 Mientras tanto, el pueblo de Israel se estableció en la región de Gosén, en Egipto. Allí adquirieron propiedades, y fueron prósperos y la población creció con rapidez.
Gén 47:28 Jacob vivió diecisiete años después de haber llegado a Egipto, así que en total vivió ciento cuarenta y siete años.
Gén 47:29 Cuando se acercaba el momento de su muerte, Jacob* llamó a su hijo José, y le dijo: —Te ruego que me hagas un favor. Pon tu mano debajo de mi muslo y jura que me tratarás con amor inagotable al hacer honor a esta última petición: no me entierres en Egipto;
Gén 47:30 cuando muera, llévate mi cuerpo de Egipto y entiérrame con mis antepasados. Entonces José prometió: —Haré lo que me pides.
Gén 47:31 —Jura que lo harás —insistió Jacob. Así que José hizo juramento, y Jacob se inclinó con humildad en la cabecera de su cama.*

domingo, 21 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 21 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    8:23-24

Mat 8:23 Luego Jesús entró en la barca y comenzó a cruzar el lago con sus discípulos.
Mat 8:24 De repente, se desató sobre el lago una violenta tormenta, con olas que entraban en el barco. Pero Jesús dormía.
Mat 8:25 Los discípulos fueron a despertarlo: «Señor, ¡sálvanos! ¡Nos vamos a ahogar!» —gritaron.
Mat 8:26 «¿Por qué tienen miedo? —preguntó Jesús —. ¡Tienen tan poca fe!». Entonces se levantó y reprendió al viento y a las olas y, de repente, hubo una gran calma.
Mat 8:27 Los discípulos quedaron asombrados y preguntaron: «¿Quién es este hombre? ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!».
Mat 8:28 Cuando Jesús llegó al otro lado del lago, a la región de los gadarenos,* dos hombres que estaban poseídos por demonios salieron a su encuentro. Vivían en un cementerio y eran tan violentos que nadie podía pasar por esa zona.
Mat 8:29 Comenzaron a gritarle: «¿Por qué te entrometes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para torturarnos antes del tiempo establecido por Dios?».
Mat 8:30 Sucedió que a cierta distancia había una gran manada de cerdos alimentándose.
Mat 8:31 Entonces los demonios suplicaron: —Si nos echas afuera, envíanos a esa manada de cerdos.
Mat 8:32 —Muy bien, ¡vayan! —les ordenó Jesús. Entonces los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y toda la manada se lanzó al lago por el precipicio y se ahogó en el agua.
Mat 8:33 Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron a la ciudad cercana y a todos contaron lo que había sucedido con los endemoniados.
Mat 8:34 Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, pero le rogaron que se fuera y los dejara en paz.


HECHOS 12

Hch 12:1 Por ese tiempo, el rey Herodes Agripa* comenzó a perseguir a algunos creyentes de la iglesia.
Hch 12:2 Mandó matar a espada al apóstol Santiago (hermano de Juan).
Hch 12:3 Cuando Herodes vio cuánto esto le agradó al pueblo judío, también arrestó a Pedro. (Eso sucedió durante la celebración de la Pascua).*
Hch 12:4 Después lo metió en la cárcel y lo puso bajo la vigilancia de cuatro escuadrones de cuatro soldados cada uno. Herodes tenía pensado llevar a Pedro a juicio público después de la Pascua.
Hch 12:5 Pero, mientras Pedro estaba en la cárcel, la iglesia oraba fervientemente por él.
Hch 12:6 La noche antes de ser sometido a juicio, Pedro dormía sujetado con dos cadenas entre dos soldados. Otros hacían guardia junto a la puerta de la prisión.
Hch 12:7 De repente, una luz intensa iluminó la celda y un ángel del Señor se puso frente a Pedro. El ángel lo golpeó en el costado para despertarlo y le dijo: «¡Rápido! ¡Levántate!». Y las cadenas cayeron de sus muñecas.
Hch 12:8 Después, el ángel le dijo: «Vístete y ponte tus sandalias». Pedro lo hizo, y el ángel le ordenó: «Ahora ponte tu abrigo y sígueme».
Hch 12:9 Así que Pedro salió de la celda y siguió al ángel. Pero todo el tiempo pensaba que era una visión; no se daba cuenta de que en verdad eso estaba sucediendo.
Hch 12:10 Pasaron el primer puesto de guardia y luego el segundo y llegaron a la puerta de hierro que lleva a la ciudad, y esta puerta se abrió por sí sola frente a ellos. De esta manera cruzaron la puerta y empezaron a caminar por la calle, y de pronto el ángel lo dejó.
Hch 12:11 Finalmente Pedro volvió en sí. «¡De veras es cierto! —dijo —. ¡El Señor envió a su ángel y me salvó de Herodes y de lo que los líderes judíos* tenían pensado hacerme!».
Hch 12:12 Cuando se dio cuenta de esto, fue a la casa de María, la madre de Juan Marcos, donde muchos se habían reunido para orar.
Hch 12:13 Tocó a la puerta de entrada, y una sirvienta llamada Rode fue a abrir.
Hch 12:14 Cuando ella reconoció la voz de Pedro, se alegró tanto que, en lugar de abrir la puerta, corrió hacia adentro y les dijo a todos: —¡Pedro está a la puerta!
Hch 12:15 —¡Estás loca! —le dijeron. Como ella insistía, llegaron a la conclusión: «Debe ser su ángel».
Hch 12:16 Mientras tanto, Pedro seguía tocando. Cuando por fin abrieron la puerta y lo vieron, quedaron asombrados.
Hch 12:17 Él les hizo señas para que se callaran y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. «Díganles a Santiago y a los demás hermanos lo que pasó» —dijo. Y después se fue a otro lugar.
Hch 12:18 Al amanecer, hubo un gran alboroto entre los soldados por lo que había sucedido con Pedro.
Hch 12:19 Herodes Agripa ordenó que se hiciera una búsqueda exhaustiva para encontrar a Pedro. Como no pudieron encontrarlo, Herodes interrogó a los guardias y luego los condenó a muerte. Después Herodes se fue de Judea para quedarse en Cesarea por un tiempo.
Hch 12:20 Ahora bien, Herodes estaba muy enojado con los habitantes de Tiro y de Sidón. Entonces ellos enviaron una delegación para que hiciera las paces con él, porque sus ciudades dependían del país de Herodes para obtener alimento. Los delegados se ganaron el apoyo de Blasto, el asistente personal de Herodes,
Hch 12:21 y así se les concedió una cita con Herodes. Cuando llegó el día, Herodes se puso sus vestiduras reales, se sentó en su trono y les dio un discurso.
Hch 12:22 El pueblo le dio una gran ovación, gritando: «¡Es la voz de un dios, no la de un hombre!».
Hch 12:23 Al instante, un ángel del Señor hirió a Herodes con una enfermedad, porque él aceptó la adoración de la gente en lugar de darle la gloria a Dios. Así que murió carcomido por gusanos.
Hch 12:24 Mientras tanto, la palabra de Dios seguía extendiéndose, y hubo muchos nuevos creyentes.
Hch 12:25 Cuando Bernabé y Saulo terminaron su misión en Jerusalén, regresaron* llevándose con ellos a Juan Marcos.

SALMO 20

Sal 20:1 Que el SEÑOR responda a tu clamor en tiempos de dificultad; que el nombre del Dios de Jacob te proteja de todo mal.
Sal 20:2 Que te envíe ayuda desde su santuario y te fortalezca desde Jerusalén.*
Sal 20:3 Que se acuerde de todas tus dádivas y mire con agrado tus ofrendas quemadas. Interludio
Sal 20:4 Que él conceda los deseos de tu corazón y haga que todos tus planes tengan éxito.
Sal 20:5 Que gritemos de alegría cuando escuchemos de tu triunfo y levantemos una bandera de victoria en el nombre de nuestro Dios. Que el SEÑOR conteste a todas tus oraciones.
Sal 20:6 Ahora sé que el SEÑOR rescata a su rey ungido. Le responderá desde su santo cielo y lo rescatará con su gran poder.
Sal 20:7 Algunas naciones se jactan de sus caballos y sus carros de guerra, pero nosotros nos jactamos en el nombre del SEÑOR nuestro Dios.
Sal 20:8 Esas naciones se derrumbarán y caerán, pero nosotros nos levantaremos y estaremos firmes.
Sal 20:9 ¡Da la victoria a nuestro rey, oh SEÑOR! Responde a nuestro grito de auxilio.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 44-45

Gén 44:1 Cuando los hermanos estuvieron listos para marcharse, José dio las siguientes instrucciones al administrador del palacio: «Llena sus costales con todo el grano que puedan llevar y pon el dinero de cada uno nuevamente en su costal.
Gén 44:2 Luego pon mi copa personal de plata en la abertura del costal del menor de los hermanos, junto con el dinero de su grano». Y el administrador hizo tal como José le indicó.
Gén 44:3 Los hermanos se levantaron al amanecer y emprendieron el viaje con sus burros cargados.
Gén 44:4 Cuando habían recorrido sólo una corta distancia y apenas habían llegado a las afueras de la ciudad, José le dijo al administrador del palacio: «Sal tras ellos y detenlos; y cuando los alcances, pregúntales: “¿Por qué han pagado mi bondad con semejante malicia?
Gén 44:5 ¿Por qué han robado la copa de plata* de mi amo, la que usa para predecir el futuro? ¡Qué maldad tan grande han cometido!”».
Gén 44:6 Cuando el administrador del palacio alcanzó a los hombres, les habló tal como José le había indicado.
Gén 44:7 —¿De qué habla usted? —respondieron los hermanos—. Nosotros somos sus siervos y nunca haríamos semejante cosa.
Gén 44:8 ¿Acaso no devolvimos el dinero que encontramos en nuestros costales? Lo trajimos de vuelta desde la tierra de Canaán. ¿Por qué robaríamos oro o plata de la casa de su amo?
Gén 44:9 Si usted encuentra la copa en poder de uno de nosotros, que muera el hombre que la tenga. Y el resto de nosotros, mi señor, seremos sus esclavos.
Gén 44:10 —Eso es justo —respondió el hombre—, pero sólo el hombre que haya robado la copa será mi esclavo. Los demás quedarán libres.
Gén 44:11 Ellos bajaron rápidamente sus costales de los lomos de sus burros y los abrieron.
Gén 44:12 El administrador del palacio revisó los costales de cada uno de los hermanos, desde el mayor hasta el menor, ¡y encontró la copa en el costal de Benjamín!
Gén 44:13 Al ver eso, los hermanos se rasgaron la ropa en señal de desesperación. Luego volvieron a cargar sus burros y regresaron a la ciudad.
Gén 44:14 José todavía estaba en su palacio cuando Judá y sus hermanos llegaron. Entonces se postraron en el suelo delante de él.
Gén 44:15 —¿Qué han hecho ustedes? —reclamó José—. ¿No saben que un hombre como yo puede predecir el futuro?
Gén 44:16 —Oh, mi señor —contestó Judá—, ¿qué podemos responderle? ¿Cómo podemos explicar esto? ¿Cómo podemos probar nuestra inocencia? Dios nos está castigando por nuestros pecados. Mi señor, todos hemos regresado para ser sus esclavos, todos nosotros, y no sólo nuestro hermano que tenía la copa en su costal.
Gén 44:17 —No —dijo José—. ¡Yo jamás haría algo así! Sólo el hombre que robó la copa será mi esclavo. Los demás pueden volver en paz a la casa de su padre.
Gén 44:18 Entonces Judá dio un paso adelante y dijo: —Por favor, mi señor, permita que su siervo le hable sólo unas palabras. Le ruego que no se enoje conmigo, a pesar de ser usted tan poderoso como el faraón mismo.
Gén 44:19 »Mi señor, anteriormente nos preguntó a nosotros, sus siervos: “¿Tienen un padre o un hermano?”.
Gén 44:20 Y nosotros respondimos: “Sí, mi señor, tenemos un padre que ya es anciano, y su hijo menor le nació en la vejez. Su hermano de padre y madre murió y él es el único hijo que queda de su madre, y su padre lo ama mucho”.
Gén 44:21 »Usted nos dijo: “Tráiganlo aquí para que lo vea con mis propios ojos”.
Gén 44:22 Pero nosotros le dijimos a usted: “Mi señor, el muchacho no puede dejar a su padre, porque su padre moriría”.
Gén 44:23 Pero usted nos dijo: “A menos que su hermano menor venga con ustedes, nunca más volverán a ver mi rostro”.
Gén 44:24 »Entonces regresamos a la casa de su siervo, nuestro padre, y le dijimos lo que usted nos había dicho.
Gén 44:25 Tiempo después, cuando él nos dijo que regresáramos a comprar más alimento,
Gén 44:26 le respondimos: “No podemos ir a menos que permitas que nuestro hermano menor nos acompañe. Nunca llegaremos a ver el rostro del hombre a menos que nuestro hermano menor esté con nosotros”.
Gén 44:27 »Entonces mi padre nos dijo: “Como ya saben, mi esposa tuvo dos hijos,
Gén 44:28 y uno de ellos se fue y nunca más regresó. Sin duda, fue despedazado por algún animal salvaje, y no he vuelto a verlo.
Gén 44:29 Si ahora alejan de mí a su hermano y él sufre algún daño, ustedes mandarán a la tumba* a este hombre entristecido y canoso”.
Gén 44:30 »Y ahora, mi señor, no puedo regresar a la casa de mi padre sin el muchacho. La vida de nuestro padre está ligada a la vida del muchacho.
Gén 44:31 Si nuestro padre ve que el muchacho no está con nosotros, morirá. Nosotros, sus siervos, ciertamente seremos responsables de haber enviado a la tumba a ese hombre entristecido y canoso.
Gén 44:32 Mi señor, yo le garanticé a mi padre que me haría cargo del muchacho. Le dije que, si no lo llevaba de regreso, yo cargaría con la culpa para siempre.
Gén 44:33 »Por favor, mi señor, permita que yo me quede aquí como esclavo en lugar del muchacho, y deje que el muchacho regrese con sus hermanos.
Gén 44:34 Pues, ¿cómo podré regresar y ver a mi padre si el muchacho no está conmigo? ¡No podría soportar ver la angustia que le provocaría a mi padre!
Gén 45:1 José ya no pudo contenerse. Había mucha gente en la sala, y él les dijo a sus asistentes: «¡Salgan todos de aquí!». Así que estuvo a solas con sus hermanos en el momento de decirles quién era.
Gén 45:2 Entonces perdió el control y se echó a llorar. Lloraba con tanta fuerza que los egipcios podían oírlo, y la noticia pronto llegó hasta el palacio del faraón.
Gén 45:3 «¡Soy José! —dijo a sus hermanos—. ¿Vive mi padre todavía?». ¡Pero sus hermanos se quedaron mudos! Estaban atónitos al darse cuenta de que tenían a José frente a ellos.
Gén 45:4 «Por favor, acérquense», les dijo. Entonces ellos se acercaron, y él volvió a decirles: «Soy José, su hermano, a quien ustedes vendieron como esclavo en Egipto.
Gén 45:5 Pero no se inquieten ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido. Fue Dios quien me envió a este lugar antes que ustedes, a fin de preservarles la vida.
Gén 45:6 El hambre que ha azotado la tierra estos dos últimos años durará otros cinco años más, y no habrá ni siembra ni siega.
Gén 45:7 Dios me hizo llegar antes que ustedes para salvarles la vida a ustedes y a sus familias, y preservar la vida de muchos más.*
Gén 45:8 Por lo tanto, fue Dios quien me envió a este lugar, ¡y no ustedes! Y fue él quien me hizo consejero* del faraón, administrador de todo su palacio y gobernador de todo Egipto.
Gén 45:9 »Ahora, ¡apresúrense! Regresen a donde está mi padre y díganle: “Tu hijo José dice: ‘Dios me ha hecho señor de toda la tierra de Egipto. ¡Así que ven a verme de inmediato!
Gén 45:10 Podrás vivir en la región de Gosén, donde estarás cerca de mí, junto con tus hijos y tus nietos, tus rebaños y tus manadas, y todas tus posesiones.
Gén 45:11 Allí te cuidaré, porque aún quedan cinco años de hambre. De lo contrario, tú, los de tu casa y todos tus animales morirán de hambre’ ”.
Gén 45:12 »¡Miren! —agregó José—. Pueden comprobarlo con sus propios ojos, y también puede hacerlo mi hermano Benjamín, ¡que de veras soy José!
Gén 45:13 Díganle a mi padre acerca de la posición de honor que tengo aquí en Egipto. Descríbanle todo lo que han visto y, después, traigan a mi padre aquí lo más pronto posible».
Gén 45:14 Llorando de alegría, José abrazó a Benjamín, y Benjamín hizo lo mismo.
Gén 45:15 Luego José besó a cada uno de sus hermanos y lloró sobre ellos, y después comenzaron a hablar libremente con él.
Gén 45:16 La noticia pronto llegó al palacio del faraón: «¡Han llegado los hermanos de José!». El faraón y sus funcionarios se alegraron mucho al saberlo.
Gén 45:17 El faraón le dijo a José: «Dile a tus hermanos: “Esto es lo que deben hacer: ¡Apúrense! Carguen sus animales y regresen a la tierra de Canaán.
Gén 45:18 Luego vayan a buscar a su padre y a sus familias y vuelvan aquí. Yo les daré la mejor tierra en Egipto, y comerán de lo mejor que esa tierra produce”».
Gén 45:19 Después el faraón le dijo a José: «Dile a tus hermanos: “Lleven carros de Egipto para transportar a sus niños y a sus esposas, y traigan a su padre aquí.
Gén 45:20 No se preocupen por sus bienes personales, pues lo mejor de la tierra de Egipto será de ustedes”».
Gén 45:21 Así que los hijos de Jacob* hicieron lo que se les dijo. José les proporcionó carros, tal como el faraón había ordenado, y les dio provisiones para el viaje.
Gén 45:22 A cada uno le dio ropa nueva, pero a Benjamín le dio cinco mudas de ropa y trescientas monedas* de plata.
Gén 45:23 También le envió a su padre diez burros cargados con los mejores productos de Egipto, y diez burras cargadas con grano, pan y otras provisiones que necesitaría para el viaje.
Gén 45:24 Entonces José despidió a sus hermanos y, cuando se iban, les dijo: «¡No se peleen por todo esto en el camino!».
Gén 45:25 Y ellos salieron de Egipto y regresaron donde vivía su padre Jacob, en la tierra de Canaán.
Gén 45:26 «¡José todavía vive! —le dijeron a su padre— ¡Y es el gobernador de toda la tierra de Egipto!». Jacob se quedó atónito al oír la noticia, y no podía creerlo.
Gén 45:27 Sin embargo, cuando le repitieron todo lo que José les había dicho y cuando vio los carros que había enviado para llevarlo, su alma se reanimó.
Gén 45:28 Entonces Jacob exclamó: «¡Debe ser verdad! ¡Mi hijo José está vivo! Tengo que ir y verlo antes de morir».

sábado, 20 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 20 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    8:14-22

Mat 8:14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, la suegra de Pedro estaba enferma en cama con mucha fiebre.
Mat 8:15 Pero, cuando Jesús le tocó la mano, la fiebre se fue. Entonces ella se levantó y le preparó una comida.
Mat 8:16 Aquella noche, le llevaron a Jesús muchos endemoniados. Él expulsó a los espíritus malignos con una simple orden y sanó a todos los enfermos.
Mat 8:17 Así se cumplió la palabra del Señor por medio del profeta Isaías, quien dijo: «Se llevó nuestras enfermedades y quitó nuestras dolencias»*.
Mat 8:18 Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, dio instrucciones a sus discípulos de que cruzaran al otro lado del lago.
Mat 8:19 Entonces uno de los maestros de la ley religiosa le dijo: —Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas.
Mat 8:20 Pero Jesús respondió: —Los zorros tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero el Hijo del Hombre* no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza.
Mat 8:21 Otro de sus discípulos dijo: —Señor, deja que primero regrese a casa y entierre a mi padre.
Mat 8:22 Pero Jesús le dijo: —Sígueme ahora. Deja que los muertos espirituales entierren a sus muertos.*


HECHOS 11:19-30

Hch 11:19 Mientras tanto, los creyentes que fueron dispersados durante la persecución que hubo después de la muerte de Esteban, viajaron tan lejos como Fenicia, Chipre y Antioquía de Siria. Predicaban la palabra de Dios, pero sólo a judíos.
Hch 11:20 Sin embargo, algunos de los creyentes que fueron a Antioquía desde Chipre y Cirene les comenzaron a predicar a los gentiles* acerca del Señor Jesús.
Hch 11:21 El poder del Señor estaba con ellos, y un gran número de estos gentiles creyó y se convirtió al Señor.
Hch 11:22 Cuando la iglesia de Jerusalén se enteró de lo que había pasado, enviaron a Bernabé a Antioquía.
Hch 11:23 Cuando él llegó y vio las pruebas de la bendición de Dios, se llenó de alegría y alentó a los creyentes a que permanecieran fieles al Señor.
Hch 11:24 Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y firme en la fe. Y mucha gente llegó al Señor.
Hch 11:25 Después Bernabé siguió hasta Tarso para buscar a Saulo.
Hch 11:26 Cuando lo encontró, lo llevó de regreso a Antioquía. Los dos se quedaron allí con la iglesia durante todo un año, enseñando a grandes multitudes. (Fue en Antioquía donde, por primera vez, a los creyentes* los llamaron «cristianos»).
Hch 11:27 Durante aquellos días, unos profetas viajaron de Jerusalén a Antioquía.
Hch 11:28 Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie en una de las reuniones y predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo romano. (Esto se cumplió durante el reinado de Claudio).
Hch 11:29 Así que los creyentes de Antioquía decidieron enviar una ayuda a los hermanos de Judea, y cada uno dio lo que podía.
Hch 11:30 Así lo hicieron, y confiaron sus ofrendas a Bernabé y a Saulo para que las llevaran a los ancianos de la iglesia de Jerusalén.



SALMO 19

Sal 19:1 Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos.
Sal 19:2 Día tras día no cesan de hablar; noche tras noche lo dan a conocer.
Sal 19:3 Hablan sin sonidos ni palabras; su voz jamás se oye.*
Sal 19:4 Sin embargo, su mensaje se ha difundido por toda la tierra y sus palabras, por todo el mundo. Dios preparó un hogar para el sol en los cielos,
Sal 19:5 y éste irrumpe como un novio radiante luego de su boda. Se alegra como un gran atleta, ansioso por correrla carrera.
Sal 19:6 El sol sale de un extremo de los cielos y sigue su curso hasta llegar al otro extremo; nada puede ocultarse de su calor.
Sal 19:7 Las enseñanzas del SEÑOR son perfectas, reavivan el alma. Los decretos del SEÑOR son confiables, hacen sabio al sencillo.
Sal 19:8 Los mandamientos del SEÑOR son rectos, traen alegría al corazón. Los mandatos del SEÑOR son claros, dan buena percepción para vivir.
Sal 19:9 La reverencia al SEÑOR es pura, permanece para siempre. Las leyes del SEÑOR son verdaderas, cada una de ellas es imparcial.
Sal 19:10 Son más deseables que el oro, incluso que el oro más puro. Son más dulces que la miel, incluso que la miel que gotea del panal.
Sal 19:11 Sirven de advertencia para tu siervo, una gran recompensa para quienes las obedecen.
Sal 19:12 ¿Cómo puedo conocer todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas.
Sal 19:13 ¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados.
Sal 19:14 Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh SEÑOR, mi roca y mi redentor.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 42-43

Gén 42:1 Cuando Jacob oyó que había grano en Egipto, les dijo a sus hijos: «¿Por qué están ahí sin hacer nada, mirándose uno a otro?
Gén 42:2 He oído que hay grano en Egipto. Desciendan a Egipto y compren suficiente grano para que sigamos con vida. De no ser así, moriremos».
Gén 42:3 Entonces los diez hermanos mayores de José descendieron a Egipto a comprar grano;
Gén 42:4 pero Jacob no dejó que el hermano menor de José, Benjamín, fuera con ellos, por temor a que pudiera sufrir algún daño.
Gén 42:5 Así que los hijos de Jacob* llegaron a Egipto junto con otras personas para comprar alimento, porque el hambre también había llegado a Canaán.
Gén 42:6 Como José era gobernador de Egipto y estaba encargado de vender el grano a todas las personas, sus hermanos tuvieron que acudir a él. Cuando llegaron, se inclinaron delante de él, con el rostro en tierra.
Gén 42:7 José reconoció a sus hermanos enseguida, pero fingió no conocerlos y les habló con dureza. —Ustedes, ¿de dónde vienen? —les preguntó. —De la tierra de Canaán —contestaron—. Venimos a comprar alimento.
Gén 42:8 Aunque José reconoció a sus hermanos, ellos no lo reconocieron a él.
Gén 42:9 Entonces recordó los sueños que había tenido acerca de ellos hacía muchos años atrás, y les dijo: —¡Ustedes son espías! Han venido para ver lo vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.
Gén 42:10 —¡No, mi señor! —exclamaron—. Sus siervos han venido simplemente a comprar alimento.
Gén 42:11 Todos nosotros somos hermanos, miembros de la misma familia. ¡Somos hombres honrados, señor! ¡No somos espías!
Gén 42:12 —¡Sí, lo son! —insistió José—. Han venido para ver lo vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.
Gén 42:13 —Señor —dijeron ellos—, en realidad somos doce en total. Nosotros, sus siervos, somos todos hermanos, hijos de un hombre que vive en la tierra de Canaán. Nuestro hermano menor quedó con nuestro padre, y uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros.
Gén 42:14 Pero José insistió: —Como dije, ¡ustedes son espías!
Gén 42:15 Voy a comprobar su historia de la siguiente manera: ¡Juro por la vida del faraón que ustedes nunca se irán de Egipto a menos que su hermano menor venga hasta aquí!
Gén 42:16 Uno de ustedes irá a traer a su hermano. Los demás se quedarán aquí, en la cárcel. Así sabremos si su historia es cierta o no. Por la vida del faraón, si resulta que ustedes no tienen un hermano menor, entonces confirmaré que son espías.
Gén 42:17 Entonces José los metió en la cárcel por tres días.
Gén 42:18 Al tercer día, José les dijo: —Yo soy un hombre temeroso de Dios. Si hacen lo que les digo, vivirán.
Gén 42:19 Si de verdad son hombres honrados, escojan a uno de sus hermanos para que se quede en la cárcel. Los demás podrán regresar a casa con el grano para sus familias que mueren de hambre.
Gén 42:20 Pero deben traerme a su hermano menor. Eso demostrará que dicen la verdad, y no morirán. Ellos estuvieron de acuerdo.
Gén 42:21 Y hablando entre ellos, dijeron: «Es obvio que estamos pagando por lo que le hicimos hace tiempo a José. Vimos su angustia cuando rogaba por su vida, pero no quisimos escucharlo. Por eso ahora tenemos este problema».
Gén 42:22 «¿No les dije yo que no pecaran contra el muchacho? —preguntó Rubén—. Pero ustedes no me hicieron caso, ¡y ahora tenemos que responder por su sangre!».
Gén 42:23 Obviamente ellos no sabían que José entendía lo que decían, pues él les hablaba mediante un intérprete.
Gén 42:24 Entonces José se apartó de ellos y comenzó a llorar. Cuando recuperó la compostura, volvió a hablarles. Entonces escogió a Simeón e hizo que lo ataran a la vista de los demás hermanos.
Gén 42:25 Después José ordenó a sus siervos que llenaran de grano los costales de los hombres, pero también les dio instrucciones secretas de que devolvieran el dinero del pago y lo pusieran en la parte superior del costal de cada uno de ellos. Además les dio provisiones para el viaje.
Gén 42:26 Así que los hermanos cargaron sus burros con el grano y emprendieron el regreso a casa.
Gén 42:27 Cuando se detuvieron a pasar la noche y uno de ellos abrió su costal a fin de sacar grano para su burro, encontró su dinero en la abertura del costal.
Gén 42:28 «¡Miren! —exclamó a sus hermanos—. Me devolvieron el dinero. ¡Aquí está en mi costal!». Entonces se les desplomó el corazón y, temblando, se decían unos a otros: «¿Qué nos ha hecho Dios?».
Gén 42:29 Cuando los hermanos llegaron a donde estaba su padre Jacob, en la tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había sucedido.
Gén 42:30 «El hombre que gobierna la nación nos habló con mucha dureza —le dijeron—. Nos acusó de ser espías en su tierra,
Gén 42:31 pero nosotros le dijimos: “Somos hombres honrados, no espías.
Gén 42:32 Somos doce hermanos, hijos del mismo padre. Uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros, y el menor está en casa con nuestro padre, en la tierra de Canaán”.
Gén 42:33 »Entonces el hombre que gobierna la nación nos dijo: “Comprobaré si ustedes son hombres honrados de la siguiente manera: dejen a uno de sus hermanos aquí conmigo, tomen grano para sus familias hambrientas y regresen a casa;
Gén 42:34 pero deben traerme a su hermano menor. Entonces sabré que ustedes son hombres honrados y no espías. Después les entregaré a su hermano, y podrán comerciar libremente en la tierra”».
Gén 42:35 Luego, al vaciar cada uno su costal, ¡encontraron las bolsas con el dinero que habían pagado por el grano! Los hermanos y su padre quedaron aterrados cuando vieron las bolsas con el dinero,
Gén 42:36 y Jacob exclamó: —¡Ustedes me están robando a mis hijos! ¡José ya no está! ¡Simeón tampoco! Y ahora quieren llevarse también a Benjamín. ¡Todo está en mi contra!
Gén 42:37 Entonces Rubén dijo a su padre: —Puedes matar a mis dos hijos si no te traigo de regreso a Benjamín. Yo me hago responsable de él y prometo traerlo a casa.
Gén 42:38 Pero Jacob le respondió: —Mi hijo no irá con ustedes. Su hermano José está muerto, y él es todo lo que me queda. Si algo le ocurriera en el camino, ustedes mandarían a la tumba* a este hombre entristecido y canoso.
Gén 43:1 El hambre seguía azotando la tierra de Canaán.
Gén 43:2 Cuando el grano que habían traído de Egipto estaba por acabarse, Jacob dijo a sus hijos: —Vuelvan y compren un poco más de alimento para nosotros.
Gén 43:3 Pero Judá dijo: —El hombre hablaba en serio cuando nos advirtió: “No volverán a ver mi rostro a menos que su hermano venga con ustedes”.
Gén 43:4 Si envías a Benjamín con nosotros, descenderemos y compraremos más alimento,
Gén 43:5 pero si no dejas que Benjamín vaya, nosotros tampoco iremos. Recuerda que el hombre dijo: “No volverán a ver mi rostro a menos que su hermano venga con ustedes”.
Gén 43:6 —¿Por qué fueron ustedes tan crueles conmigo? —se lamentó Jacob* — ¿Por qué le dijeron que tenían otro hermano?
Gén 43:7 —El hombre no dejaba de hacernos preguntas sobre nuestra familia —respondieron ellos—. Nos preguntó: “¿Su padre todavía vive? ¿Tienen ustedes otro hermano?”. Y nosotros contestamos sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos diría: “Traigan aquí a su hermano”?
Gén 43:8 Judá le dijo a su padre: —Envía al muchacho conmigo, y nos iremos ahora mismo. De no ser así, todos moriremos de hambre, y no solamente nosotros, sino tú y nuestros hijos.
Gén 43:9 Yo garantizo personalmente su seguridad. Puedes hacerme responsable a mí si no te lo traigo de regreso. Entonces cargaré con la culpa para siempre.
Gén 43:10 Si no hubiéramos perdido todo este tiempo, ya habríamos ido y vuelto dos veces.
Gén 43:11 Entonces su padre Jacob finalmente les dijo: —Si no queda otro remedio, entonces al menos hagan esto: carguen sus costales con los mejores productos de esta tierra —bálsamo, miel, resinas aromáticas, pistachos y almendras—; llévenselos al hombre como regalo.
Gén 43:12 Tomen también el doble del dinero que les devolvieron, ya que probablemente alguien se equivocó.
Gén 43:13 Después tomen a su hermano y regresen a ver al hombre.
Gén 43:14 Que el Dios Todopoderoso* les muestre misericordia cuando estén delante del hombre, para que ponga a Simeón en libertad y permita que Benjamín regrese. Pero si tengo que perder a mis hijos, que así sea.
Gén 43:15 Así que los hombres cargaron los regalos de Jacob, tomaron el doble de dinero y emprendieron el viaje con Benjamín. Finalmente llegaron a Egipto y se presentaron ante José.
Gén 43:16 Cuando José vio a Benjamín con ellos, le dijo al administrador de su casa: «Esos hombres comerán conmigo hoy al mediodía. Llévalos dentro del palacio. Luego mata un animal y prepara un gran banquete».
Gén 43:17 El hombre hizo conforme a lo que José le dijo y los llevó al palacio de José.
Gén 43:18 Los hermanos estaban aterrados al ver que los llevaban a la casa de José, y decían: «Es por el dinero que alguien puso en nuestros costales la última vez que estuvimos aquí. Él piensa hacer como que nosotros lo robamos. Luego nos apresará, nos hará esclavos y se llevará nuestros burros».
Gén 43:19 Los hermanos se acercaron al administrador de la casa de José y hablaron con él en la entrada del palacio.
Gén 43:20 —Señor —le dijeron—, ya vinimos a Egipto una vez a comprar alimento;
Gén 43:21 pero cuando íbamos de regreso a nuestra casa, nos detuvimos a pasar la noche y abrimos nuestros costales. Entonces descubrimos que el dinero de cada uno de nosotros —la cantidad exacta que habíamos pagado— ¡estaba en la parte superior de cada costal! Aquí está, lo hemos traído con nosotros.
Gén 43:22 También trajimos más dinero para comprar más alimento. No tenemos idea de quién puso el dinero en nuestros costales.
Gén 43:23 —Tranquilos, no tengan miedo —les dijo el administrador—. El Dios de ustedes, el Dios de su padre, debe de haber puesto ese tesoro en sus costales. Me consta que recibí el pago que hicieron. Después soltó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos.
Gén 43:24 Luego el administrador acompañó a los hombres hasta el palacio de José. Les dio agua para que se lavaran los pies y alimento para sus burros.
Gén 43:25 Ellos prepararon sus regalos para la llegada de José a mediodía, porque les dijeron que comerían allí.
Gén 43:26 Cuando José volvió a casa, le entregaron los regalos que le habían traído y luego se postraron hasta el suelo delante de él.
Gén 43:27 Después de saludarlos, él les preguntó: —¿Cómo está su padre, el anciano del que me hablaron? ¿Todavía vive?
Gén 43:28 —Sí —contestaron—. Nuestro padre, siervo de usted, sigue con vida y está bien. Y volvieron a postrarse.
Gén 43:29 Entonces José miró a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre. —¿Es este su hermano menor del que me hablaron? —preguntó José—. Que Dios te bendiga, hijo mío.
Gén 43:30 Entonces José se apresuró a salir de la habitación porque la emoción de ver a su hermano lo había vencido. Entró en su cuarto privado, donde perdió el control y se echó a llorar.
Gén 43:31 Después de lavarse la cara, volvió a salir, ya más controlado. Entonces ordenó: «Traigan la comida».
Gén 43:32 Los camareros sirvieron a José en su propia mesa, y sus hermanos fueron servidos en una mesa aparte. Los egipcios que comían con José se sentaron en su propia mesa, porque los egipcios desprecian a los hebreos y se niegan a comer con ellos.
Gén 43:33 José indicó a cada uno de sus hermanos dónde sentarse y, para sorpresa de ellos, los sentó según sus edades, desde el mayor hasta el menor.
Gén 43:34 También llenó sus platos con comida de su propia mesa, y le dio a Benjamín cinco veces más que a los demás. Entonces festejaron y bebieron libremente con José.

viernes, 19 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 19 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    8:1-13

Mat 8:1 Al bajar Jesús por la ladera del monte, grandes multitudes lo seguían.
Mat 8:2 De repente, un leproso se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio.
Mat 8:3 Jesús extendió la mano y lo tocó: —Sí quiero —dijo —. ¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció.
Mat 8:4 —No se lo cuentes a nadie —le dijo Jesús —. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra.* Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.
Mat 8:5 Cuando Jesús regresó a Capernaúm, un oficial romano* se le acercó y le rogó:
Mat 8:6 —Señor, mi joven siervo* está en cama, paralizado y con terribles dolores.
Mat 8:7 —Iré a sanarlo —dijo Jesús.
Mat 8:8 —Señor —dijo el oficial—, no soy digno de que entres en mi casa. Tan sólo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará.
Mat 8:9 Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo autoridad sobre mis soldados. Sólo tengo que decir: “Vayan”, y ellos van o “vengan”, y ellos vienen. Y, si les digo a mis esclavos: “Hagan esto”, lo hacen.
Mat 8:10 Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a los que lo seguían y dijo: «Les digo la verdad, ¡no he visto una fe como ésta en todo Israel!
Mat 8:11 Y les digo que muchos gentiles* vendrán de todas partes del mundo —del oriente y del occidente —y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en la fiesta del reino del cielo.
Mat 8:12 Pero muchos israelitas —para quienes se preparó el reino —serán arrojados a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes».
Mat 8:13 Entonces Jesús le dijo al oficial romano: «Vuelve a tu casa. Debido a que creíste, ha sucedido». Y el joven siervo quedó sano en esa misma hora.




HECHOS 11:1-18

Hch 11:1 La noticia de que los gentiles* habían recibido la palabra de Dios pronto llegó a los apóstoles y a los demás creyentes* de Judea.
Hch 11:2 Pero, cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes judíos* lo criticaron.
Hch 11:3 —Entraste en una casa de gentiles,* ¡y hasta comiste con ellos! —le dijeron.
Hch 11:4 Entonces Pedro les contó todo tal como había sucedido.
Hch 11:5 —Yo estaba en la ciudad de Jope —les dijo—, y mientras oraba, caí en un estado de éxtasis y tuve una visión. Algo parecido a una sábana grande descendía por sus cuatro puntas desde el cielo y bajó justo hasta donde yo estaba.
Hch 11:6 Cuando me fijé en el contenido de la sábana, vi toda clase de animales domésticos y salvajes, reptiles y aves.
Hch 11:7 Y oí una voz que decía: “Levántate, Pedro, mátalos y come de ellos”.
Hch 11:8 »“No, Señor —respondí —. Jamás he comido algo que nuestras leyes judías declaren impuro o inmundo”.*
Hch 11:9 »Pero la voz del cielo habló de nuevo: “No llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio”.
Hch 11:10 Eso sucedió tres veces antes de que la sábana, con todo lo que había dentro, fuera subida al cielo otra vez.
Hch 11:11 »Justo en ese momento, tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea llegaron a la casa donde estábamos hospedados.
Hch 11:12 El Espíritu Santo me dijo que los acompañara y que no me preocupara que fueran gentiles. Estos seis hermanos aquí presentes me acompañaron, y pronto entramos en la casa del hombre que había mandado a buscarnos.
Hch 11:13 Él nos contó cómo un ángel se le había aparecido en su casa y le había dicho: “Envía mensajeros a Jope y manda a llamar a un hombre llamado Simón Pedro.
Hch 11:14 ¡Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvos!”.
Hch 11:15 »Cuando comencé a hablar —continuó Pedro—, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como descendió sobre nosotros al principio.
Hch 11:16 Entonces pensé en las palabras del Señor cuando dijo: “Juan bautizó con* agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
Hch 11:17 Y, como Dios les dio a esos gentiles el mismo don que nos dio a nosotros cuando creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
Hch 11:18 Cuando los demás oyeron esto, dejaron de oponerse y comenzaron a alabar a Dios. Dijeron: —Podemos ver que Dios también les ha dado a los gentiles el privilegio de arrepentirse de sus pecados y de recibir vida eterna.





SALMO 18:25-50

Sal 18:25 Con los fieles te muestras fiel; a los íntegros les muestras integridad.
Sal 18:26 Con los puros te muestras puro, pero te muestras hostil con los perversos.
Sal 18:27 Rescatas al humilde, pero humillas al orgulloso.
Sal 18:28 Enciendes una lámpara para mí. El SEÑOR, mi Dios, ilumina mi oscuridad.
Sal 18:29 Con tu fuerza puedo aplastar a un ejército; con mi Dios puedo escalar cualquier muro.
Sal 18:30 El camino de Dios es perfecto. Todas las promesas del SEÑOR demuestran ser verdaderas. Él es escudo para todos los que buscan su protección.
Sal 18:31 Pues ¿quién es Dios aparte del SEÑOR? ¿Quién más que nuestro Dios es una roca sólida?
Sal 18:32 Dios me arma de fuerza y hace perfecto mi camino.
Sal 18:33 Me hace andar tan seguro como un ciervo, para que pueda pararme en las alturas de las montañas.
Sal 18:34 Entrena mis manos para la batalla; fortalece mi brazo para tensar un arco de bronce.
Sal 18:35 Me has dado tu escudo de victoria. Tu mano derecha me sostiene; tu ayuda me ha engrandecido.
Sal 18:36 Has trazado un camino ancho para mis pies a fin de evitar que resbalen.
Sal 18:37 Perseguí a mis enemigos y los alcancé; no paré hasta verlos conquistados.
Sal 18:38 Los herí de muerte para que no pudieran levantarse; cayeron debajo de mis pies.
Sal 18:39 Me has armado de fuerza para la batalla; has sometido a mis enemigos debajo de mis pies.
Sal 18:40 Pusiste mi pie sobre su cuello; destruí a todos los que me odiaban.
Sal 18:41 Pidieron ayuda, pero nadie fue a rescatarlos. Hasta clamaron al SEÑOR, pero él se negó a responder.
Sal 18:42 Los molí tan fino como el polvo que se lleva el viento. Los barrí y los eché a la calle como suciedad.
Sal 18:43 Me diste la victoria sobre los que me acusaban. Me nombraste gobernante de naciones; ahora me sirve gente que ni siquiera conozco.
Sal 18:44 En cuanto oyen hablar de mí, se rinden; naciones extranjeras se arrastran ante mí.
Sal 18:45 Todas pierden el valor y salen temblando de sus fortalezas.
Sal 18:46 ¡El SEÑOR vive! ¡Alabanzas a mi Roca! ¡Exaltado sea el Dios de mi salvación!
Sal 18:47 Él es el Dios que da su merecido a los que me dañan; él somete a las naciones bajo mi control
Sal 18:48 y me rescata de mis enemigos. Tú me mantienes seguro, lejos del alcance de mis enemigos; me salvas de adversarios violentos.
Sal 18:49 Por eso, oh SEÑOR, te alabaré entre las naciones; cantaré alabanzas a tu nombre.
Sal 18:50 Le das grandes victorias a tu rey; le muestras amor inagotable a tu ungido, a David y a todos sus descendientes para siempre.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 41

Gén 41:1 Dos años después, el faraón soñó que estaba de pie a la orilla del río Nilo.
Gén 41:2 En su sueño, vio siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos.
Gén 41:3 Luego vio otras siete vacas que salían del Nilo detrás de ellas, pero eran flacas y raquíticas. Esas vacas se pusieron junto a las vacas gordas, en la ribera del río.
Gén 41:4 ¡Entonces las vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas y sanas! En ese momento del sueño, el faraón se despertó.
Gén 41:5 Después volvió a dormirse y tuvo un segundo sueño. Esta vez vio siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo.
Gén 41:6 Luego aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban resecas y marchitadas por el viento oriental.
Gén 41:7 ¡Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas y bien formadas! El faraón volvió a despertarse y se dio cuenta de que era un sueño.
Gén 41:8 A la mañana siguiente, el faraón estaba muy perturbado por los sueños. Entonces llamó a todos los magos y a los sabios de Egipto. Cuando el faraón les contó sus sueños, ninguno de ellos pudo decirle lo que significaban.
Gén 41:9 Finalmente habló el jefe de los coperos del rey: «Hoy he recordado mi falla —le dijo al faraón—.
Gén 41:10 Hace un tiempo, usted se enojó con el jefe de los panaderos y conmigo, y nos encarceló en el palacio del capitán de la guardia.
Gén 41:11 Una noche, el jefe de los panaderos y yo tuvimos, cada uno, un sueño, y cada sueño tenía su propio significado.
Gén 41:12 Con nosotros, en la cárcel, había un joven hebreo, que era esclavo del capitán de la guardia. Nosotros le contamos nuestros sueños, y él nos explicó el significado de cada sueño.
Gén 41:13 Y todo sucedió tal como él lo había predicho. Yo fui restituido a mi puesto de copero, y el jefe de los panaderos fue ejecutado y atravesado con un poste».
Gén 41:14 El faraón mandó llamar a José de inmediato, y enseguida lo trajeron de la cárcel. Después de afeitarse y cambiarse de ropa, José se presentó ante el faraón.
Gén 41:15 Entonces el faraón le dijo: —Anoche tuve un sueño, y nadie aquí puede decirme lo que significa; pero me enteré de que cuando tú oyes un sueño puedes interpretarlo.
Gén 41:16 —No está en mis manos el poder para hacerlo —respondió José—, pero Dios puede decirle lo que su sueño significa y darle tranquilidad.
Gén 41:17 Entonces el faraón le contó su sueño a José. —En mi sueño —le dijo—, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo
Gén 41:18 y vi siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos.
Gén 41:19 Luego vi siete vacas flacas y raquíticas con aspecto enfermizo que salían después de las primeras. Jamás había visto unos animales tan lamentables en toda la tierra de Egipto.
Gén 41:20 Entonces esas vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas,
Gén 41:21 pero nadie lo hubiera creído, ¡porque después seguían siendo tan flacas y raquíticas como antes! Luego me desperté.
Gén 41:22 »Al rato volví a quedarme dormido y tuve otro sueño. Vi también en mis sueños siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo.
Gén 41:23 Después aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban infestadas, resecas y marchitadas por el viento oriental.
Gén 41:24 Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas. Les conté esos sueños a los magos, pero ninguno pudo decirme lo que significan.
Gén 41:25 José respondió: —Ambos sueños del faraón significan lo mismo. Dios le da a conocer de antemano al faraón lo que está por hacer.
Gén 41:26 Las siete vacas sanas y las siete espigas robustas representan siete años de prosperidad.
Gén 41:27 Las siete vacas flacas y raquíticas que salieron después, y las siete espigas resecas y marchitadas por el viento oriental representan siete años de hambre.
Gén 41:28 »Esto sucederá tal como lo he descrito, pues Dios ha revelado de antemano al faraón lo que está por hacer.
Gén 41:29 Los próximos siete años serán un período de gran prosperidad en toda la tierra de Egipto,
Gén 41:30 pero después llegarán siete años de un hambre tan intensa que hará olvidar toda esa prosperidad de Egipto. El hambre destruirá la tierra.
Gén 41:31 La hambruna será tan grave que borrará hasta el recuerdo de los años buenos.
Gén 41:32 El haber tenido dos sueños similares significa que esos acontecimientos fueron decretados por Dios, y él hará que ocurran pronto.
Gén 41:33 »Por lo tanto, el faraón debería encontrar a un hombre inteligente y sabio, y ponerlo a cargo de toda la tierra de Egipto.
Gén 41:34 Después el faraón debería nombrar supervisores de la tierra, a fin de que almacenen una quinta parte de las cosechas durante los siete años buenos.
Gén 41:35 Haga que ellos reúnan toda la producción de alimentos en los años buenos que vienen y la lleven a los graneros del faraón. Almacene bien el grano y vigílelo para que haya alimento en las ciudades.
Gén 41:36 De esa manera, habrá suficiente para comer cuando lleguen los siete años de hambre sobre la tierra de Egipto. De lo contrario, el hambre destruirá la tierra.
Gén 41:37 Las sugerencias de José fueron bien recibidas por el faraón y sus funcionarios.
Gén 41:38 Entonces el faraón preguntó a sus funcionarios: «¿Acaso encontraremos a alguien como este hombre, tan claramente lleno del espíritu de Dios?».
Gén 41:39 Así que el faraón dijo a José: «Como Dios te ha revelado el significado de los sueños a ti, es obvio que no hay nadie más sabio e inteligente que tú.
Gén 41:40 Quedarás a cargo de mi palacio, y toda mi gente recibirá órdenes de ti. Sólo yo, sentado en mi trono, tendré un rango superior al tuyo».
Gén 41:41 El faraón dijo a José: «Yo, aquí en persona, te pongo a cargo de toda la tierra de Egipto».
Gén 41:42 Luego el faraón se quitó de la mano el anillo con su sello oficial y lo puso en el dedo de José; lo vistió con ropas de lino de la mejor calidad y le puso un collar de oro.
Gén 41:43 Después hizo que José subiera al carro de guerra reservado para su segundo en autoridad, y dondequiera que iba José, se gritaba la orden: «¡Arrodíllense!». Así que el faraón puso a José a cargo de todo Egipto,
Gén 41:44 y le dijo: «Yo soy el faraón, pero nadie levantará una mano ni un pie en toda la tierra de Egipto sin tu aprobación».
Gén 41:45 Luego el faraón le puso un nuevo nombre a José, un nombre egipcio: Zafnat-panea.* También le dio una esposa, quien se llamaba Asenat y era hija de Potifera, el sacerdote de On.* Entonces José se hizo cargo de toda la tierra de Egipto.
Gén 41:46 Tenía treinta años cuando comenzó a servir en el palacio del faraón, rey de Egipto. Después, cuando José salió de la presencia del faraón, inspeccionó toda la tierra de Egipto.
Gén 41:47 Tal como se había predicho, la tierra produjo cosechas abundantes durante siete años.
Gén 41:48 Todos esos años, José recogió todas las cosechas que crecieron en Egipto y guardó en las ciudades el grano de los campos aledaños.
Gén 41:49 Acumuló grandes cantidades de grano, tanto como si fuera arena a la orilla del mar. Al final, dejó de registrar las cantidades porque había tanto que resultaba imposible medirlo.
Gén 41:50 Durante ese tiempo, antes del primer año de hambre, les nacieron dos hijos a José y su esposa Asenat, hija de Potifera, el sacerdote de On.
Gén 41:51 José llamó a su hijo mayor Manasés,* porque dijo: «Dios me hizo olvidar todas mis angustias y a todos los de la familia de mi padre».
Gén 41:52 José llamó a su segundo hijo Efraín,* porque dijo: «Dios me hizo fructífero en esta tierra de mi aflicción».
Gén 41:53 Finalmente acabaron los siete años de cosechas abundantes en toda la tierra de Egipto.
Gén 41:54 Después comenzaron los siete años de hambre, tal como José había predicho. El hambre también azotó a todas las regiones vecinas, pero en todo Egipto había alimento de sobra.
Gén 41:55 Con el tiempo, sin embargo, el hambre se extendió por toda la tierra de Egipto también. Cuando la gente reclamó alimento al faraón, él les dijo: «Vayan a ver a José y hagan todo lo que les diga».
Gén 41:56 Entonces, dada la gravedad del hambre en todas partes, José abrió los graneros y distribuyó grano a los egipcios, porque el hambre era intensa en toda la tierra de Egipto.
Gén 41:57 Y llegaba a Egipto gente de todas partes para comprarle grano a José, porque el hambre era intensa en todo el mundo.