APOSENTO ALTO

martes, 9 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 9 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    4:18-25

Mat 4:18 Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos —a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés —que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca.
Mat 4:19 Jesús los llamó: «Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar personas!».
Mat 4:20 Y enseguida dejaron las redes y lo siguieron.
Mat 4:21 Un poco más adelante por la orilla, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, sentados en una barca junto a su padre, Zebedeo, reparando las redes. También los llamó para que lo siguieran.
Mat 4:22 Ellos, dejando atrás la barca y a su padre, lo siguieron de inmediato.
Mat 4:23 Jesús viajó por toda la región de Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la Buena Noticia del reino, y sanando a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias.
Mat 4:24 Las noticias acerca de él corrieron y llegaron tan lejos como Siria, y pronto la gente comenzó a llevarle a todo el que estuviera enfermo. Y él los sanaba a todos, cualquiera fuera la enfermedad o el dolor que tuvieran, o si estaban poseídos por demonios, o eran epilépticos o paralíticos.
Mat 4:25 Numerosas multitudes lo seguían a todas partes: gente de Galilea, de las Diez Ciudades,* de Jerusalén, de toda Judea y del este del río Jordán.


HECHOS 5:17-42

Hch 5:17 El sumo sacerdote y sus funcionarios, que eran saduceos, se llenaron de envidia.
Hch 5:18 Arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública.
Hch 5:19 Pero un ángel del Señor llegó de noche, abrió las puertas de la cárcel y los sacó. Luego les dijo:
Hch 5:20 «¡Vayan al templo y denle a la gente este mensaje de vida!».
Hch 5:21 Así que, al amanecer, los apóstoles entraron en el templo como se les había dicho, y comenzaron a enseñar de inmediato. Cuando llegaron el sumo sacerdote y sus funcionarios, convocaron al Concilio Supremo,* es decir, a toda la asamblea de los ancianos de Israel. Luego mandaron a sacar a los apóstoles de la cárcel para llevarlos a juicio.
Hch 5:22 Pero, cuando los guardias del templo llegaron a la cárcel, los hombres ya no estaban. Entonces regresaron al Concilio y dieron el siguiente informe:
Hch 5:23 «La cárcel estaba bien cerrada, los guardias estaban afuera en sus puestos pero, cuando abrimos las puertas, ¡no había nadie!».
Hch 5:24 Cuando el capitán de la guardia del templo y los sacerdotes principales oyeron esto, quedaron perplejos y se preguntaban en qué iba a terminar todo el asunto.
Hch 5:25 Entonces alguien llegó con noticias sorprendentes: «¡Los hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el templo enseñando a la gente!».
Hch 5:26 El capitán fue con los guardias del templo y arrestó a los apóstoles, pero sin violencia, porque tenían miedo de que la gente los apedreara.
Hch 5:27 Después llevaron a los apóstoles ante el Concilio Supremo, donde los confrontó el sumo sacerdote.
Hch 5:28 —¿Acaso no les dijimos que no enseñaran nunca más en nombre de ese hombre? —les reclamó —. En lugar de eso, ustedes han llenado a toda Jerusalén con la enseñanza acerca de él, ¡y quieren hacernos responsables de su muerte!
Hch 5:29 Pero Pedro y los apóstoles respondieron: —Nosotros tenemos que obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana.
Hch 5:30 El Dios de nuestros antepasados levantó a Jesús de los muertos después de que ustedes lo mataron colgándolo en una cruz.*
Hch 5:31 Luego Dios lo puso en el lugar de honor, a su derecha, como Príncipe y Salvador. Lo hizo para que el pueblo de Israel se arrepintiera de sus pecados y fuera perdonado.
Hch 5:32 Nosotros somos testigos de estas cosas y también lo es el Espíritu Santo, dado por Dios a todos los que lo obedecen.
Hch 5:33 Al oír esto, el Concilio Supremo se enfureció y decidió matarlos.
Hch 5:34 Pero uno de los miembros, un fariseo llamado Gamaliel, experto en la ley religiosa y respetado por toda la gente, se puso de pie y ordenó que sacaran de la sala del Concilio a los hombres por un momento.
Hch 5:35 Entonces les dijo a sus colegas: «Hombres de Israel, ¡tengan cuidado con lo que piensan hacerles a estos hombres!
Hch 5:36 Hace algún tiempo, hubo un tal Teudas, quien fingía ser alguien importante. Unas cuatrocientas personas se le unieron, pero a él lo mataron y todos sus seguidores se fueron cada cual por su camino. Todo el movimiento se redujo a nada.
Hch 5:37 Después de él, en el tiempo en que se llevó a cabo el censo, apareció un tal Judas de Galilea. Logró que gente lo siguiera, pero a él también lo mataron, y todos sus seguidores se dispersaron.
Hch 5:38 »Así que mi consejo es que dejen a esos hombres en paz. Pónganlos en libertad. Si ellos están planeando y actuando por sí solos, pronto su movimiento caerá.
Hch 5:39 Pero, si es de Dios, ustedes no podrán detenerlos. ¡Tal vez hasta se encuentren peleando contra Dios!».
Hch 5:40 Los otros miembros aceptaron su consejo. Llamaron a los apóstoles y mandaron que los azotaran. Luego les ordenaron que nunca más hablaran en el nombre de Jesús y los pusieron en libertad.
Hch 5:41 Los apóstoles salieron del Concilio Supremo con alegría, porque Dios los había considerado dignos de sufrir deshonra por el nombre de Jesús.*
Hch 5:42 Y cada día, en el templo y casa por casa, seguían enseñando y predicando este mensaje: «Jesús es el Mesías».




SALMO 9

Sal 9:1 Te alabaré, SEÑOR, con todo mi corazón; contaré de las cosas maravillosas que has hecho.
Sal 9:2 Gracias a ti, estaré lleno de alegría; cantaré alabanzas a tu nombre, oh Altísimo.
Sal 9:3 Mis enemigos retrocedieron, tambalearon y murieron cuando apareciste.
Sal 9:4 Pues has juzgado a mi favor; desde tu trono juzgaste con imparcialidad.
Sal 9:5 Reprendiste a las naciones y destruiste a los malvados; borraste sus nombres para siempre.
Sal 9:6 El enemigo está acabado, quedó en ruinas eternas; las ciudades que arrancaste de raíz ya pasaron al olvido.
Sal 9:7 Pero el SEÑOR reina para siempre, desde su trono lleva a cabo el juicio.
Sal 9:8 Juzgará al mundo con justicia y gobernará a las naciones con imparcialidad.
Sal 9:9 El SEÑOR es un refugio para los oprimidos, un lugar seguro en tiempos difíciles.
Sal 9:10 Los que conocen tu nombre confían en ti, porque tú, oh SEÑOR, no abandonas a los que te buscan.
Sal 9:11 Canten alabanzas al SEÑOR, que reina en Jerusalén.* Cuéntenle al mundo acerca de sus inolvidables hechos.
Sal 9:12 Pues el vengador de los que son asesinados cuida de los indefensos; no pasa por alto el clamor de los que sufren.
Sal 9:13 SEÑOR, ten misericordia de mí. Mira cómo me atormentan mis enemigos; arrebátame de las garras de la muerte.
Sal 9:14 Sálvame, para que te alabe públicamente en las puertas de Jerusalén, para que me alegre porque me has rescatado.
Sal 9:15 Las naciones han caído en el hoyo que cavaron para otros; sus propios pies quedaron atrapados en la trampa que tendieron.
Sal 9:16 Al SEÑOR lo conocen por su justicia; los malvados son presos de sus propias acciones. Interludio de silencio*
Sal 9:17 Los malvados descenderán a la tumba;* éste es el destino de las naciones que se olvidan de Dios.
Sal 9:18 Pero aquellos que pasen necesidad no quedarán olvidados para siempre; las esperanzas del pobre no siempre serán aplastadas.
Sal 9:19 ¡Levántate, oh SEÑOR! ¡No permitas que simples mortales te desafíen! ¡Juzga a las naciones!
Sal 9:20 Haz que tiemblen de miedo, oh SEÑOR; que las naciones sepan que no son más que seres humanos. Interludio

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 24

Gén 24:1 Abraham ya era un hombre muy anciano, y el SEÑOR lo había bendecido en todo.
Gén 24:2 Cierto día Abraham le dijo a su siervo más antiguo, el hombre que estaba a cargo de su casa: —Haz un juramento poniendo tu mano debajo de mi muslo.
Gén 24:3 Jura por el SEÑOR, Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una de esas mujeres cananeas.
Gén 24:4 Sino que vuelve a mi tierra natal, donde están mis parientes, y encuentra allí una esposa para mi hijo Isaac.
Gén 24:5 El siervo preguntó: —¿Pero qué pasaría si no puedo encontrar una joven que esté dispuesta a viajar tan lejos de su casa? ¿Debería, entonces, llevar allí a Isaac para que viva entre sus parientes, en la tierra de donde usted proviene?
Gén 24:6 —¡No! —contestó Abraham—. Procura no llevar nunca a mi hijo allí.
Gén 24:7 Pues el SEÑOR, Dios del cielo, quien me sacó de la casa de mi padre y de mi tierra natal, prometió solemnemente dar esta tierra a mis descendientes.* Él enviará a su ángel delante de ti y se encargará de que encuentres allí una esposa para mi hijo.
Gén 24:8 Si ella no está dispuesta a regresar contigo, entonces quedarás libre de este juramento que haces conmigo; pero bajo ninguna circunstancia, llevarás a mi hijo allí.
Gén 24:9 Entonces el siervo hizo un juramento poniendo su mano debajo del muslo de su señor, Abraham, y juró seguir sus instrucciones.
Gén 24:10 Después tomó diez de los camellos de Abraham y los cargó con toda clase de regalos valiosos de parte de su señor, y viajó hasta la lejana tierra de Aram-naharaim. Una vez allí, se dirigió a la ciudad donde se había establecido Nacor, hermano de Abraham.
Gén 24:11 Hizo que los camellos se arrodillaran junto a un pozo justo a las afueras de la ciudad. Era la caída de la tarde, y las mujeres salían a sacar agua.
Gén 24:12 «Oh SEÑOR, Dios de mi amo, Abraham —oró—. Te ruego que hoy me des éxito y muestres amor inagotable a mi amo, Abraham.
Gén 24:13 Aquí me encuentro junto a este manantial, y las jóvenes de la ciudad vienen a sacar agua.
Gén 24:14 Mi petición es la siguiente: yo le diré a una de ellas: “Por favor, deme de beber de su cántaro”; si ella dice: “Sí, beba usted, ¡y también daré de beber a sus camellos!”, que sea ella la que has elegido como esposa para Isaac. De esa forma sabré que has mostrado amor inagotable a mi amo».
Gén 24:15 Entonces, antes de terminar su oración, vio a una joven llamada Rebeca, que salía con su cántaro al hombro. Ella era hija de Betuel, quien era hijo de Nacor —hermano de Abraham— y de Milca, su esposa.
Gén 24:16 Rebeca era muy hermosa y tenía edad suficiente para estar casada, pero aún era virgen. Ella descendió hasta el manantial, llenó su cántaro y volvió a subir.
Gén 24:17 Entonces el siervo corrió hasta alcanzarla y le dijo: —Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro.
Gén 24:18 —Sí, mi señor, beba —respondió ella. Enseguida bajó su cántaro del hombro y le dio de beber.
Gén 24:19 Después de darle de beber, dijo: —También sacaré agua para sus camellos y les daré de beber hasta que se sacien.
Gén 24:20 Así que, de inmediato, vació su cántaro en el bebedero y volvió corriendo al pozo a sacar agua para todos los camellos.
Gén 24:21 El siervo la observaba en silencio mientras se preguntaba si el SEÑOR le había dado éxito en la misión.
Gén 24:22 Cuando los camellos terminaron de beber, sacó un anillo de oro para la nariz de la muchacha y dos pulseras grandes de oro* para sus muñecas.
Gén 24:23 —¿De quién es hija usted? —le preguntó—, y dígame, por favor, ¿tendría su padre algún lugar para hospedarnos esta noche?
Gén 24:24 —Soy hija de Betuel —contestó ella—, y mis abuelos son Nacor y Milca.
Gén 24:25 Sí, tenemos más que suficiente paja y alimento para los camellos, y también tenemos lugar para huéspedes.
Gén 24:26 El hombre se inclinó hasta el suelo y adoró al SEÑOR.
Gén 24:27 —Alabado sea el SEÑOR, Dios de mi amo, Abraham —dijo—. El SEÑOR ha mostrado amor inagotable y fidelidad a mi amo, porque me ha guiado directamente a los parientes de mi señor.
Gén 24:28 La joven corrió a su casa para contarle a su familia todo lo que había ocurrido.
Gén 24:29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán, el cual salió corriendo al manantial para encontrarse con el hombre.
Gén 24:30 Había visto el anillo en la nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y había oído a Rebeca contar lo que el hombre le había dicho. Así que corrió hasta llegar al manantial, donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos.
Gén 24:31 Entonces Labán le dijo: «¡Ven y quédate con nosotros, hombre bendecido por el SEÑOR! ¿Por qué estás aquí, fuera de la ciudad, cuando yo tengo un cuarto preparado para ti y un lugar para los camellos?».
Gén 24:32 Entonces el hombre fue con Labán a su casa, y Labán descargó los camellos, y para que se tendieran les proveyó paja, los alimentó, y también trajo agua para que el hombre y los camelleros se lavaran los pies.
Gén 24:33 Luego sirvieron la comida, pero el siervo de Abraham dijo: —No quiero comer hasta que les haya dicho la razón por la que vine. —Muy bien —respondió Labán—, dinos.
Gén 24:34 —Yo soy siervo de Abraham —explicó—.
Gén 24:35 Y el SEÑOR ha bendecido mucho a mi amo; y él se ha enriquecido. El SEÑOR le ha dado rebaños de ovejas y cabras, manadas de ganado, una fortuna en plata y en oro, y muchos siervos y siervas, camellos y burros.
Gén 24:36 »Cuando Sara, la esposa de mi amo, era ya muy anciana, le dio un hijo a mi amo, y mi amo le ha dado a él todo lo que posee.
Gén 24:37 Mi amo me hizo jurar, y me dijo: «No dejes que mi hijo se case con una de esas mujeres cananeas.
Gén 24:38 Sino que vuelve a la casa de mi padre, a mis parientes, y encuentra allí una esposa para mi hijo».
Gén 24:39 »Pero yo le dije a mi amo: “¿Y si no encuentro una joven que esté dispuesta a regresar conmigo?”.
Gén 24:40 Y él contestó: “El SEÑOR, en cuya presencia he vivido, enviará a su ángel contigo y hará que tu misión tenga éxito. Es verdad, debes encontrar una esposa para mi hijo entre mis parientes, en la familia de mi padre.
Gén 24:41 Entonces habrás cumplido tu obligación; pero si vas a mis parientes y ellos se niegan a dejarla ir contigo, quedarás libre de mi juramento”.
Gén 24:42 »Así que cuando llegué al manantial, hice esta oración: “Oh SEÑOR, Dios de mi amo, Abraham, te ruego que me des éxito en esta misión.
Gén 24:43 Mira, aquí estoy, parado junto a este manantial, y ésta es mi petición: cuando venga una joven a sacar agua, yo le diré: ‘Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro’;
Gén 24:44 si ella dice: ‘Sí, beba usted, y también sacaré agua para sus camellos’, que sea ella la que has elegido para ser la esposa del hijo de mi amo”.
Gén 24:45 »Antes de terminar de orar en mi corazón, vi a Rebeca saliendo con un cántaro de agua al hombro. Ella descendió hasta el manantial y sacó agua. Entonces yo le dije: “Por favor, deme de beber”.
Gén 24:46 Enseguida ella bajó el cántaro del hombro y dijo: “Sí, beba usted, ¡y también daré de beber a sus camellos!”. Así que bebí, y después ella dio de beber a los camellos.
Gén 24:47 »Entonces le pregunté: “¿De quién es hija usted?”, y ella contestó: “Soy hija de Betuel, y mis abuelos son Nacor y Milca”. Así que puse el anillo en su nariz y las pulseras en sus muñecas.
Gén 24:48 »Después me incliné hasta el suelo y adoré al SEÑOR. Alabé al SEÑOR, Dios de mi amo, Abraham, porque me había guiado directamente a la sobrina de mi amo, para que ella sea la esposa de su hijo.
Gén 24:49 Así que díganme: ¿quieren o no mostrar amor inagotable y fidelidad a mi amo? Por favor, respóndanme “sí” o “no”, y de esa manera sabré qué hacer después.
Gén 24:50 Entonces Betuel y Labán respondieron: —Es evidente que el SEÑOR te trajo hasta aquí, así que no hay nada que podamos decir.
Gén 24:51 Aquí está Rebeca; tómala y vete. Efectivamente, que ella sea la esposa del hijo de tu amo, tal como el SEÑOR lo ha dispuesto.
Gén 24:52 Cuando el siervo de Abraham oyó la respuesta, se postró hasta el suelo y adoró al SEÑOR.
Gén 24:53 Después sacó joyas de plata y de oro, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También entregó valiosos regalos a su hermano y a su madre.
Gén 24:54 Luego comieron, y el siervo y los hombres que lo acompañaban pasaron allí la noche. Pero temprano a la mañana siguiente, el siervo de Abraham dijo: —Envíenme de regreso a mi amo.
Gén 24:55 —Queremos que Rebeca se quede con nosotros al menos diez días —dijeron su madre y su hermano—, y luego podrá irse.
Gén 24:56 Pero él dijo: —No me retrasen. El SEÑOR hizo que mi misión tuviera éxito; ahora envíenme, para que pueda regresar a la casa de mi amo.
Gén 24:57 —Bien —dijeron ellos—, llamaremos a Rebeca y le preguntaremos qué le parece a ella.
Gén 24:58 Entonces llamaron a Rebeca. —¿Estás dispuesta a irte con este hombre? —le preguntaron. —Sí —contestó—, iré.
Gén 24:59 Entonces se despidieron de Rebeca y la enviaron con el siervo de Abraham y sus hombres. La mujer que había sido niñera de Rebeca la acompañó.
Gén 24:60 Cuando Rebeca partía le dieron la siguiente bendición: «Hermana nuestra, ¡que llegues a ser la madre de muchos millones! Que tus descendientes sean fuertes y conquisten las ciudades de sus enemigos».
Gén 24:61 Después Rebeca y sus siervas montaron en los camellos y siguieron al hombre. Así que el siervo de Abraham se llevó a Rebeca y emprendió el viaje.
Gén 24:62 Mientras tanto, Isaac, que vivía en el Neguev, había regresado de Beer-lajai-roi.
Gén 24:63 Una tarde, mientras caminaba por los campos y meditaba, levantó la vista y vio que se acercaban los camellos.
Gén 24:64 Cuando Rebeca levantó la vista y vio a Isaac, se bajó enseguida del camello.
Gén 24:65 —¿Quién es ese hombre que viene a nuestro encuentro caminando por los campos? —preguntó al siervo. Y él contestó: —Es mi amo. Entonces Rebeca se cubrió el rostro con el velo,
Gén 24:66 y el siervo le contó a Isaac todo lo que había hecho.
Gén 24:67 Luego Isaac la llevó a la carpa de Sara, su madre, y Rebeca fue su esposa. Él la amó profundamente, y ella fue para él un consuelo especial después de la muerte de su madre.

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