APOSENTO ALTO

domingo, 21 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 21 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    8:23-24

Mat 8:23 Luego Jesús entró en la barca y comenzó a cruzar el lago con sus discípulos.
Mat 8:24 De repente, se desató sobre el lago una violenta tormenta, con olas que entraban en el barco. Pero Jesús dormía.
Mat 8:25 Los discípulos fueron a despertarlo: «Señor, ¡sálvanos! ¡Nos vamos a ahogar!» —gritaron.
Mat 8:26 «¿Por qué tienen miedo? —preguntó Jesús —. ¡Tienen tan poca fe!». Entonces se levantó y reprendió al viento y a las olas y, de repente, hubo una gran calma.
Mat 8:27 Los discípulos quedaron asombrados y preguntaron: «¿Quién es este hombre? ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!».
Mat 8:28 Cuando Jesús llegó al otro lado del lago, a la región de los gadarenos,* dos hombres que estaban poseídos por demonios salieron a su encuentro. Vivían en un cementerio y eran tan violentos que nadie podía pasar por esa zona.
Mat 8:29 Comenzaron a gritarle: «¿Por qué te entrometes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para torturarnos antes del tiempo establecido por Dios?».
Mat 8:30 Sucedió que a cierta distancia había una gran manada de cerdos alimentándose.
Mat 8:31 Entonces los demonios suplicaron: —Si nos echas afuera, envíanos a esa manada de cerdos.
Mat 8:32 —Muy bien, ¡vayan! —les ordenó Jesús. Entonces los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y toda la manada se lanzó al lago por el precipicio y se ahogó en el agua.
Mat 8:33 Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron a la ciudad cercana y a todos contaron lo que había sucedido con los endemoniados.
Mat 8:34 Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, pero le rogaron que se fuera y los dejara en paz.


HECHOS 12

Hch 12:1 Por ese tiempo, el rey Herodes Agripa* comenzó a perseguir a algunos creyentes de la iglesia.
Hch 12:2 Mandó matar a espada al apóstol Santiago (hermano de Juan).
Hch 12:3 Cuando Herodes vio cuánto esto le agradó al pueblo judío, también arrestó a Pedro. (Eso sucedió durante la celebración de la Pascua).*
Hch 12:4 Después lo metió en la cárcel y lo puso bajo la vigilancia de cuatro escuadrones de cuatro soldados cada uno. Herodes tenía pensado llevar a Pedro a juicio público después de la Pascua.
Hch 12:5 Pero, mientras Pedro estaba en la cárcel, la iglesia oraba fervientemente por él.
Hch 12:6 La noche antes de ser sometido a juicio, Pedro dormía sujetado con dos cadenas entre dos soldados. Otros hacían guardia junto a la puerta de la prisión.
Hch 12:7 De repente, una luz intensa iluminó la celda y un ángel del Señor se puso frente a Pedro. El ángel lo golpeó en el costado para despertarlo y le dijo: «¡Rápido! ¡Levántate!». Y las cadenas cayeron de sus muñecas.
Hch 12:8 Después, el ángel le dijo: «Vístete y ponte tus sandalias». Pedro lo hizo, y el ángel le ordenó: «Ahora ponte tu abrigo y sígueme».
Hch 12:9 Así que Pedro salió de la celda y siguió al ángel. Pero todo el tiempo pensaba que era una visión; no se daba cuenta de que en verdad eso estaba sucediendo.
Hch 12:10 Pasaron el primer puesto de guardia y luego el segundo y llegaron a la puerta de hierro que lleva a la ciudad, y esta puerta se abrió por sí sola frente a ellos. De esta manera cruzaron la puerta y empezaron a caminar por la calle, y de pronto el ángel lo dejó.
Hch 12:11 Finalmente Pedro volvió en sí. «¡De veras es cierto! —dijo —. ¡El Señor envió a su ángel y me salvó de Herodes y de lo que los líderes judíos* tenían pensado hacerme!».
Hch 12:12 Cuando se dio cuenta de esto, fue a la casa de María, la madre de Juan Marcos, donde muchos se habían reunido para orar.
Hch 12:13 Tocó a la puerta de entrada, y una sirvienta llamada Rode fue a abrir.
Hch 12:14 Cuando ella reconoció la voz de Pedro, se alegró tanto que, en lugar de abrir la puerta, corrió hacia adentro y les dijo a todos: —¡Pedro está a la puerta!
Hch 12:15 —¡Estás loca! —le dijeron. Como ella insistía, llegaron a la conclusión: «Debe ser su ángel».
Hch 12:16 Mientras tanto, Pedro seguía tocando. Cuando por fin abrieron la puerta y lo vieron, quedaron asombrados.
Hch 12:17 Él les hizo señas para que se callaran y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. «Díganles a Santiago y a los demás hermanos lo que pasó» —dijo. Y después se fue a otro lugar.
Hch 12:18 Al amanecer, hubo un gran alboroto entre los soldados por lo que había sucedido con Pedro.
Hch 12:19 Herodes Agripa ordenó que se hiciera una búsqueda exhaustiva para encontrar a Pedro. Como no pudieron encontrarlo, Herodes interrogó a los guardias y luego los condenó a muerte. Después Herodes se fue de Judea para quedarse en Cesarea por un tiempo.
Hch 12:20 Ahora bien, Herodes estaba muy enojado con los habitantes de Tiro y de Sidón. Entonces ellos enviaron una delegación para que hiciera las paces con él, porque sus ciudades dependían del país de Herodes para obtener alimento. Los delegados se ganaron el apoyo de Blasto, el asistente personal de Herodes,
Hch 12:21 y así se les concedió una cita con Herodes. Cuando llegó el día, Herodes se puso sus vestiduras reales, se sentó en su trono y les dio un discurso.
Hch 12:22 El pueblo le dio una gran ovación, gritando: «¡Es la voz de un dios, no la de un hombre!».
Hch 12:23 Al instante, un ángel del Señor hirió a Herodes con una enfermedad, porque él aceptó la adoración de la gente en lugar de darle la gloria a Dios. Así que murió carcomido por gusanos.
Hch 12:24 Mientras tanto, la palabra de Dios seguía extendiéndose, y hubo muchos nuevos creyentes.
Hch 12:25 Cuando Bernabé y Saulo terminaron su misión en Jerusalén, regresaron* llevándose con ellos a Juan Marcos.

SALMO 20

Sal 20:1 Que el SEÑOR responda a tu clamor en tiempos de dificultad; que el nombre del Dios de Jacob te proteja de todo mal.
Sal 20:2 Que te envíe ayuda desde su santuario y te fortalezca desde Jerusalén.*
Sal 20:3 Que se acuerde de todas tus dádivas y mire con agrado tus ofrendas quemadas. Interludio
Sal 20:4 Que él conceda los deseos de tu corazón y haga que todos tus planes tengan éxito.
Sal 20:5 Que gritemos de alegría cuando escuchemos de tu triunfo y levantemos una bandera de victoria en el nombre de nuestro Dios. Que el SEÑOR conteste a todas tus oraciones.
Sal 20:6 Ahora sé que el SEÑOR rescata a su rey ungido. Le responderá desde su santo cielo y lo rescatará con su gran poder.
Sal 20:7 Algunas naciones se jactan de sus caballos y sus carros de guerra, pero nosotros nos jactamos en el nombre del SEÑOR nuestro Dios.
Sal 20:8 Esas naciones se derrumbarán y caerán, pero nosotros nos levantaremos y estaremos firmes.
Sal 20:9 ¡Da la victoria a nuestro rey, oh SEÑOR! Responde a nuestro grito de auxilio.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 44-45

Gén 44:1 Cuando los hermanos estuvieron listos para marcharse, José dio las siguientes instrucciones al administrador del palacio: «Llena sus costales con todo el grano que puedan llevar y pon el dinero de cada uno nuevamente en su costal.
Gén 44:2 Luego pon mi copa personal de plata en la abertura del costal del menor de los hermanos, junto con el dinero de su grano». Y el administrador hizo tal como José le indicó.
Gén 44:3 Los hermanos se levantaron al amanecer y emprendieron el viaje con sus burros cargados.
Gén 44:4 Cuando habían recorrido sólo una corta distancia y apenas habían llegado a las afueras de la ciudad, José le dijo al administrador del palacio: «Sal tras ellos y detenlos; y cuando los alcances, pregúntales: “¿Por qué han pagado mi bondad con semejante malicia?
Gén 44:5 ¿Por qué han robado la copa de plata* de mi amo, la que usa para predecir el futuro? ¡Qué maldad tan grande han cometido!”».
Gén 44:6 Cuando el administrador del palacio alcanzó a los hombres, les habló tal como José le había indicado.
Gén 44:7 —¿De qué habla usted? —respondieron los hermanos—. Nosotros somos sus siervos y nunca haríamos semejante cosa.
Gén 44:8 ¿Acaso no devolvimos el dinero que encontramos en nuestros costales? Lo trajimos de vuelta desde la tierra de Canaán. ¿Por qué robaríamos oro o plata de la casa de su amo?
Gén 44:9 Si usted encuentra la copa en poder de uno de nosotros, que muera el hombre que la tenga. Y el resto de nosotros, mi señor, seremos sus esclavos.
Gén 44:10 —Eso es justo —respondió el hombre—, pero sólo el hombre que haya robado la copa será mi esclavo. Los demás quedarán libres.
Gén 44:11 Ellos bajaron rápidamente sus costales de los lomos de sus burros y los abrieron.
Gén 44:12 El administrador del palacio revisó los costales de cada uno de los hermanos, desde el mayor hasta el menor, ¡y encontró la copa en el costal de Benjamín!
Gén 44:13 Al ver eso, los hermanos se rasgaron la ropa en señal de desesperación. Luego volvieron a cargar sus burros y regresaron a la ciudad.
Gén 44:14 José todavía estaba en su palacio cuando Judá y sus hermanos llegaron. Entonces se postraron en el suelo delante de él.
Gén 44:15 —¿Qué han hecho ustedes? —reclamó José—. ¿No saben que un hombre como yo puede predecir el futuro?
Gén 44:16 —Oh, mi señor —contestó Judá—, ¿qué podemos responderle? ¿Cómo podemos explicar esto? ¿Cómo podemos probar nuestra inocencia? Dios nos está castigando por nuestros pecados. Mi señor, todos hemos regresado para ser sus esclavos, todos nosotros, y no sólo nuestro hermano que tenía la copa en su costal.
Gén 44:17 —No —dijo José—. ¡Yo jamás haría algo así! Sólo el hombre que robó la copa será mi esclavo. Los demás pueden volver en paz a la casa de su padre.
Gén 44:18 Entonces Judá dio un paso adelante y dijo: —Por favor, mi señor, permita que su siervo le hable sólo unas palabras. Le ruego que no se enoje conmigo, a pesar de ser usted tan poderoso como el faraón mismo.
Gén 44:19 »Mi señor, anteriormente nos preguntó a nosotros, sus siervos: “¿Tienen un padre o un hermano?”.
Gén 44:20 Y nosotros respondimos: “Sí, mi señor, tenemos un padre que ya es anciano, y su hijo menor le nació en la vejez. Su hermano de padre y madre murió y él es el único hijo que queda de su madre, y su padre lo ama mucho”.
Gén 44:21 »Usted nos dijo: “Tráiganlo aquí para que lo vea con mis propios ojos”.
Gén 44:22 Pero nosotros le dijimos a usted: “Mi señor, el muchacho no puede dejar a su padre, porque su padre moriría”.
Gén 44:23 Pero usted nos dijo: “A menos que su hermano menor venga con ustedes, nunca más volverán a ver mi rostro”.
Gén 44:24 »Entonces regresamos a la casa de su siervo, nuestro padre, y le dijimos lo que usted nos había dicho.
Gén 44:25 Tiempo después, cuando él nos dijo que regresáramos a comprar más alimento,
Gén 44:26 le respondimos: “No podemos ir a menos que permitas que nuestro hermano menor nos acompañe. Nunca llegaremos a ver el rostro del hombre a menos que nuestro hermano menor esté con nosotros”.
Gén 44:27 »Entonces mi padre nos dijo: “Como ya saben, mi esposa tuvo dos hijos,
Gén 44:28 y uno de ellos se fue y nunca más regresó. Sin duda, fue despedazado por algún animal salvaje, y no he vuelto a verlo.
Gén 44:29 Si ahora alejan de mí a su hermano y él sufre algún daño, ustedes mandarán a la tumba* a este hombre entristecido y canoso”.
Gén 44:30 »Y ahora, mi señor, no puedo regresar a la casa de mi padre sin el muchacho. La vida de nuestro padre está ligada a la vida del muchacho.
Gén 44:31 Si nuestro padre ve que el muchacho no está con nosotros, morirá. Nosotros, sus siervos, ciertamente seremos responsables de haber enviado a la tumba a ese hombre entristecido y canoso.
Gén 44:32 Mi señor, yo le garanticé a mi padre que me haría cargo del muchacho. Le dije que, si no lo llevaba de regreso, yo cargaría con la culpa para siempre.
Gén 44:33 »Por favor, mi señor, permita que yo me quede aquí como esclavo en lugar del muchacho, y deje que el muchacho regrese con sus hermanos.
Gén 44:34 Pues, ¿cómo podré regresar y ver a mi padre si el muchacho no está conmigo? ¡No podría soportar ver la angustia que le provocaría a mi padre!
Gén 45:1 José ya no pudo contenerse. Había mucha gente en la sala, y él les dijo a sus asistentes: «¡Salgan todos de aquí!». Así que estuvo a solas con sus hermanos en el momento de decirles quién era.
Gén 45:2 Entonces perdió el control y se echó a llorar. Lloraba con tanta fuerza que los egipcios podían oírlo, y la noticia pronto llegó hasta el palacio del faraón.
Gén 45:3 «¡Soy José! —dijo a sus hermanos—. ¿Vive mi padre todavía?». ¡Pero sus hermanos se quedaron mudos! Estaban atónitos al darse cuenta de que tenían a José frente a ellos.
Gén 45:4 «Por favor, acérquense», les dijo. Entonces ellos se acercaron, y él volvió a decirles: «Soy José, su hermano, a quien ustedes vendieron como esclavo en Egipto.
Gén 45:5 Pero no se inquieten ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido. Fue Dios quien me envió a este lugar antes que ustedes, a fin de preservarles la vida.
Gén 45:6 El hambre que ha azotado la tierra estos dos últimos años durará otros cinco años más, y no habrá ni siembra ni siega.
Gén 45:7 Dios me hizo llegar antes que ustedes para salvarles la vida a ustedes y a sus familias, y preservar la vida de muchos más.*
Gén 45:8 Por lo tanto, fue Dios quien me envió a este lugar, ¡y no ustedes! Y fue él quien me hizo consejero* del faraón, administrador de todo su palacio y gobernador de todo Egipto.
Gén 45:9 »Ahora, ¡apresúrense! Regresen a donde está mi padre y díganle: “Tu hijo José dice: ‘Dios me ha hecho señor de toda la tierra de Egipto. ¡Así que ven a verme de inmediato!
Gén 45:10 Podrás vivir en la región de Gosén, donde estarás cerca de mí, junto con tus hijos y tus nietos, tus rebaños y tus manadas, y todas tus posesiones.
Gén 45:11 Allí te cuidaré, porque aún quedan cinco años de hambre. De lo contrario, tú, los de tu casa y todos tus animales morirán de hambre’ ”.
Gén 45:12 »¡Miren! —agregó José—. Pueden comprobarlo con sus propios ojos, y también puede hacerlo mi hermano Benjamín, ¡que de veras soy José!
Gén 45:13 Díganle a mi padre acerca de la posición de honor que tengo aquí en Egipto. Descríbanle todo lo que han visto y, después, traigan a mi padre aquí lo más pronto posible».
Gén 45:14 Llorando de alegría, José abrazó a Benjamín, y Benjamín hizo lo mismo.
Gén 45:15 Luego José besó a cada uno de sus hermanos y lloró sobre ellos, y después comenzaron a hablar libremente con él.
Gén 45:16 La noticia pronto llegó al palacio del faraón: «¡Han llegado los hermanos de José!». El faraón y sus funcionarios se alegraron mucho al saberlo.
Gén 45:17 El faraón le dijo a José: «Dile a tus hermanos: “Esto es lo que deben hacer: ¡Apúrense! Carguen sus animales y regresen a la tierra de Canaán.
Gén 45:18 Luego vayan a buscar a su padre y a sus familias y vuelvan aquí. Yo les daré la mejor tierra en Egipto, y comerán de lo mejor que esa tierra produce”».
Gén 45:19 Después el faraón le dijo a José: «Dile a tus hermanos: “Lleven carros de Egipto para transportar a sus niños y a sus esposas, y traigan a su padre aquí.
Gén 45:20 No se preocupen por sus bienes personales, pues lo mejor de la tierra de Egipto será de ustedes”».
Gén 45:21 Así que los hijos de Jacob* hicieron lo que se les dijo. José les proporcionó carros, tal como el faraón había ordenado, y les dio provisiones para el viaje.
Gén 45:22 A cada uno le dio ropa nueva, pero a Benjamín le dio cinco mudas de ropa y trescientas monedas* de plata.
Gén 45:23 También le envió a su padre diez burros cargados con los mejores productos de Egipto, y diez burras cargadas con grano, pan y otras provisiones que necesitaría para el viaje.
Gén 45:24 Entonces José despidió a sus hermanos y, cuando se iban, les dijo: «¡No se peleen por todo esto en el camino!».
Gén 45:25 Y ellos salieron de Egipto y regresaron donde vivía su padre Jacob, en la tierra de Canaán.
Gén 45:26 «¡José todavía vive! —le dijeron a su padre— ¡Y es el gobernador de toda la tierra de Egipto!». Jacob se quedó atónito al oír la noticia, y no podía creerlo.
Gén 45:27 Sin embargo, cuando le repitieron todo lo que José les había dicho y cuando vio los carros que había enviado para llevarlo, su alma se reanimó.
Gén 45:28 Entonces Jacob exclamó: «¡Debe ser verdad! ¡Mi hijo José está vivo! Tengo que ir y verlo antes de morir».

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