LECTURA PARA LA MAÑANA
MATEO 5:33-48
Mat 5:33 »También han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No rompas tus juramentos; debes cumplir con los juramentos que le haces al SEÑOR”*.
Mat 5:34 Pero yo digo: ¡no hagas juramentos! No digas: “¡Por el cielo!”, porque el cielo es el trono de Dios.
Mat 5:35 Y no digas: “¡Por la tierra!”, porque la tierra es donde descansa sus pies. Tampoco digas: “¡Por Jerusalén!”, porque Jerusalén es la ciudad del gran Rey.
Mat 5:36 Ni siquiera digas: “¡Por mi cabeza!”, porque no puedes hacer que ninguno de tus cabellos se vuelva blanco o negro.
Mat 5:37 Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno.
Mat 5:38 »Han oído la ley que dice que el castigo debe ser acorde a la gravedad del daño: “Ojo por ojo, y diente por diente”*.
Mat 5:39 Pero yo digo: no resistas a la persona mala. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla.
Mat 5:40 Si te demandan ante el tribunal y te quitan la camisa, dales también tu abrigo.
Mat 5:41 Si un soldado te exige que lleves su equipo por un kilómetro,* llévalo dos.
Mat 5:42 Dale a los que te pidan y no des la espalda a quienes te pidan prestado.
Mat 5:43 »Han oído la ley que dice: “Ama a tu prójimo”* y odia a tu enemigo.
Mat 5:44 Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos!* ¡Ora por los que te persiguen!
Mat 5:45 De esa manera, estarás actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los justos y los injustos por igual.
Mat 5:46 Si sólo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo.
Mat 5:47 Si eres amable sólo con tus amigos,* ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo.
Mat 5:48 Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto.
Mat 5:34 Pero yo digo: ¡no hagas juramentos! No digas: “¡Por el cielo!”, porque el cielo es el trono de Dios.
Mat 5:35 Y no digas: “¡Por la tierra!”, porque la tierra es donde descansa sus pies. Tampoco digas: “¡Por Jerusalén!”, porque Jerusalén es la ciudad del gran Rey.
Mat 5:36 Ni siquiera digas: “¡Por mi cabeza!”, porque no puedes hacer que ninguno de tus cabellos se vuelva blanco o negro.
Mat 5:37 Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno.
Mat 5:38 »Han oído la ley que dice que el castigo debe ser acorde a la gravedad del daño: “Ojo por ojo, y diente por diente”*.
Mat 5:39 Pero yo digo: no resistas a la persona mala. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla.
Mat 5:40 Si te demandan ante el tribunal y te quitan la camisa, dales también tu abrigo.
Mat 5:41 Si un soldado te exige que lleves su equipo por un kilómetro,* llévalo dos.
Mat 5:42 Dale a los que te pidan y no des la espalda a quienes te pidan prestado.
Mat 5:43 »Han oído la ley que dice: “Ama a tu prójimo”* y odia a tu enemigo.
Mat 5:44 Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos!* ¡Ora por los que te persiguen!
Mat 5:45 De esa manera, estarás actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los justos y los injustos por igual.
Mat 5:46 Si sólo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo.
Mat 5:47 Si eres amable sólo con tus amigos,* ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo.
Mat 5:48 Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto.
HECHOS 8:1-25
Hch 8:1 Saulo fue uno de los testigos y estuvo totalmente de acuerdo con el asesinato de Esteban. Ese día comenzó una gran ola de persecución que se extendió por toda la iglesia de Jerusalén; y todos los creyentes excepto los apóstoles fueron dispersados por las regiones de Judea y Samaria.
Hch 8:2 (Con profundo dolor, unos hombres consagrados enterraron a Esteban).
Hch 8:3 Y Saulo iba por todas partes con la intención de acabar con la iglesia. Iba de casa en casa y sacaba a rastras tanto a hombres como a mujeres y los metía en la cárcel.
Hch 8:4 Pero los creyentes que se esparcieron predicaban la Buena Noticia acerca de Jesús adondequiera que iban.
Hch 8:5 Felipe, por ejemplo, se dirigió a la ciudad de Samaria y allí le contó a la gente acerca del Mesías.
Hch 8:6 Multitudes escucharon atentamente a Felipe, porque estaban deseosas de oír el mensaje y ver las señales milagrosas que él hacía.
Hch 8:7 Muchos espíritus malignos* fueron expulsados, los cuales gritaban cuando salían de sus víctimas. Y muchos que habían sido paralíticos o cojos sanaron.
Hch 8:8 Así que hubo mucha alegría en esa ciudad.
Hch 8:9 Un hombre llamado Simón, quien por muchos años había sido hechicero allí, asombraba a la gente de Samaria y decía ser alguien importante.
Hch 8:10 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, a menudo se referían a él como «el Grande, el Poder de Dios».
Hch 8:11 Lo escuchaban con atención porque, por mucho tiempo, él los había maravillado con su magia.
Hch 8:12 Pero ahora la gente creyó el mensaje de Felipe sobre la Buena Noticia acerca del reino de Dios y del nombre de Jesucristo. Como resultado, se bautizaron muchos hombres y mujeres.
Hch 8:13 Luego el mismo Simón creyó y fue bautizado. Comenzó a seguir a Felipe a todos los lugares adonde él iba y estaba asombrado por las señales y los grandes milagros que Felipe hacía.
Hch 8:14 Cuando los apóstoles de Jerusalén oyeron que la gente de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, enviaron a Pedro y a Juan allá.
Hch 8:15 En cuanto ellos llegaron, oraron por los nuevos creyentes para que recibieran el Espíritu Santo.
Hch 8:16 El Espíritu Santo todavía no había venido sobre ninguno de ellos porque sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Hch 8:17 Entonces Pedro y Juan impusieron sus manos sobre esos creyentes, y recibieron el Espíritu Santo.
Hch 8:18 Cuando Simón vio que el Espíritu se recibía cuando los apóstoles imponían sus manos sobre la gente, les ofreció dinero para comprar ese poder.
Hch 8:19 —Déjenme tener este poder también —exclamó—, para que, cuando yo imponga mis manos sobre las personas, ¡reciban el Espíritu Santo!
Hch 8:20 Pero Pedro le respondió: —¡Que tu dinero se destruya junto contigo por pensar que es posible comprar el don de Dios!
Hch 8:21 Tú no tienes parte ni derecho en esto porque tu corazón no es recto delante de Dios.
Hch 8:22 Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor. Tal vez él perdone tus malos pensamientos,
Hch 8:23 porque puedo ver que estás lleno de una profunda envidia y que el pecado te tiene cautivo.
Hch 8:24 —¡Oren al Señor por mí! —exclamó Simón —. ¡Qué no me sucedan estas cosas terribles que has dicho!
Hch 8:25 Después de dar testimonio y predicar la palabra del Señor en Samaria, Pedro y Juan regresaron a Jerusalén. Por el camino, se detuvieron en muchas aldeas samaritanas para predicar la Buena Noticia.
Hch 8:2 (Con profundo dolor, unos hombres consagrados enterraron a Esteban).
Hch 8:3 Y Saulo iba por todas partes con la intención de acabar con la iglesia. Iba de casa en casa y sacaba a rastras tanto a hombres como a mujeres y los metía en la cárcel.
Hch 8:4 Pero los creyentes que se esparcieron predicaban la Buena Noticia acerca de Jesús adondequiera que iban.
Hch 8:5 Felipe, por ejemplo, se dirigió a la ciudad de Samaria y allí le contó a la gente acerca del Mesías.
Hch 8:6 Multitudes escucharon atentamente a Felipe, porque estaban deseosas de oír el mensaje y ver las señales milagrosas que él hacía.
Hch 8:7 Muchos espíritus malignos* fueron expulsados, los cuales gritaban cuando salían de sus víctimas. Y muchos que habían sido paralíticos o cojos sanaron.
Hch 8:8 Así que hubo mucha alegría en esa ciudad.
Hch 8:9 Un hombre llamado Simón, quien por muchos años había sido hechicero allí, asombraba a la gente de Samaria y decía ser alguien importante.
Hch 8:10 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, a menudo se referían a él como «el Grande, el Poder de Dios».
Hch 8:11 Lo escuchaban con atención porque, por mucho tiempo, él los había maravillado con su magia.
Hch 8:12 Pero ahora la gente creyó el mensaje de Felipe sobre la Buena Noticia acerca del reino de Dios y del nombre de Jesucristo. Como resultado, se bautizaron muchos hombres y mujeres.
Hch 8:13 Luego el mismo Simón creyó y fue bautizado. Comenzó a seguir a Felipe a todos los lugares adonde él iba y estaba asombrado por las señales y los grandes milagros que Felipe hacía.
Hch 8:14 Cuando los apóstoles de Jerusalén oyeron que la gente de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, enviaron a Pedro y a Juan allá.
Hch 8:15 En cuanto ellos llegaron, oraron por los nuevos creyentes para que recibieran el Espíritu Santo.
Hch 8:16 El Espíritu Santo todavía no había venido sobre ninguno de ellos porque sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Hch 8:17 Entonces Pedro y Juan impusieron sus manos sobre esos creyentes, y recibieron el Espíritu Santo.
Hch 8:18 Cuando Simón vio que el Espíritu se recibía cuando los apóstoles imponían sus manos sobre la gente, les ofreció dinero para comprar ese poder.
Hch 8:19 —Déjenme tener este poder también —exclamó—, para que, cuando yo imponga mis manos sobre las personas, ¡reciban el Espíritu Santo!
Hch 8:20 Pero Pedro le respondió: —¡Que tu dinero se destruya junto contigo por pensar que es posible comprar el don de Dios!
Hch 8:21 Tú no tienes parte ni derecho en esto porque tu corazón no es recto delante de Dios.
Hch 8:22 Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor. Tal vez él perdone tus malos pensamientos,
Hch 8:23 porque puedo ver que estás lleno de una profunda envidia y que el pecado te tiene cautivo.
Hch 8:24 —¡Oren al Señor por mí! —exclamó Simón —. ¡Qué no me sucedan estas cosas terribles que has dicho!
Hch 8:25 Después de dar testimonio y predicar la palabra del Señor en Samaria, Pedro y Juan regresaron a Jerusalén. Por el camino, se detuvieron en muchas aldeas samaritanas para predicar la Buena Noticia.
SALMO 13
Sal 13:1 Oh SEÑOR, ¿hasta cuándo te olvidarás de mí? ¿Será para siempre? ¿Hasta cuándo mirarás hacia otro lado?
Sal 13:2 ¿Hasta cuándo tendré que luchar con angustia en mi alma, con tristeza en mi corazón día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo seguirá dominándome?
Sal 13:3 Vuélvete hacia mí y contéstame, ¡oh SEÑOR, mi Dios! Devuélvele el brillo a mis ojos, o moriré.
Sal 13:4 No permitas que mis enemigos se regodeen diciendo: «¡Lo hemos derrotado!». No dejes que se regodeen en mi caída.
Sal 13:5 Pero yo confío en tu amor inagotable; me alegraré porque me has rescatado.
Sal 13:6 Cantaré al SEÑOR porque él es bueno conmigo.
Sal 13:2 ¿Hasta cuándo tendré que luchar con angustia en mi alma, con tristeza en mi corazón día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo seguirá dominándome?
Sal 13:3 Vuélvete hacia mí y contéstame, ¡oh SEÑOR, mi Dios! Devuélvele el brillo a mis ojos, o moriré.
Sal 13:4 No permitas que mis enemigos se regodeen diciendo: «¡Lo hemos derrotado!». No dejes que se regodeen en mi caída.
Sal 13:5 Pero yo confío en tu amor inagotable; me alegraré porque me has rescatado.
Sal 13:6 Cantaré al SEÑOR porque él es bueno conmigo.
LECTURA PARA LA NOCHE
GÉNESIS 31
Gén 31:1 Entonces Jacob se enteró de que los hijos de Labán se quejaban de él, y decían: «¡Jacob le robó todo a nuestro padre! Logró toda su riqueza a costa de nuestro padre».
Gén 31:2 Y Jacob comenzó a notar un cambio en la actitud de Labán hacia él.
Gén 31:3 Entonces el SEÑOR le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tu padre y de tu abuelo, y a tus parientes de allí y yo estaré contigo».
Gén 31:4 Entonces Jacob mandó llamar a Raquel y a Lea al campo donde él cuidaba el rebaño
Gén 31:5 y les dijo: —Noto un cambio en la actitud de su padre hacia mí, pero el Dios de mi padre ha estado conmigo.
Gén 31:6 Ustedes saben con cuánto esfuerzo trabajé para su padre,
Gén 31:7 sin embargo me ha estafado, cambiando mi salario diez veces. Pero Dios no le ha permitido que me haga ningún daño.
Gén 31:8 Pues, si él decía: “Los animales manchados serán tu salario”, todo el rebaño comenzaba a dar crías manchadas. Y cuando él cambiaba de opinión y decía: “Los animales rayados serán tu salario”, entonces todo el rebaño producía crías rayadas.
Gén 31:9 De esa manera, Dios ha tomado los animales de su padre y me los ha entregado a mí.
Gén 31:10 »En una ocasión, durante la época de apareamiento, tuve un sueño y vi que los chivos que se apareaban con las hembras eran rayados, manchados y moteados.
Gén 31:11 Y en mi sueño, el ángel de Dios me dijo: “¡Jacob!”. Y yo respondí: “Sí, aquí estoy”.
Gén 31:12 »El ángel dijo: “Levanta la vista, y verás que solamente los machos rayados, manchados y moteados se aparean con las hembras de tu rebaño. Pues he visto el modo en que Labán te ha tratado.
Gén 31:13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel,* el lugar donde ungiste la columna de piedra y me hiciste el voto. Ahora prepárate, sal de este país y regresa a la tierra donde naciste”.
Gén 31:14 Raquel y Lea respondieron: —¡Por nuestra parte está bien! De todos modos, nosotras no heredaremos nada de las riquezas de nuestro padre.
Gén 31:15 Él ha reducido nuestros derechos a los mismos que tienen las mujeres extranjeras, y después de habernos vendido, derrochó el dinero que tú le pagaste por nosotras.
Gén 31:16 Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre y te ha dado a ti nos pertenece legalmente a nosotras y a nuestros hijos. Así que, adelante, haz todo lo que Dios te ha dicho.
Gén 31:17 Entonces Jacob hizo que sus esposas y sus hijos subieran a los camellos
Gén 31:18 y puso en marcha todos sus animales. Reunió todas las pertenencias que había adquirido en Padán-aram y salió hacia la tierra de Canaán, donde vivía su padre Isaac.
Gén 31:19 En el momento de partir, Labán estaba lejos, esquilando sus ovejas. Así que Raquel robó los ídolos de familia de su padre y los llevó consigo.
Gén 31:20 Jacob fue más listo que Labán el arameo, porque salieron en secreto y nunca le dijeron que se iban.
Gén 31:21 De ese modo Jacob se llevó todas sus pertenencias y cruzó el río Éufrates* en dirección a la zona montañosa de Galaad.
Gén 31:22 Tres días después, le avisaron a Labán que Jacob había huido.
Gén 31:23 Entonces él reunió a un grupo de sus parientes y emprendió la búsqueda. Alcanzó a Jacob siete días después en la zona montañosa de Galaad;
Gén 31:24 pero la noche anterior, Dios se le había aparecido a Labán el arameo en un sueño y le había dicho: «Te advierto que dejes en paz a Jacob».
Gén 31:25 Labán alcanzó a Jacob, quien acampaba en la zona montañosa de Galaad, y armó su campamento no muy lejos del campamento de Jacob.
Gén 31:26 —¿Qué pretendes engañándome de esa manera? —preguntó Labán—. ¿Cómo te atreves a llevarte a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra?
Gén 31:27 ¿Por qué huiste en secreto? ¿Por qué me engañaste? ¿Y por qué no me dijiste que querías marcharte? Yo te habría hecho una fiesta de despedida con cánticos y música, al son de panderetas y arpas.
Gén 31:28 ¿Por qué no me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos, y despedirme de ellos? ¡Has actuado como un necio!
Gén 31:29 Yo podría destruirte, pero el Dios de tu padre se me apareció anoche y me advirtió: «¡Deja en paz a Jacob!».
Gén 31:30 Puedo entender que sientas que debes irte y anhelas intensamente la casa de tu padre, pero ¿por qué robaste mis dioses?
Gén 31:31 —Me apresuré a irme porque tuve miedo —contestó Jacob—. Pensé que me quitarías a tus hijas por la fuerza.
Gén 31:32 Ahora, en cuanto a tus dioses, si puedes encontrarlos, ¡que muera la persona que los haya tomado! Si encuentras alguna otra cosa que te pertenezca, identifícala delante de estos parientes nuestros, y yo te la devolveré. Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos de familia.
Gén 31:33 Labán fue a buscar primero en la carpa de Jacob, luego entró en la de Lea y después buscó en las carpas de las dos esposas esclavas, pero no encontró nada. Por último fue a la carpa de Raquel,
Gén 31:34 pero Raquel había tomado los ídolos y los había escondido en la montura de su camello, y estaba sentada encima de ellos. Cuando Labán terminó de buscar en cada rincón de la carpa sin encontrarlos,
Gén 31:35 ella le dijo a su padre: «Por favor, perdone, mi señor, si no me levanto ante usted. Es que estoy con mi período menstrual». Labán, pues, continuó su búsqueda, pero no pudo encontrar los ídolos de familia.
Gén 31:36 Entonces Jacob se enojó mucho y desafió a Labán. —¿Cuál es mi delito? —preguntó él—. ¿Qué mal he hecho para que me persigas como si fuera un criminal?
Gén 31:37 Has registrado todas mis pertenencias. ¡Muéstrame ahora lo que hayas encontrado que sea tuyo! Ponlo aquí delante de nosotros, a la vista de nuestros parientes, para que todos lo vean. ¡Que ellos juzguen entre nosotros!
Gén 31:38 »Durante veinte años he estado contigo, cuidando de tus rebaños. En todo ese tiempo, tus ovejas y tus cabras nunca abortaron. En todos esos años, nunca tomé ni un solo carnero tuyo para comérmelo.
Gén 31:39 Si alguno de ellos era atacado por animales salvajes y moría, yo nunca te mostraba el cadáver ni te pedía que lo descontaras de tu rebaño. No, ¡yo mismo me hacía cargo de la pérdida! Tú me hacías pagar por cada animal robado, ya fuera a plena luz del día o en la oscuridad de la noche.
Gén 31:40 »Trabajé para ti bajo el sofocante calor del día y en el frío de la noche, sin dormir.
Gén 31:41 Sí, ¡durante veinte años trabajé como un esclavo en tu casa! Trabajé catorce años para ganarme a tus dos hijas y, después, seis años más por tu rebaño. ¡Y cambiaste mi salario diez veces!
Gén 31:42 En realidad, si el Dios de mi padre no hubiera estado de mi parte —el Dios de Abraham y el temible Dios de Isaac* —, tú me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto tu abuso y mi arduo trabajo. ¡Por eso se te apareció anoche y te reprendió!
Gén 31:43 Entonces Labán respondió a Jacob: —Esas mujeres son mis hijas, esos niños son mis nietos, y esos rebaños son mis rebaños; de hecho, todo lo que ves es mío; pero ¿qué puedo hacer ahora respecto a mis hijas y a mis nietos?
Gén 31:44 Así que hagamos un pacto tú y yo, y ese pacto será un testimonio de nuestro compromiso.
Gén 31:45 Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como columna conmemorativa.
Gén 31:46 Y dijo a los miembros de su familia: «Recojan algunas piedras». Entonces ellos juntaron piedras y las apilaron. Luego Jacob y Labán se sentaron junto al montículo de piedras y compartieron una comida para celebrar el pacto.
Gén 31:47 Con el fin de conmemorar el suceso, Labán llamó a aquel lugar Jegar Sahaduta (que significa «montículo del testimonio» en arameo), y Jacob lo llamó Galaad (que significa «montículo del testimonio» en hebreo).
Gén 31:48 Entonces Labán declaró: «Este montículo de piedras quedará como testimonio para recordarnos el pacto que hemos hecho hoy». Esto explica por qué ese lugar fue llamado Galaad: «Montículo del Testimonio»,
Gén 31:49 pero también se le llamó Mizpa (que significa «torre de vigilancia»), pues Labán dijo: «Que el SEÑOR nos vigile a los dos para cerciorarse de que guardemos este pacto cuando estemos lejos el uno del otro.
Gén 31:50 Si tú maltratas a mis hijas o te casas con otras mujeres, Dios lo verá aunque nadie más lo vea. Él es testigo de este pacto entre nosotros.
Gén 31:51 »Mira este montículo de piedras —continuó Labán— y mira esta columna conmemorativa que he levantado entre nosotros.
Gén 31:52 Están entre tú y yo como testigos de nuestros votos. Yo nunca cruzaré este montículo de piedras para hacerte daño, y tú nunca debes cruzar estas piedras o esta columna conmemorativa para hacerme daño.
Gén 31:53 Invoco al Dios de nuestros antepasados —el Dios de tu abuelo Abraham y el Dios de mi abuelo Nacor— para que sea juez entre nosotros». Entonces Jacob juró, delante del temible Dios de su padre Isaac,* respetar la línea fronteriza.
Gén 31:54 Luego Jacob ofreció un sacrificio a Dios allí en el monte e invitó a todos a un banquete para celebrar el pacto. Después de comer, pasaron la noche en el monte.
Gén 31:55 * Labán se levantó temprano a la mañana siguiente, besó a sus nietos y a sus hijas, y los bendijo. Después se marchó y regresó a su casa.
Gén 31:2 Y Jacob comenzó a notar un cambio en la actitud de Labán hacia él.
Gén 31:3 Entonces el SEÑOR le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tu padre y de tu abuelo, y a tus parientes de allí y yo estaré contigo».
Gén 31:4 Entonces Jacob mandó llamar a Raquel y a Lea al campo donde él cuidaba el rebaño
Gén 31:5 y les dijo: —Noto un cambio en la actitud de su padre hacia mí, pero el Dios de mi padre ha estado conmigo.
Gén 31:6 Ustedes saben con cuánto esfuerzo trabajé para su padre,
Gén 31:7 sin embargo me ha estafado, cambiando mi salario diez veces. Pero Dios no le ha permitido que me haga ningún daño.
Gén 31:8 Pues, si él decía: “Los animales manchados serán tu salario”, todo el rebaño comenzaba a dar crías manchadas. Y cuando él cambiaba de opinión y decía: “Los animales rayados serán tu salario”, entonces todo el rebaño producía crías rayadas.
Gén 31:9 De esa manera, Dios ha tomado los animales de su padre y me los ha entregado a mí.
Gén 31:10 »En una ocasión, durante la época de apareamiento, tuve un sueño y vi que los chivos que se apareaban con las hembras eran rayados, manchados y moteados.
Gén 31:11 Y en mi sueño, el ángel de Dios me dijo: “¡Jacob!”. Y yo respondí: “Sí, aquí estoy”.
Gén 31:12 »El ángel dijo: “Levanta la vista, y verás que solamente los machos rayados, manchados y moteados se aparean con las hembras de tu rebaño. Pues he visto el modo en que Labán te ha tratado.
Gén 31:13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel,* el lugar donde ungiste la columna de piedra y me hiciste el voto. Ahora prepárate, sal de este país y regresa a la tierra donde naciste”.
Gén 31:14 Raquel y Lea respondieron: —¡Por nuestra parte está bien! De todos modos, nosotras no heredaremos nada de las riquezas de nuestro padre.
Gén 31:15 Él ha reducido nuestros derechos a los mismos que tienen las mujeres extranjeras, y después de habernos vendido, derrochó el dinero que tú le pagaste por nosotras.
Gén 31:16 Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre y te ha dado a ti nos pertenece legalmente a nosotras y a nuestros hijos. Así que, adelante, haz todo lo que Dios te ha dicho.
Gén 31:17 Entonces Jacob hizo que sus esposas y sus hijos subieran a los camellos
Gén 31:18 y puso en marcha todos sus animales. Reunió todas las pertenencias que había adquirido en Padán-aram y salió hacia la tierra de Canaán, donde vivía su padre Isaac.
Gén 31:19 En el momento de partir, Labán estaba lejos, esquilando sus ovejas. Así que Raquel robó los ídolos de familia de su padre y los llevó consigo.
Gén 31:20 Jacob fue más listo que Labán el arameo, porque salieron en secreto y nunca le dijeron que se iban.
Gén 31:21 De ese modo Jacob se llevó todas sus pertenencias y cruzó el río Éufrates* en dirección a la zona montañosa de Galaad.
Gén 31:22 Tres días después, le avisaron a Labán que Jacob había huido.
Gén 31:23 Entonces él reunió a un grupo de sus parientes y emprendió la búsqueda. Alcanzó a Jacob siete días después en la zona montañosa de Galaad;
Gén 31:24 pero la noche anterior, Dios se le había aparecido a Labán el arameo en un sueño y le había dicho: «Te advierto que dejes en paz a Jacob».
Gén 31:25 Labán alcanzó a Jacob, quien acampaba en la zona montañosa de Galaad, y armó su campamento no muy lejos del campamento de Jacob.
Gén 31:26 —¿Qué pretendes engañándome de esa manera? —preguntó Labán—. ¿Cómo te atreves a llevarte a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra?
Gén 31:27 ¿Por qué huiste en secreto? ¿Por qué me engañaste? ¿Y por qué no me dijiste que querías marcharte? Yo te habría hecho una fiesta de despedida con cánticos y música, al son de panderetas y arpas.
Gén 31:28 ¿Por qué no me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos, y despedirme de ellos? ¡Has actuado como un necio!
Gén 31:29 Yo podría destruirte, pero el Dios de tu padre se me apareció anoche y me advirtió: «¡Deja en paz a Jacob!».
Gén 31:30 Puedo entender que sientas que debes irte y anhelas intensamente la casa de tu padre, pero ¿por qué robaste mis dioses?
Gén 31:31 —Me apresuré a irme porque tuve miedo —contestó Jacob—. Pensé que me quitarías a tus hijas por la fuerza.
Gén 31:32 Ahora, en cuanto a tus dioses, si puedes encontrarlos, ¡que muera la persona que los haya tomado! Si encuentras alguna otra cosa que te pertenezca, identifícala delante de estos parientes nuestros, y yo te la devolveré. Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos de familia.
Gén 31:33 Labán fue a buscar primero en la carpa de Jacob, luego entró en la de Lea y después buscó en las carpas de las dos esposas esclavas, pero no encontró nada. Por último fue a la carpa de Raquel,
Gén 31:34 pero Raquel había tomado los ídolos y los había escondido en la montura de su camello, y estaba sentada encima de ellos. Cuando Labán terminó de buscar en cada rincón de la carpa sin encontrarlos,
Gén 31:35 ella le dijo a su padre: «Por favor, perdone, mi señor, si no me levanto ante usted. Es que estoy con mi período menstrual». Labán, pues, continuó su búsqueda, pero no pudo encontrar los ídolos de familia.
Gén 31:36 Entonces Jacob se enojó mucho y desafió a Labán. —¿Cuál es mi delito? —preguntó él—. ¿Qué mal he hecho para que me persigas como si fuera un criminal?
Gén 31:37 Has registrado todas mis pertenencias. ¡Muéstrame ahora lo que hayas encontrado que sea tuyo! Ponlo aquí delante de nosotros, a la vista de nuestros parientes, para que todos lo vean. ¡Que ellos juzguen entre nosotros!
Gén 31:38 »Durante veinte años he estado contigo, cuidando de tus rebaños. En todo ese tiempo, tus ovejas y tus cabras nunca abortaron. En todos esos años, nunca tomé ni un solo carnero tuyo para comérmelo.
Gén 31:39 Si alguno de ellos era atacado por animales salvajes y moría, yo nunca te mostraba el cadáver ni te pedía que lo descontaras de tu rebaño. No, ¡yo mismo me hacía cargo de la pérdida! Tú me hacías pagar por cada animal robado, ya fuera a plena luz del día o en la oscuridad de la noche.
Gén 31:40 »Trabajé para ti bajo el sofocante calor del día y en el frío de la noche, sin dormir.
Gén 31:41 Sí, ¡durante veinte años trabajé como un esclavo en tu casa! Trabajé catorce años para ganarme a tus dos hijas y, después, seis años más por tu rebaño. ¡Y cambiaste mi salario diez veces!
Gén 31:42 En realidad, si el Dios de mi padre no hubiera estado de mi parte —el Dios de Abraham y el temible Dios de Isaac* —, tú me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto tu abuso y mi arduo trabajo. ¡Por eso se te apareció anoche y te reprendió!
Gén 31:43 Entonces Labán respondió a Jacob: —Esas mujeres son mis hijas, esos niños son mis nietos, y esos rebaños son mis rebaños; de hecho, todo lo que ves es mío; pero ¿qué puedo hacer ahora respecto a mis hijas y a mis nietos?
Gén 31:44 Así que hagamos un pacto tú y yo, y ese pacto será un testimonio de nuestro compromiso.
Gén 31:45 Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como columna conmemorativa.
Gén 31:46 Y dijo a los miembros de su familia: «Recojan algunas piedras». Entonces ellos juntaron piedras y las apilaron. Luego Jacob y Labán se sentaron junto al montículo de piedras y compartieron una comida para celebrar el pacto.
Gén 31:47 Con el fin de conmemorar el suceso, Labán llamó a aquel lugar Jegar Sahaduta (que significa «montículo del testimonio» en arameo), y Jacob lo llamó Galaad (que significa «montículo del testimonio» en hebreo).
Gén 31:48 Entonces Labán declaró: «Este montículo de piedras quedará como testimonio para recordarnos el pacto que hemos hecho hoy». Esto explica por qué ese lugar fue llamado Galaad: «Montículo del Testimonio»,
Gén 31:49 pero también se le llamó Mizpa (que significa «torre de vigilancia»), pues Labán dijo: «Que el SEÑOR nos vigile a los dos para cerciorarse de que guardemos este pacto cuando estemos lejos el uno del otro.
Gén 31:50 Si tú maltratas a mis hijas o te casas con otras mujeres, Dios lo verá aunque nadie más lo vea. Él es testigo de este pacto entre nosotros.
Gén 31:51 »Mira este montículo de piedras —continuó Labán— y mira esta columna conmemorativa que he levantado entre nosotros.
Gén 31:52 Están entre tú y yo como testigos de nuestros votos. Yo nunca cruzaré este montículo de piedras para hacerte daño, y tú nunca debes cruzar estas piedras o esta columna conmemorativa para hacerme daño.
Gén 31:53 Invoco al Dios de nuestros antepasados —el Dios de tu abuelo Abraham y el Dios de mi abuelo Nacor— para que sea juez entre nosotros». Entonces Jacob juró, delante del temible Dios de su padre Isaac,* respetar la línea fronteriza.
Gén 31:54 Luego Jacob ofreció un sacrificio a Dios allí en el monte e invitó a todos a un banquete para celebrar el pacto. Después de comer, pasaron la noche en el monte.
Gén 31:55 * Labán se levantó temprano a la mañana siguiente, besó a sus nietos y a sus hijas, y los bendijo. Después se marchó y regresó a su casa.
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