APOSENTO ALTO

miércoles, 17 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 17 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    7:1-14

Mat 7:1 »No juzguen a los demás, y no serán juzgados.
Mat 7:2 Pues serán tratados de la misma forma en que traten a los demás.* El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes.*
Mat 7:3 »¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo,* cuando tú tienes un tronco en el tuyo?
Mat 7:4 ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo:* “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo?
Mat 7:5 ¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo.
Mat 7:6 »No desperdicies lo que es santo en gente que no es santa.* ¡No arrojes tus perlas a los cerdos! Pisotearán las perlas y luego se darán vuelta y te atacarán.
Mat 7:7 »Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá.
Mat 7:8 Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.
Mat 7:9 »Ustedes, los que son padres, si sus hijos les piden un pedazo de pan, ¿acaso les dan una piedra en su lugar?
Mat 7:10 O, si les piden un pescado, ¿les dan una serpiente? ¡Claro que no!
Mat 7:11 Así que, si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus hijos, cuánto más su Padre celestial dará buenos regalos a quienes le pidan.
Mat 7:12 »Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti. Ésa es la esencia de todo lo que se enseña en la ley y en los profetas.
Mat 7:13 »Sólo puedes entrar en el reino de Dios a través de la puerta angosta. La carretera al infierno* es amplia y la puerta es ancha para los muchos que escogen ese camino.
Mat 7:14 Pero la puerta de acceso a la vida es muy angosta y el camino es difícil, y son sólo unos pocos los que alguna vez lo encuentran.



HECHOS 10:1-23

Hch 10:1 En Cesarea vivía un oficial del ejército romano* llamado Cornelio, quien era un capitán del regimiento italiano.
Hch 10:2 Era un hombre devoto, temeroso de Dios, igual que todos los de su casa. Daba generosamente a los pobres y oraba a Dios con frecuencia.
Hch 10:3 Una tarde, como a las tres, tuvo una visión en la cual vio que un ángel de Dios se le acercaba. —¡Cornelio! —dijo el ángel.
Hch 10:4 Cornelio lo miró fijamente, aterrorizado. —¿Qué quieres, señor? —le preguntó al ángel. Y el ángel contestó: —¡Dios ha recibido tus oraciones y tus donativos a los pobres como una ofrenda!
Hch 10:5 Ahora pues, envía a algunos hombres a Jope y manda llamar a un hombre llamado Simón Pedro.
Hch 10:6 Él está hospedado con Simón, un curtidor que vive cerca de la orilla del mar.
Hch 10:7 En cuanto el ángel se fue, Cornelio llamó a dos de los sirvientes de su casa y a un soldado devoto, que era uno de sus asistentes personales.
Hch 10:8 Les contó lo que había ocurrido y los envió a Jope.
Hch 10:9 Al día siguiente, mientras los mensajeros de Cornelio se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era alrededor del mediodía,
Hch 10:10 y tuvo hambre. Pero, mientras preparaban la comida, cayó en un estado de éxtasis.
Hch 10:11 Vio los cielos abiertos y algo parecido a una sábana grande que bajaba por sus cuatro puntas.
Hch 10:12 En la sábana había toda clase de animales, reptiles y aves.
Hch 10:13 Luego una voz le dijo: —Levántate, Pedro; mátalos y come de ellos.
Hch 10:14 —No, Señor —dijo Pedro —. Jamás he comido algo que nuestras leyes judías declaren impuro e inmundo.*
Hch 10:15 Pero la voz habló de nuevo: —No llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio.
Hch 10:16 La misma visión se repitió tres veces, y repentinamente la sábana fue subida al cielo.
Hch 10:17 Pedro quedó muy desconcertado. ¿Qué podría significar la visión? Justo en ese momento, los hombres enviados por Cornelio encontraron la casa de Simón. De pie, frente a la puerta,
Hch 10:18 preguntaron si se hospedaba allí un hombre llamado Simón Pedro.
Hch 10:19 Entre tanto, mientras Pedro trataba de descifrar la visión, el Espíritu Santo le dijo: «Tres hombres han venido a buscarte.
Hch 10:20 Levántate, baja y vete con ellos sin titubear. No te preocupes, porque yo los he enviado».
Hch 10:21 Entonces Pedro bajó y dijo: —Yo soy el hombre que ustedes buscan. ¿Por qué han venido?
Hch 10:22 Ellos dijeron: —Nos envió Cornelio, un oficial romano. Es un hombre devoto y temeroso de Dios, muy respetado por todos los judíos. Un ángel santo le dio instrucciones para que vayas a su casa a fin de que él pueda escuchar tu mensaje.
Hch 10:23 Entonces Pedro invitó a los hombres a quedarse para pasar la noche. Al siguiente día, fue con ellos, acompañado por algunos hermanos de Jope.




SALMO 17

Sal 17:1 Oh SEÑOR, oye mi ruego pidiendo justicia; escucha mi grito de auxilio. Presta oído a mi oración, porque proviene de labios sinceros.
Sal 17:2 Declárame inocente, porque tú ves a los que hacen lo correcto.
Sal 17:3 Pusiste a prueba mis pensamientos y examinaste mi corazón durante la noche; me has escudriñado y no encontraste ningún mal. Estoy decidido a no pecar con mis palabras.
Sal 17:4 He seguido tus mandatos, los cuales me impidieron ir tras la gente cruel y perversa.
Sal 17:5 Mis pasos permanecieron en tu camino; no he vacilado en seguirte.
Sal 17:6 Oh Dios, a ti dirijo mi oración porque sé que me responderás; inclínate y escucha cuando oro.
Sal 17:7 Muéstrame tu amor inagotable de maravillosas maneras. Con tu gran poder rescatas a los que buscan refugiarse de sus enemigos.
Sal 17:8 Cuídame como cuidarías tus propios ojos;* escóndeme bajo la sombra de tus alas.
Sal 17:9 Protégeme de los perversos que me atacan, del enemigo mortal que me rodea.
Sal 17:10 No tienen compasión; ¡escucha cómo se jactan!
Sal 17:11 Me rastrean y me rodean, a la espera de cualquier oportunidad para tirarme al suelo.
Sal 17:12 Son como leones hambrientos, deseosos por despedazarme; como leones jóvenes, escondidos en emboscada.
Sal 17:13 ¡Levántate, oh SEÑOR! ¡Enfréntalos y haz que caigan de rodillas! ¡Con tu espada rescátame de los perversos!
Sal 17:14 Con el poder de tu mano, oh SEÑOR, destruye a los que buscan su recompensa en este mundo; pero sacia el hambre de los que son tu tesoro. Que sus hijos tengan abundancia y dejen herencia a sus descendientes.
Sal 17:15 Porque soy recto, te veré; cuando despierte, te veré cara a cara y quedaré satisfecho.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 37-38

Gén 37:1 Entonces Jacob volvió a establecerse en la tierra de Canaán, donde su padre había vivido como extranjero.
Gén 37:2 Este es el relato de Jacob y su familia. Cuando José tenía diecisiete años de edad, a menudo cuidaba los rebaños de su padre. Trabajaba para sus medio hermanos, los hijos de Bilha y Zilpa, dos de las esposas de su padre, así que le contaba a su padre acerca de las fechorías que hacían sus hermanos.
Gén 37:3 Jacob* amaba a José más que a sus otros hijos porque le había nacido en su vejez. Por eso, un día, Jacob mandó a hacer un regalo especial para José: una hermosa túnica.*
Gén 37:4 Pero, por el contrario, sus hermanos lo odiaban porque su padre lo amaba más que a ellos. No dirigían ni una sola palabra amable hacia José.
Gén 37:5 Una noche José tuvo un sueño, y cuando se lo contó a sus hermanos, lo odiaron más que nunca.
Gén 37:6 —Escuchen este sueño —les dijo—.
Gén 37:7 Resulta que estábamos en el campo atando gavillas de grano. De repente, mi gavilla se levantó, y las gavillas de ustedes se juntaron alrededor de la mía, ¡y se inclinaron ante ella!
Gén 37:8 Sus hermanos respondieron: —Así que crees que serás nuestro rey, ¿no es verdad? ¿De veras piensas que reinarás sobre nosotros? Así que lo odiaron aún más debido a sus sueños y a la forma en que los contaba.
Gén 37:9 Al poco tiempo José tuvo otro sueño y de nuevo se lo contó a sus hermanos. —Escuchen, tuve otro sueño —les dijo—. ¡El sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí!
Gén 37:10 Esta vez le contó el sueño a su padre además de a sus hermanos, pero su padre lo reprendió. —¿Qué clase de sueño es ése? —le preguntó—. ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo llegaremos a postrarnos delante de ti?
Gén 37:11 Sin embargo, mientras los hermanos de José tenían celos de él, su padre estaba intrigado por el significado de los sueños.
Gén 37:12 Poco tiempo después, los hermanos de José fueron hasta Siquem para apacentar los rebaños de su padre.
Gén 37:13 Cuando ya llevaban un buen tiempo allí, Jacob le dijo a José: —Tus hermanos están en Siquem apacentando las ovejas. Prepárate, porque te enviaré a verlos. —Estoy listo para ir —respondió José.
Gén 37:14 —Ve a ver cómo están tus hermanos y los rebaños —dijo Jacob—. Luego vuelve aquí y tráeme noticias de ellos. Así que Jacob despidió a José, y él viajó hasta Siquem desde su casa, en el valle de Hebrón.
Gén 37:15 Cuando José llegó a Siquem, un hombre de esa zona lo encontró dando vueltas por el campo. —¿Qué buscas? —le preguntó.
Gén 37:16 —Busco a mis hermanos —contestó José—. ¿Sabe usted dónde están apacentando sus rebaños?
Gén 37:17 —Sí —le dijo el hombre—. Se han ido de aquí, pero les oí decir: “Vayamos a Dotán”. Entonces José siguió a sus hermanos hasta Dotán y allí los encontró.
Gén 37:18 Cuando los hermanos de José lo vieron acercarse, lo reconocieron desde lejos. Mientras llegaba, tramaron un plan para matarlo.
Gén 37:19 —¡Aquí viene el soñador! —dijeron—.
Gén 37:20 Vamos, matémoslo y tirémoslo en una de esas cisternas. Podemos decirle a nuestro padre: “Un animal salvaje se lo comió”. ¡Entonces veremos en qué quedan sus sueños!
Gén 37:21 Pero cuando Rubén oyó el plan, trató de salvar a José. —No lo matemos —dijo—.
Gén 37:22 ¿Para qué derramar sangre? Sólo tirémoslo en esta cisterna vacía, aquí en el desierto. Entonces morirá sin que le pongamos una mano encima. Rubén tenía pensado rescatar a José y devolverlo a su padre.
Gén 37:23 Entonces, cuando llegó José, sus hermanos le quitaron la hermosa túnica que llevaba puesta.
Gén 37:24 Después lo agarraron y lo tiraron en la cisterna. Resulta que la cisterna estaba vacía; no tenía nada de agua adentro.
Gén 37:25 Luego, justo cuando se sentaron a comer, levantaron la vista y vieron a la distancia una caravana de camellos que venía acercándose. Era un grupo de mercaderes ismaelitas que transportaban goma de resina, bálsamo y resinas aromáticas desde Galaad hasta Egipto.
Gén 37:26 Judá dijo a sus hermanos: «¿Qué ganaremos con matar a nuestro hermano? Tendríamos que encubrir el crimen.*
Gén 37:27 En lugar de hacerle daño, vendámoslo a esos mercaderes ismaelitas. Después de todo, es nuestro hermano, ¡de nuestra misma sangre!». Así que sus hermanos estuvieron de acuerdo.
Gén 37:28 Entonces, cuando se acercaron los ismaelitas, que eran mercaderes madianitas, los hermanos de José lo sacaron de la cisterna y se lo vendieron por veinte monedas* de plata. Y los mercaderes lo llevaron a Egipto.
Gén 37:29 Tiempo después, Rubén regresó para sacar a José de la cisterna. Cuando descubrió que José no estaba allí, se rasgó la ropa en señal de lamento.
Gén 37:30 Luego regresó a donde estaban sus hermanos y dijo lamentándose: «¡El muchacho desapareció! ¿Qué voy a hacer ahora?».
Gén 37:31 Entonces los hermanos mataron un cabrito y mojaron la túnica de José con la sangre.
Gén 37:32 Luego enviaron la hermosa túnica a su padre con el siguiente mensaje: «Mira lo que encontramos. Esta túnica, ¿no es la de tu hijo?».
Gén 37:33 Su padre la reconoció de inmediato. «Sí —dijo él—, es la túnica de mi hijo. Seguro que algún animal salvaje se lo comió. ¡Sin duda despedazó a José!».
Gén 37:34 Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de tela áspera, e hizo duelo por su hijo durante mucho tiempo.
Gén 37:35 Toda su familia intentó consolarlo, pero él no quiso ser consolado. A menudo decía: «Me iré a la tumba* llorando a mi hijo», y entonces sollozaba.
Gén 37:36 Mientras tanto, los mercaderes madianitas* llegaron a Egipto, y allí le vendieron a José a Potifar, quien era un oficial del faraón, rey de Egipto. Potifar era capitán de la guardia del palacio.
Gén 38:1 En esos días, Judá dejó su casa y se fue a Adulam, donde se quedó con un hombre llamado Hira.
Gén 38:2 Allí vio a una mujer cananea, la hija de Súa, y se casó con ella. Cuando se acostaron,
Gén 38:3 ella quedó embarazada y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Er.
Gén 38:4 Después volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, y le puso por nombre Onán.
Gén 38:5 Además, dio a luz un tercer hijo y lo llamó Sela. Cuando nació Sela, ellos vivían en Quezib.
Gén 38:6 Con el transcurso del tiempo, Judá arregló que Er, su hijo mayor, se casara con una joven llamada Tamar.
Gén 38:7 Pero Er era un hombre perverso ante los ojos del SEÑOR, y el SEÑOR le quitó la vida.
Gén 38:8 Entonces Judá dijo a Onán, hermano de Er: «Cásate con Tamar, como nuestra ley exige al hermano de un hombre que haya muerto. Tú debes darle un heredero a tu hermano».
Gén 38:9 Pero Onán no estaba dispuesto a tener un hijo que no fuera su propio heredero. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con la mujer de su hermano, derramaba el semen en el suelo. Esto evitaba que ella tuviera un hijo de su hermano.
Gén 38:10 Así que el SEÑOR consideró una maldad que Onán negara un hijo a su hermano muerto, y el SEÑOR también le quitó la vida a Onán.
Gén 38:11 Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera: «Vuelve a la casa de tus padres y permanece viuda hasta que mi hijo Sela tenga edad suficiente para casarse contigo». (Pero en realidad, Judá no pensaba hacerlo porque temía que Sela también muriera, igual que sus dos hermanos). Entonces Tamar regresó a vivir a la casa de sus padres.
Gén 38:12 Unos años después, murió la esposa de Judá. Cumplido el período de luto, Judá y su amigo Hira el adulamita subieron a Timnat para supervisar la esquila de sus ovejas.
Gén 38:13 Alguien le dijo a Tamar: «Mira, tu suegro sube a Timnat para esquilar sus ovejas».
Gén 38:14 Tamar ya sabía que Sela había crecido, pero aún no se había arreglado nada para que ella se casara con él. Así que se quitó la ropa de viuda y se cubrió con un velo para disfrazarse. Luego se sentó junto al camino, a la entrada de la aldea de Enaim, la cual está rumbo a Timnat.
Gén 38:15 Judá la vio y creyó que era una prostituta, porque ella tenía el rostro cubierto.
Gén 38:16 Entonces se detuvo y le hizo una propuesta indecente: —Déjame tener sexo contigo —le dijo, sin darse cuenta de que era su propia nuera. —¿Cuánto me pagarás por tener sexo contigo? —preguntó Tamar.
Gén 38:17 —Te enviaré un cabrito de mi rebaño —prometió Judá. —¿Pero qué me darás como garantía de que enviarás el cabrito? —preguntó ella.
Gén 38:18 —¿Qué clase de garantía quieres? —respondió él. Ella contestó: —Déjame tu sello de identidad junto con su cordón, y el bastón que llevas. Entonces Judá se los entregó. Después tuvo relaciones sexuales con ella, y Tamar quedó embarazada.
Gén 38:19 Luego ella regresó a su casa, se quitó el velo y se puso la ropa de viuda como de costumbre.
Gén 38:20 Más tarde Judá le pidió a su amigo Hira el adulamita que llevara el cabrito a la mujer y recogiera las cosas que le había dejado como garantía, pero Hira no pudo encontrarla.
Gén 38:21 Entonces preguntó a los hombres de ese lugar: —¿Dónde puedo encontrar a la prostituta del templo local que se sentaba junto al camino, a la entrada de Enaim? —Nunca hemos tenido una prostituta del templo aquí —contestaron ellos.
Gén 38:22 Entonces Hira regresó a donde estaba Judá y le dijo: —No pude encontrarla por ninguna parte, y los hombres de la aldea afirman que nunca ha habido una prostituta del templo pagano en ese lugar.
Gén 38:23 —Entonces deja que se quede con las cosas que le di —dijo Judá—. Envié el cabrito, tal como acordamos, pero tú no pudiste encontrarla. Si regresamos a buscarla, seremos el hazmerreír del pueblo.
Gén 38:24 Unos tres meses después, le dijeron a Judá: —Tu nuera Tamar se ha comportado como una prostituta y ahora, como consecuencia, está embarazada. —¡Sáquenla y quémenla! —ordenó Judá.
Gén 38:25 Pero cuando la sacaban para matarla, ella envió el siguiente mensaje a su suegro: «El dueño de estas cosas fue quien me dejó embarazada. Fíjese bien. ¿De quién son este sello, este cordón y este bastón?».
Gén 38:26 Judá los reconoció enseguida y dijo: —Ella es más justa que yo, porque no arreglé que ella se casara con mi hijo Sela. Y Judá nunca más volvió a acostarse con Tamar.
Gén 38:27 Cuando llegó el tiempo de que Tamar diera a luz, se descubrió que esperaba gemelos.
Gén 38:28 Durante el parto, uno de los niños sacó la mano, entonces la partera le ató un hilo rojo en la muñeca y anunció: «Éste salió primero».
Gén 38:29 Pero luego el niño metió la mano de vuelta, ¡y salió primero su hermano! Entonces la partera exclamó: «¡Vaya! ¿Cómo hiciste para abrirte brecha y salir primero?». Y lo llamaron Fares.*
Gén 38:30 Luego nació el niño que llevaba el hilo rojo en la muñeca, y lo llamaron Zara.*

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