APOSENTO ALTO

jueves, 18 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 18 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    7:15-29

Mat 7:15 »Ten cuidado de los falsos profetas que vienen disfrazados de ovejas inofensivas pero en realidad son lobos feroces.
Mat 7:16 Puedes identificarlos por su fruto, es decir, por la manera en que se comportan. ¿Acaso puedes recoger uvas de los espinos o higos de los cardos?
Mat 7:17 Un buen árbol produce frutos buenos y un árbol malo produce frutos malos.
Mat 7:18 Un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos.
Mat 7:19 Por lo tanto, todo árbol que no produce frutos buenos se corta y se arroja al fuego.
Mat 7:20 Así es, de la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones.
Mat 7:21 »No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Sólo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Mat 7:22 El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre”.
Mat 7:23 Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de Dios”.
Mat 7:24 »Todo el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, como la persona que construye su casa sobre una roca sólida.
Mat 7:25 Aunque llueva a cántaros y suban las aguas de la inundación y los vientos golpeen contra esa casa, no se vendrá abajo porque está construida sobre un lecho de roca.
Mat 7:26 Pero el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio, como la persona que construye su casa sobre la arena.
Mat 7:27 Cuando vengan las lluvias y lleguen las inundaciones y los vientos golpeen contra esa casa, se derrumbará con un gran estruendo».
Mat 7:28 Cuando Jesús terminó de decir esas cosas, las multitudes quedaron asombradas de su enseñanza,
Mat 7:29 porque lo hacía con verdadera autoridad, algo completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa.



HECHOS 10:24-48

Hch 10:24 Llegaron a Cesarea al día siguiente. Cornelio los estaba esperando y había reunido a sus parientes y amigos cercanos.
Hch 10:25 Cuando Pedro entró en la casa, Cornelio cayó a sus pies y lo adoró.
Hch 10:26 Pero Pedro lo levantó y le dijo: «¡Ponte de pie, yo soy un ser humano como tú!».
Hch 10:27 Entonces conversaron y entraron en donde muchos otros estaban reunidos.
Hch 10:28 Pedro les dijo: —Ustedes saben que va en contra de nuestras leyes que un hombre judío se relacione con gentiles* o que entre en su casa. Pero Dios me ha mostrado que ya no debo pensar que alguien es impuro o inmundo.
Hch 10:29 Por eso, sin oponerme, vine aquí tan pronto como me llamaron. Ahora díganme por qué enviaron por mí.
Hch 10:30 Cornelio contestó: —Hace cuatro días, yo estaba orando en mi casa como a esta misma hora, las tres de la tarde. De repente, un hombre con ropa resplandeciente se paró delante de mí.
Hch 10:31 Me dijo: “Cornelio, ¡tu oración ha sido escuchada, y Dios ha tomado en cuenta tus donativos para los pobres!
Hch 10:32 Ahora, envía mensajeros a Jope y manda llamar a un hombre llamado Simón Pedro. Está hospedado en la casa de Simón, un curtidor que vive cerca de la orilla del mar”.
Hch 10:33 Así que te mandé a llamar de inmediato, y te agradezco que hayas venido. Ahora, estamos todos aquí, delante de Dios, esperando escuchar el mensaje que el Señor te ha dado.
Hch 10:34 Entonces Pedro respondió: —Veo con claridad que Dios no muestra favoritismo.
Hch 10:35 En cada nación, él acepta a los que lo temen y hacen lo correcto.
Hch 10:36 Éste es el mensaje de la Buena Noticia para el pueblo de Israel: que hay paz con Dios por medio de Jesucristo, quien es Señor de todo.
Hch 10:37 Ustedes saben lo que pasó en toda Judea, comenzando en Galilea, después de que Juan empezó a predicar su mensaje de bautismo.
Hch 10:38 Y saben que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder. Después Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Hch 10:39 »Y nosotros, los apóstoles, somos testigos de todo lo que él hizo por toda Judea y en Jerusalén. Lo mataron, colgándolo en una cruz,*
Hch 10:40 pero Dios lo resucitó al tercer día. Después Dios permitió que se apareciera,
Hch 10:41 no al público en general,* sino a nosotros, a quienes Dios había elegido de antemano para que fuéramos sus testigos. Nosotros fuimos los que comimos y bebimos con él después de que se levantó de los muertos.
Hch 10:42 Y él nos ordenó que predicáramos en todas partes y diéramos testimonio de que Jesús es a quien Dios designó para ser el juez de todos, de los que están vivos y de los muertos.
Hch 10:43 De él dan testimonio todos los profetas cuando dicen que a todo el que cree en él se le perdonarán los pecados por medio de su nombre.
Hch 10:44 Mientras Pedro aún estaba diciendo estas cosas, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje.
Hch 10:45 Los creyentes judíos* que habían llegado con Pedro quedaron asombrados al ver que el don del Espíritu Santo también era derramado sobre los gentiles.
Hch 10:46 Pues los oyeron hablar en otras lenguas* y alabar a Dios. Entonces Pedro preguntó:
Hch 10:47 «¿Puede alguien oponerse a que ellos sean bautizados ahora que han recibido el Espíritu Santo, tal como nosotros lo recibimos?».
Hch 10:48 Por lo tanto, dio órdenes de que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Después Cornelio le pidió que se quedara varios días con ellos.




SALMO 18:1-24

Sal 18:1 Te amo, SEÑOR; tú eres mi fuerza.
Sal 18:2 El SEÑOR es mi roca, mi fortaleza y mi salvador. Mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo, el poder que me salva y mi lugar seguro.
Sal 18:3 Clamé al SEÑOR, quien es digno de alabanza, y me salvó de mis enemigos.
Sal 18:4 Me enredaron las cuerdas de la muerte; me arrasó una inundación devastadora.
Sal 18:5 La tumba* me envolvió con sus cuerdas; la muerte me tendió una trampa en el camino.
Sal 18:6 Pero en mi angustia, clamé al SEÑOR; sí, oré a mi Dios para pedirle ayuda. Él me oyó desde su santuario; mi clamor llegó a sus oídos.
Sal 18:7 Entonces la tierra se estremeció y tembló; se sacudieron los cimientos de las montañas; temblaron a causa de su enojo.
Sal 18:8 De su nariz salía humo a raudales, de su boca saltaban violentas llamas de fuego; carbones encendidos se disparaban de él.
Sal 18:9 Abrió los cielos y descendió; había oscuras nubes de tormenta debajo de sus pies.
Sal 18:10 Voló montado sobre un poderoso ser angelical,* remontándose sobre las alas del viento.
Sal 18:11 Se envolvió con un manto de oscuridad y ocultó su llegada con oscuras nubes de lluvia.
Sal 18:12 Nubes densas taparon el brillo a su alrededor, e hicieron llover granizo y carbones encendidos.*
Sal 18:13 El SEÑOR retumbó desde el cielo; la voz del Altísimo resonó en medio del granizo y de los carbones encendidos.
Sal 18:14 Disparó sus flechas y dispersó a sus enemigos; destelló su relámpago, y quedaron muy confundidos.
Sal 18:15 Luego, a tu orden, oh SEÑOR, a la ráfaga de tu aliento, pudo verse el fondo del mar, y los cimientos de la tierra quedaron al descubierto.
Sal 18:16 Él extendió la mano desde el cielo y me rescató; me sacó de aguas profundas.
Sal 18:17 Me rescató de mis enemigos poderosos, de los que me odiaban y eran demasiado fuertes para mí.
Sal 18:18 Me atacaron en un momento de angustia, pero el SEÑOR me sostuvo.
Sal 18:19 Me condujo a un lugar seguro; me rescató porque en mí se deleita.
Sal 18:20 El SEÑOR me recompensó por hacer lo correcto; me restauró debido a mi inocencia.
Sal 18:21 Pues he permanecido en los caminos del SEÑOR; no me he apartado de mi Dios para seguir el mal.
Sal 18:22 He seguido todas sus ordenanzas, nunca he abandonado sus decretos.
Sal 18:23 Soy intachable delante de Dios; me he abstenido del pecado.
Sal 18:24 El SEÑOR me recompensó por hacer lo correcto; él ha visto mi inocencia.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 39-40

Gén 39:1 Cuando los mercaderes ismaelitas llevaron a José a Egipto, lo vendieron a Potifar, un oficial egipcio. Potifar era capitán de la guardia del faraón, rey de Egipto.
Gén 39:2 El SEÑOR estaba con José, por eso tenía éxito en todo mientras servía en la casa de su amo egipcio.
Gén 39:3 Potifar lo notó y se dio cuenta de que el SEÑOR estaba con José, y le daba éxito en todo lo que hacía.
Gén 39:4 Eso agradó a Potifar, quien pronto nombró a José su asistente personal. Lo puso a cargo de toda su casa y de todas sus posesiones.
Gén 39:5 Desde el día en que José quedó encargado de la casa y de las propiedades de su amo, el SEÑOR comenzó a bendecir la casa de Potifar por causa de José. Todos los asuntos de la casa marchaban bien, y las cosechas y los animales prosperaron.
Gén 39:6 Pues Potifar le dio a José total y completa responsabilidad administrativa sobre todas sus posesiones. Con José a cargo, Potifar no se preocupaba por nada, ¡excepto qué iba a comer! José era un joven muy apuesto y bien fornido,
Gén 39:7 y la esposa de Potifar pronto comenzó a mirarlo con deseos sexuales. —Ven y acuéstate conmigo —le ordenó ella.
Gén 39:8 Pero José se negó: —Mire —le contestó—, mi amo confía en mí y me puso a cargo de todo lo que hay en su casa.
Gén 39:9 Nadie aquí tiene más autoridad que yo. Él no me ha negado nada, con excepción de usted, porque es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer semejante maldad? Sería un gran pecado contra Dios.
Gén 39:10 Día tras día, ella seguía presionando a José, pero él se negaba a acostarse con ella y la evitaba tanto como podía.
Gén 39:11 Cierto día, sin embargo, José entró a hacer su trabajo y no había nadie más allí.
Gén 39:12 Ella llegó, lo agarró del manto y le ordenó: «¡Vamos, acuéstate conmigo!». José se zafó de un tirón, pero dejó su manto en manos de ella al salir corriendo de la casa.
Gén 39:13 Cuando ella vio que tenía el manto en las manos y que él había huido,
Gén 39:14 llamó a sus siervos. Enseguida todos los hombres llegaron corriendo. «¡Miren! —dijo ella—. ¡Mi esposo ha traído aquí a este esclavo hebreo para que nos deje en ridículo! Él entró en mi cuarto para violarme, pero yo grité.
Gén 39:15 Cuando me oyó gritar, salió corriendo y se escapó, pero dejó su manto en mis manos».
Gén 39:16 Ella se quedó con el manto hasta que su esposo regresó a la casa.
Gén 39:17 Luego le contó su versión de lo sucedido: «Ese esclavo hebreo que trajiste a nuestra casa intentó entrar y aprovecharse de mí;
Gén 39:18 pero, cuando grité, ¡salió corriendo y dejó su manto en mis manos!».
Gén 39:19 Potifar se enfureció cuando oyó el relato de su esposa acerca de cómo José la había tratado.
Gén 39:20 Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel donde estaban los presos del rey. José quedó allí,
Gén 39:21 pero el SEÑOR estaba con José en la cárcel y le mostró su fiel amor. El SEÑOR hizo que José fuera el preferido del encargado de la cárcel.
Gén 39:22 Poco después el director puso a José a cargo de los demás presos y de todo lo que ocurría en la cárcel.
Gén 39:23 El encargado no tenía de qué preocuparse, porque José se ocupaba de todo. El SEÑOR estaba con él y lo prosperaba en todo lo que hacía.
Gén 40:1 Pasado un tiempo, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos del faraón ofendieron a su señor, el rey.
Gén 40:2 El faraón se enojó con esos dos funcionarios
Gén 40:3 y los puso en la cárcel donde estaba José, en el palacio del capitán de la guardia.
Gén 40:4 Ellos permanecieron en la cárcel durante mucho tiempo, y el capitán de la guardia los asignó a José, quien se ocupaba de ellos.
Gén 40:5 Una noche, mientras estaban en la cárcel, el copero y el panadero del faraón tuvieron, cada uno, un sueño, y cada sueño tenía su propio significado.
Gén 40:6 Cuando José los vio a la mañana siguiente, notó que los dos parecían preocupados.
Gén 40:7 —¿Por qué se ven tan preocupados hoy? —les preguntó.
Gén 40:8 —Anoche los dos tuvimos sueños —contestaron ellos—, pero nadie puede decirnos lo que significan. —La interpretación de los sueños es asunto de Dios —respondió José—. Vamos, cuéntenme lo que soñaron.
Gén 40:9 Entonces el jefe de los coperos fue el primero en contarle su sueño a José. —En mi sueño —dijo él—, vi una vid delante de mí.
Gén 40:10 La vid tenía tres ramas, las cuales comenzaron a brotar y a florecer y, en poco tiempo, produjo racimos de uvas maduras.
Gén 40:11 Yo tenía la copa del faraón en mi mano, entonces tomé un racimo de uvas y exprimí el jugo en la copa. Después puse la copa en la mano del faraón.
Gén 40:12 —El sueño significa lo siguiente —dijo José—: las tres ramas representan tres días;
Gén 40:13 dentro de tres días, el faraón te levantará y te pondrá nuevamente en tu puesto como jefe de sus coperos.
Gén 40:14 Te pido que te acuerdes de mí y me hagas un favor cuando las cosas te vayan bien. Háblale de mí al faraón, para que me saque de este lugar.
Gén 40:15 Pues me trajeron secuestrado desde mi tierra, la tierra de los hebreos, y ahora estoy aquí en la cárcel, aunque no hice nada para merecerlo.
Gén 40:16 Cuando el jefe de los panaderos vio que José había dado una interpretación tan positiva del primer sueño, le dijo a José: —Yo también tuve un sueño. En mi sueño, había tres canastas de pasteles blancos sobre mi cabeza.
Gén 40:17 En la canasta de arriba había todo tipo de pasteles para el faraón, pero llegaron las aves y se los comieron de la canasta que estaba sobre mi cabeza.
Gén 40:18 —El sueño significa lo siguiente —le dijo José—: las tres canastas también representan tres días.
Gén 40:19 En tres días, el faraón te levantará y atravesará tu cuerpo con un poste; luego las aves llegarán y picotearán tu carne.
Gén 40:20 Tres días después era el cumpleaños del faraón, quien preparó un banquete para todos sus funcionarios y su personal. Así que llamó* al jefe de sus coperos y al jefe de sus panaderos para que se unieran a los demás funcionarios.
Gén 40:21 Entonces restituyó al jefe de los coperos a su cargo anterior, para que volviera a entregar al faraón su copa.
Gén 40:22 Pero el faraón atravesó al jefe de los panaderos con un poste, tal como José había predicho cuando le interpretó el sueño.
Gén 40:23 Sin embargo, el jefe de los coperos del faraón se olvidó de José por completo y nunca más volvió a pensar en él.

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