APOSENTO ALTO

sábado, 20 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 20 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    8:14-22

Mat 8:14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, la suegra de Pedro estaba enferma en cama con mucha fiebre.
Mat 8:15 Pero, cuando Jesús le tocó la mano, la fiebre se fue. Entonces ella se levantó y le preparó una comida.
Mat 8:16 Aquella noche, le llevaron a Jesús muchos endemoniados. Él expulsó a los espíritus malignos con una simple orden y sanó a todos los enfermos.
Mat 8:17 Así se cumplió la palabra del Señor por medio del profeta Isaías, quien dijo: «Se llevó nuestras enfermedades y quitó nuestras dolencias»*.
Mat 8:18 Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, dio instrucciones a sus discípulos de que cruzaran al otro lado del lago.
Mat 8:19 Entonces uno de los maestros de la ley religiosa le dijo: —Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas.
Mat 8:20 Pero Jesús respondió: —Los zorros tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero el Hijo del Hombre* no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza.
Mat 8:21 Otro de sus discípulos dijo: —Señor, deja que primero regrese a casa y entierre a mi padre.
Mat 8:22 Pero Jesús le dijo: —Sígueme ahora. Deja que los muertos espirituales entierren a sus muertos.*


HECHOS 11:19-30

Hch 11:19 Mientras tanto, los creyentes que fueron dispersados durante la persecución que hubo después de la muerte de Esteban, viajaron tan lejos como Fenicia, Chipre y Antioquía de Siria. Predicaban la palabra de Dios, pero sólo a judíos.
Hch 11:20 Sin embargo, algunos de los creyentes que fueron a Antioquía desde Chipre y Cirene les comenzaron a predicar a los gentiles* acerca del Señor Jesús.
Hch 11:21 El poder del Señor estaba con ellos, y un gran número de estos gentiles creyó y se convirtió al Señor.
Hch 11:22 Cuando la iglesia de Jerusalén se enteró de lo que había pasado, enviaron a Bernabé a Antioquía.
Hch 11:23 Cuando él llegó y vio las pruebas de la bendición de Dios, se llenó de alegría y alentó a los creyentes a que permanecieran fieles al Señor.
Hch 11:24 Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y firme en la fe. Y mucha gente llegó al Señor.
Hch 11:25 Después Bernabé siguió hasta Tarso para buscar a Saulo.
Hch 11:26 Cuando lo encontró, lo llevó de regreso a Antioquía. Los dos se quedaron allí con la iglesia durante todo un año, enseñando a grandes multitudes. (Fue en Antioquía donde, por primera vez, a los creyentes* los llamaron «cristianos»).
Hch 11:27 Durante aquellos días, unos profetas viajaron de Jerusalén a Antioquía.
Hch 11:28 Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie en una de las reuniones y predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo romano. (Esto se cumplió durante el reinado de Claudio).
Hch 11:29 Así que los creyentes de Antioquía decidieron enviar una ayuda a los hermanos de Judea, y cada uno dio lo que podía.
Hch 11:30 Así lo hicieron, y confiaron sus ofrendas a Bernabé y a Saulo para que las llevaran a los ancianos de la iglesia de Jerusalén.



SALMO 19

Sal 19:1 Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos.
Sal 19:2 Día tras día no cesan de hablar; noche tras noche lo dan a conocer.
Sal 19:3 Hablan sin sonidos ni palabras; su voz jamás se oye.*
Sal 19:4 Sin embargo, su mensaje se ha difundido por toda la tierra y sus palabras, por todo el mundo. Dios preparó un hogar para el sol en los cielos,
Sal 19:5 y éste irrumpe como un novio radiante luego de su boda. Se alegra como un gran atleta, ansioso por correrla carrera.
Sal 19:6 El sol sale de un extremo de los cielos y sigue su curso hasta llegar al otro extremo; nada puede ocultarse de su calor.
Sal 19:7 Las enseñanzas del SEÑOR son perfectas, reavivan el alma. Los decretos del SEÑOR son confiables, hacen sabio al sencillo.
Sal 19:8 Los mandamientos del SEÑOR son rectos, traen alegría al corazón. Los mandatos del SEÑOR son claros, dan buena percepción para vivir.
Sal 19:9 La reverencia al SEÑOR es pura, permanece para siempre. Las leyes del SEÑOR son verdaderas, cada una de ellas es imparcial.
Sal 19:10 Son más deseables que el oro, incluso que el oro más puro. Son más dulces que la miel, incluso que la miel que gotea del panal.
Sal 19:11 Sirven de advertencia para tu siervo, una gran recompensa para quienes las obedecen.
Sal 19:12 ¿Cómo puedo conocer todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas.
Sal 19:13 ¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados.
Sal 19:14 Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh SEÑOR, mi roca y mi redentor.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 42-43

Gén 42:1 Cuando Jacob oyó que había grano en Egipto, les dijo a sus hijos: «¿Por qué están ahí sin hacer nada, mirándose uno a otro?
Gén 42:2 He oído que hay grano en Egipto. Desciendan a Egipto y compren suficiente grano para que sigamos con vida. De no ser así, moriremos».
Gén 42:3 Entonces los diez hermanos mayores de José descendieron a Egipto a comprar grano;
Gén 42:4 pero Jacob no dejó que el hermano menor de José, Benjamín, fuera con ellos, por temor a que pudiera sufrir algún daño.
Gén 42:5 Así que los hijos de Jacob* llegaron a Egipto junto con otras personas para comprar alimento, porque el hambre también había llegado a Canaán.
Gén 42:6 Como José era gobernador de Egipto y estaba encargado de vender el grano a todas las personas, sus hermanos tuvieron que acudir a él. Cuando llegaron, se inclinaron delante de él, con el rostro en tierra.
Gén 42:7 José reconoció a sus hermanos enseguida, pero fingió no conocerlos y les habló con dureza. —Ustedes, ¿de dónde vienen? —les preguntó. —De la tierra de Canaán —contestaron—. Venimos a comprar alimento.
Gén 42:8 Aunque José reconoció a sus hermanos, ellos no lo reconocieron a él.
Gén 42:9 Entonces recordó los sueños que había tenido acerca de ellos hacía muchos años atrás, y les dijo: —¡Ustedes son espías! Han venido para ver lo vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.
Gén 42:10 —¡No, mi señor! —exclamaron—. Sus siervos han venido simplemente a comprar alimento.
Gén 42:11 Todos nosotros somos hermanos, miembros de la misma familia. ¡Somos hombres honrados, señor! ¡No somos espías!
Gén 42:12 —¡Sí, lo son! —insistió José—. Han venido para ver lo vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.
Gén 42:13 —Señor —dijeron ellos—, en realidad somos doce en total. Nosotros, sus siervos, somos todos hermanos, hijos de un hombre que vive en la tierra de Canaán. Nuestro hermano menor quedó con nuestro padre, y uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros.
Gén 42:14 Pero José insistió: —Como dije, ¡ustedes son espías!
Gén 42:15 Voy a comprobar su historia de la siguiente manera: ¡Juro por la vida del faraón que ustedes nunca se irán de Egipto a menos que su hermano menor venga hasta aquí!
Gén 42:16 Uno de ustedes irá a traer a su hermano. Los demás se quedarán aquí, en la cárcel. Así sabremos si su historia es cierta o no. Por la vida del faraón, si resulta que ustedes no tienen un hermano menor, entonces confirmaré que son espías.
Gén 42:17 Entonces José los metió en la cárcel por tres días.
Gén 42:18 Al tercer día, José les dijo: —Yo soy un hombre temeroso de Dios. Si hacen lo que les digo, vivirán.
Gén 42:19 Si de verdad son hombres honrados, escojan a uno de sus hermanos para que se quede en la cárcel. Los demás podrán regresar a casa con el grano para sus familias que mueren de hambre.
Gén 42:20 Pero deben traerme a su hermano menor. Eso demostrará que dicen la verdad, y no morirán. Ellos estuvieron de acuerdo.
Gén 42:21 Y hablando entre ellos, dijeron: «Es obvio que estamos pagando por lo que le hicimos hace tiempo a José. Vimos su angustia cuando rogaba por su vida, pero no quisimos escucharlo. Por eso ahora tenemos este problema».
Gén 42:22 «¿No les dije yo que no pecaran contra el muchacho? —preguntó Rubén—. Pero ustedes no me hicieron caso, ¡y ahora tenemos que responder por su sangre!».
Gén 42:23 Obviamente ellos no sabían que José entendía lo que decían, pues él les hablaba mediante un intérprete.
Gén 42:24 Entonces José se apartó de ellos y comenzó a llorar. Cuando recuperó la compostura, volvió a hablarles. Entonces escogió a Simeón e hizo que lo ataran a la vista de los demás hermanos.
Gén 42:25 Después José ordenó a sus siervos que llenaran de grano los costales de los hombres, pero también les dio instrucciones secretas de que devolvieran el dinero del pago y lo pusieran en la parte superior del costal de cada uno de ellos. Además les dio provisiones para el viaje.
Gén 42:26 Así que los hermanos cargaron sus burros con el grano y emprendieron el regreso a casa.
Gén 42:27 Cuando se detuvieron a pasar la noche y uno de ellos abrió su costal a fin de sacar grano para su burro, encontró su dinero en la abertura del costal.
Gén 42:28 «¡Miren! —exclamó a sus hermanos—. Me devolvieron el dinero. ¡Aquí está en mi costal!». Entonces se les desplomó el corazón y, temblando, se decían unos a otros: «¿Qué nos ha hecho Dios?».
Gén 42:29 Cuando los hermanos llegaron a donde estaba su padre Jacob, en la tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había sucedido.
Gén 42:30 «El hombre que gobierna la nación nos habló con mucha dureza —le dijeron—. Nos acusó de ser espías en su tierra,
Gén 42:31 pero nosotros le dijimos: “Somos hombres honrados, no espías.
Gén 42:32 Somos doce hermanos, hijos del mismo padre. Uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros, y el menor está en casa con nuestro padre, en la tierra de Canaán”.
Gén 42:33 »Entonces el hombre que gobierna la nación nos dijo: “Comprobaré si ustedes son hombres honrados de la siguiente manera: dejen a uno de sus hermanos aquí conmigo, tomen grano para sus familias hambrientas y regresen a casa;
Gén 42:34 pero deben traerme a su hermano menor. Entonces sabré que ustedes son hombres honrados y no espías. Después les entregaré a su hermano, y podrán comerciar libremente en la tierra”».
Gén 42:35 Luego, al vaciar cada uno su costal, ¡encontraron las bolsas con el dinero que habían pagado por el grano! Los hermanos y su padre quedaron aterrados cuando vieron las bolsas con el dinero,
Gén 42:36 y Jacob exclamó: —¡Ustedes me están robando a mis hijos! ¡José ya no está! ¡Simeón tampoco! Y ahora quieren llevarse también a Benjamín. ¡Todo está en mi contra!
Gén 42:37 Entonces Rubén dijo a su padre: —Puedes matar a mis dos hijos si no te traigo de regreso a Benjamín. Yo me hago responsable de él y prometo traerlo a casa.
Gén 42:38 Pero Jacob le respondió: —Mi hijo no irá con ustedes. Su hermano José está muerto, y él es todo lo que me queda. Si algo le ocurriera en el camino, ustedes mandarían a la tumba* a este hombre entristecido y canoso.
Gén 43:1 El hambre seguía azotando la tierra de Canaán.
Gén 43:2 Cuando el grano que habían traído de Egipto estaba por acabarse, Jacob dijo a sus hijos: —Vuelvan y compren un poco más de alimento para nosotros.
Gén 43:3 Pero Judá dijo: —El hombre hablaba en serio cuando nos advirtió: “No volverán a ver mi rostro a menos que su hermano venga con ustedes”.
Gén 43:4 Si envías a Benjamín con nosotros, descenderemos y compraremos más alimento,
Gén 43:5 pero si no dejas que Benjamín vaya, nosotros tampoco iremos. Recuerda que el hombre dijo: “No volverán a ver mi rostro a menos que su hermano venga con ustedes”.
Gén 43:6 —¿Por qué fueron ustedes tan crueles conmigo? —se lamentó Jacob* — ¿Por qué le dijeron que tenían otro hermano?
Gén 43:7 —El hombre no dejaba de hacernos preguntas sobre nuestra familia —respondieron ellos—. Nos preguntó: “¿Su padre todavía vive? ¿Tienen ustedes otro hermano?”. Y nosotros contestamos sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos diría: “Traigan aquí a su hermano”?
Gén 43:8 Judá le dijo a su padre: —Envía al muchacho conmigo, y nos iremos ahora mismo. De no ser así, todos moriremos de hambre, y no solamente nosotros, sino tú y nuestros hijos.
Gén 43:9 Yo garantizo personalmente su seguridad. Puedes hacerme responsable a mí si no te lo traigo de regreso. Entonces cargaré con la culpa para siempre.
Gén 43:10 Si no hubiéramos perdido todo este tiempo, ya habríamos ido y vuelto dos veces.
Gén 43:11 Entonces su padre Jacob finalmente les dijo: —Si no queda otro remedio, entonces al menos hagan esto: carguen sus costales con los mejores productos de esta tierra —bálsamo, miel, resinas aromáticas, pistachos y almendras—; llévenselos al hombre como regalo.
Gén 43:12 Tomen también el doble del dinero que les devolvieron, ya que probablemente alguien se equivocó.
Gén 43:13 Después tomen a su hermano y regresen a ver al hombre.
Gén 43:14 Que el Dios Todopoderoso* les muestre misericordia cuando estén delante del hombre, para que ponga a Simeón en libertad y permita que Benjamín regrese. Pero si tengo que perder a mis hijos, que así sea.
Gén 43:15 Así que los hombres cargaron los regalos de Jacob, tomaron el doble de dinero y emprendieron el viaje con Benjamín. Finalmente llegaron a Egipto y se presentaron ante José.
Gén 43:16 Cuando José vio a Benjamín con ellos, le dijo al administrador de su casa: «Esos hombres comerán conmigo hoy al mediodía. Llévalos dentro del palacio. Luego mata un animal y prepara un gran banquete».
Gén 43:17 El hombre hizo conforme a lo que José le dijo y los llevó al palacio de José.
Gén 43:18 Los hermanos estaban aterrados al ver que los llevaban a la casa de José, y decían: «Es por el dinero que alguien puso en nuestros costales la última vez que estuvimos aquí. Él piensa hacer como que nosotros lo robamos. Luego nos apresará, nos hará esclavos y se llevará nuestros burros».
Gén 43:19 Los hermanos se acercaron al administrador de la casa de José y hablaron con él en la entrada del palacio.
Gén 43:20 —Señor —le dijeron—, ya vinimos a Egipto una vez a comprar alimento;
Gén 43:21 pero cuando íbamos de regreso a nuestra casa, nos detuvimos a pasar la noche y abrimos nuestros costales. Entonces descubrimos que el dinero de cada uno de nosotros —la cantidad exacta que habíamos pagado— ¡estaba en la parte superior de cada costal! Aquí está, lo hemos traído con nosotros.
Gén 43:22 También trajimos más dinero para comprar más alimento. No tenemos idea de quién puso el dinero en nuestros costales.
Gén 43:23 —Tranquilos, no tengan miedo —les dijo el administrador—. El Dios de ustedes, el Dios de su padre, debe de haber puesto ese tesoro en sus costales. Me consta que recibí el pago que hicieron. Después soltó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos.
Gén 43:24 Luego el administrador acompañó a los hombres hasta el palacio de José. Les dio agua para que se lavaran los pies y alimento para sus burros.
Gén 43:25 Ellos prepararon sus regalos para la llegada de José a mediodía, porque les dijeron que comerían allí.
Gén 43:26 Cuando José volvió a casa, le entregaron los regalos que le habían traído y luego se postraron hasta el suelo delante de él.
Gén 43:27 Después de saludarlos, él les preguntó: —¿Cómo está su padre, el anciano del que me hablaron? ¿Todavía vive?
Gén 43:28 —Sí —contestaron—. Nuestro padre, siervo de usted, sigue con vida y está bien. Y volvieron a postrarse.
Gén 43:29 Entonces José miró a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre. —¿Es este su hermano menor del que me hablaron? —preguntó José—. Que Dios te bendiga, hijo mío.
Gén 43:30 Entonces José se apresuró a salir de la habitación porque la emoción de ver a su hermano lo había vencido. Entró en su cuarto privado, donde perdió el control y se echó a llorar.
Gén 43:31 Después de lavarse la cara, volvió a salir, ya más controlado. Entonces ordenó: «Traigan la comida».
Gén 43:32 Los camareros sirvieron a José en su propia mesa, y sus hermanos fueron servidos en una mesa aparte. Los egipcios que comían con José se sentaron en su propia mesa, porque los egipcios desprecian a los hebreos y se niegan a comer con ellos.
Gén 43:33 José indicó a cada uno de sus hermanos dónde sentarse y, para sorpresa de ellos, los sentó según sus edades, desde el mayor hasta el menor.
Gén 43:34 También llenó sus platos con comida de su propia mesa, y le dio a Benjamín cinco veces más que a los demás. Entonces festejaron y bebieron libremente con José.

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