APOSENTO ALTO

viernes, 19 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 19 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    8:1-13

Mat 8:1 Al bajar Jesús por la ladera del monte, grandes multitudes lo seguían.
Mat 8:2 De repente, un leproso se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio.
Mat 8:3 Jesús extendió la mano y lo tocó: —Sí quiero —dijo —. ¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció.
Mat 8:4 —No se lo cuentes a nadie —le dijo Jesús —. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra.* Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.
Mat 8:5 Cuando Jesús regresó a Capernaúm, un oficial romano* se le acercó y le rogó:
Mat 8:6 —Señor, mi joven siervo* está en cama, paralizado y con terribles dolores.
Mat 8:7 —Iré a sanarlo —dijo Jesús.
Mat 8:8 —Señor —dijo el oficial—, no soy digno de que entres en mi casa. Tan sólo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará.
Mat 8:9 Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo autoridad sobre mis soldados. Sólo tengo que decir: “Vayan”, y ellos van o “vengan”, y ellos vienen. Y, si les digo a mis esclavos: “Hagan esto”, lo hacen.
Mat 8:10 Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a los que lo seguían y dijo: «Les digo la verdad, ¡no he visto una fe como ésta en todo Israel!
Mat 8:11 Y les digo que muchos gentiles* vendrán de todas partes del mundo —del oriente y del occidente —y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en la fiesta del reino del cielo.
Mat 8:12 Pero muchos israelitas —para quienes se preparó el reino —serán arrojados a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes».
Mat 8:13 Entonces Jesús le dijo al oficial romano: «Vuelve a tu casa. Debido a que creíste, ha sucedido». Y el joven siervo quedó sano en esa misma hora.




HECHOS 11:1-18

Hch 11:1 La noticia de que los gentiles* habían recibido la palabra de Dios pronto llegó a los apóstoles y a los demás creyentes* de Judea.
Hch 11:2 Pero, cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes judíos* lo criticaron.
Hch 11:3 —Entraste en una casa de gentiles,* ¡y hasta comiste con ellos! —le dijeron.
Hch 11:4 Entonces Pedro les contó todo tal como había sucedido.
Hch 11:5 —Yo estaba en la ciudad de Jope —les dijo—, y mientras oraba, caí en un estado de éxtasis y tuve una visión. Algo parecido a una sábana grande descendía por sus cuatro puntas desde el cielo y bajó justo hasta donde yo estaba.
Hch 11:6 Cuando me fijé en el contenido de la sábana, vi toda clase de animales domésticos y salvajes, reptiles y aves.
Hch 11:7 Y oí una voz que decía: “Levántate, Pedro, mátalos y come de ellos”.
Hch 11:8 »“No, Señor —respondí —. Jamás he comido algo que nuestras leyes judías declaren impuro o inmundo”.*
Hch 11:9 »Pero la voz del cielo habló de nuevo: “No llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio”.
Hch 11:10 Eso sucedió tres veces antes de que la sábana, con todo lo que había dentro, fuera subida al cielo otra vez.
Hch 11:11 »Justo en ese momento, tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea llegaron a la casa donde estábamos hospedados.
Hch 11:12 El Espíritu Santo me dijo que los acompañara y que no me preocupara que fueran gentiles. Estos seis hermanos aquí presentes me acompañaron, y pronto entramos en la casa del hombre que había mandado a buscarnos.
Hch 11:13 Él nos contó cómo un ángel se le había aparecido en su casa y le había dicho: “Envía mensajeros a Jope y manda a llamar a un hombre llamado Simón Pedro.
Hch 11:14 ¡Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa pueden ser salvos!”.
Hch 11:15 »Cuando comencé a hablar —continuó Pedro—, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como descendió sobre nosotros al principio.
Hch 11:16 Entonces pensé en las palabras del Señor cuando dijo: “Juan bautizó con* agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
Hch 11:17 Y, como Dios les dio a esos gentiles el mismo don que nos dio a nosotros cuando creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
Hch 11:18 Cuando los demás oyeron esto, dejaron de oponerse y comenzaron a alabar a Dios. Dijeron: —Podemos ver que Dios también les ha dado a los gentiles el privilegio de arrepentirse de sus pecados y de recibir vida eterna.





SALMO 18:25-50

Sal 18:25 Con los fieles te muestras fiel; a los íntegros les muestras integridad.
Sal 18:26 Con los puros te muestras puro, pero te muestras hostil con los perversos.
Sal 18:27 Rescatas al humilde, pero humillas al orgulloso.
Sal 18:28 Enciendes una lámpara para mí. El SEÑOR, mi Dios, ilumina mi oscuridad.
Sal 18:29 Con tu fuerza puedo aplastar a un ejército; con mi Dios puedo escalar cualquier muro.
Sal 18:30 El camino de Dios es perfecto. Todas las promesas del SEÑOR demuestran ser verdaderas. Él es escudo para todos los que buscan su protección.
Sal 18:31 Pues ¿quién es Dios aparte del SEÑOR? ¿Quién más que nuestro Dios es una roca sólida?
Sal 18:32 Dios me arma de fuerza y hace perfecto mi camino.
Sal 18:33 Me hace andar tan seguro como un ciervo, para que pueda pararme en las alturas de las montañas.
Sal 18:34 Entrena mis manos para la batalla; fortalece mi brazo para tensar un arco de bronce.
Sal 18:35 Me has dado tu escudo de victoria. Tu mano derecha me sostiene; tu ayuda me ha engrandecido.
Sal 18:36 Has trazado un camino ancho para mis pies a fin de evitar que resbalen.
Sal 18:37 Perseguí a mis enemigos y los alcancé; no paré hasta verlos conquistados.
Sal 18:38 Los herí de muerte para que no pudieran levantarse; cayeron debajo de mis pies.
Sal 18:39 Me has armado de fuerza para la batalla; has sometido a mis enemigos debajo de mis pies.
Sal 18:40 Pusiste mi pie sobre su cuello; destruí a todos los que me odiaban.
Sal 18:41 Pidieron ayuda, pero nadie fue a rescatarlos. Hasta clamaron al SEÑOR, pero él se negó a responder.
Sal 18:42 Los molí tan fino como el polvo que se lleva el viento. Los barrí y los eché a la calle como suciedad.
Sal 18:43 Me diste la victoria sobre los que me acusaban. Me nombraste gobernante de naciones; ahora me sirve gente que ni siquiera conozco.
Sal 18:44 En cuanto oyen hablar de mí, se rinden; naciones extranjeras se arrastran ante mí.
Sal 18:45 Todas pierden el valor y salen temblando de sus fortalezas.
Sal 18:46 ¡El SEÑOR vive! ¡Alabanzas a mi Roca! ¡Exaltado sea el Dios de mi salvación!
Sal 18:47 Él es el Dios que da su merecido a los que me dañan; él somete a las naciones bajo mi control
Sal 18:48 y me rescata de mis enemigos. Tú me mantienes seguro, lejos del alcance de mis enemigos; me salvas de adversarios violentos.
Sal 18:49 Por eso, oh SEÑOR, te alabaré entre las naciones; cantaré alabanzas a tu nombre.
Sal 18:50 Le das grandes victorias a tu rey; le muestras amor inagotable a tu ungido, a David y a todos sus descendientes para siempre.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 41

Gén 41:1 Dos años después, el faraón soñó que estaba de pie a la orilla del río Nilo.
Gén 41:2 En su sueño, vio siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos.
Gén 41:3 Luego vio otras siete vacas que salían del Nilo detrás de ellas, pero eran flacas y raquíticas. Esas vacas se pusieron junto a las vacas gordas, en la ribera del río.
Gén 41:4 ¡Entonces las vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas y sanas! En ese momento del sueño, el faraón se despertó.
Gén 41:5 Después volvió a dormirse y tuvo un segundo sueño. Esta vez vio siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo.
Gén 41:6 Luego aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban resecas y marchitadas por el viento oriental.
Gén 41:7 ¡Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas y bien formadas! El faraón volvió a despertarse y se dio cuenta de que era un sueño.
Gén 41:8 A la mañana siguiente, el faraón estaba muy perturbado por los sueños. Entonces llamó a todos los magos y a los sabios de Egipto. Cuando el faraón les contó sus sueños, ninguno de ellos pudo decirle lo que significaban.
Gén 41:9 Finalmente habló el jefe de los coperos del rey: «Hoy he recordado mi falla —le dijo al faraón—.
Gén 41:10 Hace un tiempo, usted se enojó con el jefe de los panaderos y conmigo, y nos encarceló en el palacio del capitán de la guardia.
Gén 41:11 Una noche, el jefe de los panaderos y yo tuvimos, cada uno, un sueño, y cada sueño tenía su propio significado.
Gén 41:12 Con nosotros, en la cárcel, había un joven hebreo, que era esclavo del capitán de la guardia. Nosotros le contamos nuestros sueños, y él nos explicó el significado de cada sueño.
Gén 41:13 Y todo sucedió tal como él lo había predicho. Yo fui restituido a mi puesto de copero, y el jefe de los panaderos fue ejecutado y atravesado con un poste».
Gén 41:14 El faraón mandó llamar a José de inmediato, y enseguida lo trajeron de la cárcel. Después de afeitarse y cambiarse de ropa, José se presentó ante el faraón.
Gén 41:15 Entonces el faraón le dijo: —Anoche tuve un sueño, y nadie aquí puede decirme lo que significa; pero me enteré de que cuando tú oyes un sueño puedes interpretarlo.
Gén 41:16 —No está en mis manos el poder para hacerlo —respondió José—, pero Dios puede decirle lo que su sueño significa y darle tranquilidad.
Gén 41:17 Entonces el faraón le contó su sueño a José. —En mi sueño —le dijo—, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo
Gén 41:18 y vi siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos.
Gén 41:19 Luego vi siete vacas flacas y raquíticas con aspecto enfermizo que salían después de las primeras. Jamás había visto unos animales tan lamentables en toda la tierra de Egipto.
Gén 41:20 Entonces esas vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas,
Gén 41:21 pero nadie lo hubiera creído, ¡porque después seguían siendo tan flacas y raquíticas como antes! Luego me desperté.
Gén 41:22 »Al rato volví a quedarme dormido y tuve otro sueño. Vi también en mis sueños siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo.
Gén 41:23 Después aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban infestadas, resecas y marchitadas por el viento oriental.
Gén 41:24 Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas. Les conté esos sueños a los magos, pero ninguno pudo decirme lo que significan.
Gén 41:25 José respondió: —Ambos sueños del faraón significan lo mismo. Dios le da a conocer de antemano al faraón lo que está por hacer.
Gén 41:26 Las siete vacas sanas y las siete espigas robustas representan siete años de prosperidad.
Gén 41:27 Las siete vacas flacas y raquíticas que salieron después, y las siete espigas resecas y marchitadas por el viento oriental representan siete años de hambre.
Gén 41:28 »Esto sucederá tal como lo he descrito, pues Dios ha revelado de antemano al faraón lo que está por hacer.
Gén 41:29 Los próximos siete años serán un período de gran prosperidad en toda la tierra de Egipto,
Gén 41:30 pero después llegarán siete años de un hambre tan intensa que hará olvidar toda esa prosperidad de Egipto. El hambre destruirá la tierra.
Gén 41:31 La hambruna será tan grave que borrará hasta el recuerdo de los años buenos.
Gén 41:32 El haber tenido dos sueños similares significa que esos acontecimientos fueron decretados por Dios, y él hará que ocurran pronto.
Gén 41:33 »Por lo tanto, el faraón debería encontrar a un hombre inteligente y sabio, y ponerlo a cargo de toda la tierra de Egipto.
Gén 41:34 Después el faraón debería nombrar supervisores de la tierra, a fin de que almacenen una quinta parte de las cosechas durante los siete años buenos.
Gén 41:35 Haga que ellos reúnan toda la producción de alimentos en los años buenos que vienen y la lleven a los graneros del faraón. Almacene bien el grano y vigílelo para que haya alimento en las ciudades.
Gén 41:36 De esa manera, habrá suficiente para comer cuando lleguen los siete años de hambre sobre la tierra de Egipto. De lo contrario, el hambre destruirá la tierra.
Gén 41:37 Las sugerencias de José fueron bien recibidas por el faraón y sus funcionarios.
Gén 41:38 Entonces el faraón preguntó a sus funcionarios: «¿Acaso encontraremos a alguien como este hombre, tan claramente lleno del espíritu de Dios?».
Gén 41:39 Así que el faraón dijo a José: «Como Dios te ha revelado el significado de los sueños a ti, es obvio que no hay nadie más sabio e inteligente que tú.
Gén 41:40 Quedarás a cargo de mi palacio, y toda mi gente recibirá órdenes de ti. Sólo yo, sentado en mi trono, tendré un rango superior al tuyo».
Gén 41:41 El faraón dijo a José: «Yo, aquí en persona, te pongo a cargo de toda la tierra de Egipto».
Gén 41:42 Luego el faraón se quitó de la mano el anillo con su sello oficial y lo puso en el dedo de José; lo vistió con ropas de lino de la mejor calidad y le puso un collar de oro.
Gén 41:43 Después hizo que José subiera al carro de guerra reservado para su segundo en autoridad, y dondequiera que iba José, se gritaba la orden: «¡Arrodíllense!». Así que el faraón puso a José a cargo de todo Egipto,
Gén 41:44 y le dijo: «Yo soy el faraón, pero nadie levantará una mano ni un pie en toda la tierra de Egipto sin tu aprobación».
Gén 41:45 Luego el faraón le puso un nuevo nombre a José, un nombre egipcio: Zafnat-panea.* También le dio una esposa, quien se llamaba Asenat y era hija de Potifera, el sacerdote de On.* Entonces José se hizo cargo de toda la tierra de Egipto.
Gén 41:46 Tenía treinta años cuando comenzó a servir en el palacio del faraón, rey de Egipto. Después, cuando José salió de la presencia del faraón, inspeccionó toda la tierra de Egipto.
Gén 41:47 Tal como se había predicho, la tierra produjo cosechas abundantes durante siete años.
Gén 41:48 Todos esos años, José recogió todas las cosechas que crecieron en Egipto y guardó en las ciudades el grano de los campos aledaños.
Gén 41:49 Acumuló grandes cantidades de grano, tanto como si fuera arena a la orilla del mar. Al final, dejó de registrar las cantidades porque había tanto que resultaba imposible medirlo.
Gén 41:50 Durante ese tiempo, antes del primer año de hambre, les nacieron dos hijos a José y su esposa Asenat, hija de Potifera, el sacerdote de On.
Gén 41:51 José llamó a su hijo mayor Manasés,* porque dijo: «Dios me hizo olvidar todas mis angustias y a todos los de la familia de mi padre».
Gén 41:52 José llamó a su segundo hijo Efraín,* porque dijo: «Dios me hizo fructífero en esta tierra de mi aflicción».
Gén 41:53 Finalmente acabaron los siete años de cosechas abundantes en toda la tierra de Egipto.
Gén 41:54 Después comenzaron los siete años de hambre, tal como José había predicho. El hambre también azotó a todas las regiones vecinas, pero en todo Egipto había alimento de sobra.
Gén 41:55 Con el tiempo, sin embargo, el hambre se extendió por toda la tierra de Egipto también. Cuando la gente reclamó alimento al faraón, él les dijo: «Vayan a ver a José y hagan todo lo que les diga».
Gén 41:56 Entonces, dada la gravedad del hambre en todas partes, José abrió los graneros y distribuyó grano a los egipcios, porque el hambre era intensa en toda la tierra de Egipto.
Gén 41:57 Y llegaba a Egipto gente de todas partes para comprarle grano a José, porque el hambre era intensa en todo el mundo.

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