APOSENTO ALTO

miércoles, 10 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 10 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    5:1-12

Mat 5:1 Cierto día, al ver que las multitudes se reunían, Jesús subió a la ladera de la montaña y se sentó. Sus discípulos se juntaron a su alrededor,
Mat 5:2 y él comenzó a enseñarles.
Mat 5:3 «Dios bendice a los que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de él, porque el reino del cielo les pertenece.
Mat 5:4 Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados.
Mat 5:5 Dios bendice a los que son humildes, porque heredarán toda la tierra.
Mat 5:6 Dios bendice a los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Mat 5:7 Dios bendice a los compasivos, porque serán tratados con compasión.
Mat 5:8 Dios bendice a los que tienen corazón puro, porque ellos verán a Dios.
Mat 5:9 Dios bendice a los que procuran la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Mat 5:10 Dios bendice a los que son perseguidos por hacer lo correcto, porque el reino del cielo les pertenece.
Mat 5:11 »Dios los bendice a ustedes cuando la gente les hace burla y los persigue y miente acerca de ustedes* y dice toda clase de cosas malas en su contra porque son mis seguidores.
Mat 5:12 ¡Alégrense! ¡Estén contentos, porque les espera una gran recompensa en el cielo! Y recuerden que a los antiguos profetas los persiguieron de la misma manera.



HECHOS 6

Hch 6:1 Pero, al multiplicarse los creyentes* rápidamente, hubo muestras de descontento. Los creyentes que hablaban griego se quejaban de los que hablaban hebreo diciendo que sus viudas eran discriminadas en la distribución diaria de los alimentos.
Hch 6:2 De manera que los Doce convocaron a todos los creyentes a una reunión. Dijeron: «Nosotros, los apóstoles, deberíamos ocupar nuestro tiempo en enseñar la palabra de Dios, y no en dirigir la distribución de alimento.
Hch 6:3 Por lo tanto, hermanos, escojan a siete hombres que sean muy respetados, que estén llenos del Espíritu y de sabiduría. A ellos les daremos esa responsabilidad.
Hch 6:4 Entonces nosotros, los apóstoles, podremos dedicar nuestro tiempo a la oración y a enseñar la palabra».
Hch 6:5 A todos les gustó la idea y eligieron a Esteban (un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo), a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás de Antioquía (quien anteriormente se había convertido a la fe judía).
Hch 6:6 Estos siete hombres fueron presentados ante los apóstoles, quienes oraron por ellos y les impusieron las manos.
Hch 6:7 Así que el mensaje de Dios siguió extendiéndose. El número de creyentes aumentó en gran manera en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes judíos también se convirtieron.
Hch 6:8 Esteban, un hombre lleno de la gracia y del poder de Dios, hacía señales y milagros asombrosos entre la gente.
Hch 6:9 Pero cierto día, unos hombres de la sinagoga de los Esclavos Liberados —así la llamaban —comenzaron a debatir con él. Eran judíos de Cirene, Alejandría, Cilicia y de la provincia de Asia.
Hch 6:10 Ninguno de ellos podía hacerle frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba Esteban.
Hch 6:11 Entonces persuadieron a unos hombres para que dijeran mentiras acerca de Esteban. Ellos declararon: «Nosotros lo oímos blasfemar contra Moisés y hasta contra Dios».
Hch 6:12 Esto provocó a la gente, a los ancianos y a los maestros de ley religiosa. Así que arrestaron a Esteban y lo llevaron ante el Concilio Supremo.*
Hch 6:13 Los testigos mentirosos dijeron: —Este hombre siempre habla contra el santo templo y contra la ley de Moisés.
Hch 6:14 Lo hemos oído decir que ese tal Jesús de Nazaret* destruirá el templo y cambiará las costumbres que Moisés nos transmitió.
Hch 6:15 En ese momento, todos los del Concilio Supremo fijaron la mirada en Esteban, porque su cara comenzó a brillar como la de un ángel.




SALMO 10

Sal 10:1 Oh SEÑOR, ¿por qué permaneces tan distante? ¿Por qué te escondes cuando estoy en apuros?
Sal 10:2 Con arrogancia los malvados persiguen a los pobres; ¡que sean atrapados en el mal que traman para otros!
Sal 10:3 Pues hacen alarde de sus malos deseos; elogian al codicioso y maldicen al SEÑOR.
Sal 10:4 Los malvados son demasiado orgullosos para buscar a Dios; parece que piensan que Dios está muerto.
Sal 10:5 Sin embargo, prosperan en todo lo que hacen. No ven que les espera tu castigo; miran con desdén a todos sus enemigos.
Sal 10:6 Piensan: «¡Jamás nos sucederá algo malo! ¡Estaremos para siempre sin problemas!».
Sal 10:7 Su boca está llena de maldiciones, mentiras y amenazas;* tienen maldad y violencia en la punta de la lengua.
Sal 10:8 Se esconden en emboscada en las aldeas, a la espera para matar a gente inocente; siempre buscan víctimas indefensas.
Sal 10:9 Como leones agazapados en sus escondites, esperan para lanzarse sobre los débiles. Como cazadores capturan a los indefensos y los arrastran envueltos en redes.
Sal 10:10 Sus pobres víctimas quedan aplastadas; caen bajo la fuerza de los malvados.
Sal 10:11 Los perversos piensan: «¡Dios no nos mira! ¡Ha cerrado los ojos y ni siquiera ve lo que hacemos!».
Sal 10:12 ¡Levántate, oh SEÑOR! ¡Castiga a los perversos, oh Dios! ¡No te olvides de los indefensos!
Sal 10:13 ¿Por qué los perversos desprecian a Dios y quedan impunes? Piensan: «Dios nunca nos pedirá cuentas».
Sal 10:14 Pero tú ves los problemas y el dolor que causan; lo tomas en cuenta y los castigas. Los indefensos depositan su confianza en ti; tú defiendes a los huérfanos.
Sal 10:15 ¡Quiébrale los brazos a esta gente malvada y perversa! Persíguelos hasta destruir al último de ellos
Sal 10:16 ¡El SEÑOR es rey por siempre y para siempre! Las naciones paganas desaparecerán de la tierra.
Sal 10:17 SEÑOR, tú conoces las esperanzas de los indefensos; ciertamente escucharás sus clamores y los consolarás.
Sal 10:18 Harás justicia a los huérfanos y a los oprimidos, para que ya no los aterren simples mortales.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 25-26

Gén 25:1 Abraham volvió a casarse con una mujer llamada Cetura.
Gén 25:2 Ella dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa.
Gén 25:3 Jocsán fue el padre de Seba y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos.
Gén 25:4 Los hijos de Madián fueron: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda. Todos ellos fueron descendientes de Abraham por medio de Cetura.
Gén 25:5 Abraham le dio todo lo que poseía a su hijo Isaac;
Gén 25:6 pero antes de morir, les hizo regalos a los hijos de sus concubinas y los separó de su hijo Isaac, enviándolos a una tierra en el oriente.
Gén 25:7 Abraham vivió ciento setenta y cinco años,
Gén 25:8 y murió en buena vejez, luego de una vida larga y satisfactoria. Dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir.
Gén 25:9 Sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron en la cueva de Macpela, cerca de Mamre, en el campo de Efrón, hijo de Zohar el hitita.
Gén 25:10 Ese era el campo que Abraham había comprado a los hititas y donde había enterrado a su esposa Sara.
Gén 25:11 Después de la muerte de Abraham, Dios bendijo a su hijo Isaac, quien se estableció cerca de Beer-lajai-roi, en el Neguev.
Gén 25:12 Este es el relato de la familia de Ismael, el hijo de Abraham por medio de Agar, la sierva egipcia de Sara.
Gén 25:13 La siguiente lista corresponde a los descendientes de Ismael por nombres y clanes: el hijo mayor fue Nebaiot, seguido por Cedar, Adbeel, Mibsam,
Gén 25:14 Misma, Duma, Massa,
Gén 25:15 Hadar, Tema, Jetur, Nafis y Cedema.
Gén 25:16 Estos doce hijos de Ismael fueron los fundadores de doce tribus —cada una llevaba el nombre de su fundador—, registradas según los lugares donde se establecieron y acamparon.
Gén 25:17 Ismael vivió ciento treinta y siete años. Después dio su último respiro y se reunió con sus antepasados al morir.
Gén 25:18 Los descendientes de Ismael ocuparon la región que va desde Havila hasta Sur, que está al oriente de Egipto, en dirección a Asiria. Allí vivieron en franca oposición con todos sus parientes.*
Gén 25:19 Este es el relato de la familia de Isaac, hijo de Abraham.
Gén 25:20 Cuando Isaac tenía cuarenta años, se casó con Rebeca, hija de Betuel el arameo, de Padán-aram, y hermana de Labán el arameo.
Gén 25:21 Isaac rogó al SEÑOR a favor de su esposa, porque ella no podía tener hijos. El SEÑOR contestó la oración de Isaac, y Rebeca quedó embarazada de mellizos.
Gén 25:22 Pero los dos niños luchaban entre sí dentro de su vientre. Así que ella consultó al SEÑOR: —¿Por qué me pasa esto? —preguntó.
Gén 25:23 Y el SEÑOR le dijo: —Los hijos que llevas en tu vientre llegarán a ser dos naciones, y desde el principio las dos naciones serán rivales. Una nación será más fuerte que la otra; y tu hijo mayor servirá a tu hijo menor.
Gén 25:24 Cuando le llegó el momento de dar a luz, ¡Rebeca comprobó que de verdad tenía mellizos!
Gén 25:25 El primero en nacer era muy rojizo y estaba cubierto de mucho vello, como con un abrigo de piel; por eso lo llamaron Esaú.*
Gén 25:26 Después nació el otro mellizo, agarrando con la mano el talón de Esaú; por eso lo llamaron Jacob.* Isaac tenía sesenta años cuando nacieron los mellizos.
Gén 25:27 Los muchachos fueron creciendo, y Esaú se convirtió en un hábil cazador. Él era un hombre de campo, pero Jacob tenía un temperamento tranquilo y prefería quedarse en casa.
Gén 25:28 Isaac amaba a Esaú porque le gustaba comer los animales que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob.
Gén 25:29 Cierto día, mientras Jacob preparaba un guiso, Esaú regresó del desierto, agotado y hambriento.
Gén 25:30 Esaú le dijo a Jacob: —¡Me muero de hambre! ¡Dame un poco de ese guiso rojo! (Así es como Esaú obtuvo su otro nombre, Edom, que significa «rojo»).
Gén 25:31 —Muy bien —respondió Jacob—, pero dame a cambio tus derechos del hijo mayor.
Gén 25:32 —Mira, ¡me estoy muriendo de hambre! —dijo Esaú—. ¿De qué me sirven ahora los derechos del hijo mayor?
Gén 25:33 Pero Jacob dijo: —Primero tienes que jurar que los derechos del hijo mayor me pertenecen a mí. Así que Esaú hizo un juramento, mediante el cual vendía todos sus derechos del hijo mayor a su hermano Jacob.
Gén 25:34 Entonces Jacob le dio a Esaú guiso de lentejas y algo de pan. Esaú comió, y luego se levantó y se fue. Así mostró desprecio por sus derechos del hijo mayor.
Gén 26:1 Un hambre terrible azotó la tierra, como había ocurrido antes en tiempos de Abraham. Así que Isaac se trasladó a Gerar, donde vivía Abimelec, rey de los filisteos.
Gén 26:2 El SEÑOR se le apareció a Isaac y le dijo: «No desciendas a Egipto, sino haz lo que yo te digo.
Gén 26:3 Vive aquí como extranjero en esta tierra, y yo estaré contigo y te bendeciré. Yo, con estas palabras, confirmo que te daré todas estas tierras a ti y a tu descendencia,* tal como le prometí solemnemente a Abraham, tu padre.
Gén 26:4 Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas de los cielos, y les daré todas estas tierras. Y mediante tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas.
Gén 26:5 Yo haré esto porque Abraham me escuchó y obedeció todos mis requisitos, mandatos, decretos e instrucciones».
Gén 26:6 Entonces Isaac se quedó en Gerar.
Gén 26:7 Cuando los hombres que vivían allí le preguntaron a Isaac acerca de Rebeca, su esposa, él dijo: «Es mi hermana». Tenía temor de decir: «Ella es mi esposa» porque pensó: «Me matarán para conseguirla, pues es muy hermosa»;
Gén 26:8 pero tiempo después, Abimelec, rey de los filisteos, miró por la ventana y vio a Isaac acariciando a Rebeca.
Gén 26:9 Al instante, Abimelec mandó llamar a Isaac y exclamó: —¡Es evidente que ella es tu esposa! ¿Por qué dijiste: “Es mi hermana”? —Porque tuve temor de que alguien me matara para quitármela —contestó Isaac.
Gén 26:10 —¿Cómo pudiste hacernos semejante cosa? —exclamó Abimelec—. Uno de mis hombres bien podría haber tomado a tu esposa para dormir con ella, y tú nos habrías hecho culpables de un gran pecado.
Gén 26:11 Entonces Abimelec dio esta orden a todo el pueblo: «Cualquiera que toque a este hombre o a su esposa, ¡será ejecutado!».
Gén 26:12 Cuando Isaac sembró sus cultivos ese año, cosechó cien veces más grano del que había plantado, porque el SEÑOR lo bendijo.
Gén 26:13 Se hizo muy rico, y su riqueza siguió aumentando.
Gén 26:14 Adquirió tantos rebaños de ovejas y de cabras, manadas de ganado y siervos que los filisteos comenzaron a tenerle envidia.
Gén 26:15 Así que los filisteos taparon con tierra todos los pozos de Isaac. Eran los pozos que habían cavado los siervos de su padre Abraham.
Gén 26:16 Por último, Abimelec ordenó a Isaac que se fuera de la región. «Vete a algún otro lugar —le dijo—, porque te has hecho demasiado poderoso para nosotros».
Gén 26:17 Así que Isaac se mudó al valle de Gerar y allí armó sus carpas y se estableció.
Gén 26:18 También reabrió los pozos que su padre Abraham había cavado, porque los filisteos los habían tapado después de su muerte, y les puso nuevamente los nombres que Abraham les había dado.
Gén 26:19 Los siervos de Isaac también cavaron en el valle de Gerar y descubrieron un pozo de agua fresca;
Gén 26:20 pero después, los pastores de Gerar llegaron y reclamaron el manantial. «Esta agua es nuestra», dijeron ellos, y discutieron sobre el pozo con los pastores de Isaac. Por eso Isaac llamó a aquel pozo Esek (que significa «disputa»).
Gén 26:21 Luego los hombres de Isaac cavaron otro pozo, pero de nuevo hubo conflicto. Por eso Isaac lo llamó Sitna (que significa «hostilidad»).
Gén 26:22 Isaac abandonó ese pozo, siguió adelante y cavó otro. Esta vez no hubo ningún conflicto, entonces Isaac llamó aquel lugar Rejobot (que significa «espacio abierto»), porque dijo: «Al fin el SEÑOR ha creado espacio suficiente para que prosperemos en esta tierra».
Gén 26:23 De allí Isaac se mudó a Beerseba,
Gén 26:24 donde el SEÑOR se le apareció la noche de su llegada. «Yo soy el Dios de tu padre Abraham —dijo—. No tengas miedo, porque yo estoy contigo y te bendeciré. Multiplicaré a tus descendientes, y se convertirán en una gran nación. Lo haré a causa de la promesa que hice a Abraham, mi siervo».
Gén 26:25 Luego Isaac construyó allí un altar y adoró al SEÑOR. Estableció su campamento en ese lugar, y sus siervos cavaron otro pozo.
Gén 26:26 Cierto día, el rey Abimelec llegó desde Gerar con su consejero, Ahuzat, y también con Ficol, el comandante de su ejército.
Gén 26:27 —¿Por qué han venido aquí? —preguntó Isaac—. Es evidente que ustedes me odian, ya que me echaron de su tierra.
Gén 26:28 —Podemos ver claramente que el SEÑOR está contigo —respondieron ellos—. Por eso queremos hacer un tratado contigo bajo juramento.
Gén 26:29 Jura que no nos harás daño, ya que nosotros nunca te hemos causado problemas a ti. Siempre te hemos tratado bien, y te despedimos en paz. ¡Y mira ahora cómo el SEÑOR te ha bendecido!
Gén 26:30 Entonces Isaac preparó un banquete para celebrar el tratado, y comieron y bebieron juntos.
Gén 26:31 Temprano a la mañana siguiente, cada uno hizo el solemne juramento de no interferir con el otro. Luego Isaac los envió de regreso a su tierra, y ellos se fueron en paz.
Gén 26:32 Ese mismo día, los siervos de Isaac llegaron y le contaron acerca de un nuevo pozo que habían cavado. «¡Hemos encontrado agua!», exclamaron ellos.
Gén 26:33 Por eso Isaac llamó al pozo Seba (que significa «juramento»). Hasta el día de hoy, la ciudad que surgió allí se llama Beerseba (que significa «pozo del juramento»).
Gén 26:34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con dos mujeres hititas: Judit, hija de Beeri, y Basemat, hija de Elón;
Gén 26:35 pero las esposas de Esaú amargaron la vida de Isaac y Rebeca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario