APOSENTO ALTO

lunes, 15 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 15 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    6:16-24

Mat 6:16 »Y, cuando ayunes, que no sea evidente, como hacen los hipócritas pues tratan de tener una apariencia miserable y andan desarreglados para que la gente los admire por sus ayunos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que ésa.
Mat 6:17 Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y péinate.
Mat 6:18 Así, nadie se dará cuenta de que estás ayunando, excepto tu Padre, quien sabe lo que haces en privado. Y tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará.
Mat 6:19 »No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban.
Mat 6:20 Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar.
Mat 6:21 Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón.
Mat 6:22 »Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu cuerpo está lleno de luz.
Mat 6:23 Pero, cuando tu ojo es malo, todo tu cuerpo está lleno de oscuridad. Y si la luz que crees tener en realidad es oscuridad, ¡qué densa es esa oscuridad!
Mat 6:24 »Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.



HECHOS 9:1-19

Hch 9:1 Mientras tanto, Saulo pronunciaba amenazas en cada palabra y estaba ansioso por matar a los seguidores* del Señor. Así que acudió al sumo sacerdote.
Hch 9:2 Le pidió cartas dirigidas a las sinagogas de Damasco para solicitarles su cooperación en el arresto de los seguidores del Camino que se encontraran ahí. Su intención era llevarlos —a hombres y mujeres por igual —de regreso a Jerusalén encadenados.
Hch 9:3 Al acercarse a Damasco para cumplir esa misión, una luz del cielo de repente brilló alrededor de él.
Hch 9:4 Saulo cayó al suelo y oyó una voz que le decía: —¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues?
Hch 9:5 —¿Quién eres, señor? —preguntó Saulo. —Yo soy Jesús, ¡a quien tú persigues! —contestó la voz —.
Hch 9:6 Ahora levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.
Hch 9:7 Los hombres que estaban con Saulo se quedaron mudos, porque oían el sonido de una voz, ¡pero no veían a nadie!
Hch 9:8 Saulo se levantó del suelo pero, cuando abrió los ojos, estaba ciego. Entonces sus acompañantes lo llevaron de la mano hasta Damasco.
Hch 9:9 Permaneció allí, ciego, durante tres días sin comer ni beber.
Hch 9:10 Ahora bien, había un creyente* en Damasco llamado Ananías. El Señor le habló en una visión, lo llamó: —¡Ananías! —¡Sí, Señor! —respondió.
Hch 9:11 El Señor le dijo: —Ve a la calle llamada Derecha, a la casa de Judas. Cuando llegues, pregunta por un hombre de Tarso que se llama Saulo. En este momento, él está orando.
Hch 9:12 Le he mostrado en visión a un hombre llamado Ananías que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista.
Hch 9:13 —¡Pero Señor! —exclamó Ananías—, ¡he oído a mucha gente hablar de las cosas terribles que ese hombre les ha hecho a los creyentes* de Jerusalén!
Hch 9:14 Además, tiene la autorización de los sacerdotes principales para arrestar a todos los que invocan tu nombre.
Hch 9:15 Pero el Señor le dijo: —Ve, porque él es mi instrumento elegido para llevar mi mensaje a los gentiles* y a reyes, como también al pueblo de Israel.
Hch 9:16 Y le voy a mostrar cuánto debe sufrir por mi nombre.
Hch 9:17 Así que Ananías fue y encontró a Saulo, puso sus manos sobre él y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, quien se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo».
Hch 9:18 Al instante, algo como escamas cayó de los ojos de Saulo y recobró la vista. Luego se levantó y fue bautizado.
Hch 9:19 Después comió algo y recuperó las fuerzas. Saulo se quedó unos días con los creyentes* en Damasco.



SALMO 15

Sal 15:1 SEÑOR, ¿quién puede adorar en tu santuario? ¿Quién puede entrar a tu presencia en tu monte santo?
Sal 15:2 Los que llevan una vida intachable y hacen lo correcto, los que dicen la verdad con corazón sincero.
Sal 15:3 Los que no se prestan al chisme ni le hacen daño a su vecino, ni hablan mal de sus amigos.
Sal 15:4 Los que desprecian a los pecadores descarados, y honran a quienes siguen fielmente al SEÑOR y mantienen su palabra aunque salgan perjudicados.
Sal 15:5 Los que prestan dinero sin cobrar intereses y no aceptan sobornos para mentir acerca de un inocente. Esa gente permanecerá firme para siempre.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 34-35

Gén 34:1 Cierto día, Dina, la hija de Jacob y Lea, fue a visitar a unas jóvenes que vivían en la región.
Gén 34:2 Cuando el príncipe del lugar, Siquem, hijo de Hamor el heveo, vio a Dina, la tomó a la fuerza y la violó.
Gén 34:3 Sin embargo, luego se enamoró de ella e intentó ganarse su cariño con palabras tiernas.
Gén 34:4 Le dijo a su padre Hamor: «Consígueme a esta joven pues quiero casarme con ella».
Gén 34:5 Entonces Jacob se enteró de que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo cuidando sus animales, él no dijo nada hasta que regresaron.
Gén 34:6 Hamor, el padre de Siquem, fue a hablar del asunto con Jacob.
Gén 34:7 Mientras tanto, los hijos de Jacob, al enterarse de lo ocurrido, regresaron del campo de inmediato. Quedaron horrorizados y llenos de furia cuando supieron que su hermana había sido violada. Siquem había cometido un acto vergonzoso contra la familia de Jacob,* algo que nunca debió haber hecho.
Gén 34:8 Hamor habló con Jacob y con sus hijos: —Mi hijo Siquem está verdaderamente enamorado de su hija —dijo—. Por favor, permítanle casarse con ella.
Gén 34:9 De hecho, formemos también otros matrimonios: ustedes nos entregan a sus hijas para nuestros hijos, y nosotros les entregaremos a nuestras hijas para los hijos de ustedes.
Gén 34:10 Todos ustedes pueden vivir entre nosotros; ¡la tierra está a su disposición! Establézcanse aquí y comercien con nosotros, y siéntanse en libertad de comprar propiedades en la región.
Gén 34:11 El propio Siquem también habló con el padre de Dina y con sus hermanos: —Por favor, sean bondadosos conmigo y permitan que me case con ella —les suplicó—. Yo les daré cualquier cosa que me pidan.
Gén 34:12 Sea cual fuere la dote o el regalo que exijan, lo pagaré de buena gana; sólo les pido que me entreguen a la muchacha como esposa.
Gén 34:13 Pero como Siquem había deshonrado a la hermana de ellos, Dina, los hijos de Jacob respondieron con engaño a Siquem y a Hamor, su padre.
Gén 34:14 Les dijeron: —De ninguna manera podemos permitirlo, porque tú no has sido circuncidado. ¡Sería una vergüenza para nuestra hermana casarse con un hombre como tú!
Gén 34:15 Pero hay una solución. Si todos los varones entre ustedes se circuncidan, como lo hicimos nosotros,
Gén 34:16 entonces les entregaremos a nuestras hijas y tomaremos a las hijas de ustedes para nosotros. Viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo;
Gén 34:17 pero si no aceptan circuncidarse, tomaremos a nuestra hermana y nos marcharemos.
Gén 34:18 Hamor y su hijo Siquem aceptaron la propuesta.
Gén 34:19 Siquem no demoró en cumplir con el requisito, porque deseaba con desesperación a la hija de Jacob. Siquem era un miembro muy respetado de su familia,
Gén 34:20 y acompañó a su padre, Hamor, a presentar la propuesta a los líderes que estaban a las puertas de la ciudad.
Gén 34:21 Les dijeron: «Esos hombres son nuestros amigos. Invitémoslos a vivir entre nosotros y comerciemos libremente. Miren, hay suficiente tierra para mantenerlos. Podemos tomar a sus hijas como esposas y permitir que ellos se casen con las nuestras.
Gén 34:22 Pero ellos aceptarán quedarse aquí y formar un solo pueblo con nosotros únicamente si nuestros hombres se circuncidan, como lo hicieron ellos.
Gén 34:23 Además, si nosotros lo hacemos, todos sus animales y sus posesiones con el tiempo serán nuestros. Vamos, aceptemos sus condiciones y dejemos que se establezcan entre nosotros».
Gén 34:24 Todos los hombres del consejo estuvieron de acuerdo con Hamor y Siquem, y todos los varones de la ciudad fueron circuncidados.
Gén 34:25 Sin embargo, tres días después, cuando aún estaban adoloridos, dos de los hijos de Jacob —Simeón y Leví—, que eran hermanos de Dina por parte de padre y de madre, tomaron sus espadas y entraron en la ciudad sin encontrar resistencia. Entonces masacraron a todos los varones,
Gén 34:26 entre ellos Hamor y su hijo Siquem. Los mataron a espada, y después sacaron a Dina de la casa de Siquem y regresaron a su campamento.
Gén 34:27 Mientras tanto, los demás hijos de Jacob llegaron a la ciudad. Al encontrar masacrados a los hombres, saquearon la ciudad, porque allí habían deshonrado a su hermana.
Gén 34:28 Se apoderaron de todos los rebaños, las manadas y los burros; se llevaron todo lo que pudieron, tanto de adentro de la ciudad como de los campos.
Gén 34:29 Robaron todas las riquezas y saquearon las casas. También tomaron a todos los niños y a las mujeres, y se los llevaron cautivos.
Gén 34:30 Después, Jacob les dijo a Simeón y a Leví: —¡Ustedes me han arruinado! Me han hecho despreciable ante todos los pueblos de esta tierra: los cananeos y los ferezeos. Nosotros somos tan pocos que ellos se unirán y nos aplastarán. ¡Me destruirán, y toda mi familia será aniquilada!
Gén 34:31 —¿Pero cómo íbamos a permitir que él tratara a nuestra hermana como a una prostituta? —replicaron ellos, enojados.
Gén 35:1 Entonces Dios dijo a Jacob: «¡Prepárate! Múdate a Betel, establécete allí y edifica un altar a Dios, quien te apareció cuando huías de tu hermano Esaú».
Gén 35:2 Entonces Jacob les dijo a todos los de su casa: «Desháganse de todos sus ídolos paganos, purifíquense y pónganse ropas limpias.
Gén 35:3 Ahora vamos a Betel, donde edificaré un altar al Dios que respondió a mis oraciones cuando yo estaba angustiado. Él ha estado conmigo en todos los lugares por donde anduve».
Gén 35:4 Entonces le entregaron a Jacob todos los ídolos paganos que conservaban y también los aretes, y él los enterró bajo el gran árbol que está cerca de Siquem.
Gén 35:5 Cuando salían, Dios mandó terror sobre los habitantes de todas las ciudades de aquella región, así que nadie atacó a la familia de Jacob.
Gén 35:6 Finalmente Jacob y todos los de su casa llegaron a Luz (también llamada Betel), en Canaán.
Gén 35:7 Allí Jacob edificó un altar y llamó al lugar El-betel (que significa «Dios de Betel»), porque Dios se le había aparecido allí cuando huía de su hermano Esaú.
Gén 35:8 Poco tiempo después murió Débora, la mujer que había cuidado a Rebeca desde niña, y fue enterrada bajo el roble que está en el valle de Betel. Desde entonces ese lugar fue llamado Alón-bacut (que significa «roble del llanto»).
Gén 35:9 Ahora que Jacob había regresado de Padán-aram, Dios se le apareció de nuevo en Betel. Y Dios lo bendijo
Gén 35:10 diciéndole: «Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob. A partir de ahora tu nombre será Israel».* Así que Dios le cambió el nombre y lo llamó Israel.
Gén 35:11 Entonces Dios dijo: «Yo soy El-Shaddai: Dios Todopoderoso. Sé fructífero y multiplícate. Llegarás a formar una gran nación; incluso, de ti saldrán muchas naciones. ¡Habrá reyes entre tus descendientes!
Gén 35:12 Y te entregaré la tierra que les di a Abraham y a Isaac. Así es, te la daré a ti y a tus descendientes».
Gén 35:13 Luego Dios ascendió desde el lugar donde le había hablado a Jacob.
Gén 35:14 Jacob levantó una columna conmemorativa para marcar el lugar donde Dios le había hablado. Luego derramó vino sobre la columna como sacrificio a Dios y la ungió con aceite de oliva.
Gén 35:15 Jacob llamó a aquel lugar Betel (que significa «casa de Dios»), porque allí Dios le había hablado.
Gén 35:16 Una vez que salieron de Betel, Jacob y su clan avanzaron hacia Efrata; pero Raquel entró en trabajo de parto mientras aún estaban lejos de allí, y sus dolores eran intensos.
Gén 35:17 Luego de un parto muy difícil, la partera finalmente exclamó: «¡No temas; tienes otro varón!».
Gén 35:18 Raquel estaba a punto de morir, pero con su último suspiro puso por nombre al niño Benoni (que significa «hijo de mi tristeza»). Sin embargo, el padre del niño lo llamó Benjamín (que significa «hijo de mi mano derecha»).
Gén 35:19 Así que Raquel murió y fue enterrada en el camino a Efrata (es decir, Belén).
Gén 35:20 Jacob levantó una columna conmemorativa sobre la tumba de Raquel, la cual puede verse hasta el día de hoy.
Gén 35:21 Entonces Jacob* siguió su viaje y acampó más allá de Migdal-edar.
Gén 35:22 Mientras vivía allí, Rubén tuvo relaciones sexuales con Bilha, la concubina de su padre, y Jacob se enteró enseguida. Estos son los nombres de los doce hijos de Jacob:
Gén 35:23 Los hijos de Lea fueron: Rubén (el hijo mayor de Jacob), Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.
Gén 35:24 Los hijos de Raquel fueron: José y Benjamín.
Gén 35:25 Los hijos de Bilha, la sierva de Raquel, fueron: Dan y Neftalí.
Gén 35:26 Los hijos de Zilpa, la sierva de Lea, fueron: Gad y Aser. Estos son los nombres de los hijos que le nacieron a Jacob en Padán-aram.
Gén 35:27 Entonces Jacob regresó a la casa de su padre Isaac en Mamre, que está cerca de Quiriat-arba (actualmente llamada Hebrón), donde Abraham e Isaac vivieron como extranjeros.
Gén 35:28 Isaac vivió ciento ochenta años.
Gén 35:29 Después dio su último suspiro y murió en buena vejez, y se reunió con sus antepasados al morir. Y lo enterraron sus hijos Esaú y Jacob.

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