APOSENTO ALTO

domingo, 7 de enero de 2018

LECTURA BÍBLICA 7 DE ENERO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MATEO    4:1-11

Mat 4:1 Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que allí lo tentara el diablo.
Mat 4:2 Durante cuarenta días y cuarenta noches ayunó y después tuvo mucha hambre.
Mat 4:3 En ese tiempo, el diablo* se le acercó y le dijo: —Si eres el Hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan.
Mat 4:4 Pero Jesús le dijo: —¡No! Las Escrituras dicen: “La gente no vive sólo de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios”*.
Mat 4:5 Después el diablo lo llevó a la santa ciudad, Jerusalén, al punto más alto del templo,
Mat 4:6 y dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate! Pues las Escrituras dicen: “Él ordenará a sus ángeles que te protejan. Y te sostendrán con sus manos para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra”*.
Mat 4:7 Jesús le respondió: —Las Escrituras también dicen: “No pondrás a prueba al SEÑOR tu Dios”*.
Mat 4:8 Luego el diablo lo llevó a la cima de una montaña muy alta y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria que hay en ellos.
Mat 4:9 —Te daré todo esto —dijo —si te arrodillas y me adoras.
Mat 4:10 —Vete de aquí, Satanás —le dijo Jesús—, porque las Escrituras dicen: “Adora al SEÑOR tu Dios y sírvele sólo a él”*.
Mat 4:11 Entonces el diablo se fue, y llegaron ángeles a cuidar a Jesús.


HECHOS 4:23-37

Hch 4:23 Tan pronto como quedaron libres, Pedro y Juan volvieron adonde estaban los demás creyentes y les contaron lo que los sacerdotes principales y los ancianos les habían dicho.
Hch 4:24 Cuando los creyentes oyeron las noticias, todos juntos alzaron sus voces en oración a Dios: «Oh Soberano Señor, Creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos,
Hch 4:25 hace mucho tiempo tú hablaste por el Espíritu Santo mediante nuestro antepasado David, tu siervo, y dijiste: “¿Por qué estaban tan enojadas las naciones? ¿Por qué perdieron el tiempo en planes inútiles?
Hch 4:26 Los reyes de la tierra se prepararon para la batalla, los gobernantes se reunieron en contra del SEÑOR y en contra de su Mesías*
Hch 4:27 »De hecho, ¡eso ha ocurrido aquí en esta misma ciudad! Pues Herodes Antipas, el gobernador Poncio Pilato, los gentiles* y el pueblo de Israel estaban todos unidos en contra de Jesús, tu santo siervo, a quien tú ungiste.
Hch 4:28 Sin embargo, todo lo que hicieron ya estaba determinado de antemano de acuerdo con tu voluntad.
Hch 4:29 Y ahora, oh Señor, escucha sus amenazas y danos a nosotros, tus siervos, mucho valor al predicar tu palabra.
Hch 4:30 Extiende tu mano con poder sanador; que se hagan señales milagrosas y maravillas por medio del nombre de tu santo siervo Jesús».
Hch 4:31 Después de esta oración, el lugar donde estaban reunidos tembló y todos fueron llenos del Espíritu Santo. Y predicaban con valentía la palabra de Dios.
Hch 4:32 Todos los creyentes estaban unidos de corazón y en espíritu. Consideraban que sus posesiones no eran propias, así que compartían todo lo que tenían.
Hch 4:33 Los apóstoles daban testimonio con poder de la resurrección del Señor Jesús y la gran bendición de Dios estaba sobre todos ellos.
Hch 4:34 No había necesitados entre ellos, porque los que tenían terrenos o casas los vendían
Hch 4:35 y llevaban el dinero a los apóstoles para que ellos lo dieran a los que pasaban necesidad.
Hch 4:36 Por ejemplo, había un tal José, a quien los apóstoles le pusieron el sobrenombre Bernabé (que quiere decir «hijo de ánimo»). Él pertenecía a la tribu de Leví y era oriundo de la isla de Chipre.
Hch 4:37 Vendió un campo que tenía y llevó el dinero a los apóstoles.



SALMO 7

Sal 7:1 A ti acudo en busca de protección, oh SEÑOR mi Dios. ¡Sálvame de los que me persiguen! ¡Rescátame!
Sal 7:2 Si no lo haces, me atacarán como leones, me despedazarán y no habrá quien que me rescate.
Sal 7:3 Oh SEÑOR, Dios mío, si he hecho mal o soy culpable de injusticia,
Sal 7:4 si he traicionado a un amigo o he saqueado a mi adversario sin razón,
Sal 7:5 entonces que mis enemigos me capturen. Deja que me pisoteen y arrastren mi honor por el suelo. Interludio
Sal 7:6 ¡Levántate, oh SEÑOR, con enojo! ¡Hazle frente a la furia de mis enemigos! ¡Despierta, Dios mío, y trae justicia!
Sal 7:7 Reúne a las naciones delante de ti; gobiérnalas desde lo alto.
Sal 7:8 El SEÑOR juzga a las naciones. Declárame justo, oh SEÑOR, ¡porque soy inocente, oh Altísimo!
Sal 7:9 Acaba con la maldad de los perversos, y defiende al justo. Pues tú miras lo profundo de la mente y del corazón, Oh Dios justo.
Sal 7:10 Dios es mi escudo, quien salva a los de corazón recto y sincero.
Sal 7:11 Dios es un juez honrado; todos los días se enoja con los malvados.
Sal 7:12 Si una persona no se arrepiente, Dios* afilará su espada, tensará su arco y le pondrá la cuerda.
Sal 7:13 Preparará sus armas mortales y disparará sus flechas encendidas.
Sal 7:14 Los malvados conciben el mal; están preñados de dificultades y dan a luz mentiras.
Sal 7:15 Cavan una fosa profunda para atrapar a otros, luego caen en su propia trampa.
Sal 7:16 Los problemas que provocan a otros se vuelven en su contra; la violencia que maquinan les cae sobre su propia cabeza.
Sal 7:17 Daré gracias al SEÑOR porque él es justo; cantaré alabanzas al nombre del SEÑOR Altísimo.

LECTURA PARA LA NOCHE

GÉNESIS 18-20

Gén 18:1 El SEÑOR se le apareció otra vez a Abraham cerca del robledo que pertenecía a Mamre. Un día, Abraham estaba sentado en la entrada de su carpa a la hora más calurosa del día.
Gén 18:2 Entonces levantó la vista y vio a tres hombres de pie cerca de allí. Cuando los vio, corrió a recibirlos, y se inclinó hasta el suelo en señal de bienvenida.
Gén 18:3 —Mi señor —dijo él—, si le agrada, deténgase aquí un rato.
Gén 18:4 Descansen bajo la sombra de este árbol mientras les traen agua para lavarse los pies.
Gén 18:5 Ya que han honrado a su siervo con esta visita, permítanme prepararles comida para que recobren fuerzas antes de continuar su viaje. —Está bien —dijerons ellos—. Haz lo que dijiste.
Gén 18:6 Entonces Abraham volvió corriendo a la carpa y le dijo a Sara: «¡Apresúrate! Toma tres medidas abundantes* de la mejor harina que tengas, amásala y hornea pan».
Gén 18:7 Luego Abraham corrió hacia el rebaño, escogió un becerro tierno y se lo dio a su siervo, quien lo preparó con rapidez.
Gén 18:8 Cuando la comida estuvo lista, Abraham tomó yogur* y leche junto con la carne asada, y sirvió la comida a los hombres. Mientras ellos comían, Abraham los atendía bajo la sombra de los árboles.
Gén 18:9 —¿Dónde está Sara, tu esposa? —preguntaron los visitantes. —Está dentro de la carpa —contestó Abraham.
Gén 18:10 Entonces uno de ellos dijo: —Yo volveré a verte dentro de un año, ¡y tu esposa, Sara, tendrá un hijo! Sara escuchaba la conversación desde la carpa.
Gén 18:11 Abraham y Sara eran muy ancianos en ese tiempo, y hacía mucho que Sara había pasado la edad de tener hijos.
Gén 18:12 Así que se rió en silencio dentro de sí misma, y dijo: «¿Cómo podría una mujer acabada como yo disfrutar semejante placer, sobre todo cuando mi señor —mi esposo— también es muy viejo?».
Gén 18:13 Entonces el SEÑOR le dijo a Abraham: —¿Por qué se rió Sara y dijo: “¿Acaso puede una mujer vieja como yo tener un bebé?”?
Gén 18:14 ¿Existe algo demasiado difícil para el SEÑOR? Regresaré dentro de un año, y Sara tendrá un hijo.
Gén 18:15 Sara tuvo miedo, por eso lo negó: —Yo no me reí. Pero el SEÑOR dijo: —No es cierto, sí te reíste.
Gén 18:16 Después de haber comido, los hombres se levantaron y miraron hacia Sodoma. Cuando salieron, Abraham caminó un tramo con ellos para despedirlos.
Gén 18:17 «¿Ocultaré mis planes a Abraham? —dijo el SEÑOR—.
Gén 18:18 Pues Abraham sin duda llegará a formar una nación grande y poderosa, y todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de él.
Gén 18:19 Yo lo escogí a fin de que él ordene a sus hijos y a sus familias que se mantengan en el camino del SEÑOR haciendo lo que es correcto y justo. Entonces yo haré por Abraham todo lo que he prometido».
Gén 18:20 Así que el SEÑOR le dijo a Abraham: —He oído un gran clamor desde Sodoma y Gomorra, porque su pecado es muy grave.
Gén 18:21 Bajaré para ver si sus acciones son tan perversas como he oído. Si no es así, quiero saberlo.
Gén 18:22 Los otros hombres se dieron la vuelta y se dirigieron a Sodoma, pero el SEÑOR se quedó con Abraham.
Gén 18:23 Abraham se le acercó y dijo: —¿Destruirás tanto al justo como al malvado?
Gén 18:24 Supongamos que encuentras cincuenta personas justas en la ciudad, ¿aun así la destruirás y no la perdonarás por causa de los justos?
Gén 18:25 Seguro que tú no harías semejante cosa: destruir al justo junto con el malvado. ¡Pues estarías tratando al justo y al malvado exactamente de la misma manera! ¡Sin duda, tú no harías eso! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no haría lo que es correcto?
Gén 18:26 Y el SEÑOR contestó: —Si encuentro cincuenta personas justas en Sodoma, perdonaré a toda la ciudad por causa de ellos.
Gén 18:27 Entonces Abraham volvió a hablar: —Ya que he comenzado, permíteme decir algo más a mi Señor, aunque no soy más que polvo y cenizas.
Gén 18:28 Supongamos que hubiera sólo cuarenta y cinco justos en vez de cincuenta. ¿Destruirás toda la ciudad aunque falten cinco? El SEÑOR le dijo: —No la destruiré si encuentro cuarenta y cinco justos allí.
Gén 18:29 Entonces Abraham insistió en su petición: —¿Supongamos que hubiera solamente cuarenta? El SEÑOR le contestó: —No la destruiré por causa de esos cuarenta.
Gén 18:30 —Por favor, no te enojes, mi Señor —rogó Abraham—. Permíteme seguir hablando. ¿Supongamos que se encontraran solamente treinta justos? El SEÑOR le contestó: —No la destruiré si encuentro treinta.
Gén 18:31 Entonces Abraham dijo: —Dado que me he atrevido a hablar al Señor, permíteme continuar. ¿Supongamos que hay solamente veinte? El SEÑOR le contestó: —Entonces no la destruiré por causa de esos veinte.
Gén 18:32 Finalmente, Abraham dijo: —Señor, por favor, no te enojes conmigo si hablo una vez más. ¿Y si hubiera tan sólo diez? Y el SEÑOR contestó: —Entonces no la destruiré por causa de esos diez.
Gén 18:33 Cuando el SEÑOR terminó la conversación con Abraham, siguió su camino, y Abraham regresó a su carpa.
Gén 19:1 Al anochecer, los dos ángeles llegaron a la entrada de la ciudad de Sodoma. Lot estaba allí sentado y, cuando los vio, se puso de pie para recibirlos. Entonces les dio la bienvenida y se inclinó rostro en tierra.
Gén 19:2 —Señores míos —dijo él—, vengan a mi casa para lavarse los pies, y sean mis huéspedes esta noche. Entonces mañana podrán levantarse temprano y seguir su camino. —Oh, no —respondieron ellos—. Pasaremos la noche aquí, en la plaza de la ciudad.
Gén 19:3 Pero Lot insistió, y finalmente ellos fueron con él a su casa. Lot preparó un banquete para ellos, con pan sin levadura recién horneado, y ellos comieron;
Gén 19:4 pero antes de que se fueran a dormir, todos los hombres de Sodoma, tanto jóvenes como mayores, llegaron de todas partes de la ciudad y rodearon la casa.
Gén 19:5 Y le gritaron a Lot: —¿Dónde están los hombres que llegaron para pasar la noche contigo? ¡Haz que salgan para que podamos tener sexo con ellos!
Gén 19:6 Entonces Lot salió de la casa para hablar con ellos y cerró la puerta detrás de sí.
Gén 19:7 —Por favor, hermanos míos —suplicó—, no hagan una cosa tan perversa.
Gén 19:8 Miren, tengo dos hijas vírgenes. Déjenme traerlas, y podrán hacer con ellas lo que quieran. Pero les ruego que dejen en paz a estos hombres, porque son mis huéspedes y están bajo mi protección.
Gén 19:9 —¡Hazte a un lado! —gritaron ellos—. Este tipo llegó a la ciudad como forastero, ¡y ahora actúa como si fuera nuestro juez! ¡Te trataremos mucho peor que a esos hombres! Y se lanzaron contra Lot para tirar la puerta abajo.
Gén 19:10 Pero los dos ángeles* extendieron la mano, metieron a Lot dentro de la casa y pusieron el cerrojo a la puerta.
Gén 19:11 Luego dejaron ciegos a todos los hombres que estaban en la puerta de la casa, tanto jóvenes como mayores, los cuales abandonaron su intento de entrar.
Gén 19:12 Mientras tanto, los ángeles le preguntaron a Lot: —¿Tienes otros familiares en esta ciudad? Sácalos de aquí, a tus yernos, hijos, hijas o cualquier otro,
Gén 19:13 porque estamos a punto de destruir este lugar por completo. El clamor contra esta ciudad es tan grande que ha llegado hasta el SEÑOR, y él nos ha enviado para destruirla.
Gén 19:14 Entonces Lot salió con prisa a contarles a los prometidos de sus hijas: «¡Rápido, salgan de la ciudad! El SEÑOR está a punto de destruirla»; pero los jóvenes pensaron que lo decía en broma.
Gén 19:15 Al amanecer de la mañana siguiente, los ángeles insistieron: —Apresúrate —le dijeron a Lot—. Toma a tu esposa y a tus dos hijas que están aquí. ¡Vete ahora mismo, o serás arrastrado en la destrucción de la ciudad!
Gén 19:16 Como Lot todavía titubeaba, los ángeles lo agarraron de la mano, y también a su esposa y a sus dos hijas, y los llevaron enseguida a un lugar seguro fuera de la ciudad, porque el SEÑOR tuvo misericordia de ellos.
Gén 19:17 Cuando quedaron a salvo fuera de la ciudad, uno de los ángeles ordenó: —¡Corran y salven sus vidas! ¡No miren hacia atrás ni se detengan en ningún lugar del valle! ¡Escapen a las montañas, o serán destruidos!
Gén 19:18 —¡Oh, no, mi señor! —suplicó Lot—.
Gén 19:19 Ustedes fueron tan amables conmigo y me salvaron la vida, y han mostrado una gran bondad; pero no puedo ir a las montañas. La destrucción me alcanzaría allí también, y pronto moriría.
Gén 19:20 Miren, hay una pequeña aldea cerca. Por favor, déjenme ir allá; ¿no ven lo pequeña que es? Así no perderé la vida.
Gén 19:21 —Está bien —dijo el ángel—, concederé tu petición. No destruiré la pequeña aldea.
Gén 19:22 ¡Pero apresúrate! Escapa a la aldea, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí. (Esto explica por qué aquella aldea se conocía como Zoar, que significa «lugar pequeño»).
Gén 19:23 Lot llegó a la aldea justo cuando el sol salía en el horizonte.
Gén 19:24 Enseguida el SEÑOR hizo llover de los cielos fuego y azufre ardiente sobre Sodoma y Gomorra.
Gén 19:25 Las destruyó por completo, junto con las demás ciudades y aldeas de la llanura. Así arrasó a todas las personas y a toda la vegetación;
Gén 19:26 pero la esposa de Lot miró hacia atrás mientras lo seguía y quedó convertida en una estatua de sal.
Gén 19:27 Abraham se levantó temprano esa mañana y salió de prisa al lugar donde había estado en la presencia del SEÑOR.
Gén 19:28 Miró al otro lado de la llanura, hacia Sodoma y Gomorra, y vio que subían columnas de humo desde las ciudades como si fuera el humo de un horno.
Gén 19:29 Pero Dios había escuchado la petición de Abraham y salvó la vida de Lot, a quien sacó del desastre que se tragó a las ciudades de la llanura.
Gén 19:30 Tiempo después, Lot abandonó Zoar porque tenía miedo de la gente de allí y fue a vivir a una cueva en las montañas junto con sus dos hijas.
Gén 19:31 Cierto día, la hija mayor le dijo a su hermana: «No quedan hombres en ningún lugar de esta región, así que no podemos casarnos como todas las demás; y nuestro padre pronto será demasiado viejo para tener hijos.
Gén 19:32 Ven, vamos a emborracharlo con vino, y después tendremos sexo con él. De esa forma preservaremos nuestra descendencia por medio de nuestro padre».
Gén 19:33 Así que aquella noche lo emborracharon con vino, y la hija mayor entró y tuvo relaciones sexuales con su padre. Él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.
Gén 19:34 A la mañana siguiente, la hermana mayor le dijo a la menor: «Anoche tuve sexo con nuestro padre. Volvamos a emborracharlo con vino esta noche, y tú entrarás y tendrás sexo con él. De esa forma preservaremos nuestra descendencia por medio de nuestro padre».
Gén 19:35 Así que aquella noche ellas volvieron a emborracharlo con vino, y la hija menor entró y tuvo relaciones sexuales con él. Igual que antes, él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.
Gén 19:36 Como resultado, las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su propio padre.
Gén 19:37 Cuando la hija mayor dio a luz un hijo, le puso por nombre Moab.* Él llegó a ser padre de la nación conocida ahora como los moabitas.
Gén 19:38 Cuando la hija menor dio a luz un hijo, le puso por nombre Ben-ammi.* Él llegó a ser padre de la nación conocida ahora como los amonitas.
Gén 20:1 Abraham se trasladó hacia el sur, al Neguev, y vivió un tiempo entre Cades y Sur; luego siguió hasta Gerar. Mientras vivía allí como extranjero,
Gén 20:2 Abraham presentó a su esposa, Sara, diciendo: «Ella es mi hermana». Entonces el rey Abimelec de Gerar mandó llamar a Sara e hizo que la trajeran ante él a su palacio.
Gén 20:3 Esa noche Dios se le apareció a Abimelec en un sueño y le dijo: —Eres hombre muerto, porque esa mujer que has tomado, ¡ya está casada!
Gén 20:4 Sin embargo, Abimelec todavía no había dormido con ella, así que dijo: —Señor, ¿destruirás a una nación inocente?
Gén 20:5 ¿Acaso no me dijo Abraham: “Ella es mi hermana”? Y ella misma dijo: “Sí, él es mi hermano”. ¡Yo he actuado con total inocencia! Mis manos están limpias.
Gén 20:6 En el sueño, Dios respondió: —Sí, yo sé que tú eres inocente. Por eso no permití que pecaras contra mí ni dejé que la tocaras.
Gén 20:7 Ahora devuelve la mujer a su esposo; y él orará por ti, porque es profeta. Entonces vivirás; pero si no la devuelves, puedes estar seguro de que tú y todo tu pueblo morirán.
Gén 20:8 A la mañana siguiente, Abimelec se levantó temprano y enseguida reunió a todos sus siervos. Cuando les dijo a sus hombres lo que había ocurrido, ellos quedaron aterrados.
Gén 20:9 Entonces Abimelec mandó llamar a Abraham. —¿Qué nos has hecho? —preguntó—. ¿Qué delito he cometido que merezca un trato como éste, que nos haces culpables a mí y a mi reino de este gran pecado? ¡Nadie debería hacer jamás lo que tú has hecho!
Gén 20:10 ¿Qué te llevó a cometer semejante acto?
Gén 20:11 Abraham contestó: —Yo pensé: “Éste es un lugar donde no hay temor de Dios. Ellos querrán tener a mi esposa y me matarán para conseguirla”.
Gén 20:12 Ella de verdad es mi hermana, pues ambos tenemos el mismo padre, aunque diferentes madres; y yo me casé con ella.
Gén 20:13 Cuando Dios me llamó a abandonar la casa de mi padre y a viajar de lugar en lugar, le dije a ella: “Hazme un favor, por donde vayamos, dile a la gente que yo soy tu hermano”.
Gén 20:14 Entonces Abimelec tomó algunas de sus ovejas y cabras, ganado y también siervos y siervas, y entregó todo a Abraham. Además le devolvió a su esposa, Sara.
Gén 20:15 Después Abimelec le dijo: —Revisa mis tierras y escoge cualquier lugar donde te gustaría vivir.
Gén 20:16 Y le dijo a Sara: —Mira, le entrego a tu “hermano” mil piezas de plata* en presencia de todos estos testigos, para compensarte por cualquier daño que pudiera haberte causado. Esto resolverá todo reclamo contra mí, y tu reputación quedará limpia.
Gén 20:17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimelec, a su esposa y a sus siervas para que pudieran tener hijos.
Gén 20:18 Pues el SEÑOR había hecho que todas las mujeres quedaran estériles debido a lo que pasó con Sara, la esposa de Abraham.

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