APOSENTO ALTO

sábado, 14 de octubre de 2017

LECTURA BÍBLICA 14 DE OCTUBRE

LECTURA PARA LA MAÑANA

JUAN     4:43-54

Jua 4:43 Pasados los dos días, Jesús siguió camino a Galilea.
Jua 4:44 Él mismo había declarado que un profeta no recibe honra en su propio pueblo.
Jua 4:45 Sin embargo, los galileos lo recibieron bien, porque habían estado en Jerusalén durante la celebración de la Pascua y habían visto todo lo que él hizo allí.
Jua 4:46 En su paso por Galilea, Jesús llegó a Caná, donde había convertido el agua en vino. Cerca de allí, en Capernaúm, había un funcionario de gobierno que tenía un hijo muy enfermo.
Jua 4:47 Cuando supo que Jesús había ido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que se dirigiera a Capernaúm para sanar a su hijo, quien estaba al borde de la muerte.
Jua 4:48 Jesús le preguntó: —¿Acaso nunca van a creer en mí a menos que vean señales milagrosas y maravillas?
Jua 4:49 —Señor, por favor —suplicó el funcionario—, ven ahora mismo, antes de que mi hijito se muera.
Jua 4:50 Entonces Jesús le dijo: —Vuelve a tu casa. ¡Tu hijo vivirá! Y el hombre creyó lo que Jesús le dijo y emprendió el regreso a su casa.
Jua 4:51 Mientras el funcionario iba en camino, algunos de sus sirvientes salieron a su encuentro con la noticia de que su hijo estaba vivo y sano.
Jua 4:52 Él les preguntó a qué hora el niño había comenzado a mejorar, y ellos le contestaron: «Ayer, a la una de la tarde, ¡la fiebre de pronto se le fue!».
Jua 4:53 Entonces el padre se dio cuenta de que la sanidad había ocurrido en el mismo instante en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vivirá». Y tanto él como todos los de su casa creyeron en Jesús.
Jua 4:54 Ésa fue la segunda señal milagrosa que hizo Jesús en Galilea al volver de Judea.


 1 PEDRO  1:10-16

1Pe 1:10 Incluso los profetas quisieron saber más cuando profetizaron acerca de esta salvación inmerecida que estaba preparada para ustedes.
1Pe 1:11 Se preguntaban a qué tiempo y en qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les dijo de antemano sobre los sufrimientos de Cristo y de la inmensa gloria que después vendría.
1Pe 1:12 Se les dijo que los mensajes que habían recibido no eran para ellos sino para ustedes. Y ahora esta Buena Noticia les fue anunciada a ustedes por medio de aquellos que la predicaron con el poder del Espíritu Santo, enviado del cielo. Todo es tan maravilloso que aun los ángeles observan con gran expectación cómo suceden estas cosas.
1Pe 1:13 Así que piensen con claridad y ejerciten el control propio. Pongan su esperanza en la salvación inmerecida que recibirán cuando Jesucristo sea revelado al mundo.
1Pe 1:14 Por lo tanto, vivan como hijos obedientes de Dios. No vuelvan atrás, a su vieja manera de vivir, con el fin de satisfacer sus propios deseos. Antes lo hacían por ignorancia,
1Pe 1:15 pero ahora sean santos en todo lo que hagan, tal como Dios, quien los eligió, es santo.
1Pe 1:16 Pues las Escrituras dicen: «Sean santos, porque yo soy santo»*.



ECLESIASTÉS 11

Ecl 11:1 Envía tu grano por los mares, y a su tiempo recibirás ganancias.*
Ecl 11:2 Coloca tus inversiones en varios lugares,* porque no sabes qué riesgos podría haber más adelante.
Ecl 11:3 Cuando las nubes están cargadas, vienen las lluvias. Un árbol puede caer hacia el norte o hacia el sur, pero donde cae, allí queda.
Ecl 11:4 El agricultor que espera el clima perfecto nunca siembra; si contempla cada nube, nunca cosecha.
Ecl 11:5 Así como no puedes entender el rumbo que toma el viento ni el misterio de cómo crece un bebecito en el vientre de su madre,* tampoco puedes entender cómo actúa Dios, quien hace todas las cosas.
Ecl 11:6 Siembra tu semilla por la mañana, y por la tarde, no dejes de trabajar porque no sabes si la ganancia vendrá de una actividad o de la otra, o quizás de ambas.
Ecl 11:7 La luz es agradable; qué hermoso es ver el amanecer de un nuevo día.
Ecl 11:8 Si alguien llega a la ancianidad, que disfrute de cada día de vida; pero que también recuerde que habrá muchos días oscuros. Todo lo que aún vendrá carece de sentido.
Ecl 11:9 Gente joven:* ¡la juventud es hermosa! Disfruten de cada momento de ella. Hagan todo lo que quieran hacer, ¡no se pierdan nada! Pero recuerden que tendrán que rendirle cuentas a Dios de cada cosa que hagan.
Ecl 11:10 Así que dejen de preocuparse y mantengan un cuerpo sano; pero tengan presente que la juventud —toda la vida por delante— no tiene sentido.

LECTURA PARA LA NOCHE

JEREMÍAS 35-38

Jer 35:1 Este es el mensaje que el SEÑOR le dio a Jeremías cuando Joacim, hijo de Josías, era rey de Judá:
Jer 35:2 «Ve al asentamiento donde habitan las familias de los recabitas e invítalos al templo del SEÑOR. Llévalos a una de las habitaciones interiores y ofréceles algo de vino».
Jer 35:3 Así que fui a ver a Jaazanías, hijo de Jeremías y nieto de Habasinías, y a todos sus hermanos e hijos, que representan a todas las familias recabitas.
Jer 35:4 Los llevé al templo y fuimos a la habitación asignada a los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta habitación se encontraba junto a la que usaban los funcionarios del templo, encima de la habitación de Maaseías, hijo de Salum, el portero del templo.
Jer 35:5 Puse copas y jarras llenas de vino delante de ellos y los invité a beber,
Jer 35:6 pero no aceptaron. «No —dijeron—, no bebemos vino porque nuestro antepasado Jonadab,* hijo de Recab, nos ordenó: “Nunca beban vino ni ustedes ni sus descendientes.
Jer 35:7 Tampoco edifiquen casas, ni planten cultivos, ni viñedos, sino que siempre vivan en carpas. Si ustedes obedecen estos mandamientos vivirán largas y buenas vidas en la tierra”.
Jer 35:8 Así que le hemos obedecido en todas estas cosas. Nunca hemos bebido vino hasta el día de hoy, ni tampoco nuestras esposas, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas.
Jer 35:9 No hemos construido casas ni hemos sido dueños de viñedos o granjas, ni sembramos campos.
Jer 35:10 Hemos vivido en carpas y hemos obedecido por completo los mandamientos de Jonadab, nuestro antepasado.
Jer 35:11 Sin embargo, cuando el rey Nabucodonosor* de Babilonia atacó este país tuvimos miedo del ejército de Babilonia y del ejército de Siria.* Así que decidimos mudarnos a Jerusalén. Por esa razón, estamos aquí».
Jer 35:12 Entonces el SEÑOR le dio a Jeremías el siguiente mensaje:
Jer 35:13 «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ve y dile al pueblo de Judá y de Jerusalén: “Vengan y aprendan una lección de cómo obedecerme.
Jer 35:14 Los recabitas no beben vino hasta el día de hoy porque su antepasado Jonadab les dijo que no; pero yo les hablé a ustedes una y otra vez y se negaron a obedecerme.
Jer 35:15 Vez tras vez les envié profetas que decían: ‘Apártense de su conducta perversa y comiencen a hacer lo que es correcto. Dejen de rendir culto a otros dioses para que vivan en paz aquí en la tierra que les di a ustedes y a sus antepasados’; pero ustedes no querían escucharme ni obedecerme.
Jer 35:16 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han obedecido a su antepasado en todo, pero ustedes rehusaron escucharme”.
Jer 35:17 »Por lo tanto, esto dice el SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Dado que ustedes se niegan a escuchar o a responder cuando llamo, enviaré sobre Judá y Jerusalén todos los desastres con los que amenacé”».
Jer 35:18 Entonces Jeremías se dirigió a los recabitas y les dijo: «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Ustedes han obedecido a su antepasado Jonadab en todos los aspectos y han seguido todas sus instrucciones”.
Jer 35:19 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Jonadab, hijo de Recab, siempre tendrá descendientes que me sirvan”».
Jer 36:1 El SEÑOR le dio a Jeremías el siguiente mensaje en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, en Judá:*
Jer 36:2 «Toma un rollo y anota todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje allá por los tiempos de Josías y escribe todos los mensajes, hasta llegar al tiempo presente.
Jer 36:3 Quizá los habitantes de Judá se arrepientan cuando vuelvan a escuchar todas las cosas terribles que tengo pensadas para ellos. Entonces perdonaré sus pecados y maldades».
Jer 36:4 Así que Jeremías mandó llamar a Baruc, hijo de Nerías, y mientras Jeremías le dictaba todas las profecías que el SEÑOR le había dado, Baruc las escribía en un rollo.
Jer 36:5 Entonces Jeremías le dijo a Baruc: «Estoy preso aquí y no puedo ir al templo.
Jer 36:6 Así que en el próximo día de ayuno ve al templo y lee los mensajes de parte del SEÑOR que te he hecho escribir en este rollo. Léelos para que la gente de todo Judá que esté presente los escuche.
Jer 36:7 Quizá se aparten de sus malos caminos y antes de que sea demasiado tarde le pidan al SEÑOR que los perdone. Pues el SEÑOR los ha amenazado con su terrible enojo».
Jer 36:8 Baruc hizo lo que Jeremías le dijo y leyó al pueblo los mensajes del SEÑOR en el templo.
Jer 36:9 Lo hizo en un día de ayuno sagrado, celebrado a finales del otoño,* durante el quinto año del reinado de Joacim, hijo de Josías. Gente de toda Judá había venido a Jerusalén ese día para asistir a los servicios en el templo.
Jer 36:10 Baruc leyó al pueblo las palabras de Jeremías, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de Gemarías, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la Puerta Nueva.
Jer 36:11 Cuando Micaías, hijo de Gemarías y nieto de Safán, oyó los mensajes de parte del SEÑOR,
Jer 36:12 bajó a la sala del secretario en el palacio, donde estaban reunidos los funcionarios administrativos. Allí estaba el secretario Elisama junto con Delaía, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Gemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Ananías y todos los demás funcionarios.
Jer 36:13 Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc leía al pueblo,
Jer 36:14 los funcionarios enviaron a Jehudí, hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusi, para pedirle a Baruc que también viniera a leerles los mensajes. Entonces Baruc tomó el rollo y se dirigió a ellos.
Jer 36:15 Los funcionarios le dijeron: «Siéntate y léenos el rollo». Entonces Baruc hizo lo que le pidieron.
Jer 36:16 Cuando oyeron todos los mensajes, se miraron unos a otros asustados. —Tenemos que contarle al rey lo que hemos oído —le dijeron a Baruc—,
Jer 36:17 pero primero dinos cómo obtuviste estos mensajes. ¿Provinieron directamente de Jeremías?
Jer 36:18 Así que Baruc explicó: —Jeremías me los dictó y yo los escribí con tinta, palabra por palabra, en este rollo.
Jer 36:19 —Tanto tú como Jeremías deberían esconderse —le dijeron los funcionarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!
Jer 36:20 Entonces, los funcionarios dejaron el rollo a salvo en la habitación de Elisama, el secretario, y le fueron a decir al rey lo que había acontecido.
Jer 36:21 Luego el rey envió a Jehudí a buscar el rollo y Jehudí lo sacó de la habitación de Elisama y lo leyó al rey, con los funcionarios presentes.
Jer 36:22 Era avanzado el otoño, así que el rey estaba en el cuarto del palacio acondicionado para el invierno, sentado junto a un brasero para calentarse.
Jer 36:23 Cada vez que Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba un cuchillo y cortaba esa sección del rollo. Luego lo lanzaba al fuego, sección por sección, hasta que quemó todo el rollo.
Jer 36:24 Ni el rey ni sus asistentes mostraron ninguna señal de temor o arrepentimiento ante lo que habían oído.
Jer 36:25 Aun cuando Elnatán, Delaía y Gemarías le suplicaron al rey que no quemara el rollo, él no les hizo caso.
Jer 36:26 Entonces el rey mandó a su hijo Jerameel, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, para que arrestaran a Baruc y a Jeremías; pero el SEÑOR los había escondido.
Jer 36:27 Después de que el rey quemó el rollo en el que Baruc había escrito las palabras de Jeremías, el SEÑOR le dio a Jeremías otro mensaje. Le dijo:
Jer 36:28 «Toma otro rollo y escribe de nuevo todo tal como lo hiciste en el rollo que quemó el rey Joacim.
Jer 36:29 Luego dile al rey: “Esto dice el SEÑOR: ‘Tú quemaste el rollo porque allí dice que el rey de Babilonia destruiría esta tierra y la dejaría vacía de gente y de animales.
Jer 36:30 Ahora, esto dice el SEÑOR acerca del rey Joacim de Judá: el rey no tendrá herederos que se sienten en el trono de David. Su cadáver será echado a la intemperie y permanecerá sin enterrar, expuesto al calor del día y a las heladas de la noche.
Jer 36:31 Lo castigaré a él, a su familia y a sus ayudantes por sus pecados. Derramaré sobre ellos y sobre la gente de Jerusalén y de Judá todas las calamidades que prometí, porque no hicieron caso a mis advertencias’ ”».
Jer 36:32 Así que Jeremías tomó otro rollo y volvió a dictarle a su secretario Baruc. Escribió todo lo que estaba en el rollo que el rey Joacim había quemado en el brasero. ¡Sólo que esta vez agregó mucho más!
Jer 37:1 Sedequías, hijo de Josías, subió al trono de Judá después de Joaquín,* hijo de Joacim. Fue nombrado rey por el rey Nabucodonosor* de Babilonia.
Jer 37:2 Sin embargo, ni Sedequías ni sus ayudantes ni la gente que quedó en la tierra de Judá hicieron caso a lo que el SEÑOR decía a través de Jeremías.
Jer 37:3 No obstante, el rey Sedequías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a pedirle a Jeremías: «Por favor, ora por nosotros al SEÑOR, nuestro Dios».
Jer 37:4 Todavía no habían encarcelado a Jeremías, por lo tanto se movía con total libertad entre la gente.
Jer 37:5 En ese tiempo, el ejército del faraón Hofra* de Egipto apareció en la frontera sur de Judá. Cuando el ejército babilónico* se enteró de esto, levantó el sitio de Jerusalén.
Jer 37:6 Entonces el SEÑOR le dio el siguiente mensaje a Jeremías:
Jer 37:7 «Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: el rey de Judá te envió a consultarme acerca de lo que va a suceder. Dile a él: “El ejército del faraón está a punto de regresar a Egipto aunque vino aquí para ayudarte.
Jer 37:8 Luego los babilonios* regresarán y conquistarán esta ciudad y la quemarán hasta reducirla a cenizas”.
Jer 37:9 »Esto dice el SEÑOR: “No se engañen a sí mismos creyendo que los babilonios se marcharon para siempre. ¡No es así!
Jer 37:10 Y aunque pudieran destruir a todo el ejército babilónico y dejaran a sólo un puñado de sobrevivientes heridos, ¡aun así éstos saldrían tambaleando de sus carpas e incendiarían esta ciudad hasta reducirla a cenizas!”».
Jer 37:11 Cuando el ejército babilónico se fue de Jerusalén debido a que se acercaba el ejército del faraón,
Jer 37:12 Jeremías comenzó a salir de la ciudad camino al territorio de Benjamín para tomar posesión de su terreno allí, entre sus parientes.*
Jer 37:13 Sin embargo, cuando atravesaba la Puerta de Benjamín un guardia lo arrestó y le dijo: —¡Estás desertando para unirte a los babilonios! El guardia que lo arrestó era Irías, hijo de Selemías y nieto de Hananías.
Jer 37:14 —¡Mentira! —protestó Jeremías—. No tenía la menor intención de hacer tal cosa. Pero Irías no quiso escucharlo, así que llevó a Jeremías ante los funcionarios.
Jer 37:15 Ellos estaban furiosos con Jeremías y mandaron que lo azotaran y lo encarcelaran en la casa del secretario Jonatán porque la casa de Jonatán había sido convertida en prisión.
Jer 37:16 Jeremías fue puesto en un calabozo donde permaneció por muchos días.
Jer 37:17 Más tarde, a escondidas, el rey Sedequías pidió que Jeremías fuera al palacio y allí el rey le preguntó: —¿Tienes algún mensaje de parte del SEÑOR? —¡Sí, lo tengo! —dijo Jeremías—. Serás derrotado por el rey de Babilonia.
Jer 37:18 Entonces Jeremías le preguntó al rey: —¿Qué crimen he cometido? ¿Qué he hecho yo contra ti, tus ayudantes o el pueblo para que me hayan encarcelado?
Jer 37:19 ¿Ahora dónde están tus profetas que te dijeron que el rey de Babilonia no te atacaría a ti ni a esta tierra?
Jer 37:20 Escucha, mi señor y rey, te suplico que no me mandes de regreso al calabozo en la casa del secretario Jonatán, porque allí me moriré.
Jer 37:21 Así que el rey Sedequías mandó que no regresaran a Jeremías al calabozo. En cambio lo encerró en el patio de la guardia del palacio real. El rey también ordenó que cada día se le diera a Jeremías un pan recién horneado mientras hubiera pan en la ciudad. Así que Jeremías fue puesto en la prisión del palacio.
Jer 38:1 Entonces Sefatías, hijo de Matán; Gedalías, hijo de Pasur; Jehucal,* hijo de Selemías; y Pasur, hijo de Malquías, oyeron lo que Jeremías le decía al pueblo:
Jer 38:2 «Esto dice el SEÑOR: “Todo el que se quede en Jerusalén morirá por guerra, enfermedad o hambre, pero los que se rindan a los babilonios* vivirán. Su recompensa será su propia vida, ¡ellos vivirán!”.
Jer 38:3 El SEÑOR también dice: “La ciudad de Jerusalén ciertamente será entregada al ejército del rey de Babilonia, quien la conquistará”».
Jer 38:4 Entonces los funcionarios fueron a ver al rey y le dijeron: —Señor, ¡este hombre debe morir! Esta forma de hablar desmoralizará a los pocos hombres de guerra que nos quedan al igual que a todo el pueblo. ¡Este hombre es un traidor!
Jer 38:5 El rey Sedequías estuvo de acuerdo. —Está bien —dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.
Jer 38:6 Así que los funcionarios sacaron a Jeremías de la celda y lo bajaron con sogas a una cisterna vacía en el patio de la cárcel que pertenecía a Malquías, miembro de la familia real. La cisterna no tenía agua pero Jeremías se hundió en una espesa capa de barro que había en el fondo.
Jer 38:7 Pero el etíope* Ebed-melec, un importante funcionario de la corte, se enteró de que Jeremías estaba en la cisterna. En ese momento el rey estaba en sesión junto a la Puerta de Benjamín,
Jer 38:8 entonces Ebed-melec salió del palacio a toda prisa para hablar con él.
Jer 38:9 —Mi señor y rey —dijo—, estos hombres hicieron un gran mal al poner al profeta Jeremías dentro de la cisterna. Pronto morirá de hambre porque casi no hay pan en la ciudad.
Jer 38:10 Entonces el rey le dijo a Ebed-melec: —Toma contigo a unos treinta de mis hombres y saca a Jeremías de la cisterna antes de que muera.
Jer 38:11 Asi que Ebed-melec se llevó a los hombres y fue a la habitación del palacio que estaba debajo de la tesorería. Allí encontró trapos viejos y ropa desechada que llevó a la cisterna y se los bajó con sogas a Jeremías.
Jer 38:12 Ebed-melec le gritó a Jeremías: «Ponte estos trapos debajo de tus axilas para protegerte de las sogas». Cuando Jeremías estuvo listo,
Jer 38:13 lo sacaron. Entonces regresaron a Jeremías al patio de la guardia —la prisión del palacio— y allí permaneció.
Jer 38:14 Cierto día, el rey Sedequías mandó llamar a Jeremías e hizo que lo llevaran a la tercera entrada del templo del SEÑOR. —Quiero preguntarte algo —le dijo el rey—. Y no intentes ocultar la verdad.
Jer 38:15 —Si te dijera la verdad, me matarías —contestó Jeremías—. Y si te diera un consejo, igual no me escucharías.
Jer 38:16 Entonces el rey Sedequías le prometió en secreto: —Tan cierto como que el SEÑOR nuestro Creador vive, no te mataré ni te entregaré en manos de los hombres que desean verte muerto.
Jer 38:17 Entonces Jeremías le dijo a Sedequías: —Esto dice el SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Si te rindes a los oficiales babilónicos, tú y toda tu familia vivirán, y la ciudad no será incendiada;
Jer 38:18 pero si rehúsas rendirte, ¡no escaparás! La ciudad será entregada en manos de los babilonios y la incendiarán hasta reducirla a cenizas”.
Jer 38:19 —Pero tengo miedo de rendirme —dijo el rey—, porque los babilonios me pueden entregar a los judíos que desertaron para unirse a ellos. ¡Y quién sabe qué me harán!
Jer 38:20 —Si eliges obedecer al SEÑOR no serás entregado a ellos —contestó Jeremías—, sino que salvarás tu vida y todo te irá bien;
Jer 38:21 pero si te niegas a rendirte, el SEÑOR me ha revelado lo siguiente:
Jer 38:22 todas las mujeres que queden en el palacio serán sacadas y entregadas a los oficiales del ejército babilónico. Entonces las mujeres se mofarán de ti diciendo: »“¡Qué buenos amigos tienes! Te han traicionado y engañado. ¡Cuando tus pies se hundieron en el barro, te abandonaron a tu suerte!”.
Jer 38:23 Todas tus esposas e hijos serán entregados a los babilonios y tú no escaparás. El rey de Babilonia te apresará, y esta ciudad será incendiada.
Jer 38:24 Entonces Sedequías le dijo a Jeremías: —No le comentes a nadie que me dijiste esto ¡o morirás!
Jer 38:25 Mis funcionarios quizá se enteren de que hablé contigo y te digan: “Cuéntanos de lo que hablaban tú y el rey. De lo contrario, te mataremos”.
Jer 38:26 Si tal cosa sucediera, sólo diles que me suplicaste que no te enviara de nuevo al calabozo de Jonatán por temor a morir allí.
Jer 38:27 Efectivamente, poco tiempo después los funcionarios del rey vinieron a Jeremías a preguntarle por qué el rey lo había llamado; pero Jeremías siguió las instrucciones del rey y ellos se fueron sin enterarse de la verdad ya que nadie había escuchado la conversación entre Jeremías y el rey.
Jer 38:28 Así que Jeremías permaneció encarcelado en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.

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