LECTURA PARA LA MAÑANA
JUAN 18:1-18
Jua 18:1 Después de decir esas cosas, Jesús cruzó el valle Cedrón con sus discípulos y entró en un huerto de olivos.
Jua 18:2 Judas, el traidor, conocía ese lugar, porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos.
Jua 18:3 Los principales sacerdotes y los fariseos le habían dado a Judas un grupo de soldados romanos y guardias del templo para que lo acompañaran. Llegaron al huerto de olivos con antorchas encendidas, linternas y armas.
Jua 18:4 Jesús ya sabía todo lo que le iba a suceder, así que salió al encuentro de ellos. —¿A quién buscan? —les preguntó.
Jua 18:5 —A Jesús de Nazaret* —contestaron. —YO SOY* —dijo Jesús. (Judas, el que lo traicionó, estaba con ellos).
Jua 18:6 Cuando Jesús dijo «YO SOY», ¡todos retrocedieron y cayeron al suelo!
Jua 18:7 Una vez más les preguntó: —¿A quién buscan? Y nuevamente ellos contestaron: —A Jesús de Nazaret.
Jua 18:8 —Ya les dije que YO SOY —dijo Jesús —. Y, ya que soy la persona a quien buscan, dejen que los demás se vayan.
Jua 18:9 Lo hizo para que se cumplieran sus propias palabras: «No perdí ni a uno solo de los que me diste»*.
Jua 18:10 Entonces Simón Pedro sacó una espada y le cortó la oreja derecha a Malco, un esclavo del sumo sacerdote.
Jua 18:11 Pero Jesús le dijo a Pedro: «Mete tu espada en la vaina. ¿Acaso no voy a beber de la copa de sufrimiento que me ha dado el Padre?».
Jua 18:12 Así que los soldados, el oficial que los comandaba y los guardias del templo arrestaron a Jesús y lo ataron.
Jua 18:13 Primero lo llevaron ante Anás, el suegro de Caifás, quien era sumo sacerdote en ese momento.*
Jua 18:14 Caifás era el que les había dicho a los otros líderes judíos: «Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo».
Jua 18:15 Simón Pedro y otro discípulo siguieron a Jesús. Ese otro discípulo conocía al sumo sacerdote, así que le permitieron entrar con Jesús al patio del sumo sacerdote.
Jua 18:16 Pedro tuvo que quedarse afuera, junto a la puerta. Entonces el discípulo que conocía al sumo sacerdote habló con la mujer que cuidaba la puerta, y ella dejó entrar a Pedro.
Jua 18:17 La mujer le preguntó a Pedro: —¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre? —No —le contestó Pedro—, no lo soy.
Jua 18:18 Como hacía frío, los sirvientes de la casa y los guardias habían hecho una fogata con carbón. Estaban allí de pie, junto al fuego, calentándose, y Pedro estaba con ellos, también calentándose.
Jua 18:2 Judas, el traidor, conocía ese lugar, porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos.
Jua 18:3 Los principales sacerdotes y los fariseos le habían dado a Judas un grupo de soldados romanos y guardias del templo para que lo acompañaran. Llegaron al huerto de olivos con antorchas encendidas, linternas y armas.
Jua 18:4 Jesús ya sabía todo lo que le iba a suceder, así que salió al encuentro de ellos. —¿A quién buscan? —les preguntó.
Jua 18:5 —A Jesús de Nazaret* —contestaron. —YO SOY* —dijo Jesús. (Judas, el que lo traicionó, estaba con ellos).
Jua 18:6 Cuando Jesús dijo «YO SOY», ¡todos retrocedieron y cayeron al suelo!
Jua 18:7 Una vez más les preguntó: —¿A quién buscan? Y nuevamente ellos contestaron: —A Jesús de Nazaret.
Jua 18:8 —Ya les dije que YO SOY —dijo Jesús —. Y, ya que soy la persona a quien buscan, dejen que los demás se vayan.
Jua 18:9 Lo hizo para que se cumplieran sus propias palabras: «No perdí ni a uno solo de los que me diste»*.
Jua 18:10 Entonces Simón Pedro sacó una espada y le cortó la oreja derecha a Malco, un esclavo del sumo sacerdote.
Jua 18:11 Pero Jesús le dijo a Pedro: «Mete tu espada en la vaina. ¿Acaso no voy a beber de la copa de sufrimiento que me ha dado el Padre?».
Jua 18:12 Así que los soldados, el oficial que los comandaba y los guardias del templo arrestaron a Jesús y lo ataron.
Jua 18:13 Primero lo llevaron ante Anás, el suegro de Caifás, quien era sumo sacerdote en ese momento.*
Jua 18:14 Caifás era el que les había dicho a los otros líderes judíos: «Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo».
Jua 18:15 Simón Pedro y otro discípulo siguieron a Jesús. Ese otro discípulo conocía al sumo sacerdote, así que le permitieron entrar con Jesús al patio del sumo sacerdote.
Jua 18:16 Pedro tuvo que quedarse afuera, junto a la puerta. Entonces el discípulo que conocía al sumo sacerdote habló con la mujer que cuidaba la puerta, y ella dejó entrar a Pedro.
Jua 18:17 La mujer le preguntó a Pedro: —¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre? —No —le contestó Pedro—, no lo soy.
Jua 18:18 Como hacía frío, los sirvientes de la casa y los guardias habían hecho una fogata con carbón. Estaban allí de pie, junto al fuego, calentándose, y Pedro estaba con ellos, también calentándose.
APOCALIPSIS 10
Apo 10:1 Entonces vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube con un arco iris sobre su cabeza. Su cara brillaba como el sol, y sus pies eran como columnas de fuego.
Apo 10:2 En la mano tenía un rollo* pequeño que había sido abierto. Se paró con el pie derecho sobre el mar y el pie izquierdo sobre la tierra,
Apo 10:3 y dio un fuerte grito, como el rugido de un león. Y cuando gritó, los siete truenos respondieron.
Apo 10:4 Cuando hablaron los siete truenos, yo estuve a punto de escribir, pero oí una voz del cielo que decía: «Guarda en secreto* lo que los siete truenos dijeron y no lo escribas».
Apo 10:5 Entonces el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó la mano derecha hacia el cielo.
Apo 10:6 Hizo un juramento en el nombre de aquél que vive por siempre y para siempre, quien creó los cielos y todo lo que hay en ellos, la tierra y todo lo que hay en ella, y el mar y todo lo que hay en él. El ángel dijo: «Ya no habrá más demora.
Apo 10:7 Cuando el séptimo ángel toque su trompeta, el misterioso plan de Dios se cumplirá. Sucederá tal como él lo anunció a sus siervos los profetas».
Apo 10:8 Después la voz del cielo me habló de nuevo: «Ve y toma el rollo abierto de la mano del ángel, que está de pie sobre el mar y sobre la tierra».
Apo 10:9 Así que, me acerqué al ángel y le dije que me diera el pequeño rollo. Él me dijo: «Sí, tómalo y cómelo. Será dulce como la miel en tu boca, ¡pero se volverá amargo en tu estómago!».
Apo 10:10 Entonces tomé el pequeño rollo de la mano del ángel, ¡y me lo comí! Fue dulce en mi boca pero, cuando lo tragué, se volvió amargo en mi estómago.
Apo 10:11 Entonces me fue dicho: «Tienes que volver a profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».
Apo 10:2 En la mano tenía un rollo* pequeño que había sido abierto. Se paró con el pie derecho sobre el mar y el pie izquierdo sobre la tierra,
Apo 10:3 y dio un fuerte grito, como el rugido de un león. Y cuando gritó, los siete truenos respondieron.
Apo 10:4 Cuando hablaron los siete truenos, yo estuve a punto de escribir, pero oí una voz del cielo que decía: «Guarda en secreto* lo que los siete truenos dijeron y no lo escribas».
Apo 10:5 Entonces el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó la mano derecha hacia el cielo.
Apo 10:6 Hizo un juramento en el nombre de aquél que vive por siempre y para siempre, quien creó los cielos y todo lo que hay en ellos, la tierra y todo lo que hay en ella, y el mar y todo lo que hay en él. El ángel dijo: «Ya no habrá más demora.
Apo 10:7 Cuando el séptimo ángel toque su trompeta, el misterioso plan de Dios se cumplirá. Sucederá tal como él lo anunció a sus siervos los profetas».
Apo 10:8 Después la voz del cielo me habló de nuevo: «Ve y toma el rollo abierto de la mano del ángel, que está de pie sobre el mar y sobre la tierra».
Apo 10:9 Así que, me acerqué al ángel y le dije que me diera el pequeño rollo. Él me dijo: «Sí, tómalo y cómelo. Será dulce como la miel en tu boca, ¡pero se volverá amargo en tu estómago!».
Apo 10:10 Entonces tomé el pequeño rollo de la mano del ángel, ¡y me lo comí! Fue dulce en mi boca pero, cuando lo tragué, se volvió amargo en mi estómago.
Apo 10:11 Entonces me fue dicho: «Tienes que volver a profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».
JOB 34:1-20
Job 34:1 Entonces Eliú dijo:
Job 34:2 «Escúchenme, ustedes hombres sabios; presten atención, ustedes que tienen conocimiento.
Job 34:3 Job dijo: “El oído pone a prueba las palabras que oye igual que la boca distingue los sabores”.
Job 34:4 Así que, juzguemos por nosotros mismos lo que es correcto; aprendamos juntos lo que es bueno.
Job 34:5 Pues Job también dijo: “Yo soy inocente, pero Dios ha quitado mis derechos.
Job 34:6 Soy inocente, pero me llaman mentiroso; mi sufrimiento es incurable, aunque yo no haya pecado”.
Job 34:7 »Díganme, ¿hubo una vez un hombre como Job, con sed de conversaciones irreverentes?
Job 34:8 Él escoge como compañeros a hombres malvados; pasa su tiempo con hombres perversos.
Job 34:9 Ha llegado a decir: “¿Por qué malgastar el tiempo intentando agradar a Dios?”.
Job 34:10 »Escúchenme, ustedes que tienen entendimiento. ¡Todo el mundo sabe que Dios no peca! El Todopoderoso no puede hacer nada malo.
Job 34:11 Él paga a las personas según lo que hayan hecho; las trata como se merecen.
Job 34:12 En verdad, Dios no hará el mal; el Todopoderoso no torcerá la justicia.
Job 34:13 ¿Algún otro puso la tierra al cuidado de Dios? ¿Quién colocó al mundo en su sitio?
Job 34:14 Si Dios retirara su espíritu y quitara su aliento,
Job 34:15 todos los seres vivientes dejarían de existir y la humanidad volvería al polvo.
Job 34:16 »Ahora escúchame, si eres sabio; presta atención a lo que digo.
Job 34:17 ¿Podría Dios gobernar si odiara la justicia? ¿Condenarás al juez todopoderoso?
Job 34:18 Pues él dice a los reyes: “Ustedes son malvados”, y a los nobles: “Ustedes son injustos”.
Job 34:19 A él no le importa la grandeza que pueda tener una persona y no presta más atención al rico que al pobre, él creó a todos.
Job 34:20 En un instante mueren; fallecen en la mitad de la noche; los poderosos se van sin la intervención de mano humana.
Job 34:1 Entonces Eliú dijo:
Job 34:2 «Escúchenme, ustedes hombres sabios; presten atención, ustedes que tienen conocimiento.
Job 34:3 Job dijo: “El oído pone a prueba las palabras que oye igual que la boca distingue los sabores”.
Job 34:4 Así que, juzguemos por nosotros mismos lo que es correcto; aprendamos juntos lo que es bueno.
Job 34:5 Pues Job también dijo: “Yo soy inocente, pero Dios ha quitado mis derechos.
Job 34:6 Soy inocente, pero me llaman mentiroso; mi sufrimiento es incurable, aunque yo no haya pecado”.
Job 34:7 »Díganme, ¿hubo una vez un hombre como Job, con sed de conversaciones irreverentes?
Job 34:8 Él escoge como compañeros a hombres malvados; pasa su tiempo con hombres perversos.
Job 34:9 Ha llegado a decir: “¿Por qué malgastar el tiempo intentando agradar a Dios?”.
Job 34:10 »Escúchenme, ustedes que tienen entendimiento. ¡Todo el mundo sabe que Dios no peca! El Todopoderoso no puede hacer nada malo.
Job 34:11 Él paga a las personas según lo que hayan hecho; las trata como se merecen.
Job 34:12 En verdad, Dios no hará el mal; el Todopoderoso no torcerá la justicia.
Job 34:13 ¿Algún otro puso la tierra al cuidado de Dios? ¿Quién colocó al mundo en su sitio?
Job 34:14 Si Dios retirara su espíritu y quitara su aliento,
Job 34:15 todos los seres vivientes dejarían de existir y la humanidad volvería al polvo.
Job 34:16 »Ahora escúchame, si eres sabio; presta atención a lo que digo.
Job 34:17 ¿Podría Dios gobernar si odiara la justicia? ¿Condenarás al juez todopoderoso?
Job 34:18 Pues él dice a los reyes: “Ustedes son malvados”, y a los nobles: “Ustedes son injustos”.
Job 34:19 A él no le importa la grandeza que pueda tener una persona y no presta más atención al rico que al pobre, él creó a todos.
Job 34:20 En un instante mueren; fallecen en la mitad de la noche; los poderosos se van sin la intervención de mano humana.
Job 34:2 «Escúchenme, ustedes hombres sabios; presten atención, ustedes que tienen conocimiento.
Job 34:3 Job dijo: “El oído pone a prueba las palabras que oye igual que la boca distingue los sabores”.
Job 34:4 Así que, juzguemos por nosotros mismos lo que es correcto; aprendamos juntos lo que es bueno.
Job 34:5 Pues Job también dijo: “Yo soy inocente, pero Dios ha quitado mis derechos.
Job 34:6 Soy inocente, pero me llaman mentiroso; mi sufrimiento es incurable, aunque yo no haya pecado”.
Job 34:7 »Díganme, ¿hubo una vez un hombre como Job, con sed de conversaciones irreverentes?
Job 34:8 Él escoge como compañeros a hombres malvados; pasa su tiempo con hombres perversos.
Job 34:9 Ha llegado a decir: “¿Por qué malgastar el tiempo intentando agradar a Dios?”.
Job 34:10 »Escúchenme, ustedes que tienen entendimiento. ¡Todo el mundo sabe que Dios no peca! El Todopoderoso no puede hacer nada malo.
Job 34:11 Él paga a las personas según lo que hayan hecho; las trata como se merecen.
Job 34:12 En verdad, Dios no hará el mal; el Todopoderoso no torcerá la justicia.
Job 34:13 ¿Algún otro puso la tierra al cuidado de Dios? ¿Quién colocó al mundo en su sitio?
Job 34:14 Si Dios retirara su espíritu y quitara su aliento,
Job 34:15 todos los seres vivientes dejarían de existir y la humanidad volvería al polvo.
Job 34:16 »Ahora escúchame, si eres sabio; presta atención a lo que digo.
Job 34:17 ¿Podría Dios gobernar si odiara la justicia? ¿Condenarás al juez todopoderoso?
Job 34:18 Pues él dice a los reyes: “Ustedes son malvados”, y a los nobles: “Ustedes son injustos”.
Job 34:19 A él no le importa la grandeza que pueda tener una persona y no presta más atención al rico que al pobre, él creó a todos.
Job 34:20 En un instante mueren; fallecen en la mitad de la noche; los poderosos se van sin la intervención de mano humana.
LECTURA PARA LA NOCHE
JONÁS 1-4
Jon 1:1 El SEÑOR le dio el siguiente mensaje a Jonás, hijo de Amitai:
Jon 1:2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive. Pronuncia mi juicio contra ella, porque he visto qué perversa es su gente».
Jon 1:3 Entonces Jonás se levantó y se fue en dirección contraria para huir del SEÑOR. Descendió al puerto de Jope donde encontró un barco que partía para Tarsis. Compró un boleto, subió a bordo y se embarcó rumbo a Tarsis con la esperanza de escapar del SEÑOR.
Jon 1:4 Ahora bien, el SEÑOR mandó un poderoso viento sobre el mar el cual desató una violenta tempestad que amenazaba con despedazar el barco.
Jon 1:5 Temiendo por sus vidas, los desesperados marineros pedían ayuda a sus dioses y lanzaban la carga por la borda para aligerar el barco. Todo esto sucedía mientras Jonás dormía profundamente en la bodega del barco,
Jon 1:6 así que el capitán bajó a buscarlo. «¿Cómo puedes dormir en medio de esta situación? —le gritó—. ¡Levántate y ora a tu dios! Quizá nos preste atención y nos perdone la vida».
Jon 1:7 Entonces la tripulación echó suertes para ver quién había ofendido a los dioses y causado tan terrible tempestad. Cuando lo hicieron, la suerte señaló a Jonás como el culpable.
Jon 1:8 Así que los marineros le reclamaron: —¿Por qué nos ha venido esta espantosa tormenta? ¿Quién eres? ¿En qué trabajas? ¿De qué país eres? ¿Cuál es tu nacionalidad?
Jon 1:9 —Soy hebreo —contestó Jonás— y temo al SEÑOR, Dios del cielo, quien hizo el mar y la tierra.
Jon 1:10 Los marineros se aterraron al escuchar esto, porque Jonás ya les había contado que huía del SEÑOR. —¿Ay, por qué lo hiciste? —.gimieron
Jon 1:11 Como la tormenta seguía empeorando, le preguntaron: —¿Qué debemos hacer contigo para detener esta tempestad?
Jon 1:12 —Échenme al mar —contestó Jonás— y volverá la calma. Yo sé que soy el único culpable de esta terrible tormenta.
Jon 1:13 Sin embargo, los marineros remaron con más fuerza para llevar el barco a tierra, pero la tempestad era tan violenta que no lo lograron.
Jon 1:14 Entonces clamaron al SEÑOR, Dios de Jonás: «Oh SEÑOR —le rogaron—, no nos dejes morir por el pecado de este hombre y no nos hagas responsables de su muerte. Oh SEÑOR, has enviado esta tormenta sobre él y sólo tú sabes por qué».
Jon 1:15 Entonces los marineros tomaron a Jonás y lo lanzaron al mar embravecido, ¡y al instante se detuvo la tempestad!
Jon 1:16 Los marineros quedaron asombrados por el gran poder del SEÑOR, le ofrecieron un sacrificio y prometieron servirle.
Jon 1:17 * Entre tanto, el SEÑOR había provisto que un gran pez se tragara a Jonás; y Jonás estuvo dentro del pez durante tres días y tres noches.
Jon 2:1 * Entonces Jonás oró al SEÑOR su Dios desde el interior del pez
Jon 2:2 y dijo: «En mi gran aflicción clamé al SEÑOR y él me respondió. Desde la tierra de los muertos* te llamé, ¡y tú, SEÑOR, me escuchaste!
Jon 2:3 Me arrojaste a las profundidades del mar y me hundí en el corazón del océano. Las poderosas aguas me envolvieron; tus salvajes y tempestuosas olas me cubrieron.
Jon 2:4 Entonces dije: “Oh SEÑOR, me has expulsado de tu presencia; aun así volveré a mirar hacia tu santo templo”.
Jon 2:5 »Me hundí bajo las olas y las aguas se cerraron sobre mí; las algas se enredaban en mi cabeza.
Jon 2:6 Me hundí hasta las raíces de las montañas. Me quedé preso en la tierra, cuyas puertas se cierran para siempre. Pero tú, oh SEÑOR mi Dios, ¡me arrebataste de las garras de la muerte!
Jon 2:7 Cuando la vida se me escapaba, recordé al SEÑOR. Elevé mi oración sincera hacia ti en tu santo templo.
Jon 2:8 Los que rinden culto a dioses falsos le dan la espalda a todas las misericordias de Dios.
Jon 2:9 Pero yo te ofreceré sacrificios con cantos de alabanza, y cumpliré todas mis promesas. Pues mi salvación viene sólo del SEÑOR».
Jon 2:10 Entonces el SEÑOR ordenó al pez escupir a Jonás sobre la playa.
Jon 3:1 El SEÑOR habló por segunda vez a Jonás:
Jon 3:2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive y entrega el mensaje que te he dado».
Jon 3:3 Esta vez Jonás obedeció el mandato del SEÑOR y fue a Nínive, una ciudad tan grande que tomaba tres días recorrerla toda.*
Jon 3:4 El día que Jonás entró en la ciudad, proclamó a la multitud: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida».
Jon 3:5 Entonces la gente de Nínive creyó el mensaje de Dios y desde el más importante hasta el menos importante declararon ayuno y se vistieron de tela áspera en señal de remordimiento.
Jon 3:6 Cuando el rey de Nínive oyó lo que Jonás decía, bajó de su trono y se quitó sus vestiduras reales. Se vistió de tela áspera y se sentó sobre un montón de cenizas.
Jon 3:7 Entonces el rey y sus nobles enviaron el siguiente decreto por toda la ciudad: «Nadie puede comer ni beber nada, ni siquiera los animales de las manadas o de los rebaños.
Jon 3:8 Tanto el pueblo como los animales tienen que vestirse de luto y toda persona debe orar intensamente a Dios, apartarse de sus malos caminos y abandonar toda su violencia.
Jon 3:9 ¡Quién sabe!, puede ser que todavía Dios cambie de parecer, contenga su ira feroz y no nos destruya».
Jon 3:10 Cuando Dios vio lo que habían hecho y cómo habían abandonado sus malos caminos, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que les había amenazado.
Jon 4:1 Este cambio de planes molestó mucho a Jonás y se enfureció.
Jon 4:2 Entonces le reclamó al SEÑOR: —SEÑOR, ¿no te dije antes de salir de casa que tú harías precisamente esto? ¡Por eso huí a Tarsis! Sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para enojarte y lleno de amor inagotable. Estás dispuesto a perdonar y no destruir a la gente.
Jon 4:3 ¡Quítame la vida ahora, SEÑOR! Prefiero estar muerto y no vivo si lo que yo predije no sucederá.
Jon 4:4 El SEÑOR le respondió: —¿Te parece bien enojarte por esto?
Jon 4:5 Entonces Jonás se fue al oriente de la ciudad e hizo una enramada. Luego se sentó bajo la sombra de la enramada mientras esperaba ver lo que le acontecería a la ciudad.
Jon 4:6 Ahora bien, el SEÑOR Dios proveyó que una planta frondosa creciera allí y pronto extendió sus anchas hojas sobre la cabeza de Jonás y lo protegió del sol. Esto le trajo alivio y Jonás estuvo muy agradecido por la planta.
Jon 4:7 ¡Pero Dios también proveyó un gusano! Al amanecer del día siguiente, el gusano se comió el tallo de la planta, de modo que se marchitó.
Jon 4:8 Así que cuando el sol se intensificó, Dios proveyó un viento abrasador del este para que soplara sobre Jonás. El sol pegó sobre su cabeza hasta que se sintió tan débil que deseaba morirse y exclamó: «¡Es mejor morir que vivir así!».
Jon 4:9 Entonces Dios dijo a Jonás: —¿Te parece bien enojarte porque la planta murió? —¡Sí —replicó Jonás—, estoy tan enojado que quisiera morirme!
Jon 4:10 Entonces el SEÑOR le respondió: —Sientes lástima por una planta, aunque tú no hiciste nada para que creciera. Creció rápido y murió rápido.
Jon 4:11 Pero Nínive tiene más de ciento veinte mil habitantes que viven en oscuridad espiritual,* sin mencionar todos los animales. ¿No debería yo sentir lástima por esta gran ciudad?
Jon 1:2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive. Pronuncia mi juicio contra ella, porque he visto qué perversa es su gente».
Jon 1:3 Entonces Jonás se levantó y se fue en dirección contraria para huir del SEÑOR. Descendió al puerto de Jope donde encontró un barco que partía para Tarsis. Compró un boleto, subió a bordo y se embarcó rumbo a Tarsis con la esperanza de escapar del SEÑOR.
Jon 1:4 Ahora bien, el SEÑOR mandó un poderoso viento sobre el mar el cual desató una violenta tempestad que amenazaba con despedazar el barco.
Jon 1:5 Temiendo por sus vidas, los desesperados marineros pedían ayuda a sus dioses y lanzaban la carga por la borda para aligerar el barco. Todo esto sucedía mientras Jonás dormía profundamente en la bodega del barco,
Jon 1:6 así que el capitán bajó a buscarlo. «¿Cómo puedes dormir en medio de esta situación? —le gritó—. ¡Levántate y ora a tu dios! Quizá nos preste atención y nos perdone la vida».
Jon 1:7 Entonces la tripulación echó suertes para ver quién había ofendido a los dioses y causado tan terrible tempestad. Cuando lo hicieron, la suerte señaló a Jonás como el culpable.
Jon 1:8 Así que los marineros le reclamaron: —¿Por qué nos ha venido esta espantosa tormenta? ¿Quién eres? ¿En qué trabajas? ¿De qué país eres? ¿Cuál es tu nacionalidad?
Jon 1:9 —Soy hebreo —contestó Jonás— y temo al SEÑOR, Dios del cielo, quien hizo el mar y la tierra.
Jon 1:10 Los marineros se aterraron al escuchar esto, porque Jonás ya les había contado que huía del SEÑOR. —¿Ay, por qué lo hiciste? —.gimieron
Jon 1:11 Como la tormenta seguía empeorando, le preguntaron: —¿Qué debemos hacer contigo para detener esta tempestad?
Jon 1:12 —Échenme al mar —contestó Jonás— y volverá la calma. Yo sé que soy el único culpable de esta terrible tormenta.
Jon 1:13 Sin embargo, los marineros remaron con más fuerza para llevar el barco a tierra, pero la tempestad era tan violenta que no lo lograron.
Jon 1:14 Entonces clamaron al SEÑOR, Dios de Jonás: «Oh SEÑOR —le rogaron—, no nos dejes morir por el pecado de este hombre y no nos hagas responsables de su muerte. Oh SEÑOR, has enviado esta tormenta sobre él y sólo tú sabes por qué».
Jon 1:15 Entonces los marineros tomaron a Jonás y lo lanzaron al mar embravecido, ¡y al instante se detuvo la tempestad!
Jon 1:16 Los marineros quedaron asombrados por el gran poder del SEÑOR, le ofrecieron un sacrificio y prometieron servirle.
Jon 1:17 * Entre tanto, el SEÑOR había provisto que un gran pez se tragara a Jonás; y Jonás estuvo dentro del pez durante tres días y tres noches.
Jon 2:1 * Entonces Jonás oró al SEÑOR su Dios desde el interior del pez
Jon 2:2 y dijo: «En mi gran aflicción clamé al SEÑOR y él me respondió. Desde la tierra de los muertos* te llamé, ¡y tú, SEÑOR, me escuchaste!
Jon 2:3 Me arrojaste a las profundidades del mar y me hundí en el corazón del océano. Las poderosas aguas me envolvieron; tus salvajes y tempestuosas olas me cubrieron.
Jon 2:4 Entonces dije: “Oh SEÑOR, me has expulsado de tu presencia; aun así volveré a mirar hacia tu santo templo”.
Jon 2:5 »Me hundí bajo las olas y las aguas se cerraron sobre mí; las algas se enredaban en mi cabeza.
Jon 2:6 Me hundí hasta las raíces de las montañas. Me quedé preso en la tierra, cuyas puertas se cierran para siempre. Pero tú, oh SEÑOR mi Dios, ¡me arrebataste de las garras de la muerte!
Jon 2:7 Cuando la vida se me escapaba, recordé al SEÑOR. Elevé mi oración sincera hacia ti en tu santo templo.
Jon 2:8 Los que rinden culto a dioses falsos le dan la espalda a todas las misericordias de Dios.
Jon 2:9 Pero yo te ofreceré sacrificios con cantos de alabanza, y cumpliré todas mis promesas. Pues mi salvación viene sólo del SEÑOR».
Jon 2:10 Entonces el SEÑOR ordenó al pez escupir a Jonás sobre la playa.
Jon 3:1 El SEÑOR habló por segunda vez a Jonás:
Jon 3:2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive y entrega el mensaje que te he dado».
Jon 3:3 Esta vez Jonás obedeció el mandato del SEÑOR y fue a Nínive, una ciudad tan grande que tomaba tres días recorrerla toda.*
Jon 3:4 El día que Jonás entró en la ciudad, proclamó a la multitud: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida».
Jon 3:5 Entonces la gente de Nínive creyó el mensaje de Dios y desde el más importante hasta el menos importante declararon ayuno y se vistieron de tela áspera en señal de remordimiento.
Jon 3:6 Cuando el rey de Nínive oyó lo que Jonás decía, bajó de su trono y se quitó sus vestiduras reales. Se vistió de tela áspera y se sentó sobre un montón de cenizas.
Jon 3:7 Entonces el rey y sus nobles enviaron el siguiente decreto por toda la ciudad: «Nadie puede comer ni beber nada, ni siquiera los animales de las manadas o de los rebaños.
Jon 3:8 Tanto el pueblo como los animales tienen que vestirse de luto y toda persona debe orar intensamente a Dios, apartarse de sus malos caminos y abandonar toda su violencia.
Jon 3:9 ¡Quién sabe!, puede ser que todavía Dios cambie de parecer, contenga su ira feroz y no nos destruya».
Jon 3:10 Cuando Dios vio lo que habían hecho y cómo habían abandonado sus malos caminos, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que les había amenazado.
Jon 4:1 Este cambio de planes molestó mucho a Jonás y se enfureció.
Jon 4:2 Entonces le reclamó al SEÑOR: —SEÑOR, ¿no te dije antes de salir de casa que tú harías precisamente esto? ¡Por eso huí a Tarsis! Sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para enojarte y lleno de amor inagotable. Estás dispuesto a perdonar y no destruir a la gente.
Jon 4:3 ¡Quítame la vida ahora, SEÑOR! Prefiero estar muerto y no vivo si lo que yo predije no sucederá.
Jon 4:4 El SEÑOR le respondió: —¿Te parece bien enojarte por esto?
Jon 4:5 Entonces Jonás se fue al oriente de la ciudad e hizo una enramada. Luego se sentó bajo la sombra de la enramada mientras esperaba ver lo que le acontecería a la ciudad.
Jon 4:6 Ahora bien, el SEÑOR Dios proveyó que una planta frondosa creciera allí y pronto extendió sus anchas hojas sobre la cabeza de Jonás y lo protegió del sol. Esto le trajo alivio y Jonás estuvo muy agradecido por la planta.
Jon 4:7 ¡Pero Dios también proveyó un gusano! Al amanecer del día siguiente, el gusano se comió el tallo de la planta, de modo que se marchitó.
Jon 4:8 Así que cuando el sol se intensificó, Dios proveyó un viento abrasador del este para que soplara sobre Jonás. El sol pegó sobre su cabeza hasta que se sintió tan débil que deseaba morirse y exclamó: «¡Es mejor morir que vivir así!».
Jon 4:9 Entonces Dios dijo a Jonás: —¿Te parece bien enojarte porque la planta murió? —¡Sí —replicó Jonás—, estoy tan enojado que quisiera morirme!
Jon 4:10 Entonces el SEÑOR le respondió: —Sientes lástima por una planta, aunque tú no hiciste nada para que creciera. Creció rápido y murió rápido.
Jon 4:11 Pero Nínive tiene más de ciento veinte mil habitantes que viven en oscuridad espiritual,* sin mencionar todos los animales. ¿No debería yo sentir lástima por esta gran ciudad?
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