APOSENTO ALTO

viernes, 21 de julio de 2017

LECTURA BÍBLICA 21 DE JULIO

LECTURA PARA LA MAÑANA

LUCAS    12:1-12

Luc 12:1 Mientras tanto, las multitudes crecieron hasta que miles de personas se arremolinaban y se atropellaban unas a otras. Jesús primero se dirigió a sus discípulos y les advirtió: «Tengan cuidado con la levadura de los fariseos, es decir, su hipocresía.
Luc 12:2 Llegará el tiempo en que todo lo que está encubierto será revelado y todo lo secreto se dará a conocer a todos.
Luc 12:3 Todo lo que hayan dicho en la oscuridad se oirá a plena luz, y todo lo que hayan susurrado a puerta cerrada, ¡será gritado desde los techos para que todo el mundo lo oiga!
Luc 12:4 »Queridos amigos, no teman a los que quieren matarles el cuerpo, después de eso, no pueden hacerles nada más.
Luc 12:5 Pero les diré a quién temer. Teman a Dios, quien tiene el poder de quitarles la vida y luego arrojarlos al infierno.* Claro, él es a quien deben temer.
Luc 12:6 »¿Cuánto cuestan cinco gorriones: dos monedas de cobre?* Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos.
Luc 12:7 Y, en cuanto a ustedes, cada cabello de su cabeza está contado. Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más valiosos que toda una bandada de gorriones.
Luc 12:8 »Les digo la verdad, a todo el que me reconozca en público aquí en la tierra, el Hijo del Hombre* también lo reconocerá en presencia de los ángeles de Dios.
Luc 12:9 Pero el que me niegue aquí en la tierra será negado delante de los ángeles de Dios.
Luc 12:10 El que hable en contra del Hijo del Hombre puede ser perdonado, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no será perdonado.
Luc 12:11 »Y, cuando sean sometidos a juicio en las sinagogas y delante de gobernantes y autoridades, no se preocupen por cómo defenderse o qué decir,
Luc 12:12 porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que hay que decir».




2 TESALONICENSES 2:1-12

2Ts 2:1 Ahora, amados hermanos, aclaremos algunos aspectos sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y cómo seremos reunidos para encontrarnos con él.
2Ts 2:2 No se dejen perturbar ni se alarmen tan fácilmente por los que dicen que el día del Señor ya ha comenzado. No les crean, ni siquiera si afirman haber tenido una visión espiritual, una revelación o haber recibido una carta supuestamente de nosotros.
2Ts 2:3 No se dejen engañar por lo que dicen. Pues aquel día no vendrá hasta que haya una gran rebelión contra Dios y se dé a conocer el hombre de anarquía,* aquél que trae destrucción.*
2Ts 2:4 Se exaltará a sí mismo y se opondrá a todo lo que la gente llame «dios» y a cada objeto de culto. Incluso se sentará en el templo de Dios y afirmará que él mismo es Dios.
2Ts 2:5 ¿No se acuerdan de que les mencioné todo esto cuando estuve con ustedes?
2Ts 2:6 Y ustedes saben qué es lo que lo detiene, porque sólo puede darse a conocer cuando le llegue su momento.
2Ts 2:7 Pues esa anarquía ya está en marcha en forma secreta, y permanecerá secreta hasta que el que la detiene se quite de en medio.
2Ts 2:8 Entonces el hombre de anarquía será dado a conocer, pero el Señor Jesús lo matará con el soplo de su boca y lo destruirá con el esplendor de su venida.
2Ts 2:9 Ese hombre vendrá a hacer la obra de Satanás con poder, señales y milagros falsos.
2Ts 2:10 Se valdrá de toda clase de mentiras malignas para engañar a los que van rumbo a la destrucción, porque se niegan a amar y a aceptar la verdad que los salvaría.
2Ts 2:11 Por lo tanto, Dios hará que ellos sean engañados en gran manera y creerán esas mentiras.
2Ts 2:12 Entonces serán condenados por deleitarse en la maldad en lugar de creer en la verdad.






SALMO 146

Sal 146:1 ¡Alabado sea el SEÑOR! Que todo lo que soy alabe al SEÑOR.
Sal 146:2 Alabaré al SEÑOR mientras viva; cantaré alabanzas a mi Dios con el último aliento.
Sal 146:3 No pongan su confianza en los poderosos; no está allí la ayuda para ustedes.
Sal 146:4 Ellos, al dar su último suspiro, vuelven al polvo, y todos sus planes mueren con ellos.
Sal 146:5 Pero felices son los que tienen como ayudador, al Dios de Israel* los que han puesto su esperanza en el SEÑOR su Dios.
Sal 146:6 Él hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Él cumple todas sus promesas para siempre.
Sal 146:7 Hace justicia al oprimido y da alimento al que tiene hambre. El SEÑOR libera a los prisioneros.
Sal 146:8 El SEÑOR abre los ojos de los ciegos. El SEÑOR levanta a los agobiados. El SEÑOR ama a los justos.
Sal 146:9 El SEÑOR protege a los extranjeros que viven entre nosotros. Cuida de los huérfanos y las viudas, pero frustra los planes de los perversos.
Sal 146:10 El SEÑOR reinará por siempre. Él será tu Dios, oh Jerusalén,* por todas las generaciones. ¡Alabado sea el SEÑOR!


LECTURA PARA LA NOCHE

2 CRÓNICAS    22-24

2Cr 22:1 Entonces el pueblo de Jerusalén proclamó como siguiente rey a Ocozías, el hijo menor de Yoram, ya que bandas saqueadoras que llegaron con los árabes* habían matado a todos los hijos mayores. Por eso Ocozías, hijo de Yoram, reinó sobre Judá.
2Cr 22:2 Ocozías tenía veintidós* años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén un año. Su madre se llamaba Atalía y era nieta del rey Omri.
2Cr 22:3 Ocozías también siguió el mal ejemplo de la familia del rey Acab, porque su madre lo animaba a hacer lo malo.
2Cr 22:4 Hizo lo malo a los ojos del SEÑOR, igual que la familia de Acab. Los parientes de Acab incluso llegaron a ser asesores de Ocozías después de la muerte de su padre y lo llevaron a la ruina.
2Cr 22:5 Siguiendo su mal consejo, Ocozías se unió a Joram,* hijo de Acab, rey de Israel, en su guerra contra el rey Hazael de Aram, en Ramot de Galaad. Cuando los arameos hirieron a Joram en la batalla,
2Cr 22:6 él regresó a Jezreel para recuperarse de las heridas que había recibido en Ramot.* Como Joram estaba herido, el rey Ocozías* de Judá fue a visitarlo a Jezreel.
2Cr 22:7 Ahora bien, Dios había decidido que esta visita sería la ruina de Ocozías. Mientras estaba allí, Ocozías salió con Joram para encontrarse con Jehú, nieto de Nimsi,* a quien el SEÑOR había designado para destruir la dinastía de Acab.
2Cr 22:8 Mientras Jehú llevaba a cabo el juicio contra la familia de Acab, por casualidad se encontró con algunos de los funcionarios de Judá y con parientes* de Ocozías que viajaban con él. Entonces Jehú los mató a todos.
2Cr 22:9 Luego los hombres de Jehú buscaron a Ocozías y lo encontraron escondido en la ciudad de Samaria. Lo llevaron ante Jehú, quien lo mató. Ocozías recibió un entierro digno, porque la gente decía: «Era el nieto de Josafat, un hombre que buscó al SEÑOR con todo el corazón»; pero ninguno de los sobrevivientes de la familia de Ocozías estaba en condiciones de gobernar el reino.
2Cr 22:10 Cuando Atalía, la madre del rey Ocozías de Judá, supo que su hijo había muerto, comenzó a aniquilar al resto de la familia real de Judá;
2Cr 22:11 pero Josaba,* hermana de Ocozías e hija del rey Yoram, tomó a Joás, el hijo más pequeño de Ocozías, y lo rescató de entre los demás hijos del rey que estaban a punto de ser ejecutados. Josaba puso a Joás con su nodriza en un dormitorio. De esa manera Josaba, esposa del sacerdote Joiada y hermana de Ocozías, escondió al niño para que Atalía no pudiera asesinarlo.
2Cr 22:12 Joás permaneció escondido en el templo de Dios durante seis años, mientras Atalía gobernaba el país.
2Cr 23:1 En el séptimo año del reinado de Atalía, el sacerdote Joiada decidió actuar. Se armó de valor e hizo un pacto con cinco comandantes del ejército: Azarías, hijo de Jeroham; Ismael, hijo de Johanán; Azarías, hijo de Obed; Maaseías, hijo de Adaía y Elisafat hijo de Zicri.
2Cr 23:2 Estos hombres viajaron en secreto por todo Judá y convocaron a los levitas y a los jefes de clanes de todas las ciudades para que fueran a Jerusalén.
2Cr 23:3 Entonces se reunieron frente al templo de Dios, donde hicieron un pacto solemne con Joás, el joven rey. Joiada les dijo: «¡Aquí está el hijo del rey! ¡Ha llegado el momento para que él reine! El SEÑOR prometió que un descendiente de David sería nuestro rey.
2Cr 23:4 Tienen que hacer lo siguiente: cuando ustedes, sacerdotes y levitas, empiecen el turno el día de descanso, una tercera parte de ustedes servirán como porteros;
2Cr 23:5 otra tercera parte irá hasta el palacio real; y la otra tercera parte estará en la Puerta de los Cimientos. Todos los demás deberán quedarse en los atrios del templo del SEÑOR.
2Cr 23:6 Recuerden, sólo los sacerdotes y los levitas de turno pueden entrar al templo del SEÑOR, porque han sido separados como santos. El resto del pueblo deberá obedecer las instrucciones del SEÑOR y permanecer fuera.
2Cr 23:7 Ustedes levitas, formen una escolta alrededor del rey y tengan sus armas en la mano. Maten a cualquiera que intente entrar al templo. Quédense junto al rey vaya donde vaya».
2Cr 23:8 De manera que los levitas y todo el pueblo de Judá hicieron todo tal como el sacerdote Joiada les había ordenado. Los comandantes se encargaron de los hombres que se presentaban para su turno ese día de descanso, así como los que terminaban el suyo. El sacerdote Joiada no permitió que ninguno se fuera a su casa después de haber terminado su turno.
2Cr 23:9 Luego Joiada dio a los comandantes las lanzas y los escudos grandes y pequeños que habían pertenecido al rey David y estaban guardados en el templo de Dios.
2Cr 23:10 Ubicó a todos los hombres alrededor del rey, con sus armas listas. Formaron una hilera desde el lado sur del templo hasta el lado norte y alrededor del altar.
2Cr 23:11 Entonces Joiada y sus hijos sacaron a Joás, el hijo del rey, pusieron la corona sobre su cabeza y le entregaron una copia de las leyes de Dios.* Lo ungieron y lo proclamaron rey, y todos gritaron: «¡Viva el rey!».
2Cr 23:12 Cuando Atalía oyó el ruido de la gente que corría y los gritos aclamando al rey, fue de prisa al templo del SEÑOR para ver qué pasaba.
2Cr 23:13 Cuando llegó, vio al recién coronado rey de pie en el lugar de autoridad, junto a la columna de entrada al templo. Los comandantes y los trompetistas lo rodeaban, y gente de todo el reino celebraba y tocaba las trompetas. Los cantores, con instrumentos musicales, dirigían al pueblo en una gran celebración. Cuando Atalía vio todo esto, rasgó su ropa en señal de desesperación y gritó: «¡Traición! ¡Traición!».
2Cr 23:14 Después el sacerdote Joiada ordenó a los comandantes que estaban a cargo de las tropas: «Llévensela a los soldados que están de guardia frente al templo,* y maten a cualquiera que intente rescatarla». Pues el sacerdote había dicho: «No deben matarla dentro del templo del SEÑOR».
2Cr 23:15 Por eso la agarraron y la llevaron a la entrada de la Puerta de los Caballos, en el predio del palacio, y allí la mataron.
2Cr 23:16 Luego Joiada hizo un pacto entre él mismo, el rey y el pueblo, de que serían el pueblo del SEÑOR.
2Cr 23:17 Así que toda la gente fue al templo de Baal y entre todos lo destruyeron; demolieron los altares, destrozaron los ídolos y mataron a Matán, el sacerdote de Baal, frente a los altares.
2Cr 23:18 Entonces, siguiendo las instrucciones que había dado David, Joiada puso sacerdotes y levitas a cargo del templo del SEÑOR. También les ordenó que presentaran ofrendas quemadas al SEÑOR, como estaba establecido en la ley de Moisés, y que cantaran y se alegraran tal como David había instruido.
2Cr 23:19 También colocó porteros en las puertas del templo del SEÑOR para impedir la entrada a todo aquel que, por cualquier motivo, estuviera ceremonialmente impuro.
2Cr 23:20 Después los comandantes, los nobles, los gobernantes y toda la gente del reino escoltaron al rey desde el templo del SEÑOR; pasaron por la puerta superior, entraron al palacio y sentaron al rey en el trono real.
2Cr 23:21 Toda la gente del reino se alegró, y la ciudad estaba tranquila porque Atalía había sido ejecutada.
2Cr 24:1 Joás tenía siete años de edad cuando subió al trono y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre se llamaba Sibia y era de Beerseba.
2Cr 24:2 Joás hizo lo que era agradable a los ojos del SEÑOR mientras vivió el sacerdote Joiada.
2Cr 24:3 Joiada eligió dos esposas para Joás, y tuvo hijos e hijas.
2Cr 24:4 En un momento dado, Joás decidió reparar y restaurar el templo del SEÑOR.
2Cr 24:5 Mandó llamar a los sacerdotes y a los levitas y les dio las siguientes instrucciones: «Vayan a todas las ciudades de Judá y recojan las ofrendas requeridas anualmente, para que podamos reparar el templo de su Dios. ¡No se demoren!»; pero los levitas no actuaron de inmediato.
2Cr 24:6 Entonces el rey mandó llamar al sumo sacerdote Joiada y le preguntó: «¿Por qué no has exigido a los levitas que salgan a recaudar los impuestos del templo en las ciudades de Judá y en Jerusalén? Moisés, el siervo del SEÑOR, impuso a la comunidad de Israel este impuesto para el mantenimiento del tabernáculo del pacto* ».
2Cr 24:7 A través de los años, los seguidores de la perversa Atalía habían forzado la entrada al templo de Dios y habían usado todos los objetos consagrados del templo del SEÑOR para rendir culto a las imágenes de Baal.
2Cr 24:8 Por esa razón, el rey ordenó que se hiciera un cofre y se colocara fuera de la puerta que conducía al templo del SEÑOR.
2Cr 24:9 Luego envió un edicto por todo Judá y Jerusalén para que el pueblo trajera al SEÑOR el impuesto que Moisés, el siervo de Dios, había exigido de los israelitas en el desierto.
2Cr 24:10 Esto agradó a todos los líderes y al pueblo, y con gusto llevaron su dinero y lo pusieron en el cofre hasta llenarlo.
2Cr 24:11 Cada vez que el cofre se llenaba, los levitas lo llevaban a los funcionarios del rey. Entonces se presentaban el secretario de la corte y un oficial del sumo sacerdote para vaciar el cofre y luego llevarlo de regreso al templo. Así fue día tras día, por lo tanto se recogió una gran cantidad de dinero.
2Cr 24:12 El rey y Joiada entregaban el dinero a los supervisores de la construcción, quienes contrataron albañiles y carpinteros para restaurar el templo del SEÑOR. También contrataron herreros que hicieron objetos de hierro y de bronce para el templo del SEÑOR.
2Cr 24:13 Los hombres que estaban a cargo de la restauración trabajaron arduamente y la obra siguió progresando. Restauraron el templo de Dios de acuerdo con el diseño original y lo reforzaron.
2Cr 24:14 Cuando terminaron con todas las reparaciones, llevaron el dinero que sobró al rey y a Joiada. Este dinero se utilizó para hacer diversos objetos para el templo del SEÑOR: objetos para los servicios de adoración y para las ofrendas quemadas, entre ellos cucharones y otros objetos hechos de oro y de plata. Mientras vivió el sacerdote Joiada, continuamente sacrificaron ofrendas quemadas en el templo del SEÑOR.
2Cr 24:15 Joiada vivió hasta una edad muy avanzada y finalmente murió a los ciento treinta años.
2Cr 24:16 Lo enterraron con los reyes en la Ciudad de David, porque había hecho mucho bien en Israel para Dios y su templo.
2Cr 24:17 Después de la muerte de Joiada, los líderes de Judá fueron y se inclinaron ante el rey Joás y lo persuadieron para que escuchara sus consejos.
2Cr 24:18 ¡Decidieron abandonar el templo del SEÑOR, Dios de sus antepasados y, en cambio, rindieron culto a ídolos y a los postes dedicados a la diosa Asera! A causa de este pecado, el enojo divino cayó sobre Judá y Jerusalén.
2Cr 24:19 Sin embargo, el SEÑOR envió profetas para que el pueblo se volviera a él. Los profetas advirtieron al pueblo, pero aun así ellos no quisieron escuchar.
2Cr 24:20 Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo de Joiada el sacerdote. Se puso de pie delante del pueblo y dijo: «Esto dice Dios: “¿Por qué desobedecen los mandatos del SEÑOR e impiden su propia prosperidad? ¡Ustedes han abandonado al SEÑOR, y ahora él los ha abandonado a ustedes!”».
2Cr 24:21 Entonces los líderes tramaron matar a Zacarías, y el rey Joás ordenó que lo mataran a pedradas en el atrio del templo del SEÑOR.
2Cr 24:22 Así fue como el rey Joás pagó a Joiada por su lealtad: mató a su hijo. Las últimas palabras de Zacarías al morir fueron: «¡Que el SEÑOR vea lo que ellos hacen y vengue mi muerte!».
2Cr 24:23 En la primavera de ese año* el ejército arameo marchó contra Joás. Invadieron a Judá y a Jerusalén y mataron a todos los líderes de la nación. Luego enviaron todo el botín a su rey en Damasco.
2Cr 24:24 Aunque los arameos atacaron con sólo un ejército pequeño, el SEÑOR los ayudó a vencer al ejército mucho más grande de Judá. El pueblo de Judá había abandonado al SEÑOR, Dios de sus antepasados, y por eso se llevó a cabo juicio sobre Joás.
2Cr 24:25 Los arameos se retiraron y dejaron a Joás gravemente herido, pero sus propios oficiales conspiraron para matarlo por haber asesinado al hijo* de Joiada, el sacerdote; lo asesinaron mientras estaba en su cama. Luego lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el cementerio de los reyes.
2Cr 24:26 Los asesinos eran Josacar,* hijo de una mujer amonita llamada Simeat, y Jozabad, hijo de una mujer moabita llamada Somer.*
2Cr 24:27 El relato sobre los hijos de Joás, las profecías acerca de él y el registro de la restauración del templo de Dios están escritos en El comentario sobre el libro de los reyes . Su hijo Amasías lo sucedió en el trono.

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