APOSENTO ALTO

jueves, 1 de junio de 2017

LECTURA BÍBLICA 1 DE JUNIO

LECTURA PARA LA MAÑANA

LUCAS    1:1-25

Luc 1:1 Muchas personas han intentado escribir un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros.
Luc 1:2 Se valieron de los informes que circulan entre nosotros dados por testigos oculares, los primeros discípulos.*
Luc 1:3 Después de investigar todo con esmero desde el principio, yo también decidí escribir un relato cuidadoso para ti, muy honorable Teófilo,
Luc 1:4 para que puedas estar seguro de la veracidad de todo lo que te han enseñado.
Luc 1:5 Cuando Herodes era rey en Judea, hubo un sacerdote judío llamado Zacarías. Era miembro del grupo sacerdotal de Abías; y su esposa, Elisabet, también pertenecía a la familia sacerdotal de Aarón.
Luc 1:6 Zacarías y Elisabet eran justos a los ojos de Dios y cuidadosos en obedecer todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor.
Luc 1:7 No tenían hijos porque Elisabet no podía quedar embarazada y los dos eran ya muy ancianos.
Luc 1:8 Cierto día, Zacarías se encontraba sirviendo a Dios en el templo, porque su grupo de sacerdotes estaba de turno esa semana.
Luc 1:9 Como era costumbre entre los sacerdotes, le tocó por sorteo entrar en el santuario del Señor y quemar el incienso.
Luc 1:10 Mientras el incienso se quemaba, una gran multitud estaba afuera orando.
Luc 1:11 Y mientras Zacarías estaba en el santuario, se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso.
Luc 1:12 Cuando Zacarías lo vio, se alarmó y se llenó de temor,
Luc 1:13 pero el ángel le dijo: —¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha oído tu oración. Tu esposa, Elisabet, te dará un hijo, y lo llamarás Juan.
Luc 1:14 Tendrás gran gozo y alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento,
Luc 1:15 porque él será grande a los ojos del Señor. No deberá beber vino ni ninguna bebida alcohólica y será lleno del Espíritu Santo aun antes de nacer.*
Luc 1:16 Y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor su Dios.
Luc 1:17 Será un hombre con el espíritu y el poder de Elías; preparará a la gente para la venida del Señor. Inclinará el corazón de los padres* hacia los hijos* y hará que los rebeldes acepten la sabiduría de los justos.
Luc 1:18 Zacarías le dijo al ángel: —¿Cómo puedo estar seguro de que ocurrirá esto? Ya soy muy anciano, y mi esposa también es de edad avanzada.
Luc 1:19 Entonces el ángel dijo: —¡Yo soy Gabriel! Estoy en la presencia misma de Dios. ¡Fue él quien me envió a darte esta buena noticia!
Luc 1:20 Pero ahora, como no creíste lo que te dije, te quedarás mudo, sin poder hablar hasta que nazca el niño. Te aseguro que mis palabras se cumplirán a su debido tiempo.
Luc 1:21 Mientras tanto, la gente esperaba a que Zacarías saliera del santuario y se preguntaba por qué tardaba tanto.
Luc 1:22 Cuando por fin salió, no podía hablarles. Entonces, por las señas que hacía y su silencio, se dieron cuenta de que seguramente había tenido una visión en el santuario.
Luc 1:23 Cuando Zacarías terminó su semana de servicio en el templo, regresó a su casa.
Luc 1:24 Poco tiempo después, su esposa, Elisabet, quedó embarazada y permaneció recluida en su casa durante cinco meses.
Luc 1:25 «¡Qué bondadoso es el Señor! —exclamó ella —. Me ha quitado la vergüenza de no tener hijos».


EFESIOS 1:1-14

Efe 1:1 Yo, Pablo, elegido por la voluntad de Dios para ser apóstol de Cristo Jesús, escribo esta carta al pueblo santo de Dios en Éfeso,* fieles seguidores de Cristo Jesús.
Efe 1:2 Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les den gracia y paz.
Efe 1:3 Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo.
Efe 1:4 Incluso antes de haber hecho el mundo, Dios nos amó y nos eligió en Cristo para que seamos santos e intachables a sus ojos.
Efe 1:5 Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo.
Efe 1:6 De manera que alabamos a Dios por la abundante gracia que derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado.*
Efe 1:7 Dios es tan rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados.
Efe 1:8 Él desbordó su bondad sobre nosotros junto con toda la sabiduría y el entendimiento.
Efe 1:9 Ahora Dios nos ha dado a conocer su misterioso plan acerca de Cristo, un plan ideado para cumplir el buen propósito de Dios.
Efe 1:10 Y el plan es el siguiente: a su debido tiempo, Dios reunirá todas las cosas y las pondrá bajo la autoridad de Cristo, todas las cosas que están en el cielo y también las que están en la tierra.
Efe 1:11 Es más, dado que estamos unidos a Cristo, hemos recibido una herencia de parte de Dios,* porque él nos eligió de antemano y hace que todas las cosas resulten de acuerdo con su plan.
Efe 1:12 El propósito de Dios fue que nosotros, los judíos —que fuimos los primeros en confiar en Cristo—, diéramos gloria y alabanza a Dios.
Efe 1:13 Y ahora ustedes, los gentiles,* también han oído la verdad, la Buena Noticia de que Dios los salva. Además, cuando creyeron en Cristo, Dios los identificó como suyos* al darles el Espíritu Santo, el cual había prometido tiempo atrás.
Efe 1:14 El Espíritu es la garantía que tenemos de parte de Dios de que nos dará la herencia que nos prometió y de que nos ha comprado para que seamos su pueblo. Dios hizo todo esto para que nosotros le diéramos gloria y alabanza.



SALMO 119:1-8

Sal 119:1
*Alef.
Felices son los íntegros, los que siguen las enseñanzas del SEÑOR.
Sal 119:2 Felices son los que obedecen sus leyes y lo buscan con todo el corazón.
Sal 119:3 No negocian con el mal y andan sólo en los caminos del SEÑOR.
Sal 119:4 Nos has ordenado que cumplamos cuidadosamente tus mandamientos.
Sal 119:5 ¡Oh, cuánto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de tus decretos!
Sal 119:6 Entonces no tendré vergüenza cuando compare mi vida con tus mandatos.
Sal 119:7 A medida que aprendo tus justas ordenanzas, te daré las gracias viviendo como debo hacerlo.
Sal 119:8 Obedeceré tus decretos; ¡por favor, no te des por vencido conmigo!

LECTURA PARA LA NOCHE

1 REYES    1

1Re 1:1 El rey David era ya muy anciano y, por más frazadas que le ponían, no podía entrar en calor.
1Re 1:2 Así que sus consejeros le dijeron: «Busquemos una joven virgen que lo atienda y lo cuide, mi señor; dormirá en sus brazos y le quitará el frío».
1Re 1:3 Entonces buscaron una muchacha hermosa por toda la tierra de Israel y encontraron a Abisag, de Sunem, y se la llevaron al rey.
1Re 1:4 La joven era muy hermosa; cuidaba al rey y lo atendía, pero el rey no tuvo relaciones sexuales con ella.
1Re 1:5 Por ese tiempo, Adonías, hijo de David, cuya madre era Haguit, comenzó a jactarse diciendo: «Voy a proclamarme rey». Así que consiguió carros de guerra con sus conductores y reclutó cincuenta hombres para que corrieran delante de él.
1Re 1:6 Ahora bien, su padre, el rey David, jamás lo había disciplinado, ni siquiera le preguntaba: «¿Por qué haces esto o aquello?». Adonías había nacido después de Absalón y era muy apuesto.
1Re 1:7 Adonías se apoyó en Joab, hijo de Sarvia, y en el sacerdote Abiatar, y ellos aceptaron ayudarlo a llegar a ser rey.
1Re 1:8 Sin embargo, el sacerdote Sadoc y Benaía, hijo de Joiada, junto con el profeta Natán, Simei, Rei y la guardia personal de David se negaron a ayudar a Adonías.
1Re 1:9 Adonías se dirigió a la peña de Zohélet,* cerca del manantial de En-rogel, y allí sacrificó ovejas, ganado y terneros engordados. Invitó a todos sus hermanos —los demás hijos del rey David— y a todos los funcionarios reales de Judá;
1Re 1:10 pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaía, ni a la guardia personal del rey, ni a su hermano Salomón.
1Re 1:11 Entonces Natán fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón, y le preguntó: «¿No te has enterado de que el hijo de Haguit, Adonías, se proclamó rey, y nuestro señor David ni siquiera lo sabe?
1Re 1:12 Si deseas salvar tu vida y la de tu hijo Salomón, sigue mi consejo.
1Re 1:13 Ve ya mismo a ver al rey David y dile: “Mi señor el rey, ¿acaso no me hiciste un juramento cuando me dijiste: ‘Definitivamente tu hijo Salomón será el próximo rey y se sentará en mi trono?’. Entonces, ¿por qué Adonías se ha proclamado rey?”.
1Re 1:14 Y mientras tú aún estés hablando con el rey, yo llegaré y confirmaré todo lo que le has dicho».
1Re 1:15 Entonces Betsabé entró en la habitación del rey (David era ya muy viejo y Abisag lo cuidaba)
1Re 1:16 y se inclinó ante él. —¿En qué te puedo ayudar? —le preguntó el rey.
1Re 1:17 Ella le contestó: —Mi señor, usted hizo un juramento delante del SEÑOR su Dios cuando me dijo: “Te aseguro que tu hijo Salomón será el próximo rey y se sentará en mi trono”.
1Re 1:18 Sin embargo, Adonías se proclamó rey, y mi señor el rey ni siquiera se ha enterado.
1Re 1:19 Ha sacrificado gran cantidad de ganado, terneros engordados y ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey a la celebración. También invitó al sacerdote Abiatar y a Joab, comandante del ejército, pero no invitó a su siervo Salomón.
1Re 1:20 Y ahora, mi señor el rey, todo Israel está esperando que usted anuncie quién será el próximo rey.
1Re 1:21 Si no toma alguna medida, mi hijo Salomón y yo seremos tratados como criminales en cuanto mi señor el rey haya muerto.
1Re 1:22 Mientras ella aún hablaba con el rey, llegó el profeta Natán.
1Re 1:23 Los funcionarios del rey le informaron: «El profeta Natán está aquí y quiere verlo». Entonces Natán entró y se inclinó ante el rey con el rostro en tierra
1Re 1:24 y le preguntó al rey: «Mi señor el rey, ¿ya has decidido que sea Adonías el próximo rey que se siente en tu trono?
1Re 1:25 Hoy él sacrificó gran cantidad de ganado, terneros engordados y ovejas, e invitó a todos los hijos del rey a la celebración. También invitó a los comandantes del ejército y al sacerdote Abiatar. Ahora están festejando y bebiendo con él, y gritan: “¡Qué viva el rey Adonías!”;
1Re 1:26 pero a mí no me invitó, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaía, ni a tu siervo Salomón.
1Re 1:27 ¿Acaso mi señor el rey ha hecho esto sin informar a ninguno de sus funcionarios acerca de quién sería el próximo rey?».
1Re 1:28 Entonces el rey David respondió: «¡Llamen a Betsabé!». Así que Betsabé volvió a entrar y se quedó de pie delante del rey,
1Re 1:29 y el rey repitió su juramento: —Tan cierto como que el SEÑOR vive y me ha rescatado de todo peligro,
1Re 1:30 tu hijo Salomón será el próximo rey y se sentará en mi trono este mismo día, tal como te lo juré delante del SEÑOR, Dios de Israel.
1Re 1:31 Entonces Betsabé se inclinó ante el rey con el rostro en tierra y exclamó: —¡Que viva por siempre mi señor, el rey David!
1Re 1:32 Entonces el rey David ordenó: «Llamen al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaía, hijo de Joiada». Cuando ellos llegaron a la presencia del rey,
1Re 1:33 él les dijo: —Lleven a Salomón y a mis funcionarios hasta el manantial de Gihón. Salomón irá montado en mi mula.
1Re 1:34 Una vez allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán rey de Israel. Hagan sonar el cuerno de carnero y griten: “¡Qué viva el rey Salomón!”.
1Re 1:35 Luego escóltenlo de regreso, y él se sentará en mi trono. Él me sucederá en el trono, porque yo lo he nombrado para que sea gobernante de Israel y de Judá.
1Re 1:36 —¡Amén! —respondió Benaía, hijo de Joiada—. Que el SEÑOR, Dios de mi señor el rey, ordene que así sea.
1Re 1:37 Que el SEÑOR esté con Salomón así como ha estado contigo, mi señor el rey, ¡y que engrandezca el reino de Salomón aún más que el suyo!
1Re 1:38 Entonces el sacerdote Sadoc y el profeta Natán junto con Benaía, hijo de Joiada, y la guardia personal del rey* llevaron a Salomón hasta el manantial de Gihón; y Salomón iba montado en la mula que pertenecía al rey David.
1Re 1:39 Allí el sacerdote Sadoc tomó de la carpa sagrada el frasco de aceite de oliva, y ungió a Salomón con el aceite. Luego hicieron sonar el cuerno de carnero, y toda la gente gritó: «¡Qué viva el rey Salomón!».
1Re 1:40 Toda la multitud siguió a Salomón hasta Jerusalén, tocando flautas y gritando de alegría. La celebración estaba tan alegre y estruendosa que el sonido hacía temblar la tierra.
1Re 1:41 Adonías y sus invitados escucharon la celebración y los gritos casi al terminar el banquete. Cuando Joab oyó el sonido del cuerno de carnero, preguntó: «¿Qué está pasando? ¿Por qué hay tanto alboroto en la ciudad?».
1Re 1:42 No había terminado de hablar, cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar. —Entra —le dijo Adonías—, porque eres un hombre bueno. Seguramente traes buenas noticias.
1Re 1:43 —¡Para nada! —respondió Jonatán—. ¡Nuestro señor, el rey David, acaba de proclamar rey a Salomón!
1Re 1:44 El rey lo envió al manantial de Gihón con el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, y Benaía, hijo de Joiada, e iban protegidos por la guardia personal del rey. Montaron a Salomón en la mula del rey
1Re 1:45 y Sadoc y Natán lo ungieron rey en el manantial de Gihón. Acaban de regresar, y toda la ciudad está celebrando y festejando. Por eso hay tanto ruido.
1Re 1:46 Es más, ahora mismo Salomón está sentado en el trono real como rey,
1Re 1:47 y todos los funcionarios reales han ido a felicitar al rey David y a decirle: “¡Que su Dios aumente la fama de Salomón aún más que la suya, y que engrandezca el reinado de Salomón aún más que el suyo!”. Entonces el rey inclinó la cabeza en adoración mientras estaba en su cama
1Re 1:48 y dijo: “Alabado sea el SEÑOR, Dios de Israel, quien el día de hoy ha escogido a un sucesor que se siente en mi trono mientras yo aún vivo para presenciarlo”.
1Re 1:49 Entonces todos los invitados de Adonías, presos del pánico, saltaron de la mesa del banquete y se dispersaron velozmente.
1Re 1:50 Adonías tuvo miedo de Salomón, por lo que corrió a la carpa sagrada y se agarró de los cuernos del altar.
1Re 1:51 Pronto llegó a Salomón la noticia de que Adonías, por temor, se había agarrado de los cuernos del altar y rogaba: «¡Que el rey Salomón jure hoy que no me matará!».
1Re 1:52 Salomón respondió: «Si él demuestra ser leal, no se le tocará un pelo de la cabeza; pero si causa problemas, morirá».
1Re 1:53 Entonces el rey Salomón mandó llamar a Adonías, y lo bajaron del altar. Adonías llegó y se inclinó respetuosamente ante el rey Salomón, quien lo despidió diciéndole: «Vete a tu casa».

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