APOSENTO ALTO

viernes, 2 de junio de 2017

LECTURA BÍBLICA 2 DE JUNIO

LECTURA PARA LA MAÑANA

LUCAS    1:26-38

Luc 1:26 Cuando Elisabet estaba en su sexto mes de embarazo, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, una aldea de Galilea,
Luc 1:27 a una virgen llamada María. Ella estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David.
Luc 1:28 Gabriel se le apareció y dijo: «¡Saludos, mujer favorecida! ¡El Señor está contigo!»*.
Luc 1:29 Confusa y perturbada, María trató de pensar lo que el ángel quería decir.
Luc 1:30 —No tengas miedo, María —le dijo el ángel—, ¡porque has hallado el favor de Dios!
Luc 1:31 Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Luc 1:32 Él será muy grande y lo llamarán Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David.
Luc 1:33 Y reinará sobre Israel* para siempre; ¡su reino no tendrá fin!
Luc 1:34 —¿Pero cómo podrá suceder esto? —le preguntó María al ángel —. Soy virgen.
Luc 1:35 El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto, el bebé que nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios.
Luc 1:36 Además, tu parienta Elisabet, ¡quedó embarazada en su vejez! Antes la gente decía que ella era estéril, pero ha concebido un hijo y ya está en su sexto mes de embarazo.
Luc 1:37 Pues nada es imposible para Dios.*
Luc 1:38 María respondió: —Soy la sierva del Señor. Que se cumpla todo lo que has dicho acerca de mí. Y el ángel la dejó.



EFESIOS 1:15-23

Efe 1:15 Desde que me enteré de su profunda fe en el Señor Jesús y del amor que tienen por el pueblo de Dios en todas partes,*
Efe 1:16 no he dejado de dar gracias a Dios por ustedes. Los recuerdo constantemente en mis oraciones
Efe 1:17 y le pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo, que les dé sabiduría espiritual* y percepción, para que crezcan en el conocimiento de Dios.
Efe 1:18 Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó —es decir, su pueblo santo—, quienes son su rica y gloriosa herencia.*
Efe 1:19 También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder
Efe 1:20 que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales.
Efe 1:21 Ahora Cristo está muy por encima de todo, sean gobernantes o autoridades o poderes o dominios o cualquier otra cosa, no sólo en este mundo sino también en el mundo que vendrá.
Efe 1:22 Dios ha puesto todo bajo la autoridad de Cristo, a quien hizo cabeza de todas las cosas para beneficio de la iglesia.
Efe 1:23 Y la iglesia es el cuerpo de Cristo; él la completa y la llena, y también es quien da plenitud a todas las cosas en todas partes con su presencia.



SALMO 119:9-16

Sal 119:9
Bet
¿Cómo puede un joven mantenerse puro? Obedeciendo tu palabra.
Sal 119:10 Me esforcé tanto por encontrarte, no permitas que me aleje de tus mandatos.
Sal 119:11 He guardado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti.
Sal 119:12 Te alabo, oh SEÑOR; enséñame tus decretos.
Sal 119:13 Recité en voz alta todas las ordenanzas que nos has dado.
Sal 119:14 Me alegré en tus leyes tanto como en las riquezas.
Sal 119:15 Estudiaré tus mandamientos y reflexionaré sobre tus caminos.
Sal 119:16 Me deleitaré en tus decretos y no olvidaré tu palabra.


LECTURA PARA LA NOCHE

1 REYES    2-3

1Re 2:1 Cuando ya se acercaba el momento de morir, el rey David le dio el siguiente encargo a su hijo Salomón:
1Re 2:2 «Yo voy camino al lugar donde todos partirán algún día. Ten valor y sé hombre.
1Re 2:3 Cumple los requisitos del SEÑOR tu Dios y sigue todos sus caminos. Obedece los decretos, los mandatos, las ordenanzas y las leyes que están escritos en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y dondequiera que vayas.
1Re 2:4 Si lo haces, el SEÑOR cumplirá la promesa que me hizo cuando me dijo: “Si tus descendientes viven como debe ser y me siguen fielmente, con todo el corazón y con toda el alma, siempre habrá uno de ellos en el trono de Israel.”
1Re 2:5 »Además, tú ya sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, cuando mató a mis dos comandantes del ejército: a Abner, hijo de Ner, y a Amasa, hijo de Jeter. Él pretendió que fue un acto de guerra, pero estábamos en tiempo de paz,* con lo cual manchó con sangre inocente* su cinto y sus sandalias.
1Re 2:6 Haz con él lo que mejor te parezca, pero no permitas que envejezca y vaya a la tumba en paz.*
1Re 2:7 »Sé bondadoso con los hijos de Barzilai, de Galaad. Haz que sean invitados permanentes en tu mesa, porque ellos me cuidaron cuando yo huía de tu hermano Absalón.
1Re 2:8 »Acuérdate de Simei, hijo de Gera, el hombre de Bahurim de la tribu de Benjamín. Él me maldijo con una maldición terrible cuando yo escapaba hacia Mahanaim. Cuando vino a verme al río Jordán, yo le juré por el SEÑOR que no lo mataría;
1Re 2:9 pero ese juramento no lo hace inocente. Tú eres un hombre sabio y sabrás cómo darle una muerte sangrienta».*
1Re 2:10 Luego David murió y fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David.
1Re 2:11 David reinó en Israel durante cuarenta años, siete de ellos en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
1Re 2:12 Salomón lo sucedió y se sentó en el trono de David, su padre, y su reino se estableció firmemente.
1Re 2:13 Cierto día Adonías, cuya madre era Haguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. —¿Vienes en son de paz? —le preguntó Betsabé. —Sí —contestó él—, vengo en paz.
1Re 2:14 Quiero pedirte un favor. —¿De qué se trata? —le preguntó ella.
1Re 2:15 Él contestó: —Como sabes, el reino me correspondía a mí; todo Israel quería que yo fuera el siguiente rey. Pero todo cambió, y el reino pasó a mi hermano porque el SEÑOR así lo quiso.
1Re 2:16 Ahora sólo tengo un favor que pedirte, no me lo niegues. —¿De qué se trata? —preguntó ella.
1Re 2:17 Él contestó: —Habla con el rey Salomón de mi parte, porque yo sé que él hará cualquier cosa que tú le pidas. Dile que me permita casarme con Abisag, la muchacha de Sunem.
1Re 2:18 —Está bien —respondió Betsabé—. Le hablaré al rey por ti.
1Re 2:19 Entonces Betsabé fue a ver al rey para hablarle en nombre de Adonías. El rey se levantó de su trono para recibirla y se inclinó ante ella. Cuando volvió a sentarse en su trono, ordenó que trajeran un trono para su madre, y ella se sentó a la derecha del rey.
1Re 2:20 —Tengo un pequeño favor que pedirte —le dijo ella—. Espero que no me lo niegues. —¿De qué se trata, madre mía? —preguntó el rey—. Tú sabes que no te lo negaré.
1Re 2:21 —Entonces permite que tu hermano Adonías se case con Abisag, la muchacha de Sunem —contestó ella.
1Re 2:22 —¿Cómo es posible que tú me pidas que entregue a Abisag en matrimonio a Adonías? —preguntó el rey Salomón—. ¡Sería lo mismo que pedirme que le dé el reino! Tú sabes que él es mi hermano mayor y que tiene de su lado al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia.
1Re 2:23 Entonces el rey Salomón hizo un juramento delante del SEÑOR diciendo: —Que Dios me hiera e incluso me mate si Adonías no ha sellado su destino con esta petición.
1Re 2:24 El SEÑOR me ha confirmado y me ha puesto en el trono de David, mi padre; él ha establecido mi dinastía, tal como lo prometió. Por lo tanto, ¡tan cierto como que el SEÑOR vive, Adonías morirá hoy mismo!
1Re 2:25 Entonces el rey Salomón le ordenó a Benaía, hijo de Joiada, que lo ejecutara; y Adonías murió.
1Re 2:26 Luego el rey dijo al sacerdote Abiatar: «Regresa a tu casa, en Anatot. Mereces morir, pero no voy a matarte ahora porque tú cargaste el arca del SEÑOR Soberano para David, mi padre, y estuviste con él en todas sus dificultades».
1Re 2:27 De ese modo Salomón expulsó a Abiatar del cargo de sacerdote del SEÑOR, y así se cumplió la profecía que el SEÑOR había dado en Silo acerca de los descendientes de Elí.
1Re 2:28 Joab no se había unido anteriormente a la rebelión de Absalón, pero sí se había sumado a la rebelión de Adonías. Así que, al enterarse de la muerte de Adonías, corrió a la carpa sagrada del SEÑOR y se agarró de los cuernos del altar.
1Re 2:29 Cuando se lo informaron al rey, Salomón mandó a Benaía, hijo de Joiada, a ejecutarlo.
1Re 2:30 Benaía fue a la carpa sagrada del SEÑOR y le dijo a Joab: —¡El rey te ordena que salgas! Pero Joab respondió: —No, aquí moriré. Entonces Benaía regresó a ver al rey y le informó lo que Joab había dicho.
1Re 2:31 «Haz lo que él pide —respondió el rey—. Mátalo allí, junto al altar, y entiérralo. Así se borrará de la familia de mi padre la culpa de los asesinatos sin sentido que cometió Joab.
1Re 2:32 El SEÑOR le cobrará* las muertes de dos hombres que eran más justos y mejores que él, ya que mi padre no sabía nada de las muertes de Abner, hijo de Ner, comandante del ejército de Israel y de Amasa, hijo de Jeter, comandante del ejército de Judá.
1Re 2:33 Que Joab y sus descendientes sean por siempre culpables de la sangre de ellos, y que el SEÑOR conceda paz a David, a sus descendientes, a su dinastía y a su trono para siempre».
1Re 2:34 Entonces Benaía, hijo de Joiada, volvió a la carpa sagrada y mató a Joab, y fue enterrado junto a su casa en el desierto.
1Re 2:35 Después, el rey nombró comandante del ejército a Benaía en lugar de Joab, y puso al sacerdote Sadoc en lugar de Abiatar.
1Re 2:36 Luego el rey mandó llamar a Simei y le dijo: —Construye una casa aquí en Jerusalén y vive en ella pero no salgas de la ciudad por ningún motivo.
1Re 2:37 Pues el día que salgas y pases el valle de Cedrón, ciertamente morirás, y tu sangre volverá sobre tu propia cabeza.
1Re 2:38 Simei respondió: —Tu sentencia es justa; haré todo lo que mi señor el rey mande. Por lo tanto, Simei vivió en Jerusalén un largo tiempo.
1Re 2:39 Sin embargo, tres años después, dos esclavos de Simei se fugaron a Gat, donde reinaba Aquis, hijo de Maaca. Cuando Simei supo dónde estaban,
1Re 2:40 ensilló su burro y fue a Gat a buscarlos. Una vez que los encontró, los llevó de regreso a Jerusalén.
1Re 2:41 Salomón se enteró de que Simei había salido de Jerusalén, que había ido a Gat y regresado.
1Re 2:42 Así que el rey lo mandó llamar y le preguntó: «¿No te hice jurar por el SEÑOR y te advertí que no salieras a ninguna parte, o de lo contrario morirías? Y tú respondiste: “La sentencia es justa; haré lo que mandes”.
1Re 2:43 Entonces, ¿por qué no cumpliste tu juramento al SEÑOR ni obedeciste mi orden?».
1Re 2:44 El rey también le dijo: «Seguramente recordarás todas las maldades que le hiciste a mi padre David. Que ahora el SEÑOR traiga todo ese mal sobre tu cabeza;
1Re 2:45 pero que yo, el rey Salomón, reciba las bendiciones del SEÑOR, y que siempre haya un descendiente de David sentado en este trono, en presencia del SEÑOR».
1Re 2:46 Entonces, por orden del rey, Benaía, hijo de Joiada, llevó a Simei afuera y lo mató. De ese modo, el reino quedó afianzado en manos de Salomón.
1Re 3:1 Salomón hizo una alianza con el faraón, rey de Egipto, y se casó con una de sus hijas. Se la llevó a vivir a la Ciudad de David mientras terminaba de construir su palacio, el templo del SEÑOR y la muralla que rodeaba la ciudad.
1Re 3:2 En ese tiempo, el pueblo de Israel sacrificaba sus ofrendas en los lugares de culto de la región, porque todavía no se había construido un templo en honor al nombre del SEÑOR.
1Re 3:3 Salomón amaba al SEÑOR y seguía todos los decretos de su padre David; sin embargo, él también ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares de culto de la región.
1Re 3:4 El más importante de esos lugares de culto se encontraba en Gabaón; así que el rey fue allí y sacrificó mil ofrendas quemadas.
1Re 3:5 Esa noche, el SEÑOR se le apareció a Salomón en un sueño y Dios le dijo: —¿Qué es lo que quieres? ¡Pídeme, y yo te lo daré!
1Re 3:6 Salomón contestó: —Tú mostraste fiel amor hacia tu siervo David, mi padre, un hombre transparente y leal, quien te fue fiel. Hoy sigues mostrándole tu fiel amor al darle un hijo que se siente en su trono.
1Re 3:7 »Ahora pues, SEÑOR mi Dios, tú me has hecho rey en lugar de mi padre David, pero soy como un niño pequeño que no sabe por dónde ir.
1Re 3:8 Sin embargo, aquí estoy en medio de tu pueblo escogido, ¡una nación tan grande y numerosa que no se puede contar!
1Re 3:9 Dame un corazón comprensivo para que pueda gobernar bien a tu pueblo, y sepa la diferencia entre el bien y el mal. Pues, ¿quién puede gobernar por su propia cuenta a este gran pueblo tuyo?
1Re 3:10 Al Señor le agradó que Salomón pidiera sabiduría.
1Re 3:11 Así que le respondió: —Como pediste sabiduría para gobernar a mi pueblo con justicia y no has pedido una larga vida, ni riqueza, ni la muerte de tus enemigos,
1Re 3:12 ¡te concederé lo que me has pedido! Te daré un corazón sabio y comprensivo, como nadie nunca ha tenido ni jamás tendrá.
1Re 3:13 Además, te daré lo que no me pediste: riquezas y fama. Ningún otro rey del mundo se comparará a ti por el resto de tu vida.
1Re 3:14 Y si tú me sigues y obedeces mis decretos y mis mandatos como lo hizo tu padre David, también te daré una larga vida.
1Re 3:15 Entonces Salomón se despertó y se dio cuenta de que había sido un sueño. Volvió a Jerusalén, se presentó delante del arca del pacto del Señor y allí sacrificó ofrendas quemadas y ofrendas de paz. Luego invitó a todos sus funcionarios a un gran banquete.
1Re 3:16 Tiempo después, dos prostitutas fueron a ver al rey para resolver un asunto.
1Re 3:17 Una de ellas comenzó a rogarle: «Ay, mi señor, esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Ella estaba conmigo en la casa cuando yo di a luz a mi bebé.
1Re 3:18 Tres días después, ella también tuvo un bebé. Estábamos las dos solas y no había nadie más en la casa.
1Re 3:19 »Ahora bien, su bebé murió durante la noche porque ella se acostó encima de él.
1Re 3:20 Luego ella se levantó a la medianoche y sacó a mi hijo de mi lado mientras yo dormía; puso a su hijo muerto en mis brazos y se llevó al mío a dormir con ella.
1Re 3:21 A la mañana siguiente, cuando quise amamantar a mi hijo, ¡el bebé estaba muerto! Pero cuando lo observé más de cerca, a la luz del día, me di cuenta de que no era mi hijo».
1Re 3:22 Entonces la otra mujer interrumpió: —Claro que era tu hijo, y el niño que está vivo es el mío. —¡No! —dijo la mujer que habló primero—, el niño que está vivo es el mío y el que está muerto es el tuyo. Así discutían sin parar delante del rey.
1Re 3:23 Entonces el rey dijo: «Aclaremos los hechos. Las dos afirman que el niño que está vivo es suyo, y cada una dice que el que está muerto pertenece a la otra.
1Re 3:24 Muy bien, tráiganme una espada». Así que le trajeron una espada.
1Re 3:25 Luego dijo: «¡Partan al niño que está vivo en dos, y denle la mitad del niño a una y la otra mitad a la otra!».
1Re 3:26 Entonces la verdadera madre del niño, la que lo amaba mucho, gritó: «¡Oh no, mi señor! ¡Denle el niño a ella, pero por favor no lo maten!». En cambio, la otra mujer dijo: «Me parece bien, así no será ni tuyo ni mío; ¡divídanlo entre las dos!».
1Re 3:27 Entonces el rey dijo: «No maten al niño; dénselo a la mujer que desea que viva, ¡porque ella es la madre!».
1Re 3:28 Cuando el pueblo se enteró de la decisión que había tomado el rey, todos en Israel quedaron admirados porque reconocieron la sabiduría que Dios le había dado para impartir justicia.

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