APOSENTO ALTO

sábado, 24 de junio de 2017

LECTURA BÍBLICA 24 DE JUNIO

LECTURA PARA LA MAÑANA

LUCAS    6:43-49

Luc 6:43 »Un buen árbol no puede producir frutos malos, y un árbol malo no puede producir frutos buenos.
Luc 6:44 Al árbol se le identifica por su fruto. Los higos no se recogen de los espinos, y las uvas no se cosechan de las zarzas.
Luc 6:45 Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón.
Luc 6:46 »Así que, ¿por qué siguen llamándome “¡Señor, Señor!” cuando no hacen lo que digo?
Luc 6:47 Les mostraré cómo es cuando una persona viene a mí, escucha mi enseñanza y después la sigue.
Luc 6:48 Es como una persona que, para construir una casa, cava hondo y echa los cimientos sobre roca sólida. Cuando suben las aguas de la inundación y golpean contra esa casa, ésta queda intacta porque está bien construida.
Luc 6:49 Pero el que oye y no obedece es como una persona que construye una casa sin cimientos. Cuando las aguas de la inundación azoten esa casa, se derrumbará en un montón de escombros».

FILIPENSES 4:8-13

Flp 4:8 Y ahora, amados hermanos, una cosa más para terminar. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza.
Flp 4:9 No dejen de poner en práctica todo lo que aprendieron y recibieron de mí, todo lo que oyeron de mis labios y vieron que hice. Entonces el Dios de paz estará con ustedes.
Flp 4:10 ¡Cuánto alabo al Señor de que hayan vuelto a preocuparse por mí! Sé que siempre se han preocupado por mí, pero no tenían la oportunidad de ayudarme.
Flp 4:11 No que haya pasado necesidad alguna vez, porque he aprendido a estar contento con lo que tengo.
Flp 4:12 Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco.
Flp 4:13 Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo,* quien me da las fuerzas.





SALMO 121

Sal 121:1
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
Levanto la vista hacia las montañas, ¿viene de allí mi ayuda?
Sal 121:2 ¡Mi ayuda viene del SEÑOR, quien hizo el cielo y la tierra!
Sal 121:3 Él no permitirá que tropieces; el que te cuida no se dormirá.
Sal 121:4 En efecto, el que cuida a Israel nunca duerme ni se adormece.
Sal 121:5 ¡El SEÑOR mismo te cuida! El SEÑOR está a tu lado como tu sombra protectora.
Sal 121:6 El sol no te hará daño durante el día, ni la luna durante la noche.
Sal 121:7 El SEÑOR te libra de todo mal y cuida tu vida.
Sal 121:8 El SEÑOR te protege al entrar y al salir, ahora y para siempre.




LECTURA PARA LA NOCHE

2 REYES    22-23

2Re 22:1 Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén treinta y un años. Su madre se llamaba Jedida y era hija de Adaía, de Boscat.
2Re 22:2 Él hizo lo que era agradable a los ojos del SEÑOR y siguió el ejemplo de su antepasado David; no se apartó de lo que era correcto.
2Re 22:3 Durante el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió al templo del SEÑOR a Safán, hijo de Azalía y nieto de Mesulam, secretario de la corte. Le dijo:
2Re 22:4 «Ve a ver al sumo sacerdote Hilcías y pídele que cuente el dinero que los porteros han recaudado de la gente en el templo del SEÑOR.
2Re 22:5 Confía este dinero a los hombres que fueron designados para supervisar la restauración del templo. Así ellos podrán usarlo para pagar a los trabajadores que reparan el templo del SEÑOR.
2Re 22:6 Tendrán que contratar carpinteros, constructores y albañiles. También haz que compren toda la madera y la piedra labrada que se necesite para reparar el templo;
2Re 22:7 pero no les exijas a los supervisores de la construcción que lleven cuenta del dinero que reciben, porque son hombres honestos y dignos de confianza».
2Re 22:8 El sumo sacerdote Hilcías le dijo a Safán, secretario de la corte: «¡He encontrado el libro de la ley en el templo del SEÑOR!». Entonces Hilcías le dio el rollo a Safán, y él lo leyó.
2Re 22:9 Safán fue a ver al rey y le informó: «Tus funcionarios han entregado el dinero recaudado en el templo del SEÑOR a los trabajadores y a los supervisores del templo».
2Re 22:10 Safán también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me entregó un rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.
2Re 22:11 Cuando el rey oyó lo que estaba escrito en el libro de la ley, rasgó su ropa en señal de desesperación.
2Re 22:12 Luego dio las siguientes órdenes a Hilcías, el sacerdote; a Ahicam, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Micaías; a Safán, secretario de la corte y a Asaías, consejero personal del rey:
2Re 22:13 «Vayan al templo y consulten al SEÑOR por mí, por el pueblo y por toda la gente de Judá. Pregunten acerca de las palabras escritas en este rollo que se encontró. Pues el gran enojo del SEÑOR arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron las palabras de este rollo. No hemos estado haciendo todo lo que dice que debemos hacer».
2Re 22:14 Entonces el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías se dirigieron al Barrio Nuevo* de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la esposa de Salum, hijo de Ticvah, hijo de Harhas, el encargado del guardarropa del templo.
2Re 22:15 Ella les dijo: «¡El SEÑOR, Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que los envió:
2Re 22:16 “Esto dice el SEÑOR: ‘Traeré desastre sobre esta ciudad* y sobre sus habitantes. Todas las palabras escritas en el rollo que el rey de Judá leyó se cumplirán,
2Re 22:17 pues los de mi pueblo me han abandonado y han ofrecido sacrificios a dioses paganos. Estoy muy enojado con ellos por todo lo que han hecho. Mi enojo arderá contra este lugar y no se apagará’ ”.
2Re 22:18 »Vayan a ver al rey de Judá, quien los envió a buscar al SEÑOR, y díganle: “Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel, acerca del mensaje que acabas de escuchar:
2Re 22:19 ‘Estabas apenado y te humillaste ante el SEÑOR al oír lo que yo pronuncié contra esta ciudad y sus habitantes, que esta tierra sería maldita y quedaría desolada. Rasgaste tu ropa en señal de desesperación y lloraste delante de mí, arrepentido. Ciertamente te escuché, dice el SEÑOR.
2Re 22:20 Por eso, no enviaré el desastre que he prometido hasta después de que hayas muerto y seas enterrado en paz. Tú no llegarás a ver la calamidad que traeré sobre esta ciudad’ ”». De modo que llevaron su mensaje al rey.
2Re 23:1 Entonces el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
2Re 23:2 Luego subió al templo del SEÑOR junto con todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, acompañado por los sacerdotes y los profetas: toda la gente, desde el menos importante hasta el más importante. Allí el rey les leyó todo el libro del pacto, que se había encontrado en el templo del SEÑOR.
2Re 23:3 El rey tomó su lugar de autoridad junto a la columna y renovó el pacto en presencia del SEÑOR. Se comprometió a obedecer al SEÑOR cumpliendo sus mandatos, leyes y decretos con todo el corazón y con toda el alma. De esa manera, confirmó todas las condiciones del pacto que estaban escritas en el rollo, y toda la gente se comprometió con el pacto.
2Re 23:4 Seguidamente el rey dio instrucciones al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo rango y a los porteros del templo para que quitaran del templo del SEÑOR todos los objetos que se usaban para rendir culto a Baal, a Asera y a todos los poderes de los cielos. El rey hizo quemar todas estas cosas fuera de Jerusalén, en las terrazas del valle de Cedrón, y llevó las cenizas a Betel.
2Re 23:5 Eliminó a los sacerdotes idólatras, que habían sido nombrados por los reyes anteriores de Judá, porque ofrecían sacrificios en los santuarios paganos por todo el territorio de Judá y hasta en los alrededores de Jerusalén. También ofrecían sacrificios a Baal, al sol, a la luna, a las constelaciones y a todos los poderes de los cielos.
2Re 23:6 El rey quitó del templo del SEÑOR el poste dedicado a la diosa Asera y lo llevó fuera de Jerusalén, al valle de Cedrón, donde lo quemó. Luego molió las cenizas del poste hasta hacerlas polvo y tiró el polvo sobre las tumbas de la gente.
2Re 23:7 También derribó las habitaciones de los prostitutos y las prostitutas de los santuarios paganos ubicados dentro del templo del SEÑOR, donde las mujeres tejían mantos para el poste dedicado a la diosa Asera.
2Re 23:8 Josías trasladó a Jerusalén a todos los sacerdotes que vivían en otras ciudades de Judá. También profanó los santuarios paganos donde habían ofrecido sacrificios, desde Geba hasta Beerseba. Destruyó los santuarios que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de Jerusalén. Esta puerta estaba situada a la izquierda de la puerta principal de la entrada a la ciudad.
2Re 23:9 A los sacerdotes que habían servido en los santuarios paganos no se les permitió* servir en el altar del SEÑOR, en Jerusalén, pero se les dio permiso para comer pan sin levadura con los otros sacerdotes.
2Re 23:10 Después el rey profanó el altar de Tofet en el valle de Ben-Hinom, a fin de que nunca más nadie lo usara para sacrificar a un hijo o una hija en el fuego,* como ofrenda a Moloc.
2Re 23:11 También quitó de la entrada del templo del SEÑOR las estatuas de caballos que los reyes anteriores de Judá habían dedicado al sol, las cuales estaban cerca de las habitaciones del eunuco Natán-melec, un funcionario de la corte.* El rey también quemó los carros de guerra dedicados al sol.
2Re 23:12 Josías derribó los altares que los reyes de Judá habían construido en la azotea del palacio, sobre la habitación de Acaz en el piso de arriba. El rey destruyó los altares que Manasés había construido en los dos atrios del templo del SEÑOR. Los hizo añicos* y esparció los pedazos en el valle de Cedrón.
2Re 23:13 El rey también profanó los santuarios paganos que estaban al oriente de Jerusalén y al sur del monte de la Corrupción, donde el rey Salomón de Israel había construido santuarios para Astoret, la diosa detestable de los sidonios; para Quemos, el dios detestable de los moabitas; y para Moloc,* el repugnante dios de los amonitas.
2Re 23:14 Destrozó las columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la diosa Asera. Luego profanó estos lugares al esparcir huesos humanos sobre ellos.
2Re 23:15 El rey también derribó el altar que estaba en Betel, el santuario pagano que Jeroboam, hijo de Nabat, había levantado cuando hizo pecar a Israel. Quemó el santuario y lo molió hasta convertirlo en cenizas, y quemó el poste dedicado a la diosa Asera.
2Re 23:16 Luego Josías se dio vuelta y notó que había varias tumbas en la ladera de la colina. Ordenó que sacaran los huesos y los quemó sobre el altar de Betel para profanarlo. (Todo sucedió tal como lo había anunciado el SEÑOR por medio del hombre de Dios cuando Jeroboam se paró junto al altar durante el festival). Después Josías se dio vuelta y miró hacia arriba, a la tumba del hombre de Dios* que había predicho estas cosas.
2Re 23:17 —¿Qué es ese monumento que está allí? —preguntó Josías. Y la gente de la ciudad contestó: —¡Es la tumba del hombre de Dios que vino desde Judá y predijo precisamente lo que tú acabas de hacer al altar de Betel!
2Re 23:18 —¡Déjenlo en paz! —respondió Josías—, ¡no molesten sus huesos! Por lo tanto, no quemaron sus huesos ni los del viejo profeta de Samaria.
2Re 23:19 Después Josías demolió todas las edificaciones que había en los santuarios paganos de los pueblos de Samaria, tal como lo hizo en Betel. Estas construcciones fueron obra de diversos reyes de Israel y con ellas hicieron enojar mucho al SEÑOR.*
2Re 23:20 Por último, el rey ejecutó a los sacerdotes de los santuarios paganos sobre sus propios altares y quemó huesos humanos en los altares para profanarlos. Cuando terminó, volvió a Jerusalén.
2Re 23:21 Luego el rey Josías emitió la siguiente orden para todo el pueblo: «Ustedes deben celebrar la Pascua para el SEÑOR su Dios, como se exige en este libro del pacto».
2Re 23:22 No se había celebrado una Pascua igual desde la época en que los jueces gobernaban en Israel, ni durante todos los años de los reyes de Israel y de Judá.
2Re 23:23 La Pascua se celebró en Jerusalén en honor al SEÑOR, en el año dieciocho del reinado de Josías.
2Re 23:24 Josías también se deshizo de los médiums y los videntes, de los dioses familiares, de los ídolos,* y de todas las demás prácticas detestables, tanto en Jerusalén como por toda la tierra de Judá. Lo hizo en obediencia a las leyes escritas en el rollo que el sacerdote Hilcías había encontrado en el templo del SEÑOR.
2Re 23:25 Nunca antes hubo un rey como Josías, que se volviera al SEÑOR con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, obedeciendo todas las leyes de Moisés. Desde entonces nunca más hubo un rey como él.
2Re 23:26 Aun así, el SEÑOR estaba muy enojado con Judá, debido a todas las perversidades que Manasés había hecho para provocarlo.
2Re 23:27 Pues el SEÑOR dijo: «También expulsaré a Judá de mi presencia, así como expulsé a Israel; y rechazaré a Jerusalén, mi ciudad escogida, y al templo donde debía honrarse mi nombre».
2Re 23:28 Los demás acontecimientos del reinado de Josías y todos sus logros están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá .
2Re 23:29 Durante el reinado de Josías, el faraón Necao, rey de Egipto, fue al río Éufrates para ayudar al rey de Asiria. El rey Josías y su ejército salieron a enfrentarlo,* pero el rey Necao* mató a Josías cuando se encontraron en Meguido.
2Re 23:30 Los funcionarios de Josías llevaron su cuerpo en un carro de guerra desde Meguido hasta Jerusalén y lo enterraron en su tumba. Entonces la gente de la nación ungió a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamó el siguiente rey.
2Re 23:31 Joacaz tenía veintitrés años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna.
2Re 23:32 Joacaz hizo lo malo a los ojos del SEÑOR, igual que sus antepasados.
2Re 23:33 El faraón Necao metió a Joacaz en la cárcel de Ribla, en la tierra de Hamat, para impedir que gobernara* en Jerusalén. También exigió que Judá pagara un tributo de tres mil cuatrocientos kilos de plata, y treinta y cuatro kilos de oro.*
2Re 23:34 Luego el faraón Necao puso en el trono a Eliaquim, otro de los hijos de Josías, para que reinara en lugar de su padre y le cambió el nombre a Joacim. Joacaz fue llevado a Egipto como prisionero, y allí murió.
2Re 23:35 Para obtener la plata y el oro que el faraón Necao exigía como tributo, Joacim recaudaba un impuesto de los habitantes de Judá, para el cual les pedía que pagaran en proporción a sus riquezas.
2Re 23:36 Joacim tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Zebuda y era hija de Pedaías, de Ruma.
2Re 23:37 Él hizo lo malo a los ojos del SEÑOR, igual que sus antepasados.

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