APOSENTO ALTO

jueves, 15 de junio de 2017

LECTURA BÍBLICA 15 DE JUNIO

LECTURA PARA LA MAÑANA

LUCAS    5:1-11

Luc 5:1 Cierto día, mientras Jesús predicaba en la orilla del mar de Galilea,* grandes multitudes se abalanzaban sobre él para escuchar la palabra de Dios.
Luc 5:2 Jesús notó dos barcas vacías en la orilla porque los pescadores las habían dejado mientras lavaban sus redes.
Luc 5:3 Al subir a una de las barcas, Jesús le pidió a Simón,* el dueño de la barca, que la empujara al agua. Luego se sentó en la barca y desde allí enseñaba a las multitudes.
Luc 5:4 Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: —Ahora ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar.
Luc 5:5 —Maestro —respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada. Pero, si tú lo dices, echaré las redes nuevamente.
Luc 5:6 Y esta vez las redes se llenaron de tantos peces, ¡que comenzaron a romperse!
Luc 5:7 Un grito de auxilio atrajo a los compañeros de la otra barca, y pronto las dos barcas estaban llenas de peces y a punto de hundirse.
Luc 5:8 Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había sucedido, cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: —Señor, por favor, aléjate de mí, soy demasiado pecador para estar cerca de ti.
Luc 5:9 Pues estaba muy asombrado por la cantidad de peces que habían sacado, al igual que los otros que estaban con él.
Luc 5:10 Sus compañeros, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, también estaban asombrados. Jesús respondió a Simón: «¡No tengas miedo! ¡De ahora en adelante, pescarás personas!».
Luc 5:11 Y, en cuanto llegaron a tierra firme, dejaron todo y siguieron a Jesús.




FILIPENSES 1:12-20

Flp 1:12 Además, mis amados hermanos, quiero que sepan que todo lo que me ha sucedido en este lugar ha servido para difundir la Buena Noticia.
Flp 1:13 Pues cada persona de aquí —incluida toda la guardia del palacio* —sabe que estoy encadenado por causa de Cristo.
Flp 1:14 Y, dado que estoy preso, la mayoría de los creyentes* de este lugar ha aumentado su confianza y anuncia con valentía el mensaje de Dios* sin temor.
Flp 1:15 Es cierto que algunos predican acerca de Cristo por celos y rivalidad, pero otros lo hacen con intenciones puras.
Flp 1:16 Estos últimos predican porque me aman, pues saben que fui designado para defender la Buena Noticia.
Flp 1:17 Los otros no tienen intenciones puras cuando predican de Cristo. Lo hacen con ambición egoísta, no con sinceridad sino con el propósito de que las cadenas me resulten más dolorosas.
Flp 1:18 Pero eso no importa; sean falsas o genuinas sus intenciones, el mensaje acerca de Cristo se predica de todas maneras, de modo que me gozo. Y seguiré gozándome
Flp 1:19 porque sé que la oración de ustedes y la ayuda del Espíritu de Jesucristo, darán como resultado mi libertad.
Flp 1:20 Tengo la plena seguridad y la esperanza que jamás seré avergonzado, sino que seguiré actuando con valor por Cristo, como lo he hecho en el pasado. Y confío en que mi vida dará honor a Cristo, sea que yo viva o muera.




SALMO 119:113-120

Sal 119:113
Sámec
Detesto a los que tienen divididas sus lealtades, pero amo tus enseñanzas.
Sal 119:114 Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza.
Sal 119:115 Lárguense de mi vida, ustedes los de mente malvada, porque tengo la intención de obedecer los mandatos de mi Dios.
Sal 119:116 ¡SEÑOR, sostenme como prometiste para que viva! No permitas que se aplaste mi esperanza.
Sal 119:117 Sostenme y seré rescatado; entonces meditaré continuamente en tus decretos.
Sal 119:118 Pero has rechazado a todos los que se apartan de tus decretos, quienes no hacen más que engañarse a sí mismos.
Sal 119:119 Desechas a los perversos de la tierra como si fueran desperdicios; ¡con razón me encanta obedecer tus leyes!
Sal 119:120 Me estremezco en temor de ti; quedo en temor reverente ante tus ordenanzas.




LECTURA PARA LA NOCHE

2 REYES    4-5

2Re 4:1 Cierto día, la viuda de un miembro del grupo de profetas fue a ver a Eliseo y clamó: —Mi esposo, quien te servía, ha muerto, y tú sabes cuánto él temía al SEÑOR; pero ahora ha venido un acreedor y me amenaza con llevarse a mis dos hijos como esclavos.
2Re 4:2 —¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó Eliseo—. Dime, ¿qué tienes en tu casa? —No tengo nada, sólo un frasco de aceite de oliva —contestó ella.
2Re 4:3 Entonces Eliseo le dijo: —Pídeles a tus amigos y vecinos que te presten todas las jarras vacías que puedan.
2Re 4:4 Luego ve a tu casa con tus hijos y cierra la puerta. Vierte en las jarras el aceite de oliva que tienes en tu frasco y cuando se llenen ponlas a un lado.
2Re 4:5 Entonces ella hizo lo que se le indicó. Sus hijos le traían las jarras y ella las llenaba una tras otra.
2Re 4:6 ¡Pronto todas las jarras estaban llenas hasta el borde! —Tráeme otra jarra —le dijo a uno de sus hijos. —¡Ya no hay más! —le respondió. Al instante, el aceite de oliva dejó de fluir.
2Re 4:7 Cuando ella le contó al hombre de Dios lo que había sucedido, él le dijo: «Ahora vende el aceite de oliva y paga tus deudas; tú y tus hijos pueden vivir de lo que sobre».
2Re 4:8 Cierto día, Eliseo fue a la ciudad de Sunem y una mujer rica que vivía allí le insistió que fuera a comer a su casa. Después, cada vez que él pasaba por allí, se detenía en esa casa para comer algo.
2Re 4:9 Entonces la mujer le dijo a su esposo: «Estoy segura de que este hombre que pasa por aquí de vez en cuando es un santo hombre de Dios.
2Re 4:10 Construyamos un pequeño cuarto en el techo para él y pongámosle una cama, una mesa, una silla y una lámpara. Así tendrá un lugar dónde quedarse cada vez que pase por aquí».
2Re 4:11 Cierto día, Eliseo regresó a Sunem y subió a ese cuarto para descansar.
2Re 4:12 Entonces le dijo a su sirviente, Giezi: «Dile a la mujer sunamita que quiero hablar con ella». Cuando ella llegó,
2Re 4:13 Eliseo le dijo a Giezi: «Dile: “Agradecemos tu amable interés por nosotros. ¿Qué podemos hacer por ti? ¿Quieres que te recomendemos con el rey o con el comandante del ejército?”». «No —contestó ella—, mi familia me cuida bien».
2Re 4:14 Más tarde, Eliseo le preguntó a Giezi: —¿Qué podemos hacer por ella? —Ella no tiene hijos —contestó Giezi—, y su esposo ya es anciano.
2Re 4:15 —Llámala de nuevo —le dijo Eliseo. La mujer regresó y se quedó de pie en la puerta mientras Eliseo le dijo:
2Re 4:16 —El año que viene, por esta fecha, ¡tendrás un hijo en tus brazos! —¡No, señor mío! —exclamó ella—. Hombre de Dios, no me engañes así ni me des falsas esperanzas.
2Re 4:17 Efectivamente, la mujer pronto quedó embarazada y al año siguiente, por esa fecha, tuvo un hijo, tal como Eliseo le había dicho.
2Re 4:18 Cierto día, el niño, ya más grande, salió a ayudar a su padre en el trabajo con los cosechadores,
2Re 4:19 y de repente gritó: «¡Me duele la cabeza! ¡Me duele la cabeza!». Su padre le dijo a uno de sus sirvientes: «Llévalo a casa, junto a su madre».
2Re 4:20 Entonces el sirviente lo llevó a su casa, y la madre lo sostuvo en su regazo; pero cerca del mediodía, el niño murió.
2Re 4:21 Ella lo subió y lo recostó sobre la cama del hombre de Dios; luego cerró la puerta y lo dejó allí.
2Re 4:22 Después le envió un mensaje a su esposo: «Mándame a uno de los sirvientes y un burro para que pueda ir rápido a ver al hombre de Dios y luego volver enseguida».
2Re 4:23 —¿Por qué ir hoy? —preguntó él—. No es ni festival de luna nueva ni día de descanso. Pero ella dijo: —No importa.
2Re 4:24 Entonces ensilló el burro y le dijo al sirviente: «¡Apúrate! Y no disminuyas el paso a menos que yo te lo diga».
2Re 4:25 Cuando ella se acercaba al hombre de Dios, en el monte Carmelo, Eliseo la vio desde lejos y le dijo a Giezi: «Mira, allí viene la señora de Sunem.
2Re 4:26 Corre a su encuentro y pregúntale: “¿Están todos bien, tú, tu esposo y tu hijo?”». «Sí —contestó ella—, todo bien”.
2Re 4:27 Sin embargo, cuando ella se encontró con el hombre de Dios en la montaña, se postró en el suelo delante de él y se agarró de sus pies. Giezi comenzó a apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala. Está muy angustiada, pero el SEÑOR no me ha dicho qué le pasa».
2Re 4:28 Entonces ella dijo: «¿Acaso yo te pedí un hijo, señor mío? ¿Acaso no te dije: “No me engañes ni me des falsas esperanzas”?».
2Re 4:29 Enseguida Eliseo le dijo a Giezi: «¡Prepárate para salir de viaje,* toma mi vara y vete! No hables con nadie en el camino. Ve rápido y pon la vara sobre el rostro del niño».
2Re 4:30 Pero la madre del niño dijo: «Tan cierto como que el SEÑOR vive y que usted vive, yo no regresaré a mi casa a menos que usted venga conmigo». Así que Eliseo volvió con ella.
2Re 4:31 Giezi se adelantó apresuradamente y puso la vara sobre el rostro del niño, pero no pasó nada. No daba señales de vida. Entonces regresó a encontrarse con Eliseo y le dijo: «El niño sigue muerto».
2Re 4:32 En efecto, cuando Eliseo llegó, el niño estaba muerto, acostado en la cama del profeta.
2Re 4:33 Eliseo entró solo, cerró la puerta tras sí y oró al SEÑOR.
2Re 4:34 Después se tendió sobre el cuerpo del niño, puso su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre sus ojos y sus manos sobre sus manos. Mientras se tendía sobre él, ¡el cuerpo del niño comenzó a entrar en calor!
2Re 4:35 Entonces Eliseo se levantó, caminó de un lado a otro en la habitación, y se tendió nuevamente sobre el niño. ¡Esta vez el niño estornudó siete veces y abrió los ojos!
2Re 4:36 Entonces Eliseo llamó a Giezi y le dijo: «¡Llama a la madre del niño!». Cuando ella entró, Eliseo le dijo: «¡Aquí tienes, toma a tu hijo!».
2Re 4:37 Ella cayó a los pies de Eliseo y se inclinó ante él llena de gratitud. Después tomó a su hijo en brazos y lo llevó abajo.
2Re 4:38 Eliseo regresó a Gilgal, y había hambre en la tierra. Cierto día, mientras un grupo de profetas estaba sentado frente a él, le dijo a su sirviente: «Pon una olla grande al fuego y prepara un guisado para el resto del grupo».
2Re 4:39 Entonces uno de los jóvenes fue al campo a recoger hierbas y regresó con el bolsillo lleno de calabazas silvestres. Las cortó en tiras y las puso en la olla, sin darse cuenta de que eran venenosas.
2Re 4:40 Sirvieron un poco del guisado a los hombres, quienes después de comer uno o dos bocados, gritaron: «¡Hombre de Dios, este guisado está envenenado!». Así que no quisieron comerlo.
2Re 4:41 Eliseo les dijo: «Tráiganme un poco de harina». Entonces la arrojó en la olla y dijo: «Ahora está bien, sigan comiendo». Y ya no les hizo daño.
2Re 4:42 Otro día, un hombre de Baal-salisa le trajo al hombre de Dios un saco de grano fresco y veinte panes de cebada que había preparado con el primer grano de su cosecha. Entonces Eliseo dijo: —Dénselo a la gente para que coma.
2Re 4:43 —¿Qué? —exclamó el sirviente—. ¿Alimentar a cien personas sólo con esto? Pero Eliseo reiteró: —Dénselo a la gente para que coma, porque esto dice el SEÑOR: “¡Todos comerán, y hasta habrá de sobra!”.
2Re 4:44 Cuando se lo dieron a la gente, hubo suficiente para todos y sobró, tal como el SEÑOR había prometido.
2Re 5:1 El rey de Aram sentía una gran admiración por Naamán, el comandante del ejército, porque el SEÑOR le había dado importantes victorias a Aram por medio de él; pero a pesar de ser un poderoso guerrero, Naamán padecía de lepra.*
2Re 5:2 En ese tiempo, los saqueadores arameos habían invadido la tierra de Israel, y entre sus cautivos se encontraba una muchacha a quien habían entregado a la esposa de Naamán como criada.
2Re 5:3 Cierto día, la muchacha le dijo a su señora: «Ojalá que mi amo fuera a ver al profeta de Samaria; él lo sanaría de su lepra».
2Re 5:4 Entonces Naamán le contó al rey lo que había dicho la joven israelita.
2Re 5:5 «Ve a visitar al profeta —le dijo el rey de Aram—. Te daré una carta de presentación para que se la lleves al rey de Israel». Entonces Naamán emprendió viaje y llevaba de regalo trescientos cuarenta kilos de plata, sesenta y ocho kilos de oro,* y diez mudas de ropa.
2Re 5:6 La carta para el rey de Israel decía: «Mediante esta carta presento a mi siervo Naamán. Quiero que lo sanes de su lepra».
2Re 5:7 Cuando el rey de Israel leyó la carta, horrorizado, rasgó sus vestiduras y dijo: «¡Este hombre me manda a un leproso para que lo sane! ¿Acaso soy Dios para dar vida y quitarla? Creo que sólo busca pelear conmigo».
2Re 5:8 Sin embargo, cuando Eliseo, hombre de Dios, supo que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras en señal de aflicción, le envió este mensaje: «¿Por qué estás tan disgustado? Envíame a Naamán, así él sabrá que hay un verdadero profeta en Israel».
2Re 5:9 Entonces Naamán fue con sus caballos y carros de guerra y esperó frente a la puerta de la casa de Eliseo;
2Re 5:10 pero Eliseo le mandó a decir mediante un mensajero: «Ve y lávate siete veces en el río Jordán. Entonces tu piel quedará restaurada, y te sanarás de la lepra».
2Re 5:11 Naamán se enojó mucho y se fue muy ofendido. «¡Yo creí que el profeta iba a salir a recibirme! —dijo—. Esperaba que él moviera su mano sobre la lepra e invocara el nombre del SEÑOR su Dios ¡y me sanara!
2Re 5:12 ¿Acaso los ríos de Damasco —el Abaná y el Farfar— no son mejores que cualquier río de Israel? ¿Por qué no puedo lavarme en uno de ellos y sanarme?». Así que Namaán dio media vuelta y salió enfurecido.
2Re 5:13 Sus oficiales trataron de hacerle entrar en razón y le dijeron: «Señor,* si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo muy difícil, ¿usted no lo habría hecho? Así que en verdad debería obedecerlo cuando sencillamente le dice: “¡Ve, lávate y te curarás!”».
2Re 5:14 Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!
2Re 5:15 Después Naamán y todo su grupo regresaron a buscar al hombre de Dios. Se pararon ante él, y Naamán le dijo: —Ahora sé que no hay Dios en todo el mundo, excepto en Israel. Así que le ruego que acepte un regalo de su siervo.
2Re 5:16 Pero Eliseo respondió: —Tan cierto como que el SEÑOR vive, a quien yo sirvo, no aceptaré ningún regalo. Aunque Naamán insistió en que aceptara el regalo, Eliseo se negó.
2Re 5:17 Entonces Naamán le dijo: —Está bien, pero permítame por favor cargar dos de mis mulas con tierra de este lugar, y la llevaré a mi casa. A partir de ahora, nunca más presentaré ofrendas quemadas o sacrificios a ningún otro dios que no sea el SEÑOR.
2Re 5:18 Sin embargo, que el SEÑOR me perdone en una sola cosa: cuando mi amo, el rey, vaya al templo del dios Rimón para rendirle culto y se apoye en mi brazo, que el SEÑOR me perdone cuando yo también me incline.
2Re 5:19 —Ve en paz —le dijo Eliseo. Así que Naamán emprendió el regreso a su casa.
2Re 5:20 Ahora bien, Giezi, el sirviente de Eliseo, hombre de Dios, se dijo a sí mismo: «Mi amo no debería haber dejado ir al arameo sin aceptar ninguno de sus regalos. Tan cierto como que el SEÑOR vive, yo iré tras él y le sacaré algo».
2Re 5:21 Entonces Giezi salió en busca de Naamán. Cuando Naamán vio que Giezi corría detrás de él, bajó de su carro de guerra y fue a su encuentro. —¿Está todo bien? —le preguntó Naamán.
2Re 5:22 —Sí —contestó Giezi—, pero mi amo me mandó a decirle que acaban de llegar dos jóvenes profetas de la zona montañosa de Efraín; y él quisiera treinta y cuatro kilos* de plata y dos mudas de ropa para ellos.
2Re 5:23 —Por supuesto, llévate el doble* de la plata —insistió Naamán. Así que le dio dos mudas de ropa, amarró el dinero en dos bolsas y mandó a dos de sus sirvientes para que le llevaran los regalos.
2Re 5:24 Cuando llegaron a la ciudadela,* Giezi tomó los regalos de mano de los sirvientes y despidió a los hombres. Luego entró en su casa y escondió los regalos.
2Re 5:25 Cuando entró para ver a su amo, Eliseo le preguntó: —¿Adónde fuiste, Giezi? —A ninguna parte —le contestó él.
2Re 5:26 Pero Eliseo le preguntó: —¿No te das cuenta de que yo estaba allí en espíritu cuando Naamán bajó de su carro de guerra para ir a tu encuentro? ¿Acaso es momento de recibir dinero y ropa, olivares y viñedos, ovejas y ganado, sirvientes y sirvientas?
2Re 5:27 Por haber hecho esto, tú y todos tus descendientes sufrirán la lepra de Naamán para siempre. Cuando Giezi salió de la habitación, estaba cubierto de lepra; su piel se puso blanca como la nieve.

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