APOSENTO ALTO

viernes, 16 de junio de 2017

LECTURA BÍBLICA 16 DE JUNIO

LECTURA PARA LA MAÑANA

LUCAS    5:12-16

Luc 5:12 En una de las aldeas, Jesús conoció a un hombre que tenía una lepra muy avanzada. Cuando el hombre vio a Jesús, se inclinó rostro en tierra y le suplicó que lo sanara. —¡Señor! —le dijo—, ¡si tú quieres puedes sanarme y dejarme limpio!
Luc 5:13 Jesús extendió la mano y lo tocó: —Sí quiero —dijo —. ¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció.
Luc 5:14 Entonces Jesús le dio instrucciones de que no dijera a nadie lo que había sucedido. Le dijo: «Preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra.* Esto será un testimonio público de que has quedado limpio».
Luc 5:15 Pero, a pesar de las instrucciones de Jesús, la noticia de su poder corrió aún más, y grandes multitudes llegaron para escucharlo predicar y ser sanados de sus enfermedades.
Luc 5:16 Pero Jesús muchas veces se alejaba al desierto para orar.





FILIPENSES 1:21-30

Flp 1:21 Pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor.
Flp 1:22 Pero, si vivo, puedo realizar más labor fructífera para Cristo. Así que realmente no sé qué es mejor.
Flp 1:23 Estoy dividido entre dos deseos: quisiera partir y estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí;
Flp 1:24 pero, por el bien de ustedes, es mejor que siga viviendo.
Flp 1:25 Al estar consciente de esto, estoy convencido de que seguiré con vida para continuar ayudándolos a todos ustedes a crecer y a experimentar la alegría de su fe.
Flp 1:26 Y, cuando vuelva, tendrán más razones todavía para sentirse orgullosos en Cristo Jesús de lo que él está haciendo por medio de mí.
Flp 1:27 Sobre todo, deben vivir como ciudadanos del cielo, comportándose de un modo digno de la Buena Noticia acerca de Cristo. Entonces, sea que vuelva a verlos o solamente tenga noticias de ustedes, sabré que están firmes y unidos en un mismo espíritu y propósito, luchando juntos por la fe, es decir la Buena Noticia.
Flp 1:28 No se dejen intimidar por sus enemigos de ninguna manera. Eso les será por señal a ellos de que serán destruidos, mientras que ustedes serán salvos, aun por Dios mismo.
Flp 1:29 Pues a ustedes se les dio no sólo el privilegio de confiar en Cristo sino también el privilegio de sufrir por él.
Flp 1:30 Estamos juntos en esta lucha. Ustedes han visto mi lucha en el pasado y saben que aún no ha terminado.




SALMO 119:121-128

Sal 119:121
Ayin
No me dejes a merced de mis enemigos, porque he hecho lo que es correcto y justo.
Sal 119:122 Te ruego que me des seguridad de una bendición. ¡No permitas que los arrogantes me opriman!
Sal 119:123 Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate, por ver la verdad de tu promesa cumplida.
Sal 119:124 Soy tu siervo; trátame con tu amor inagotable y enséñame tus decretos.
Sal 119:125 Da discernimiento a este siervo tuyo; entonces comprenderé tus leyes.
Sal 119:126 SEÑOR, es tiempo de que actúes, porque esta gente malvada ha desobedecido tus enseñanzas.
Sal 119:127 De verdad, amo tus mandatos más que el oro, incluso que el oro más fino.
Sal 119:128 Cada uno de tus mandamientos es recto, por eso detesto todo camino falso.




LECTURA PARA LA NOCHE

2 REYES    6-7

2Re 6:1 Cierto día, el grupo de profetas fue a ver a Eliseo para decirle: —Como puedes ver, este lugar, donde nos reunimos contigo es demasiado pequeño.
2Re 6:2 Bajemos al río Jordán, donde hay bastantes troncos. Allí podemos construir un lugar para reunirnos. —Me parece bien —les dijo Eliseo—, vayan.
2Re 6:3 —Por favor, ven con nosotros —le dijo uno de ellos. —Está bien, iré —contestó él.
2Re 6:4 Entonces Eliseo fue con ellos. Una vez que llegaron al Jordán, comenzaron a talar árboles;
2Re 6:5 pero mientras uno de ellos cortaba un árbol, la cabeza de su hacha cayó al río. —¡Ay, señor! —gritó—, ¡era un hacha prestada!
2Re 6:6 —¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios. Cuando le mostró el lugar, Eliseo cortó un palo y lo tiró al agua en ese mismo sitio. Entonces la cabeza del hacha salió a flote.
2Re 6:7 —Agárrala —le dijo Eliseo. Y el hombre extendió la mano y la tomó.
2Re 6:8 Cada vez que el rey de Aram entraba en guerra con Israel, consultaba con sus funcionarios y les decía: «Movilizaremos nuestras fuerzas en tal y tal lugar».
2Re 6:9 Sin embargo, de inmediato Eliseo, hombre de Dios, le advertía al rey de Israel: «No te acerques a ese lugar, porque allí los arameos piensan movilizar sus tropas».
2Re 6:10 Entonces el rey de Israel mandaba un aviso al lugar indicado por el hombre de Dios. Varias veces Eliseo le advirtió al rey para que estuviera alerta en esos lugares.
2Re 6:11 Esa situación disgustó mucho al rey de Aram y llamó a sus oficiales y les preguntó: —¿Quién de ustedes es el traidor? ¿Quién ha estado informándole al rey de Israel acerca de mis planes?
2Re 6:12 —No somos nosotros, mi señor el rey —respondió uno de los oficiales—. ¡Eliseo, el profeta de Israel, le comunica al rey de Israel hasta las palabras que usted dice en la intimidad de su alcoba!
2Re 6:13 —Vayan a averiguar dónde está —les ordenó el rey—, para mandar soldados a capturarlo. Luego le avisaron: «Eliseo está en Dotán».
2Re 6:14 Así que una noche, el rey de Aram envió un gran ejército con muchos caballos y carros de guerra para rodear la ciudad.
2Re 6:15 Al día siguiente, cuando el sirviente del hombre de Dios se levantó temprano y salió, había tropas, caballos y carros de guerra por todos lados. —¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó el joven a Eliseo.
2Re 6:16 —¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo—. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos!
2Re 6:17 Entonces Eliseo oró: «Oh SEÑOR, ¡abre los ojos de este joven para que vea!». Así que el SEÑOR abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego.
2Re 6:18 Cuando el ejército arameo avanzó hacia él, Eliseo rogó: «Oh SEÑOR, haz que ellos queden ciegos». Entonces el SEÑOR los hirió con ceguera, tal como Eliseo había pedido.
2Re 6:19 Luego Eliseo salió y les dijo: «¡Ustedes vinieron por el camino equivocado! ¡Esta no es la ciudad correcta! Síganme y los llevaré a donde está el hombre que buscan», y los guió a la ciudad de Samaria.
2Re 6:20 Apenas entraron en Samaria, Eliseo pidió en oración: «Oh SEÑOR, ahora ábreles los ojos para que vean». Entonces el SEÑOR les abrió los ojos, y se dieron cuenta de que estaban en el centro de la ciudad de Samaria.
2Re 6:21 Cuando el rey de Israel los vio, gritó a Eliseo: —¿Los mato, padre mío, los mato?
2Re 6:22 —¡Claro que no! —contestó Eliseo—. ¿Acaso matamos a los prisioneros de guerra? Dales de comer y de beber, y mándalos de regreso a su casa, con su amo.
2Re 6:23 Entonces el rey hizo un gran banquete para ellos y luego los mandó de regreso a su amo. Después de este incidente, los saqueadores arameos se mantuvieron lejos de la tierra de Israel.
2Re 6:24 Sin embargo, tiempo después, el rey de Aram reunió a todo su ejército y sitió a Samaria.
2Re 6:25 Como consecuencia, hubo mucha hambre en la ciudad. Estuvo sitiada por tanto tiempo que la cabeza de un burro se vendía por casi ochenta piezas de plata, y doscientos mililitros de estiércol de paloma se vendía por cinco piezas* de plata.
2Re 6:26 Cierto día, mientras el rey de Israel caminaba por la muralla de la ciudad, una mujer lo llamó: —¡Mi señor el rey, por favor, ayúdeme! —le dijo.
2Re 6:27 Él le respondió: —Si el SEÑOR no te ayuda, ¿qué puedo hacer yo? No tengo comida en el granero ni vino en la prensa para darte.
2Re 6:28 Pero después el rey le preguntó: —¿Qué te pasa? Ella contestó: —Esta mujer me dijo: “Mira, comámonos a tu hijo hoy y mañana nos comeremos al mío”.
2Re 6:29 Entonces cocinamos a mi hijo y nos lo comimos. Al día siguiente, yo le dije: “Mata a tu hijo para que nos lo comamos”, pero ella lo había escondido.
2Re 6:30 Cuando el rey oyó esto, rasgó sus vestiduras en señal de desesperación; y como seguía caminando por la muralla, la gente pudo ver que debajo del manto real tenía tela áspera puesta directamente sobre la piel.
2Re 6:31 Entonces el rey juró: «Que Dios me castigue y aun me mate si hoy mismo no separo la cabeza de Eliseo de sus hombros».
2Re 6:32 Eliseo estaba sentado en su casa con los ancianos de Israel cuando el rey mandó a un mensajero a llamarlo; pero antes de que llegara el mensajero, Eliseo dijo a los ancianos: «Un asesino ya mandó a un hombre a cortarme la cabeza. Cuando llegue, cierren la puerta y déjenlo afuera. Pronto oiremos los pasos de su amo detrás de él».
2Re 6:33 Mientras Eliseo decía esto, el mensajero llegó, y el rey* dijo: —¡Todo este sufrimiento viene del SEÑOR! ¿Por qué seguiré esperando al SEÑOR?
2Re 7:1 Eliseo le respondió: —¡Escucha el mensaje del SEÑOR! Esto dice el SEÑOR: “Mañana, a esta hora, en los mercados de Samaria, tres kilos de harina selecta costarán apenas una pieza de plata* y seis kilos de grano de cebada costarán apenas una pieza de plata”.*
2Re 7:2 El funcionario que atendía al rey le dijo al hombre de Dios: —¡Eso sería imposible aunque el SEÑOR abriera las ventanas del cielo! Pero Eliseo le respondió: —¡Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada de eso!
2Re 7:3 Sucedió que había cuatro hombres con lepra* sentados en la entrada de las puertas de la ciudad. «¿De qué nos sirve sentarnos aquí a esperar la muerte? —se preguntaban unos a otros—.
2Re 7:4 Si nos quedamos aquí, moriremos, pero con el hambre que hay en la ciudad, moriremos de hambre también allá si regresamos. Así que mejor sería ir y entregarnos al ejército arameo. Si ellos nos perdonan la vida, mucho mejor; pero si nos matan, igual habríamos muerto».
2Re 7:5 Así que, al ponerse el sol, salieron hacia el campamento de los arameos; pero cuando se aproximaron al límite del campamento, ¡no había nadie!
2Re 7:6 Pues el SEÑOR había hecho que el ejército arameo escuchara el traqueteo de carros de guerra a toda velocidad, el galope de caballos y los sonidos de un gran ejército que se acercaba. Por eso se gritaron unos a otros: «¡El rey de Israel ha contratado a los hititas y a los egipcios* para que nos ataquen!».
2Re 7:7 Así que se llenaron de pánico y huyeron en la oscuridad de la noche; abandonaron sus carpas, sus caballos, sus burros y todo lo demás, y corrieron para salvar la vida.
2Re 7:8 Cuando los leprosos llegaron al límite del campamento, fueron de carpa en carpa, comieron y bebieron vino, sacaron plata, oro y ropa, y escondieron todo.
2Re 7:9 Finalmente se dijeron entre ellos: «Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, ¡y nosotros no lo hemos dicho a nadie! Si esperamos hasta la mañana, seguro que nos ocurre alguna calamidad. ¡Vamos, regresemos al palacio y contémosle a la gente!».
2Re 7:10 Así que regresaron a la ciudad e informaron a los porteros lo que había sucedido. «Salimos al campamento arameo —dijeron—, ¡y allí no había nadie! Los caballos y los burros estaban atados, y todas las carpas estaban en orden, ¡pero no había ni una sola persona!».
2Re 7:11 Entonces los porteros gritaron la noticia a la gente del palacio.
2Re 7:12 El rey se levantó de su cama a la mitad de la noche y dijo a sus oficiales: —Yo sé lo que pasó. Los arameos saben que estamos muriendo de hambre, por eso abandonaron su campamento y están escondidos en el campo; esperan que salgamos de la ciudad para capturarnos vivos y tomar la ciudad.
2Re 7:13 Entonces uno de sus oficiales le dijo: —Deberíamos mandar espías a investigar. Que se lleven cinco de los caballos que quedan. Si les pasa algo, no será peor que si se quedan aquí y mueren con todos nosotros.
2Re 7:14 Así que prepararon dos carros de guerra con caballos, y el rey envió espías para que averiguaran qué le había sucedido al ejército arameo.
2Re 7:15 Los espías recorrieron todo el camino hasta el río Jordán siguiendo un rastro de prendas y objetos tirados por los arameos cuando huyeron desesperadamente. Luego regresaron y le informaron al rey.
2Re 7:16 Entonces la gente de Samaria salió corriendo y saqueó el campamento de los arameos. Así se cumplió ese día, tal como el SEÑOR había prometido, que se venderían tres kilos de harina selecta por una pieza de plata y seis kilos de grano de cebada por una pieza de plata.
2Re 7:17 El rey asignó al funcionario que lo atendía para que controlara a las multitudes en la puerta, pero cuando salieron corriendo, lo atropellaron y lo pisotearon y así el hombre murió. Así que todo sucedió exactamente como el hombre de Dios lo había predicho cuando el rey fue a verlo a su casa.
2Re 7:18 El hombre de Dios le había dicho al rey: «Mañana, a esta hora, en los mercados de Samaria, tres kilos de harina selecta costarán una pieza de plata y seis kilos de grano de cebada costarán una pieza de plata».
2Re 7:19 El funcionario del rey había respondido: «¡Eso sería imposible aunque el SEÑOR abriera las ventanas del cielo!». Y el hombre de Dios había dicho: «¡Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada de eso!».
2Re 7:20 Y así fue, las multitudes lo aplastaron y murió a la entrada de la ciudad.

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