APOSENTO ALTO

viernes, 3 de noviembre de 2017

LECTURA BÍBLICA 3 DE NOVIEMBRE

LECTURA PARA LA MAÑANA

JUAN     8:1-11

Jua 8:1 Jesús regresó al Monte de los Olivos
Jua 8:2 pero, muy temprano a la mañana siguiente, estaba de vuelta en el templo. Pronto se juntó una multitud, y él se sentó a enseñarles.
Jua 8:3 Mientras hablaba, los maestros de la ley religiosa y los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio; la pusieron en medio de la multitud.
Jua 8:4 «Maestro —le dijeron a Jesús—, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio.
Jua 8:5 La ley de Moisés manda apedrearla, ¿tú qué dices?».
Jua 8:6 Intentaban tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra, pero Jesús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo.
Jua 8:7 Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les dijo: «¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra!».
Jua 8:8 Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo.
Jua 8:9 Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron sólo Jesús y la mujer en medio de la multitud.
Jua 8:10 Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer: —¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó?
Jua 8:11 —Ni uno, Señor —dijo ella. —Yo tampoco —le dijo Jesús —. Vete y no peques más.


 2 PEDRO  2:1-9

2Pe 2:1 Pero en Israel también hubo falsos profetas, tal como habrá falsos maestros entre ustedes. Ellos les enseñarán con astucia herejías destructivas y hasta negarán al Señor, quien los compró. Esto provocará su propia repentina destrucción.
2Pe 2:2 Habrá muchos que seguirán sus malas enseñanzas y su vergonzosa inmoralidad. Y, por culpa de estos maestros, se hablará mal del camino de la verdad.
2Pe 2:3 Llevados por la avaricia, inventarán mentiras ingeniosas para apoderarse del dinero de ustedes. Pero Dios los condenó desde hace mucho, y su destrucción no tardará en llegar.
2Pe 2:4 Pues Dios no perdonó ni siquiera a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno,* dentro de fosas tenebrosas,* donde están encerrados hasta el día del juicio.
2Pe 2:5 Dios tampoco perdonó al mundo antiguo, aparte de Noé y a los otros siete miembros de su familia. Noé advirtió al mundo del justo juicio de Dios. Por eso Dios lo protegió cuando destruyó, con un gran diluvio, el mundo de los que vivían sin Dios.
2Pe 2:6 Tiempo después, Dios condenó las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las redujo a montones de cenizas. Las puso como ejemplo de lo que le sucederá a la gente que vive sin Dios.
2Pe 2:7 Pero Dios también rescató a Lot y lo sacó de Sodoma, porque Lot era un hombre recto que estaba harto de la vergonzosa inmoralidad de la gente perversa que lo rodeaba.
2Pe 2:8 Así es, Lot era un hombre recto atormentado en su alma por la perversión que veía y oía a diario.
2Pe 2:9 Como ven, el Señor sabe rescatar de las pruebas a todos los que viven en obediencia a Dios, al mismo tiempo que mantiene castigados a los perversos hasta el día del juicio final.



JOB  3

Job 3:1 Por fin habló Job y maldijo el día de su nacimiento.
Job 3:2 Dijo:
Job 3:3 «Que sea borrado el día en que nací, y la noche en que fui concebido.
Job 3:4 Que ese día se convierta en oscuridad; que se pierda aun para Dios en las alturas, y que ninguna luz brille en él.
Job 3:5 Que la oscuridad y la penumbra absoluta reclamen ese día para sí; que una nube negra lo ensombrezca y la oscuridad lo llene de terror.
Job 3:6 Que esa noche sea borrada del calendario y que nunca más se cuente entre los días del año ni aparezca entre los meses.
Job 3:7 Que esa noche sea estéril, que no tenga ninguna alegría.
Job 3:8 Que maldigan ese día los expertos en maldiciones, los que, con una maldición, podrían despertar al Leviatán.*
Job 3:9 Que las estrellas de la mañana de ese día permanezcan en oscuridad; que en vano espere la luz y que nunca llegue a ver la aurora.
Job 3:10 Maldigo ese día por no haber cerrado el vientre de mi madre, por haberme dejado nacer para presenciar toda esta desgracia.
Job 3:11 »¿Por qué no nací muerto? ¿Por qué no morí al salir del vientre?
Job 3:12 ¿Por qué me pusieron en las rodillas de mi madre? ¿Por qué me alimentó con sus pechos?
Job 3:13 Si hubiera muerto al nacer, ahora descansaría en paz; estaría dormido y en reposo.
Job 3:14 Descansaría con los reyes y con los primeros ministros del mundo, cuyos grandiosos edificios ahora yacen en ruinas.
Job 3:15 Descansaría junto a príncipes, ricos en oro, cuyos palacios estuvieron llenos de plata.
Job 3:16 ¿Por qué no me enterraron como a un niño que nace muerto, como a un niño que nunca vivió para ver la luz?
Job 3:17 Pues una vez muertos, los malvados no causan más problemas y los cansados encuentran reposo.
Job 3:18 Aun los cautivos logran tranquilidad en la muerte, donde no hay guardias que los maldigan.
Job 3:19 El rico y el pobre están allí, y el esclavo se libera de su dueño.
Job 3:20 »Oh, ¿por qué dar luz a los desdichados, y vida a los amargados?
Job 3:21 Ellos desean la muerte, pero no llega; buscan la muerte con más fervor que a tesoro escondido.
Job 3:22 Se llenan de alegría cuando finalmente mueren, y se regocijan cuando llegan a la tumba.
Job 3:23 ¿Por qué dar vida a los que no tienen futuro, a quienes Dios ha rodeado de dificultades?
Job 3:24 No puedo comer a causa de mis suspiros; mis gemidos se derraman como el agua.
Job 3:25 Lo que yo siempre había temido me ocurrió; se hizo realidad lo que me horrorizaba.
Job 3:26 No tengo paz ni tranquilidad; no tengo descanso; sólo me vienen dificultades».

LECTURA PARA LA NOCHE

EZEQUIEL 9-12

Eze 9:1 Entonces el SEÑOR dijo con voz de trueno: «¡Traigan a los hombres designados para castigar la ciudad! ¡Díganles que vengan con sus armas!».
Eze 9:2 Pronto entraron seis hombres por la puerta superior que da al norte y cada uno llevaba un arma mortal en la mano. Con ellos había un hombre vestido de lino, que llevaba un estuche de escriba en la cintura. Todos se dirigieron al atrio del templo y se pusieron de pie junto al altar de bronce.
Eze 9:3 Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de entre los querubines, donde había reposado, y se movió hacia la entrada del templo. Luego el SEÑOR llamó al hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba.
Eze 9:4 Le dijo: «Recorre las calles de Jerusalén y pon una marca en la frente de todos los que lloren y suspiren por los pecados detestables que se cometen en la ciudad».
Eze 9:5 Luego oí al SEÑOR decir a los demás hombres: «Síganlo por toda la ciudad y maten a todos los que no tengan la marca en la frente. ¡No tengan compasión! ¡No tengan lástima de nadie!
Eze 9:6 Mátenlos a todos: ancianos, jóvenes, muchachas, mujeres y niños. Sin embargo, no toquen a ninguno que tenga la marca. Comiencen aquí mismo, en el templo». Entonces ellos comenzaron matando a los setenta líderes.
Eze 9:7 «¡Contaminen el templo! —mandó el SEÑOR—. Llenen los atrios con cadáveres. ¡Vayan!». Entonces ellos salieron y comenzaron la masacre por toda la ciudad.
Eze 9:8 Mientras mataban a la gente, yo me quedé solo. Caí con el rostro en tierra y clamé: —¡Oh Soberano SEÑOR! ¿Acaso tu furia contra Jerusalén destruirá a todos los que queden en Israel?
Eze 9:9 Me contestó: —Los pecados del pueblo de Israel y Judá son muy, pero muy grandes. La tierra está llena de homicidios; la ciudad está colmada de injusticia. Ellos dicen: “¡El SEÑOR no lo ve! ¡El SEÑOR ha abandonado esta tierra!”.
Eze 9:10 Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su merecido por lo que han hecho.
Eze 9:11 Luego regresó el hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba, e informó: «Ya hice lo que me ordenaste».
Eze 10:1 En mi visión, vi que, por encima de la superficie de cristal que estaba sobre las cabezas de los querubines, había algo que parecía un trono de lapislázuli.
Eze 10:2 Entonces el SEÑOR le habló al hombre vestido de lino y le dijo: «Métete entre las ruedas que giran debajo de los querubines, toma un puñado de carbones encendidos y espárcelos sobre la ciudad». Así que el hombre lo hizo mientras yo observaba.
Eze 10:3 Cuando el hombre entró allí, los querubines estaban de pie en la parte sur del templo y la nube de gloria llenaba el atrio interior.
Eze 10:4 Entonces la gloria del SEÑOR se elevó por encima de los querubines y se dirigió hacia la puerta del templo. El templo se llenó con esa nube de gloria y el atrio resplandeció con la gloria del SEÑOR.
Eze 10:5 El sonido de las alas de los querubines sonaban como la voz del Dios Todopoderoso* y podía oírse hasta en el atrio exterior.
Eze 10:6 El SEÑOR le dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre los querubines y toma algunos carbones encendidos de entre las ruedas». Entonces el hombre entró y se paró junto a una de las ruedas.
Eze 10:7 Luego uno de los querubines extendió la mano y tomó algunas brasas de en medio del fuego que ardía entre ellos. Puso las brasas en las manos del hombre vestido de lino y el hombre las tomó y salió de allí.
Eze 10:8 (Todos los querubines tenían debajo de sus alas lo que parecían ser manos humanas).
Eze 10:9 Me fijé y cada uno de los cuatro querubines tenía una rueda a su lado y las ruedas brillaban como el berilo.
Eze 10:10 Las cuatro ruedas eran semejantes entre sí y estaban hechas de la misma manera; dentro de cada rueda había otra rueda que giraba en forma transversal.
Eze 10:11 Los querubines podían avanzar de frente en las cuatro direcciones, sin girar mientras se movían. Iban derecho en la dirección que tuvieran frente a ellos y nunca se desviaban.
Eze 10:12 Tanto los querubines como las ruedas estaban cubiertos de ojos. Los querubines tenían ojos por todo el cuerpo, incluso las manos, la espalda y las alas.
Eze 10:13 Oí que alguien hablaba de las ruedas como «las ruedas que giran».
Eze 10:14 Cada uno de los cuatro querubines tenía cuatro caras: la primera era la cara de un buey,* la segunda era una cara humana, la tercera era la cara de un león y la cuarta era la cara de un águila.
Eze 10:15 Luego los querubines se elevaron. Eran los mismos seres vivientes que yo había visto junto al río Quebar.
Eze 10:16 Cuando los querubines se movían, las ruedas se movían con ellos. Cuando elevaban las alas para volar, las ruedas permanecían con ellos.
Eze 10:17 Cuando los querubines se detenían, las ruedas también se detenían. Cuando volaban hacia arriba, las ruedas subían, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Eze 10:18 Luego la gloria del SEÑOR salió de la puerta del templo y se sostenía en el aire por encima de los querubines.
Eze 10:19 Entonces, mientras yo observaba, los querubines volaron con sus ruedas a la puerta oriental del templo del SEÑOR y la gloria del Dios de Israel se sostenía en el aire por encima de ellos.
Eze 10:20 Eran los mismos seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel cuando me encontraba junto al río Quebar. Sabía que eran querubines,
Eze 10:21 porque cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas y lo que parecían ser manos humanas debajo de las alas.
Eze 10:22 Además, sus caras eran como las caras de los seres que yo había visto junto al Quebar y se movían de frente y hacia adelante, tal como los otros.
Eze 11:1 Luego el Espíritu me levantó y me llevó a la entrada oriental del templo del SEÑOR, donde vi a veinticinco hombres prominentes de la ciudad. Entre ellos estaban Jaazanías, hijo de Azur, y Pelatías, hijo de Benaía, quienes eran líderes del pueblo.
Eze 11:2 El Espíritu me dijo: «Hijo de hombre, estos son los hombres que piensan hacer maldades y dan consejos perversos en esta ciudad.
Eze 11:3 Le dicen al pueblo: “¿Acaso no es un buen momento para construir casas? Esta ciudad es como una olla de hierro. Aquí adentro estamos a salvo, como la carne en la olla”.*
Eze 11:4 Por lo tanto, hijo de hombre, profetiza contra ellos en forma clara y a viva voz».
Eze 11:5 Entonces vino sobre mí el Espíritu del SEÑOR, y me ordenó que dijera: «Esto dice el SEÑOR a los habitantes de Israel: “Yo sé lo que ustedes hablan, porque conozco cada pensamiento que les viene a la mente.
Eze 11:6 Ustedes asesinaron a muchos en esta ciudad y llenaron las calles con cadáveres.
Eze 11:7 »”Por lo tanto, esto dice el SEÑOR Soberano: es cierto que esta ciudad es una olla de hierro, pero los trozos de carne son las víctimas de la injusticia de ustedes. En cuanto a ustedes, pronto los sacaré a rastras de esta olla.
Eze 11:8 Les haré caer la espada de la guerra que tanto temen, dice el SEÑOR Soberano.
Eze 11:9 Los expulsaré de Jerusalén y los entregaré a extranjeros que ejecutarán mis castigos contra ustedes.
Eze 11:10 Serán masacrados hasta las fronteras de Israel. Ejecutaré juicio contra ustedes y sabrán que yo soy el SEÑOR.
Eze 11:11 No, esta ciudad no será una olla de hierro para ustedes ni estarán a salvo como la carne dentro de ella. Los juzgaré, incluso hasta las fronteras de Israel,
Eze 11:12 y sabrán que yo soy el SEÑOR. Pues se negaron a obedecer mis decretos y ordenanzas; en cambio, han imitado las costumbres de las naciones que los rodean”».
Eze 11:13 Mientras yo aún profetizaba, murió de repente Pelatías, hijo de Benaía. Entonces caí rostro en tierra y clamé: «Oh Soberano SEÑOR, ¿vas a matar a todos en Israel?».
Eze 11:14 Luego recibí este mensaje del SEÑOR:
Eze 11:15 «Hijo de hombre, el pueblo que aún queda en Jerusalén habla de ti, de tus parientes y de todos los israelitas desterrados. Dicen: “¡Ellos están lejos del SEÑOR, así que ahora él nos ha dado a nosotros la tierra que les pertenecía!”.
Eze 11:16 »Por lo tanto, diles a los desterrados: “Esto dice el SEÑOR Soberano: ‘A pesar de que los esparcí por los países del mundo, yo seré un santuario para ustedes durante su tiempo en el destierro.
Eze 11:17 Yo, el SEÑOR Soberano, los reuniré de entre las naciones adonde fueron esparcidos y les daré una vez más el territorio de Israel’ ”.
Eze 11:18 »Cuando los israelitas regresen a su patria, quitarán todo rastro de sus imágenes repugnantes y sus ídolos detestables.
Eze 11:19 Les daré integridad de corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Les quitaré su terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo,*
Eze 11:20 para que obedezcan mis decretos y ordenanzas. Entonces, verdaderamente serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Eze 11:21 Sin embargo, a todos los que añoren las imágenes repugnantes y los ídolos detestables, les daré su merecido por sus pecados. ¡Yo, el SEÑOR Soberano, he hablado!».
Eze 11:22 Luego los querubines desplegaron las alas y se elevaron por el aire con las ruedas junto a ellos y la gloria del Dios de Israel se sostenía en el aire por encima de ellos.
Eze 11:23 Entonces la gloria del SEÑOR se levantó de la ciudad y se detuvo sobre la montaña que está al oriente.
Eze 11:24 Después el Espíritu de Dios me llevó de regreso a Babilonia,* al pueblo desterrado. Así terminó la visión de mi visita a Jerusalén.
Eze 11:25 Entonces les relaté a los desterrados todo lo que el SEÑOR me había mostrado.
Eze 12:1 Nuevamente recibí un mensaje del SEÑOR:
Eze 12:2 «Hijo de hombre, tú vives entre rebeldes que tienen ojos pero se niegan a ver; tienen oídos pero se niegan a oír, porque son un pueblo rebelde.
Eze 12:3 »De modo que ahora, hijo de hombre, haz como si te enviaran al destierro. Prepara tu equipaje con las pocas pertenencias que podría llevarse un desterrado y sal de tu casa para ir a otro lugar. Hazlo a la vista de todos para que te vean. Pues quizás presten atención a eso, por muy rebeldes que sean.
Eze 12:4 Saca tu equipaje en pleno día para que te vean. Luego, por la tarde, mientras aún estén mirándote, sal de tu casa como lo hacen los cautivos cuando inician una larga marcha a tierras lejanas.
Eze 12:5 Cava un hueco en la muralla a la vista de todos y sal por ese hueco.
Eze 12:6 Mientras todos observan, carga el equipaje sobre los hombros y aléjate caminando en la oscuridad de la noche. Cúbrete el rostro para que no puedas ver la tierra que dejas atrás. Pues yo he hecho de ti una señal para el pueblo de Israel».
Eze 12:7 Por lo tanto, hice lo que se me ordenó. A plena luz del día, saqué mi equipaje, lleno de cosas que llevaría al destierro. Por la tarde, mientras el pueblo seguía observando, cavé con las manos un hueco en la muralla y salí en la oscuridad de la noche con el equipaje sobre los hombros.
Eze 12:8 A la mañana siguiente, recibí este mensaje del SEÑOR:
Eze 12:9 «Hijo de hombre, esos rebeldes —el pueblo de Israel— te han preguntado qué significa todo lo que haces.
Eze 12:10 Diles: “Esto dice el SEÑOR Soberano: ‘Estas acciones contienen un mensaje para el rey Sedequías, en Jerusalén,* y para todo el pueblo de Israel’ ”.
Eze 12:11 Explica, entonces, que tus acciones son una señal para mostrar lo que pronto les sucederá a ellos, pues serán llevados cautivos al destierro.
Eze 12:12 »Hasta Sedequías se irá de Jerusalén de noche por un hueco en la muralla, cargando sólo lo que pueda llevar consigo. Se cubrirá el rostro y sus ojos no verán la tierra que deja atrás.
Eze 12:13 Luego lanzaré mi red sobre él y lo capturaré con mi trampa. Lo llevaré a Babilonia, el territorio de los babilonios,* aunque él nunca lo verá y allí morirá.
Eze 12:14 Esparciré a los cuatro vientos a sus siervos y guerreros, y mandaré la espada tras ellos.
Eze 12:15 Entonces, cuando los disperse entre las naciones, sabrán que yo soy el SEÑOR.
Eze 12:16 No obstante, a algunos los libraré de morir en la guerra o por enfermedades o de hambre, para que confiesen sus pecados detestables a sus captores. ¡Entonces sabrán que yo soy el SEÑOR!».
Eze 12:17 Luego recibí este mensaje del SEÑOR:
Eze 12:18 «Hijo de hombre, estremécete al comer tu alimento; tiembla de miedo al beber tu agua.
Eze 12:19 Dile al pueblo: “Esto dice el SEÑOR Soberano acerca de los que viven en Israel y Jerusalén: ‘Con temblor comerán su alimento y con desesperación beberán su agua, porque la tierra quedará arrasada a causa de la violencia de sus habitantes.
Eze 12:20 Las ciudades serán destruidas y los campos quedarán hechos desiertos. Entonces ustedes sabrán que yo soy el SEÑOR’ ”».
Eze 12:21 Nuevamente recibí un mensaje del SEÑOR:
Eze 12:22 «Hijo de hombre, has oído ese proverbio que citan en Israel: “El tiempo pasa y las profecías quedan en nada”.
Eze 12:23 Dile al pueblo: “Esto dice el SEÑOR Soberano: ‘Pondré fin a este proverbio y pronto dejarán de citarlo’ ”. Ahora dales este nuevo proverbio en reemplazo del otro: “¡Ha llegado la hora de que se cumplan todas las profecías!”.
Eze 12:24 »Ya no habrá más visiones falsas ni predicciones aduladoras en Israel.
Eze 12:25 ¡Pues yo soy el SEÑOR! Si yo lo digo, sucederá. Ya no habrá más demora para ustedes, rebeldes de Israel. Cumpliré mi amenaza de destrucción durante los años de su vida. ¡Yo, el SEÑOR Soberano, he hablado!».
Eze 12:26 Luego recibí este mensaje del SEÑOR:
Eze 12:27 «Hijo de hombre, los israelitas andan diciendo: “Él habla de un futuro lejano. Sus visiones no se cumplirán por muchísimo tiempo”.
Eze 12:28 Por lo tanto, diles: “Esto dice el SEÑOR Soberano: ‘¡Se acabó la demora! Ya mismo cumpliré todas mis amenazas. ¡Yo, el SEÑOR Soberano, he hablado!’ ”».

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