APOSENTO ALTO

lunes, 22 de mayo de 2017

LECTURA BÍBLICA 22 DE MAYO

LECTURA PARA LA MAÑANA

MARCOS    15:16-32

Mar 15:16 Los soldados llevaron a Jesús al patio del cuartel general del gobernador (llamado pretorio) y llamaron a todo el regimiento.
Mar 15:17 Lo vistieron con un manto púrpura y armaron una corona con ramas de espinos y se la pusieron en la cabeza.
Mar 15:18 Entonces lo saludaban y se mofaban: «¡Viva el rey de los judíos!».
Mar 15:19 Y lo golpeaban en la cabeza con una caña de junco, le escupían y se ponían de rodillas para adorarlo burlonamente.
Mar 15:20 Cuando al fin se cansaron de hacerle burla, le quitaron el manto púrpura y volvieron a ponerle su propia ropa. Luego lo llevaron para crucificarlo.
Mar 15:21 Un hombre llamado Simón, que pasaba por allí pero era de Cirene,* venía del campo justo en ese momento, y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. (Simón era el padre de Alejandro y de Rufo).
Mar 15:22 Y llevaron a Jesús a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»).
Mar 15:23 Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él lo rechazó.
Mar 15:24 Después los soldados lo clavaron en la cruz. Dividieron su ropa y tiraron los dados* para ver quién se quedaba con cada prenda.
Mar 15:25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.
Mar 15:26 Un letrero anunciaba el cargo en su contra. Decía: «El Rey de los judíos».
Mar 15:27 Con él crucificaron a dos revolucionarios,* uno a su derecha y otro a su izquierda.*
Mar 15:28 -.-
Mar 15:29 La gente que pasaba por allí gritaba insultos y movía la cabeza en forma burlona. «¡Eh! ¡Pero mírate ahora! —le gritaban —. Dijiste que ibas a destruir el templo y a reconstruirlo en tres días.
Mar 15:30 ¡Muy bien, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!».
Mar 15:31 Los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa también se burlaban de Jesús. «Salvó a otros —se mofaban—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!
Mar 15:32 ¡Que este Mesías, este Rey de Israel, baje de la cruz para que podamos verlo y creerle!». Hasta los hombres que estaban crucificados con Jesús se burlaban de él.




GÁLATAS 4:21-31

Gál 4:21 Díganme ustedes, los que quieren vivir bajo la ley, ¿saben lo que en realidad dice la ley?
Gál 4:22 Las Escrituras dicen que Abraham tuvo dos hijos, uno de la mujer esclava y el otro de su esposa, quien había nacido libre.*
Gál 4:23 El nacimiento del hijo de la esclava fue el resultado de un intento humano por lograr que se cumpliera la promesa de Dios; pero el nacimiento del hijo de la libre fue la manera en que Dios cumplió su promesa.
Gál 4:24 Esas dos mujeres son una ilustración de los dos pactos de Dios. La primera mujer, Agar, representa el monte Sinaí, donde el pueblo recibió la ley que los hizo esclavos.
Gál 4:25 Y ahora Jerusalén es igual que el monte Sinaí, en Arabia,* porque la ciudad y sus hijos viven bajo la esclavitud de la ley.
Gál 4:26 Pero la otra mujer, Sara, representa la Jerusalén celestial. Ella es la mujer libre y es nuestra madre.
Gál 4:27 Como dijo Isaías: «¡Alégrate, oh mujer sin hijos, tú que nunca diste a luz! ¡Ponte a gritar de alegría, tú que nunca tuviste dolores de parto! ¡Pues la mujer desolada ahora tiene más hijos que la que vive con su esposo!»*.
Gál 4:28 Y ustedes, amados hermanos, son hijos de la promesa igual que Isaac.
Gál 4:29 Pero ahora son perseguidos por los que quieren que cumplan la ley, tal como Ismael —el hijo que nació del esfuerzo humano —persiguió a Isaac, el hijo que nació por el poder del Espíritu.
Gál 4:30 ¿Pero qué dicen las Escrituras al respecto? «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la mujer esclava no compartirá la herencia del hijo de la mujer libre»*.
Gál 4:31 Así que, amados hermanos, no somos hijos de la mujer esclava; somos hijos de la mujer libre.




SALMO 115

Sal 115:1 No a nosotros, oh SEÑOR, no a nosotros sino a tu nombre le corresponde toda la gloria, por tu amor inagotable y tu fidelidad.
Sal 115:2 ¿Por qué dejar que las naciones digan: «Dónde está el Dios de Israel»?
Sal 115:3 Nuestro Dios está en los cielos y hace lo que le place.
Sal 115:4 Los ídolos de ellos no son más que objetos de plata y oro, manos humanas les dieron forma.
Sal 115:5 Tienen boca pero no pueden hablar, tienen ojos pero no pueden ver.
Sal 115:6 Tienen oídos pero no pueden oír, y nariz, pero no pueden oler.
Sal 115:7 Tienen manos pero no pueden sentir, tienen pies pero no pueden caminar, y tienen garganta pero no pueden emitir sonidos.
Sal 115:8 Y los que hacen ídolos son iguales a ellos, como también todos los que confían en ellos.
Sal 115:9 ¡Oh Israel, confía en el SEÑOR! Él es tu ayudador y tu escudo.
Sal 115:10 ¡Oh sacerdotes, descendientes de Aarón, confíen en el SEÑOR! Él es su ayudador y su escudo.
Sal 115:11 ¡Todos los que temen al SEÑOR, confíen en el SEÑOR! Él es su ayudador y su escudo.
Sal 115:12 El SEÑOR se acuerda de nosotros y nos bendecirá. Bendecirá al pueblo de Israel y bendecirá a los sacerdotes, los descendientes de Aarón.
Sal 115:13 Bendecirá a los que temen al SEÑOR, tanto a los grandes como a los humildes.
Sal 115:14 Que el SEÑOR los bendiga ricamente, tanto a ustedes como a sus hijos.
Sal 115:15 Que sean bendecidos por el SEÑOR, quien hizo los cielos y la tierra.
Sal 115:16 Los cielos pertenecen al SEÑOR, pero él ha dado la tierra a toda la humanidad.
Sal 115:17 Los muertos no pueden cantar alabanzas al SEÑOR porque han entrado en el silencio de la tumba.
Sal 115:18 ¡Pero nosotros podemos alabar al SEÑOR ahora y para siempre! ¡Alabado sea el SEÑOR!

LECTURA PARA LA NOCHE

2 SAMUEL    18-19

2Sa 18:1 David entonces reunió a los hombres que estaban con él y nombró generales y capitanes* para que los dirigieran.
2Sa 18:2 Envió las tropas en tres grupos: un grupo bajo el mando de Joab; otro bajo el mando del hermano de Joab, Abisai hijo de Sarvia; y el tercero bajo Itai de Gat. Entonces el rey les dijo a sus tropas: —Yo iré con ustedes.
2Sa 18:3 Pero sus hombres se opusieron terminantemente e insistieron: —No debe ir. Si tenemos que salir en retirada y huir, aunque maten a la mitad de nosotros, no cambiaría nada para las tropas de Absalón; es a usted al que buscan. Usted vale por diez mil de nosotros.* Es mejor que se quede aquí en la ciudad y nos envíe ayuda si la necesitamos.
2Sa 18:4 —Si ustedes piensan que ese es el mejor plan, lo seguiré —respondió el rey. De modo que se quedó al lado de la puerta de la ciudad mientras las tropas marchaban en grupos de cientos y de miles.
2Sa 18:5 Entonces el rey les dio esta orden a Joab, a Abisai y a Itai: —Por consideración a mí, traten con bondad al joven Absalón. Y todas las tropas escucharon que el rey daba esta orden a sus comandantes.
2Sa 18:6 Así que comenzó la batalla en el bosque de Efraín,
2Sa 18:7 y los hombres de David rechazaron los ataques de las tropas israelitas. Aquel día hubo una gran matanza, y veinte mil hombres perdieron la vida.
2Sa 18:8 La batalla se extendió con furor por todo el campo, y perecieron en el bosque más hombres que los que murieron a espada.
2Sa 18:9 Durante la batalla, Absalón se cruzó con algunos hombres de David. Trató de escapar en su mula, pero al pasar cabalgando debajo de un gran árbol, su cabello* se enredó en las gruesas ramas. La mula siguió y dejó a Absalón suspendido en el aire.
2Sa 18:10 Entonces uno de los hombres de David vio lo que había pasado y le dijo a Joab: —Vi a Absalón colgando de un gran árbol.
2Sa 18:11 —¿Qué? —preguntó Joab—. ¿Lo viste ahí y no lo mataste? ¡Te hubiera recompensado con diez piezas de plata* y un cinturón de héroe!
2Sa 18:12 —No mataría al hijo del rey ni por mil piezas de plata* —le respondió el hombre a Joab—. Todos escuchamos lo que el rey les dijo a usted, a Abisai y a Itai: “Por consideración a mí, por favor perdonen la vida del joven Absalón”.
2Sa 18:13 Si yo hubiera traicionado al rey y matado a su hijo —y de seguro el rey descubriría quién lo hizo—, usted sería el primero en abandonarme a mi suerte.
2Sa 18:14 —Basta ya de esta tontería —dijo Joab. Enseguida Joab tomó tres dagas y las clavó en el corazón de Absalón mientras estaba colgado, todavía vivo, del gran árbol.
2Sa 18:15 Luego diez jóvenes escuderos de Joab rodearon a Absalón y lo remataron.
2Sa 18:16 Entonces Joab hizo sonar el cuerno de carnero, y sus hombres regresaron de perseguir al ejército de Israel.
2Sa 18:17 Arrojaron el cuerpo de Absalón dentro de un hoyo grande en el bosque y encima apilaron un montón de piedras. Y todo Israel huyó a sus hogares.
2Sa 18:18 Mientras aún vivía, Absalón se había erigido a sí mismo un monumento en el valle del Rey, porque dijo: «No tengo hijo que perpetúe mi nombre». Le puso al monumento su propio nombre, y es conocido como el monumento de Absalón hasta el día de hoy.
2Sa 18:19 Después Ahimaas, hijo de Sadoc, dijo: —Déjeme ir corriendo para darle al rey las buenas noticias: que el SEÑOR lo ha librado de sus enemigos.
2Sa 18:20 —No —le dijo Joab—, no serían buenas noticias para el rey saber que su hijo está muerto. Puedes ser mi mensajero otro día, pero hoy no.
2Sa 18:21 Entonces Joab le dijo a un etíope:* —Ve a decirle al rey lo que has visto. El hombre se inclinó y se fue corriendo.
2Sa 18:22 Pero Ahimaas continuó rogándole a Joab: —Pase lo que pase, por favor, deje también que yo vaya. —¿Para qué quieres ir, hijo mío? —le respondió Joab—. No habrá recompensa por las noticias.
2Sa 18:23 —Estoy de acuerdo, pero igual permítame ir —le suplicó. Joab finalmente le dijo: —Está bien, puedes ir. Entonces Ahimaas tomó el camino más fácil por la llanura y corrió a Mahanaim y llegó antes que el etíope.
2Sa 18:24 Mientras David estaba sentado entre las puertas internas y externas de la ciudad, el centinela subió al techo de la entrada de la muralla. Cuando se asomó, vio a un solo hombre que corría hacia ellos.
2Sa 18:25 Desde arriba le gritó la novedad a David, y el rey respondió: —Si está solo, trae noticias. Al acercarse el mensajero,
2Sa 18:26 el centinela vio que otro hombre corría hacia ellos. Gritó hacia abajo: —¡Allí viene otro! El rey respondió: —También trae noticias.
2Sa 18:27 —El primer hombre corre como Ahimaas, hijo de Sadoc —dijo el centinela. —Él es un buen hombre y trae buenas noticias —respondió el rey.
2Sa 18:28 Ahimaas le gritó al rey: —¡Todo está bien! Se inclinó delante del rey rostro en tierra y dijo: —Alabado sea el SEÑOR su Dios, quien ha entregado a los rebeldes que se atrevieron a hacerle frente a mi señor el rey.
2Sa 18:29 —¿Qué me dices del joven Absalón? —preguntó el rey—. ¿Está bien? —Cuando Joab me dijo que viniera, había una gran conmoción —contestó Ahimaas—, pero no supe lo que pasaba.
2Sa 18:30 —Espera aquí —le dijo el rey. Y Ahimaas se hizo a un lado.
2Sa 18:31 Enseguida el etíope llegó y le dijo: —Tengo buenas noticias para mi señor el rey. Hoy el SEÑOR lo ha librado de todos los que se rebelaron en su contra.
2Sa 18:32 —¿Qué me dices del joven Absalón? —preguntó el rey—. ¿Se encuentra bien? Y el etíope contestó: —¡Que todos sus enemigos, mi señor el rey, ahora y en el futuro, corran con la misma suerte de ese joven!
2Sa 18:33 * Entonces el rey se sintió abrumado por la emoción. Subió a la habitación que estaba sobre la entrada y se echó a llorar. Y mientras subía, clamaba: «¡Oh, mi hijo Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Si tan sólo yo hubiera muerto en tu lugar! ¡Oh Absalón, mi hijo, mi hijo!».
2Sa 19:1 * Pronto le llegó a Joab la noticia de que el rey estaba llorando y haciendo duelo por Absalón.
2Sa 19:2 A medida que el pueblo se enteraba del profundo dolor del rey por su hijo, la alegría por la victoria se tornaba en profunda tristeza.
2Sa 19:3 Ese día todos regresaron sigilosamente a la ciudad, como si estuvieran avergonzados y hubieran desertado de la batalla.
2Sa 19:4 El rey se cubrió el rostro con las manos y seguía llorando: «¡Oh, Absalón, hijo mío! ¡Oh, Absalón, hijo mío, hijo mío!».
2Sa 19:5 Entonces Joab fue a la habitación del rey y le dijo: «Hoy salvamos su vida y la de sus hijos e hijas, sus esposas y concubinas. Sin embargo, al actuar de esa forma hace que nos sintamos avergonzados de nosotros mismos.
2Sa 19:6 Parece que usted ama a los que lo odian y odia a los que lo aman. Hoy nos ha dejado muy en claro que sus comandantes y sus tropas no significan nada para usted. Pareciera que si Absalón hubiera vivido y todos nosotros estuviéramos muertos, estaría contento.
2Sa 19:7 Ahora salga y felicite a sus tropas porque si no lo hace, le juro por el SEÑOR que ni uno solo de ellos permanecerá aquí esta noche. Entonces quedará peor que antes».
2Sa 19:8 Así que el rey salió y tomó su lugar a las puertas de la ciudad y, a medida que se corría la voz por la ciudad de que él estaba allí, todos iban a él. Mientras tanto, los israelitas que habían apoyado a Absalón huyeron a sus casas.
2Sa 19:9 Y por todas las tribus de Israel había mucha discusión y disputa. La gente decía: «El rey nos rescató de nuestros enemigos y nos salvó de los filisteos, pero Absalón lo echó del país.
2Sa 19:10 Ahora Absalón, a quien ungimos para que nos gobernara, está muerto. ¿Por qué no pedirle a David que regrese y sea nuestro rey otra vez?».
2Sa 19:11 Entonces el rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar para que les dijeran a los ancianos de Judá: «¿Por qué son ustedes los últimos en dar la bienvenida al rey en su regreso al palacio? Pues he oído que todo Israel está listo.
2Sa 19:12 ¡Ustedes son mis parientes, mi propia tribu, mi misma sangre! ¿Por qué son los últimos en dar la bienvenida al rey?».
2Sa 19:13 Además David les pidió que le dijeran a Amasa: «Como eres de mi misma sangre, al igual que Joab, que Dios me castigue y aun me mate si no te nombro comandante de mi ejército en su lugar».
2Sa 19:14 Así que Amasa* convenció a todos los hombres de Judá, y ellos respondieron unánimemente. Y le mandaron a decir al rey: «Regrese a nosotros, y traiga de vuelta a todos los que lo acompañan».
2Sa 19:15 Así que el rey emprendió su regreso a Jerusalén. Cuando llegó al río Jordán, la gente de Judá fue hasta Gilgal para encontrarse con él y escoltarlo hasta el otro lado del río.
2Sa 19:16 Simei, hijo de Gera, el hombre de Bahurim de Benjamín, se apresuró a cruzar junto con los hombres de Judá para darle la bienvenida al rey David.
2Sa 19:17 Otros mil hombres de la tribu de Benjamín estaban con él, entre ellos Siba, el sirviente principal de la casa de Saúl, los quince hijos de Siba y sus veinte sirvientes. Bajaron corriendo hasta llegar al Jordán para recibir al rey.
2Sa 19:18 Cruzaron los bajíos del Jordán para llevar a todos los de la casa del rey al otro lado del río, ayudándolo en todo lo que pudieron. Cuando el rey estaba a punto de cruzar el río, Simei cayó de rodillas ante él.
2Sa 19:19 —Mi señor el rey, por favor, perdóneme —le rogó—. Olvide la terrible cosa que su siervo hizo cuando usted dejó Jerusalén. Que el rey lo borre de su mente.
2Sa 19:20 Estoy consciente de cuánto he pecado. Es por eso que he venido aquí este día, siendo el primero en todo Israel* en recibir a mi señor el rey.
2Sa 19:21 Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo: —¡Simei debe morir, porque maldijo al rey ungido por el SEÑOR!
2Sa 19:22 —¿Quién les pidió su opinión a ustedes, hijos de Sarvia? —exclamó David—. ¿Por qué hoy se han convertido en mis adversarios?* ¡Éste no es un día de ejecución, sino de celebración! ¡Hoy he vuelto a ser el rey de Israel!
2Sa 19:23 Entonces, volviéndose a Simei, David juró: —Se te perdonará la vida.
2Sa 19:24 Ahora bien, Mefiboset,* el nieto de Saúl, descendió de Jerusalén para encontrarse con el rey. No había cuidado sus pies, cortado su barba ni lavado su ropa desde el día en que el rey dejó Jerusalén.
2Sa 19:25 —¿Por qué no viniste conmigo, Mefiboset? —le preguntó el rey.
2Sa 19:26 Mefiboset contestó: —Mi señor el rey, mi siervo Siba me engañó. Le dije: “Ensilla mi burro* para que pueda ir con el rey”. Pues como usted sabe, soy lisiado.
2Sa 19:27 Siba me calumnió cuando dijo que me negué a venir. Pero sé que mi señor el rey es como un ángel de Dios, así que haga como mejor le parezca.
2Sa 19:28 Todos mis parientes y yo sólo podíamos esperar la muerte de su parte, mi señor, ¡pero en cambio me honró al permitirme comer a su propia mesa! ¿Qué más puedo pedir?
2Sa 19:29 —Ya dijiste suficiente —respondió David—. He decidido que tú y Siba se dividan tu tierra en partes iguales.
2Sa 19:30 —Désela toda a él —dijo Mefiboset—. ¡Estoy satisfecho con que haya vuelto a salvo, mi señor el rey!
2Sa 19:31 Barzilai de Galaad había descendido de Rogelim para escoltar al rey a cruzar el Jordán.
2Sa 19:32 Él era muy anciano, tenía unos ochenta años, y era muy rico. Él fue quien proveyó el alimento para el rey durante el tiempo que pasó en Mahanaim.
2Sa 19:33 —Cruza el río conmigo y quédate a vivir en Jerusalén —le dijo el rey a Barzilai—. Y allí me haré cargo de ti.
2Sa 19:34 —No —le respondió—, soy demasiado viejo para ir con el rey a Jerusalén.
2Sa 19:35 Ahora tengo ochenta años de edad, y ya no puedo disfrutar de nada. La comida y el vino ya no tienen sabor, tampoco puedo oír las voces de los cantantes. Sería nada más una carga para mi señor el rey.
2Sa 19:36 ¡Tan sólo cruzar el río Jordán con el rey es todo el honor que necesito!
2Sa 19:37 Después déjeme regresar para que muera en mi ciudad, donde están enterrados mi padre y mi madre. Pero aquí está su siervo, mi hijo Quimam; permítale que él vaya con mi señor el rey y que reciba lo que usted quiera darle.
2Sa 19:38 —Muy bien —acordó el rey—. Quimam irá conmigo, y lo ayudaré en cualquier forma que tú quieras; haré por ti cualquier cosa que desees.
2Sa 19:39 Luego toda la gente cruzó el Jordán junto con el rey. Después que David lo hubo bendecido y besado, Barzilai regresó a su propia casa.
2Sa 19:40 El rey cruzó el Jordán hacia Gilgal, y llevó a Quimam con él. Todas las tropas de Judá y la mitad de las de Israel escoltaron al rey en su camino.
2Sa 19:41 Pero todos los hombres de Israel se quejaron con el rey: —Los hombres de Judá se adueñaron del rey y no nos dieron el honor de ayudarlo a usted ni a los de su casa ni a sus hombres a cruzar el Jordán.
2Sa 19:42 Los hombres de Judá respondieron: —El rey es un pariente cercano. ¿Por qué tienen que enojarse por eso? ¡No hemos tocado la comida del rey ni hemos recibido algún favor especial!
2Sa 19:43 —Pero hay diez tribus en Israel —le respondieron los otros—. De modo que tenemos diez veces más derecho sobre el rey que ustedes. ¿Qué derecho tienen de tratarnos con tanto desprecio? ¿Acaso no fuimos nosotros los primeros en hablar de traerlo de regreso para que fuera de nuevo nuestro rey? La discusión continuó entre unos y otros, y los hombres de Judá hablaron con más dureza que los de Israel.

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