APOSENTO ALTO

jueves, 18 de mayo de 2017

LECTURA BÍBLICA 18

LECTURA PARA LA MAÑANA

MARCOS    14:43-52

Mar 14:43 En ese mismo instante, mientras Jesús todavía hablaba, llegó Judas, uno de los doce discípulos, junto con una multitud de hombres armados con espadas y palos. Los habían enviado los principales sacerdotes, los maestros de la ley religiosa y los ancianos.
Mar 14:44 El traidor, Judas, había acordado previamente con ellos una señal: «Sabrán a cuál arrestar cuando yo lo salude con un beso. Entonces podrán llevárselo bajo custodia».
Mar 14:45 En cuanto llegaron, Judas se acercó a Jesús. «¡Rabí!»* —exclamó, y le dio el beso.
Mar 14:46 Entonces los otros agarraron a Jesús y lo arrestaron.
Mar 14:47 Pero uno de los hombres que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole una oreja.
Mar 14:48 Jesús les preguntó: «¿Acaso soy un peligroso revolucionario, para que vengan con espadas y palos para arrestarme?
Mar 14:49 ¿Por qué no me arrestaron en el templo? Estuve enseñando allí entre ustedes todos los días. Pero estas cosas suceden para que se cumpla lo que dicen las Escrituras acerca de mí».
Mar 14:50 Entonces todos sus discípulos lo abandonaron y huyeron.
Mar 14:51 Un joven que los seguía sólo llevaba puesta una camisa de noche de lino. Cuando la turba intentó agarrarlo,
Mar 14:52 su camisa de noche se deslizó y huyó desnudo.




GÁLATAS 2

Gál 2:1 Luego, catorce años más tarde, regresé a Jerusalén, esta vez con Bernabé; y Tito también vino.
Gál 2:2 Fui a Jerusalén, porque Dios me reveló que debía hacerlo. Durante mi tiempo allí, me reuní en privado con los que eran reconocidos como los dirigentes de la iglesia y les presenté el mensaje que predico a los gentiles.* Quería asegurarme de que estábamos de acuerdo, porque temía que todos mis esfuerzos hubieran sido inútiles y que estaba corriendo la carrera en vano.
Gál 2:3 Sin embargo ellos me respaldaron y ni siquiera exigieron que mi compañero Tito se circuncidara, a pesar de que era griego.*
Gál 2:4 Incluso esa cuestión surgió sólo a causa de algunos que se dicen cristianos —falsos cristianos en realidad* —, que se habían infiltrado entre nosotros. Se metieron en secreto para espiarnos y privarnos de la libertad que tenemos en Cristo Jesús. Pues querían esclavizarnos y obligarnos a seguir los reglamentos judíos.
Gál 2:5 Pero no nos doblegamos ante ellos ni por un solo instante. Queríamos preservar la verdad del mensaje del evangelio para ustedes.
Gál 2:6 Los líderes de la iglesia no tenían nada que agregar a lo que yo predicaba. (Dicho sea de paso, su fama de grandes líderes a mí no me afectó para nada, porque Dios no tiene favoritos).
Gál 2:7 Al contrario, ellos comprendieron que Dios me había dado la responsabilidad de predicar el evangelio a los gentiles tal como le había dado a Pedro la responsabilidad de predicar a los judíos.
Gál 2:8 Pues el mismo Dios que actuaba por medio de Pedro, apóstol a los judíos, también actuaba por medio de mí, apóstol a los gentiles.
Gál 2:9 De hecho, Santiago, Pedro* y Juan —quienes eran considerados pilares de la iglesia —reconocieron el don que Dios me había dado y nos aceptaron a Bernabé y a mí como sus colegas. Nos animaron a seguir predicando a los gentiles mientras ellos continuaban su tarea con los judíos.
Gál 2:10 La única sugerencia que hicieron fue que siguiéramos ayudando a los pobres, algo que yo siempre tengo deseos de hacer.
Gál 2:11 Pero, cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que enfrentarlo cara a cara, porque él estaba muy equivocado en lo que hacía.
Gál 2:12 Cuando llegó por primera vez, Pedro comía con los gentiles que son cristianos, quienes no estaban circuncidados. Pero después, cuando llegaron algunos amigos de Santiago, Pedro no quiso comer más con esos gentiles. Tenía miedo a la crítica de los que insistían en la necesidad de la circuncisión.
Gál 2:13 Como resultado, otros cristianos judíos imitaron la hipocresía de Pedro, e incluso Bernabé se dejó llevar por esa hipocresía.
Gál 2:14 Cuando vi que ellos no seguían la verdad del mensaje del evangelio, le dije a Pedro delante de todos los demás: «Si tú, que eres judío de nacimiento, dejaste a un lado las leyes judías y vives como un gentil, ¿por qué ahora tratas de obligar a estos gentiles a seguir las tradiciones judías?
Gál 2:15 »Tú y yo somos judíos de nacimiento, no somos “pecadores” como los gentiles.
Gál 2:16 Sin embargo, sabemos que una persona es declarada justa ante Dios por la fe en Jesucristo y no por la obediencia a la ley. Y nosotros hemos creído en Cristo Jesús para poder ser declarados justos ante Dios por causa de nuestra fe en Cristo y no porque hayamos obedecido la ley. Pues nadie jamás será declarado justo ante Dios mediante la obediencia a la ley»*.
Gál 2:17 Pero supongamos que intentamos ser declarados justos ante Dios por medio de la fe en Cristo y luego se nos declara culpables por haber abandonado la ley. ¿Acaso esto quiere decir que Cristo nos ha llevado al pecado? ¡Por supuesto que no!
Gál 2:18 Más bien, soy un pecador si vuelvo a construir el viejo sistema de la ley que ya eché abajo.
Gál 2:19 Pues, cuando intenté obedecer la ley, la ley misma me condenó. Así que morí a la ley —es decir, dejé de intentar cumplir todas sus exigencias —a fin de vivir para Dios.
Gál 2:20 Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gál 2:21 Yo no tomo la gracia de Dios como algo sin sentido. Pues, si cumplir la ley pudiera hacernos justos ante Dios, entonces no habría sido necesario que Cristo muriera.



SALMO 111

Sal 111:1 *¡Alabado sea el SEÑOR! Daré gracias al SEÑOR con todo mi corazón al reunirme con su pueblo justo.
Sal 111:2 ¡Qué asombrosas son las obras del SEÑOR! Todos los que se deleitan en él deberían considerarlas.
Sal 111:3 Todo lo que él hace revela su gloria y majestad; su justicia nunca falla.
Sal 111:4 Él nos hace recordar sus maravillosas obras. ¡Cuánta gracia y misericordia tiene nuestro SEÑOR!
Sal 111:5 Da alimento a los que le temen; siempre recuerda su pacto.
Sal 111:6 Ha mostrado su gran poder a su pueblo al entregarle las tierras de otras naciones.
Sal 111:7 Todo lo que hace es justo y bueno, y todos sus mandamientos son confiables;
Sal 111:8 siempre son verdaderos, para ser obedecidos fielmente y con integridad.
Sal 111:9 Él pagó el rescate completo por su pueblo y les ha garantizado para siempre el pacto que hizo con ellos. ¡Qué santo e imponente es su nombre!
Sal 111:10 El temor del SEÑOR es la base de la verdadera sabiduría; todos los que obedecen sus mandamientos crecerán en sabiduría. ¡Alábenlo para siempre!


LECTURA PARA LA NOCHE

2 SAMUEL    11-12

2Sa 11:1 En la primavera,* cuando los reyes suelen salir a la guerra, David envió a Joab y al ejército israelita para pelear contra los amonitas. Destruyeron al ejército amonita y sitiaron la ciudad de Rabá. Sin embargo, David se quedó en Jerusalén.
2Sa 11:2 Una tarde, después del descanso de mediodía, David se levantó de la cama y subió a caminar por la azotea del palacio. Mientras miraba hacia la ciudad, vio a una mujer de belleza singular que estaba bañándose.
2Sa 11:3 Luego envió a alguien para que averiguara quién era la mujer y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Eliam y esposa de Urías el hitita».
2Sa 11:4 Así que David envió mensajeros para que la trajeran y cuando llegó al palacio, se acostó con ella. Luego ella regresó a su casa. (Betsabé recién había terminado los ritos de purificación posteriores a su período menstrual).
2Sa 11:5 Tiempo después, cuando Betsabé descubrió que estaba embarazada, le envió el siguiente mensaje a David: «Estoy embarazada».
2Sa 11:6 Entonces David envió un mensaje a Joab: «Mándame a Urías el hitita». Así que Joab se lo envió.
2Sa 11:7 Cuando Urías llegó, David le preguntó cómo estaban Joab y el ejército, y cómo marchaba la guerra.
2Sa 11:8 Después le dijo a Urías: «Ve a tu casa a descansar».* David incluso le envió un regalo a Urías apenas este dejó el palacio.
2Sa 11:9 Pero Urías no fue a su casa, sino que durmió esa noche a la entrada del palacio con la guardia real.
2Sa 11:10 Al enterarse David de que Urías no había ido a su casa, lo mandó llamar y le preguntó: —¿Qué pasa? ¿Por qué no fuiste anoche a tu casa después de haber estado fuera por tanto tiempo?
2Sa 11:11 Urías le contestó: —El arca y el ejército de Israel y el de Judá están viviendo en carpas de campaña,* y Joab y los hombres de mi señor están acampando a cielo abierto. ¿Cómo podría yo ir a casa para beber, comer y dormir con mi esposa? Juro que jamás haría semejante cosa.
2Sa 11:12 —Está bien, quédate hoy aquí —le dijo David— y mañana puedes regresar al ejército. Así que Urías se quedó en Jerusalén ese día y el siguiente.
2Sa 11:13 David lo invitó a cenar y lo emborrachó. Pero aun así no logró que Urías se fuera a la casa con su esposa, sino que nuevamente se quedó a dormir a la entrada del palacio con la guardia real.
2Sa 11:14 Entonces, a la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la dio a Urías para que se la entregara.
2Sa 11:15 La carta le daba las siguientes instrucciones a Joab: «Pon a Urías en las líneas del frente, donde la batalla sea más violenta. Luego retrocedan, para que lo maten».
2Sa 11:16 Así que Joab asignó a Urías a un lugar cerca de la muralla de la ciudad donde sabía que peleaban los hombres más fuertes del enemigo.
2Sa 11:17 Y cuando los soldados enemigos salieron de la ciudad para pelear, Urías el hitita murió junto con varios soldados israelitas.
2Sa 11:18 Luego Joab envió a David un informe de la batalla.
2Sa 11:19 Le dijo a su mensajero: «Informa al rey todas las novedades de la batalla.
2Sa 11:20 Pero tal vez se enoje y pregunte: “¿Por qué las tropas se acercaron tanto a la ciudad? ¿Acaso no sabían que dispararían desde la muralla?
2Sa 11:21 ¿No fue Abimelec, hijo de Gedeón,* muerto en Tebes por una mujer que le tiró una piedra de molino desde la muralla? ¿Por qué se acercaron tanto a la muralla?”. Entonces dile: “Murió también Urías el hitita”».
2Sa 11:22 Por lo tanto, el mensajero fue a Jerusalén y le dio un informe completo a David.
2Sa 11:23 —El enemigo salió contra nosotros a campo abierto —le dijo—, y cuando los perseguíamos hasta las puertas de la ciudad,
2Sa 11:24 los arqueros que estaban en la muralla nos dispararon flechas. Mataron a algunos hombres del rey, entre ellos a Urías el hitita.
2Sa 11:25 —Bien, dile a Joab que no se desanime —dijo David—. ¡La espada devora a éste hoy y a aquél mañana! La próxima vez esfuércense más, ¡y conquistarán la ciudad!
2Sa 11:26 Cuando la esposa de Urías se enteró de que su marido había muerto, hizo duelo por él.
2Sa 11:27 Una vez cumplido el período de luto, David mandó que la trajeran al palacio, y pasó a ser una de sus esposas. Luego ella dio a luz un hijo. Pero el SEÑOR estaba disgustado con lo que David había hecho.
2Sa 12:1 Por lo tanto el SEÑOR envió al profeta Natán para que le contara a David la siguiente historia: —Había dos hombres en cierta ciudad; uno era rico y el otro, pobre.
2Sa 12:2 El hombre rico poseía muchas ovejas, y ganado en cantidad.
2Sa 12:3 El pobre no tenía nada, sólo una pequeña oveja que había comprado. Él crió esa ovejita, la cual creció junto con sus hijos. La ovejita comía del mismo plato del dueño y bebía de su vaso, y él la acunaba como a una hija.
2Sa 12:4 Cierto día llegó una visita a la casa del hombre rico. Pero en lugar de matar un animal de su propio rebaño o de su propia manada, tomó la ovejita del hombre pobre, la mató y la preparó para su invitado.
2Sa 12:5 Entonces David se puso furioso. —¡Tan cierto como que el SEÑOR vive —juró—, cualquier hombre que haga semejante cosa merece la muerte!
2Sa 12:6 Debe reparar el daño dándole al hombre pobre cuatro ovejas por la que le robó y por no haber tenido compasión.
2Sa 12:7 Entonces Natán le dijo a David: —¡Tú eres ese hombre! El SEÑOR, Dios de Israel, dice: “Yo te ungí rey de Israel y te libré del poder de Saúl.
2Sa 12:8 Te di la casa de tu amo, sus esposas y los reinos de Israel y Judá. Y si eso no hubiera sido suficiente, te habría dado más, mucho más.
2Sa 12:9 ¿Por qué, entonces, despreciaste la palabra del SEÑOR e hiciste este acto tan horrible? Pues mataste a Urías el hitita con la espada de los amonitas y le robaste a su esposa.
2Sa 12:10 De ahora en adelante, tu familia vivirá por la espada porque me has despreciado al tomar a la esposa de Urías para que sea tu mujer”.
2Sa 12:11 »Esto dice el SEÑOR: “Por lo que has hecho, haré que tu propia familia se rebele en tu contra. Ante tus propios ojos, daré tus mujeres a otro hombre, y él se acostará con ellas a la vista de todos.
2Sa 12:12 Tú lo hiciste en secreto, pero yo haré que esto suceda abiertamente a la vista de todo Israel”.
2Sa 12:13 Entonces David confesó a Natán: —He pecado contra el SEÑOR. Natán respondió: —Sí, pero el SEÑOR te ha perdonado, y no morirás por este pecado.
2Sa 12:14 Sin embargo, como has mostrado un total desprecio por el SEÑOR* con lo que hiciste, tu hijo morirá.
2Sa 12:15 Después que Natán regresó a su casa, el SEÑOR le envió una enfermedad mortal al hijo que David tuvo con la esposa de Urías.
2Sa 12:16 Así que David le suplicó a Dios que perdonara la vida de su hijo, y no comió, y estuvo toda la noche tirado en el suelo.
2Sa 12:17 Entonces los ancianos de su casa le rogaban que se levantara y comiera con ellos, pero él se negó.
2Sa 12:18 Finalmente, al séptimo día, el niño murió. Los consejeros de David tenían temor de decírselo. «No escuchaba razones cuando el niño estaba enfermo —se decían—, ¿qué locura hará cuando le digamos que el niño murió?».
2Sa 12:19 Cuando David vio que susurraban entre sí, se dio cuenta de lo que había pasado. —¿Murió el niño? —preguntó. —Sí —le contestaron—, ya murió.
2Sa 12:20 De inmediato David se levantó del suelo, se lavó, se puso lociones* y se cambió de ropa. Luego fue al tabernáculo a adorar al SEÑOR y después volvió al palacio donde le sirvieron comida y comió.
2Sa 12:21 Sus consejeros estaban asombrados. —No lo entendemos —le dijeron—. Mientras el niño aún vivía, lloraba y rehusaba comer. Pero ahora que el niño ha muerto, usted terminó el duelo y de nuevo está comiendo.
2Sa 12:22 —Ayuné y lloré —respondió David— mientras el niño vivía porque me dije: “Tal vez el SEÑOR sea compasivo conmigo y permita que el niño viva”.
2Sa 12:23 Pero ¿qué motivo tengo para ayunar ahora que ha muerto? ¿Puedo traerlo de nuevo a la vida? Un día yo iré a él, pero él no puede regresar a mí.
2Sa 12:24 Luego David consoló a Betsabé, su esposa, y se acostó con ella. Entonces ella quedó embarazada y dio a luz un hijo, y David* lo llamó Salomón. El SEÑOR amó al niño
2Sa 12:25 y mandó decir por medio del profeta Natán que deberían llamarlo Jedidías (que significa “amado del SEÑOR”) como el SEÑOR había ordenado.*
2Sa 12:26 Mientras tanto, Joab luchaba contra la ciudad de Rabá, la capital de Amón, y tomó las fortificaciones reales.*
2Sa 12:27 Entonces Joab envió mensajeros a David para decirle: «He peleado contra Rabá y he capturado el suministro de agua.*
2Sa 12:28 Ahora traiga al resto del ejército y tome la ciudad, de lo contrario yo seré quien la conquiste y reciba el reconocimiento por la victoria».
2Sa 12:29 Entonces David reunió al resto del ejército y fue a Rabá, peleó contra la ciudad y la tomó.
2Sa 12:30 David quitó la corona de la cabeza del rey* y la colocaron sobre la de él. La corona estaba hecha de oro con gemas incrustadas y pesaba treinta y cuatro kilos.* Además, David se llevó un enorme botín de la ciudad.
2Sa 12:31 También hizo esclavos a los habitantes de Rabá y los forzó a trabajar con* sierras, picos y hachas de hierro, y a trabajar en los hornos de ladrillos.* Así trató a la gente de todas las ciudades amonitas. Luego David regresó a Jerusalén con todo el ejército.

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